lunes, 30 de agosto de 2010

San Martín sigue cabalgando por la unidad latinoamericana por Maximiliano Molocznik


San Martín sigue cabalgando por la unidad latinoamericana

Por: Maximiliano Molocznik


El calendario nos brinda todos los 17 de Agosto la posibilidad de recordar la figura señera del General San Martín.
Una multiplicidad de actos oficiales parecen cumplir, año tras año, con el ritual de la efeméride. En las escuelas primarias, atildadas y comprometidas maestras -formadas en el magisterio liberal sarmientino- leen a los niños alguna máxima del General a su hija, a modo de síntesis -rapidita- de su vida y de su obra.
No muy distinto es el panorama en las escuelas secundarias. Profesores escépticos mediatizados por el discurso derrotista de la posmodernidad, leen anodinos discursos en los que se narra –metódica y aburridamente- la biografía del “gran hombre”.
Frente a ellos escuchan grupos de adolescentes abúlicos que, pese a todo lo que se dice de ellos, están esperando otro mensaje y a los que les encantaría conocer más de la historia del hombre José de San Martín, no del bronce; de las vicisitudes de su época, no del mito sagrado, de los avatares de su lucha democrática por los derechos del hombre, de sus amores, de sus sueños de liberación continental, etc.
Sólo de tanto en tanto se escucha que algún osado profesor rompe con las canonjías y la solemnidad que impone la marmolización y el discurso mitrista -adherido como una estalactita en las escuelas- y dice que Bolívar no le robó la gloria en Guayaquil o que la burguesía comercial del puerto de Bs. As. -con Rivadavia a la cabeza- ninguneó y retaceó el apoyo para la campaña a Chile y directamente boicoteó la expedición libertadora al Perú.
Si a esto le sumamos los discursos con olor a naftalina de los figurones de la Academia y las monsergas de los periodistas del coloniaje, el panorama no parece ser muy alentador. Pese a todo, la figura revolucionaria de San Martín se yergue, enhiesta, enfrentando la tarea realizada por el aparato difusor de ideas al servicio de la clase dominante. La labor de estos cipayos del pensamiento ha estado destinada a escamotear su compromiso con la liberación continental, su postura ideológica de liberal revolucionario y profundamente antiabsolutista, su planteos económicos proteccionistas desarrollados en Cuyo bajo la impronta del Plan de Operaciones de Mariano Moreno, su relación amistosa con los caudillos federales, su desprecio por el lujo aristocrático, los blasones y el comportamiento avaro de los comerciantes porteños.
Todo esto ha sido ocultado deliberadamente. Claro, es más fácil crear un mito. Se lo puede admirar pero no seguir ese camino. Porque para el hombre de a pie, para el joven estudiante el mito no dice nada, es una estatua, está allá, lejos, es inalcanzable. Ahora, si es un hombre con sus virtudes y sus defectos, su legado se humaniza y sus banderas y sus ejemplos sirven como emblemas para la lucha política del presente.
Ese el miedo de los poseedores. Las clases dominantes, de ayer y de hoy, necesitan un relato legitimado del pasado para fundamentar la opresión del presente. Todo el discurso oficial sobre San Martín es el discurso del poder.
Hoy, que nos vamos acercando a celebrar los doscientos años de aquellas gestas de liberación, debemos volver sobre el legado sanmartiniano. Polemizar con aquellos chovinistas de derecha que han sacado chapa de “nacionalistas” con discursos antichilenos y recordarles que San Martín cruzó la cordillera con la Bandera del Ejército de los Andes. Que sus principales oficiales (O’ Higgins, Freire, etc.) eran chilenos, que el heroico guerrillero Manuel Rodríguez fue una figura clave para San Martín en la guerra de guerrillas. Esos mismos sectores son los que hoy siguen alentando las disputas con el país hermano y por ende, favoreciendo la balcanización de nuestra América, tan necesaria a los intereses imperiales.
O aquellos otros que desprecian a los hermanos peruanos que llegan a trabajar a estas tierras desde un discurso reaccionario en el que, a veces, campea la vieja tesis mitrista de que San Martín “les ha regalado la independencia”. Como si no hubiera habido combatientes peruanos en el Ejército Libertador, como si Arenales, “el apóstol de los indios” hubiera insurreccionado sólo con argentinos la sierra peruana contra el absolutismo.
En síntesis, tenemos que contar la historia de San Martín de otra manera. Todavía tiene mucho para decirnos sobre este angustioso pero promisorio presente que se abre con los distintos procesos de liberación nacional que se están dando en toda Latinoamérica.
Recuperar el legado del gran capitán, recuperar esa voz que nos viene del pasado para la lucha política del presente es mucho más que mero ejercicio académico o un esmerado trabajo arqueológico, es la certeza de que el cambio es posible, es ver -con gran satisfacción- el miedo que les da a los plutócratas que San Martín, otra vez, esté cabalgando por la unidad latinoamericana.

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