lunes, 31 de octubre de 2011

Eh, tú, muerte: yo soy el último que habla


por Norberto Galasso
Jueves 27 de octubre de 2011

El 25 de mayo del 2003, al asumir la presidencia de la Nación, Néstor Kirchner apareció en el escenario político nacional como un `presidente inesperado` a quien tocaba presidir `una Argentina destruida` por sucesivas desgracias: genocidio, frustración, traición, entrega e ineptitud. Venía de haber sido intendente de Río Gallegos y de nueve años como gobernador de la provincia de Santa Cruz. Pero venía también de una militancia juvenil enarbolando la bandera de un mundo mejor.
Muchos no reparamos, entonces, que ardía en él el fuego del compromiso, un espíritu de lucha indeclinable, la decisión de remontar las olas procelosas para llegar a puerto, importándole poco las formalidades de los exquisitos de las instituciones, que le reclamaron inmediatamente no hacer reuniones de gabinete, andar por la Casa Rosada con el saco desabrochado o juguetear con el bastón de mando en el momento mismo de asumir como presidente. Ahora que ha muerto se hace luz, para todos, el altísimo grado de compromiso que marcaba su conducta, verdadero ejemplo ante tanto político acomodaticio que sólo aspira a los halagos del poder.
Néstor se la jugó olvidándose de sí mismo. Se la jugó desde los tiempos en que confrontaba con Menem, y se la jugó desde que asumió el gobierno imponiendo el "castigo a los culpables" de la represión, no sólo con la anulación de la Obediencia Debida y el Punto Final sino bajando los cuadros de los dictadores, convirtiendo a la ESMA en Museo de la Memoria, depurando la Corte Suprema de Justicia, pagando la deuda al FMI para poner fin al monitoreo imperialista sobre nuestra economía, y también participando con otros líderes latinoamericanos en el hundimiento del ALCA, en la reunión de Mar del Plata, en diciembre del 2005. Además, repolitizó el país, poniendo el conflicto en el centro de la polémica, actitud que muchos -desde su incapacidad para entender la historia- le criticaron por "crear el conflicto", como si el conflicto no fuese insoslayable en una sociedad donde existen clases sociales con fuertes desigualdades. También reconvirtió un sistema de valorización financiera por otro de acumulación productiva provocando una fuerte baja en la desocupación, en la pobreza y en la indigencia. Asimismo, impulsó la consolidación de dos pilares fundamentales para el cambio y el progreso social: la intervención del Estado y el protagonismo de los trabajadores a través de la CGT.
Por su lucha recibió críticas e injurias, maldiciones -incluso-, pero no cejó. Y su vocación por lo popular y por lo nacional fue reconocida por las mayorías de la Argentina, que si le habían otorgado sólo el 22% de los votos al Frente para la Victoria en 2003, llevaron ese apoyo al 45% en 2007, a través de la candidatura de su esposa Cristina Fernández.
Pero no siempre lo biológico acompaña la fuerza espiritual que dinamiza la militancia. Su organismo le hizo saber varias veces -y los médicos fueron severos en la advertencia- que corría peligro. Podía, entonces, haberse replegado en el sur, inclinarse al consenso que predicaba la oposición y que era, en buen romance, abandonar los cambios y paralizar la marcha iniciada en el 2003. Rechazó ese camino, quiso ser "genio y figura hasta la sepultura", confrontativo, militante, indetenible, siempre en la pelea, infatigable en la polémica con los conciliadores y traidores. A pocas horas de una grave cirugía estaba en un acto político en el Luna Park, en su puesto, como desafiando a la muerte, con aquella vieja certeza de trascendencia de León Felipe: `Eh, tú, Muerte. Yo soy el último que habla...`. Y prosiguió las giras y los discursos, peleándole a la reacción, palmo a palmo, para abrir camino al 2011. Murió, pues, en su ley, y dejó un ejemplo de conducta militante.

Fuente: http://www.diarioregistrado.com/politica/54435-eh-tu-muerte-yo-soy-el-ultimo-que-habla.html

sábado, 29 de octubre de 2011

El pensamiento latinoamericano y la integración regional

por Lucila Melendi

“La cuestión se centra en la capacidad de generar un pensamiento original, y la originalidad de todo pensar no deriva de los grandes centros de producción intelectual, sino de nuestra relación con la realidad” Arturo Roig (2008: 79)

“Por eso insistimos en invertir la herencia escolástica universitaria de problematizar los textos y orientarnos a textualizar los problemas”Ana Jaramillo (2005)

En América Latina conviven variados esquemas de integración regional que datan de distintas épocas y se plantean múltiples objetivos. Dentro de esta trama de armados institucionales diversos, podríamos señalar al MERCOSUR, la ALBA y la UNASUR como aquellos procesos que más desconcierto generan entre los académicos. A diferencia de otros acuerdos y tratados, no resulta fácil encuadrarlos según un patrón de comportamiento preestablecido que podamos encontrar en los libros de Relaciones Internacionales o de Integración Regional. Por este motivo, frecuentemente son tildados de procesos ‘particulares’, ‘peculiares’ o ‘especiales’.
Insistiremos en que los procesos políticos latinoamericanos no son ‘peculiares’ respecto a los de ninguna otra región del mundo. América Latina, al igual que todas ellas, tiene una historia y características que le son propias, y son estas diferencias originarias las que anulan, en términos de su potencial explicativo, buena parte de los enfoques generados en otras latitudes. Lo obvio no es menos importante por serlo, sino más bien todo lo contrario. Desde esta perspectiva, podemos constatar que en nuestros países (a diferencia de otros, consolidados en términos de su desarrollo social y cultural autónomo), las ideas no siempre muestran coherencia con la realidad que se supone conceptualizan, y de este desacierto inicial se desprenden todo tipo de errores .
Nos encontramos en un escenario en que desandar los caminos del pensamiento latinoamericano aparece como una opción de primer orden para quienes pretendan aportar a la comprensión de los procesos en que estamos inmersos. Para emprender este camino necesitaremos guiarnos buscando hilar, antes que cualquier otra cosa, las cuestiones que han sido problematizadas, habida cuenta de que otro tipo de guía suele ser engañosa: las disciplinas son construcciones sociales y políticas que realizan un recorte señalando los límites de lo que es posible pensar, pero en tanto no existe algo así como un Km 0 del pensamiento, no podemos permitir que se invaliden las reflexiones producidas previamente acerca de su mismo ‘objeto de estudio’. Por otra parte, se hace necesario terminar con la mala costumbre de ver teoría sólo allí donde ésta viene escrita de determinada forma. El potencial teórico de una idea debe ser valorado en estricta relación a la pregunta a la que pretende responder, y de ninguna manera al rótulo editorial que lo designa, o no, como más o menos ‘teórico’ o ‘filosófico’ .
En 1992, Alcira Argumedo publicaba “Los silencios y las voces en América Latina”, dando cuenta de la existencia de lo que ella llamó una matriz autónoma de pensamiento nacional y popular latinoamericano . Como toda matriz de pensamiento, su raíz sería una especial concepción acerca de lo social, que en el caso de las masas populares latinoamericanas parte de una visión esencial y profundamente igualitaria acerca de la naturaleza del hombre. Los ejes estructurantes de esta matriz serían la soberanía y la justicia; lo nacional y lo social, problemáticas nunca resueltas en América Latina, que seguirían resurgiendo episódicamente, hasta encontrar solución definitiva:
“Por encima de sus dimensiones y de las formas adquiridas en las diversas etapas históricas y en cada región, los movimientos populares del continente proponen la resolución del doble problema de la autonomía –como forma colectiva de la libertad, que otorga el contexto real a la libertad individual- y de la igualdad social. De este modo, la cuestión de la soberanía y la justicia contiene la problemática más sustantiva de la historia latinoamericana, hija de una situación traumática y atípica en su conformación como sociedad” (Argumedo, 1992: 196).
Desde esta perspectiva, lo que hoy llamamos ‘integración regional’ es objeto de reflexión del pensamiento latinoamericano desde el nacimiento mismo de América como tal, en tanto la cuestión de la autonomía (uno de los dos ejes centrales de nuestro filosofar), vino siempre de la mano de lo que podríamos llamar la cuestión continental. En el intento de aportar a la tarea de sistematizar algunas ideas de nuestro acervo teórico latinoamericano para hacerlas dialogar con las teorías y enfoques predominantes en nuestros ámbitos de estudio, vamos a repasar tres momentos de las ideas de unidad, y buscaremos dejar planteado un posible diálogo entre esas ideas y el MERCOSUR, la UNASUR y la ALBA.

Emancipación americana. Unidad para la defensa.
Bolívar, San Martín, Artigas

Hacia 1815 Hispanoamérica estaba decididamente embarccada en la lucha por su independencia. En este marco, y paralelamente a la dirección política y militar de las tropas americanistas que dirigió, Bolívar dejó una vasta serie de escritos dando cuenta de sus reflexiones y las disyuntivas en que se debatían. Cabe aclarar que para Bolívar América era un sólo y gran país, el Nuevo Mundo, que se extendía desde México hacia el sur del hemisferio, e incluía a las islas del Caribe.
Las “Cartas de Jamaica”, escritas en 1815, dan testimonio de algunas de sus reflexiones. Allí señala que el Imperio Español históricamente ha impedido el comercio y la comunicación entre las distintas provincias, para mantenerlas separadas y controladas, pero considera que en su conjunto son un gran mercado ultramarino que España ya no está en condiciones de abastecer, y que por lo tanto puede resultar atractivo para obtener el auspicio de alguna otra potencia en la empresa de su emancipación.
A nivel político, dejará ver que el futuro de América le genera una gran incertidubre. A su entender, la independencia se realiza, pero sin que los americanos tengan la experiencia necesaria como para poder gobernarse por sí mismos y, aventura que el Nuevo Mundo se dividirá para poder gobernarse mejor,
“Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo” (Bolívar, 1990: 76).
Prefiere las repúblicas a las monarquías, por considerar que sólo de esta forma se convivirá en paz, sin intenciones expansionistas, y rechaza el federalismo por demasiado perfecto, sosteniendo la imperiosa necesidad de buscar formas de organización que sean las mejores asequibles,
“No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros (…) Busquemos un medio entre extremos opuestos, que nos conducirían a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor” (Bolívar, 1990: 78).
Al mismo tiempo, cree que es la unión lo único que hace falta para que el Nuevo Mundo pueda concretar la obra de su regeneración (Bolívar, 1990; 83), pero esta empresa se ve impedida permanentemente por guerras civiles, que no son producidas por diferencias raciales o de castas, sino por motivos políticos.
Paralelamente, en el Cono Sur del continente, San Martín encabezaba el Ejército de Los Andes, con una clara lectura geopolítica del conflicto, que lo hacía pensar en clave sudamericana. San Martín nos legó este recorte entre la América del Sur y el resto de Hispanoamérica, y una claridad absoluta en términos de distinguir lo principal de lo secundario: así lo demuestra su énfasis rotundo en lograr la Libertad antes que nada, y su negativa absoluta a participar en cualquier tipo de enfrentamiento entre americanos. La soberanía ante todo: la consolidación de la libertad de América era la condición necesaria para poder discutir después cualquier otra cosa, y esto sólo se conseguiría en unidad,  “unámonos para batir a los maturrangos que nos amenazan y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros disgustos en los términos que hallemos por convenientes sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice” (San Martín, 1819) .
Un año después, antes de partir a Perú decidiendo no hacer caso al gobierno de Buenos Aires que le reclamaba ponerse a la cabeza de la guerra civil, se dirigía al pueblo en los siguientes términos,  “el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sudamérica” (San Martín, 1820).
Artigas es el mayor exponente del federalismo y la democracia americana. Defensor a ultranza de la soberanía de los orientales en términos de únicos artífices de sus propios destinos, concebía esta autonomía plena en el marco de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La forma confederada se les aparecía a los orientales, aquí en el sur, como el mejor modo de articular sus propios intereses con el del todo mayor, la patria americana. Sufrían en carne propia la necesidad de una defensa común de la libertad y al mismo tiempo tenían clara su condición de pueblo autónomo, con lo cual el federalismo aparecía como la forma natural de gobierno.
En 1813, los diputados de la Provincia Oriental recibieron claras instrucciones de cara a la Asamblea Constituyente de Buenos Aires. Los artículos 10 y 14 son especialmente ilustrativos del proyecto artiguista, y mantienen asombrosa vigencia, “Art. 10: Que esta provincia (la Provincia Oriental) por la presente entra separadamente en una firme liga de amistad con cada una de las otras, para su defensa común, seguridad de su libertad, y para su mutua y general felicidad, obligándose a asistir a cada una de las otras contra toda violencia o ataques hechos sobre ellas, o sobre alguna de ellas, por motivo de religión, soberanía, tráfico, o algún otro pretexto, cualquiera que sea (…) Art. 14: Que ninguna tasa o derecho se imponga sobre artículos exportados de una provincia a otra; ni que ninguna preferencia se dé por cualquier regulación de comercio o renta a los puertos de una provincia por sobre los de otra; ni los barcos destinados de esta provincia a otra serán obligados a entrar, a anclar, o pagar derechos en otra(Bruschera, 1971; 97).
En 1815 sancionarían un reglamento provisorio para fomentar la ‘campaña’ repartiendo las tierras de modo regulado, bajo el criterio de que “los más infelices serán los más agraciados” (Bruschera, 1971; 152). Una medida de colonización del conjunto de las tierras en función de aumentar la productividad, garantizar el sustento de las familias orientales, y sobre todo garantizar la soberanía. Los americanos tendrían prioridad.

Generación del ‘900. La idea latinoamericana de América.
Martí.

Recién a comienzos del siglo XX el Nuevo Mundo de Bolívar pasaría a ser América Latina. Lo que hoy identificamos de esta manera es un colectivo político definido y re-definido permanentemente, en función de una “otra” América que juzgamos necesario y fundamental distinguir de la “nuestra” .
Por inspiración de Rodó se realiza en 1908 en Montevideo el I Congreso Estudiantil Latinoamericano. En 1910 Ugarte publica “El porvenir de la América Española”, para Methol Ferré, fue la primera vez que alguien se encargó de dar una visión de conjunto de América Latina. En 1909 apareció “La evolución política y social de Hispanoamérica”, de Blanco Fombona. En 1912 Rodó escribió “Bolívar, el unificador del sur” y se publicó “Las democracias latinas de América”, de García Calderón. Un año después, “La creación de un continente”.
Después de que nos astilláramos en más de veinte repúblicas, y éstas forjaran sus mitos fundantes ‘nacionales’, aparecería en 1900 la primera generación que empieza a repensar la unidad continental. Advirtieron la emergencia del poder de los Estados Unidos, que se hizo evidente en la guerra de Cuba de 1898 y percibieron el peligro. La Patria Grande apareció entonces como la única posibilidad de futuro y, como parte de este mismo proceso de re-descubrimiento (y como nueva cara de las preguntas por nuestra identidad), aparecería también la problematización de lo que, al menos desde Jauretche, definimos como colonización pedagógica. La Reforma Universitaria de 1918 sería el primer logro del latinoamericanismo, y pocos años después, Haya de la Torre, teorizaría para superar las polis oligárquicas, y alcanzar la industrialización, con una visión acabada del imperialismo.
Voy a detenerme en Martí, porque si bien él no es parte de la conocida como ‘Generación del ‘900’, su condición de cubano y su exilio neoyorquino lo pusieron en condiciones de adelantarse, y conceptualizar algunas cuestiones que quedaron inmortalizadas en su pluma.
Martí acuñó la expresión Nuestra América, en claro contrapunto con los Estados Unidos de Norteamérica . Él percibe y conceptualiza muy bien dos cuestiones que mantienen su vigencia hasta nuestros días: el imperialismo, y la colonización padagógica , ambas en el marco de la lucha por la autonomía de la que nos hablaba Argumedo. Por un lado, convoca vigorosamente a los pueblos americanos a conocerse y unirse en su propia defensa, “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes han de pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos (…) han de encajar, de modo que sean una, las dos manos” (Martí, 1980; 9) “¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes” (Martí, 1980; 11)
Y por otro, percibe con claridad los desastres que la falta de confianza y creatividad de los americanos en sí mismos generan en términos políticos, “La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas (…) el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones del país mismo, a aquel estado apetecible, donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas” (Martí, 1980; 11) “(…) entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico” (Martí, 1980; 13). Estas observaciones acerca de los desastres de copiar podrían aplicarse a muchas situaciones de la América contemporánea, entre las cuales podemos nombrar los andamiajes institucionales de varios esquemas de integración que tienen poco que ver con la realidad de nuestros países.

El ABC de la política latinoamericana.
Perón.

Hay dos documentos que revelan acabadamente la perspectiva del entonces Presidente argentino acerca de la dinámica del poder mundial y los desafíos que debería enfrentar nuestro continente en las décadas siguientes. En 1951, en un artículo publicado bajo el seudónimo de Descartes, Perón sostenía que en la historia de la humanidad se constata la tendencia a avanzar hacia agrupamientos cada vez mayores, por lo cual estaríamos transitando el pasaje de los Estados-Nación a los Estados-Continente, y todos aquellos que no lograran constituirse en parte de un estado continental, pasarían al coro de la historia. Por otro lado, por la creciente población/producción del mundo, las batallas del futuro serían por los alimentos y las materias primas, elementos que poseemos en abundancia y que nos será necesario defender. A partir de este diagnóstico, retoma la perspectiva geopolítica sanmartiniana y lee el desafío en clave Sudamericana. Es aquí donde Perón hace un aporte teórico sustantivo, al proponer la alianza argentino-brasilera-chilena como el camino a seguir, “La unidad comienza por la unión y ésta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación. Desde esa base podría construirse hacia el Norte la Confederación Sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos de raíz latina. Sabemos que estas ideas no harán felices a los imperialistas que dividen para reinar. Pero para nosotros los peligros serán tan graves desde el instante en que la Tercera Guerra Mundial termine, que no hacerlo será un verdadero suicidio. Unidos seremos inconquistables, separados indefendibles” (Perón, 1951).
Es precisamente este señalamiento el que constituye, para Methol Ferré, la originalidad fundamental de Perón: la de plantear la unidad argentino-brasilera como condición de la dinámica unificadora de América del Sur, “Es indudable que, realizada esta unión, caerán a su órbita los demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separados o juntos, sino en pequeñas unidades” (Perón, 1953). Es en este sentido, que lo considera el primer creador de una política latinoamericana: “antes hubo idealidades latinoamericanas, nostalgias, recuperaciones históricas culturales, pero no políticas. Políticas reales que discernieron lo principal de lo secundario, que señalaran cual era el camino efectivo de una unidad de América Latina, no la hubo hasta los planteos de Perón a la altura de los años ‘51” (Methol Ferré, 1996).
En 1953, al exponer las bases del Pacto ABC, reiteraría que esa unión era necesaria para garantizar la defensa continental: “Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa futura en común (…) Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso también que es de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes al año 2000, y llegar en un poco mejores condiciones que aquella que nos podrá deparar el destino mientras nosotros seamos yunque que aguantamos los golpes y no seamos alguna vez martillo; que también demos algún golpe por nuestra cuenta” (Perón, 1953). Y agrega, en esta misma ocasión, apreciaciones sobre el papel de los gobiernos y de los pueblos en el proceso de unión, que transitando el siglo XXI asumen una vigencia inusitada. En su opinión, la unión debierara buscarse, “(…) influyendo no a los gobiernos, que aquí se cambian como se cambian las camisas, sino influyendo a los pueblos, que son los permanentes, porque los hombres pasan y los gobiernos se suceden, pero los pueblos quedan” (Perón, 1953).
En los años ’50 y ’60, con la creación de la CEPAL, se empezaría a pensar la integración regional, propiamente dicha, de América Latina y se haría, por primera vez, pensándola en términos de ‘medio’ para alcanzar el desarrollo. Europa transitaba el camino de su integración y de alguna forma esto habilitaba a los académicos a pensar en la ‘integración regional’ como un fenómeno en sí mismo, a ser estudiado e incluso imitado. Aparece entonces la integración como un medio apropiado para lograr el desarrollo industrial autónomo de nuestra región, y desde esta usina de pensamiento se impulsan procesos de integración económica, bajo el signo de un ‘regionalismo autonómico’ (Vázquez, 2011). En los años ’90, la CEPAL cambia su enfoque, y sigue impulsando la integración regional pero ahora en términos de ‘regionalismo abierto’, acoplándose al Consenso de Washigton y propugnando la liberalización comercial como medio para atraer capitales a América Latina.
En este marco, en 1991 se crea el MERCOSUR, con una clara impronta comercialista neoliberal, pero también como herramienta para fortalecer las debilitadas democracias, y tras una grave crisis a principios de los años 2000, redirecciona su accionar, incursionando en importantes áreas que no estaban contempladas en el proyecto original (Identidad MERCOSUR, 2010; 48). Es el caso, por ejemplo, del MERCOSUR social que nace en 2006 con la I Cumbre Social del Mercosur, en Córdoba. Paralelamente, tras dar por tierra con la propuesta norteamericana del ALCA, los mandatarios sudamericanos redefinen los objetivos de su agrupamiento, que pasa a llamarse UNASUR. Al día de hoy, habiendo sido protagonista en la resolución de graves conflictos intrarregionales, la UNASUR conformó un Consejo de Defensa Sudamericano y avanza firmemente hacia la creación de un Banco del Sur, que pueda cumplir funciones de financiamiento. Por otro lado, la ALBA agrupa a una serie no menor de países lainoamericanos fortaleciendo mecanismos de cooperación que permitan subsanar en conjunto grandes déficits en áreas como salud y educación, que afectan la efectiva igualdad de sus ciudadanos, y lleva adelante la experiencia de intercambio comercial con sucres, lo que les permite moderar su dependencia de las divisas intenacionales.

Reflexiones
MERCOSUR. UNASUR. ALBA.

Hay cierta creencia instalada en el ‘sentido común’ de los estudiosos de la integración regional, de que ésta comienza por liberalizar el comercio de bienes y se va profundizando, fijando un arancel externo común, unificando aduanas, permitiendo la libre circulación del capital y ‘la fuerza de trabajo’, y derramándose al ámbito político a través de la creación de entidades supranacionales, un parlamento común y hasta un Banco Central común que emita una misma moneda. Se supone que es el camino que deben seguir los procesos de integración regional, aunque lo cierto sea que esto no sucedió así en ningún caso. Las principales críticas hacia los esquemas vigentes son que no han cumplido con sus objetivos originarios de liberalización, y que no avanzan hacia la constitución de entidades supranacionales.
Lo cierto es que los procesos de integración regional son procesos políticos en permanente disputa, y deben ser estudiados en cuanto tales. El estudio de los procesos reales, y la reorientación de los esquemas de integración regional en Sudamérica durante la última década, nos permiten pensar en la autonomía y la inclusión social como los grandes ejes articuladores de los objetivos actuales. La soberanía y la justicia, (como decía Argumedo, en pleno auge del neoliberalismo a nivel mundial), siguen siendo los grandes problemas a resolver por parte de un continente que tiene la mayor reserva de recursos naturales del mundo y, asimismo, los mayores índices de desigualdad. Entonces, las propuestas de Unidad latinoamericana, hoy como ayer, tienen un primer objetivo defensivo: como lo vieron San Martín, Artigas, Martí y Perón, la defensa es continental o no es. La soberanía está en primer orden, pero aquí los problemas de soberanía no tienen que ver con disputarle territorio al vecino, sino con evitar el saqueo de nuestros recursos naturales y el condicionamiento a nuestra capacidad de decisión política, impuesto fundamentalmente por los organismos financieros internacionales. Si el objetivo principal de los intentos de unidad es lograr la efectiva soberanía, ciertamente ningún gobierno estará pronto a ceder parte de ella para la conformación de un organismo supranacional, esto no puede ser visto como un signo de debilidad. En la misma dirección podemos leer el inquebrantable respeto que los mandatarios sudamericanos vienen mostrando hacia sus pares, al no entrometerse en los asuntos internos: esta actitud retoma también el legado de San Martín, Artigas y Perón. Después de 200 años, probablemente siga siendo la de Confereración la forma política que más se ajusta a nuestra realidad.
Por otra parte, en el MERCOSUR, se avanza sustancialmente en términos de cooperación e integración en áreas que no fueron las originalmente planteadas, pero que están ligadas al núcleo sensible del drama latinoamericano. La estructura creada para liberalizar el comercio fue aprovechada para dar curso a lineas de acción conjunta, como los acuerdos en torno a educación, la cooperación técnica de ministerios, de movimientos sociales, organizaciones sindicales, etc. y todo pareciera indicar que los objetivos económicos se redefinen en función de alcanzar una mayor integración productiva, antes que de forzar una violenta liberalización comercial. El MERCOSUR es un entramado complejo de normas y prácticas que se van redefiniendo permanentemente en función de la política, pero en tanto producto de la alianza argentino-brasilera, sigue siendo la piedra angular de la Confederación Sudamericana, como decía Perón, o de la UNASUR, como llegamos a ver nosotros.
El MERCOSUR, la UNASUR y la ALBA realmente existentes recogen el legado de la mejor tradición nacional y popular latinoamericana, agregando a los objetivos de Defensa y Desarrollo, el del mantenimiento y consolidación de la Democracia, y el de combate a la Desigualdad, como nuevos desafíos a los que se debe responder desde la UNIDAD.
Pensando en los desafíos a los que deberemos hacer frente, vienen al caso las palabras de Perón acerca de la necesidad de realizar la integración desde los pueblos. Si bien se ha avanzado en términos de interacción entre organizaciones de la sociedad civil, es bueno recordar la importancia de fortalecer la participación y poner en marcha los Parlamentos comunes, no porque sea una obligación que nos imponga la teoría, sino porque como decía ese gran filósofo, los gobiernos pasan y los pueblos, quedan.

Referencias bibliográficas
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Bruschera, O. comp. (1971) Artigas. Documentos. Montevideo, Biblioteca de Marcha.
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Martí, J. (1980) Nuestra América. Buenos Aires, Ed. Losada.
Methol Ferré (2002) De los Estados Ciudad al Estado Continental Industrial en
----------------- (1996) La integración de América en el pensamiento de Perón, disponibles en www.metholferre.com
Melendi, L. (2011) UNASUR: el nuevo nombre de un viejo anhelo, disponible en http://www.laondadigital.com/LaOnda/LaOnda/540/B3.htm
Perón (1951) Confederaciones Continentales, disponible en http://ecosaltanacionalypopular.blogspot.com/2010/06/articulo-de-descartes.html
------- (1953) Discurso ante oficiales en la Escuela Superior de Guerra, 11 de noviembre de 1953, disponible en http://lucheyvuelve.com.ar/Discursos/brasil.htm
Phelan, J. (1979) El origen de la idea de América. México D. F., UNAM.
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Rojas Mix, M. (1992) Los cien nombres de América. Lumen.
San Martín (1819) Escritos de San Martín, disponible en http://www.elhistoriador.com.ar/frases/san_martin/escritos_san_martin.php
Vázquez, M. (2011) “El MERCOSUR social, cambio político y nueva identidad para el proceso regional en América del Sur” en Caetano, G. coord. (2011) MERCOSUR 20 años, CEFIR, Montevideo pp.165.
Wainsztok, C. (2009) Pedagogía y autonomía en Simón Rodríguez. Buenos Aires, mimeo.






























































Los cagatinta de siempre...

Carta abierta de Norberto Galasso a Beatriz Sarlo

He leído tu artículo en La Nación del lunes 24 de octubre. Y en verdad, Beatriz, estoy sorprendido, demasiado sorprendido. Casi una página de Beatriz Sarlo en el diario de los Mitre para sostener que si bien hay algunos “motivos económicos”, la causa del triunfo electoral de Cristina tiene su explicación profunda en que se trató de la “autoinvención” de una viuda. La lectura de ese artículo me dejó perplejo. Sólo se me ocurre preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz?

Vos quizás no recuerdes que nos conocimos en 1966, en la editorial Jorge Álvarez que funcionaba en la calle Talcahuano y donde circulaban jóvenes escritores progresistas (te supuse marxista). Después, te visité en un departamento de la calle Coronel Díaz para entregarte unas páginas sobre la Década Infame para la editorial de Carlos Pérez –lamentablemente desaparecido– (te supuse posadista). Más tarde, tuviste la gentileza de registrar algunos de mis libros como “recibidos” en tu revista Punto de vista (te supuse “prochina”) y en una ocasión, bajo la dictadura, nos encontramos en una manifestación obrera de la cual nos corrieron las fuerzas represivas con gases lacrimógenos (te supuse peronista de izquierda). Ya bajo el gobierno de Alfonsín, nos cruzamos, si mal no recuerdo, en el Teatro San Martín, pero no advertiste mi presencia, quizás porque moviéndote siempre en la crítica vanguardista no habías registrado en tu memoria esos encuentros casuales con alguien de la Izquierda Nacional, encuentros que no llegaron a convertirse en amistad, pero sí en esa complicidad recóndita entre quienes aspiramos a una sociedad distinta (aunque ya te supuse socialdemócrata).  Por eso, cuando alguien me decía: Beatriz ha sido peronista, trabajó cerca del posadismo, fue prochina, pro alfonsinista y socialdemócrata yo intentaba justificar esos cambios como producto de una búsqueda, una auténtica y trabajosa búsqueda en un país complicado donde las palabras se vacían de contenido y hay que realizar grandes esfuerzos para saber lo que ocurre y dónde ubicarse. Siempre te consideré inteligente y sin ningún interés subalterno, fuese prestigio o dinero. Sé que no te importa demasiado saber que defendía tus giros políticos, como tampoco que siempre te he leído con respeto y te he valorado como intelectual. Quizás tampoco te importe ahora que te pregunte –siguiendo el ejemplo de Kirchner con Clarín– “¿Qué te pasa, Beatriz?”. Y formulé la pregunta porque ese artículo es indigno de vos y ahora debo suponer que te hiciste “mitrista”. Claro, para mí eso ya es más grave porque nunca he escrito ni voy a escribir jamás en La Nación hasta que –suceso imposible– ese matutino denuncie que Mitre fue un genocida que arrasó con el Paraguay según lo denunció Alberdi y lo cantó Guido Spano con aquel: “Ya no existe el Paraguay / donde nací como tú.”
Por eso siento la necesidad de reprocharte este último salto mortal que diste. Porque ya eran suficientes tus colaboraciones en Clarín para venir a recalar, desde hace un tiempo, en La Nación, que es, como se sabe, todo lo contrario de la nación. Siento la necesidad de decírtelo y no vas a poder contestarme “conmigo, no” porque vos no tenés “coronita” ni tampoco me podés imputar alguna actitud o conducta dudosa, ni concesiones de ningún tipo que hayan ido en perjuicio de las mayorías populares.
Y vamos al artículo, donde reducís un gran triunfo electoral, por márgenes poco habituales del 54% de Cristina al 17% para la segunda fuerza (con la que casualmente vos simpatizás). Lo titulaste “Victoriosa autoinvención”. Y a poco de empezar reproducís, como si la compartieses, la declaración de la pitonisa derrotada, que espero que ya no salga más en las pantallas televisivas después del l% de los votos, es decir, de ser repudiada por el 99% de la sociedad argentina: “De lo que pase ahora, nosotros no somos responsables, sino los millones que la votaron.” Es decir, implícitamente, más de 11 millones de imbéciles, tontos, engañados o boludos, según el calificativo que quieras emplear. Pocas líneas después, te referís a un cántico: “Néstor no se murió / Néstor vive en el pueblo”. Y nada más. No, Beatriz, no, debiste decirlo completo: “Néstor no se murió / Néstor no se murió / Néstor vive en el Pueblo / la puta madre que los parió.” Así se expresa la juventud que proclama su dolor y su bronca por la muerte de un presidente militante, y también alude a sus opositores. Así, completito. ¿O es que en la Tribuna de doctrina no se puede putear? ¿Se puede mentir, difamar, distorsionar la historia, pero se trata de un órgano tan delicado y de tan elevada cultura que no se puede putear? Pero esto es anecdótico. Lo fundamental de tu artículo constituye una interpretación pobrísima de un acontecimiento riquísimo. Este último es el cambio operado en la Argentina en los últimos ocho años, que vos lo reducís a una cosmética fúnebre, a un montaje cinematográfico, a una “puesta en escena”, según lo subtitulás. Y esto no se puede permitir en una intelectual que hace años que piensa, elabora tesis, critica, argumenta con tan alto nivel que ha dado clases en la Facultad de Filosofía y Letras (¡ah! y también en Cambridge, supuesto templo de la sabiduría universal). Entonces decís –cuando tu pueblo se moviliza y le otorga a Cristina 40 puntos de diferencia respecto al segundo-, vos decís, -y no quisiera recordártelo– decís: “La Presidenta Viuda fue la protagonista de la obra y la directora de la obra, una creación suya y de un grupo muy chico de publicitarios e ideólogos que la dejó hacer y perfeccionó lo perfeccionable. En lo esencial, una autoinvención” (La Nación, 24/10/2011). Luego, seguís de este modo: “Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente.” ¿Cómo no nos dimos cuenta, Beatriz? Quizás se ponía cebolla cortada en el escote para provocarse lágrimas... y nosotros, tan boludos, ¡nos creíamos que era dolor, que era tristeza! Pero decís más todavía: “La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción, se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma.” Y más aún: “A veces, un flash la asimila a buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política, el mismo empaque de señora que ha bajado a las cosas pero que conserva sus aires, la misma ropa con brillos, un poco de sobreactuación, un poco de distancia y mucho de afectividad.”
Me hacés acordar a Borges, Beatriz, cuando dijo que el 17 de octubre fue todo una farsa armada desde el gobierno. Peor todavía, a Mirtha Legrand cuando dudó que el cadáver estuviese adentro del féretro o a Carrió cuando sostuvo que el llanto de los jóvenes lo organizó Fuerza Bruta. Y vuelvo a preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz? No puedo creer que pienses que todo ha sido un invento, todo ficción. ¿En estos últimos años no hubo disminución de la desocupación, ni de la pobreza, ni de la indigencia, no hubo hundimiento del ALCA en Mar del Plata ni constitución de la Unasur, no hubo lucha contra la Sociedad Rural y las grandes corporaciones mediáticas, ni Asignación Universal por Hijo, ni Asignación Prenatal, ni matrimonio igualitario, ni Ley de Medios, ni hubo captación parcial de la renta agraria diferencial a través de las retenciones, ni estatización de las AFJP para recuperar los aportes previsionales de los trabajadores, ni aumento de jubilados y para jubilados? ¿Sólo hubo un escenario bien montado, una mujer pálida por el cosmético y una leyenda para incautos? Para peor, agregás que, por cierto, hubo “inversiones en cultura..., necesarias para montar el espectáculo” y contar con los artistas, aunque “habrá que examinar su transparencia porque hay mucho dinero en juego flotando por áreas grises”, es decir, “pan y circo”, o lo que es lo mismo “choripán y Coca Cola” para 11 millones de argentinos a quienes se les compraron los votos. No eran entonces boludos, eran corruptos. Y de esas inversiones en la farándula, con algo –reconocés– de “subsidios, miniturismo, bolsas de shoppings o plasmas”, se montó la gran mentira que provocó el 54% de los votos. Finalmente agregás que la gran “novedad en la historia electoral argentina no está dada por el triunfo por 40 puntos de diferencia sino en el lejano segundo lugar obtenido por Binner”. Eso sí es genuino e importante, ¿no es cierto? Esos tres millones de votos fueron concientes, de gente culta, progresista, que seguramente leyó alguna vez las sesudas elucubraciones de “Norteamérico Ghioldi”. Aunque, te digo, no es tan novedoso: esa palidez del candidato, ese empaque y seriedad que hacen recordar demasiado a los socialistas del treinta, tan poco graciosos que a su candidato Nicolás Repetto lo llamaban el “candidato del cianuro”, algo así como el aburrimiento de De la Rúa, quiero suponer sin Banelco. Pero con un gran don de la oportunidad este Binner se abraza con otro “socialista”, el ex presidente uruguayo Tabaré (Marx los perdone desde la eternidad por llamarse socialistas), a quien supongo te referís cuando hablás del “inspirador uruguayo” que apoyó a Binner, que “supo esperar desde años atrás”, que vetó la ley del aborto y luego fue a decirle a Bush que le diera armas para hacerle la guerra a nuestra patria. Mejor referente, imposible.
Por eso te pregunto, ¿qué te pasa, Beatriz? Y no te enojés y me digas “conmigo, no”, ubicándote en una supuesta altura de ética, progresismo y cultura elevada para terminar descalificando la alegría de tu pueblo en las calles; desvalorizando un gran triunfo popular como hace muchos años no se había visto con tanta contundencia.
¿Acaso vale la pena rodar por la pendiente de esta manera para escribir en el diario que el genocida de la Guerra del Paraguay se dejó de guardaespaldas, como bien decía Homero Manzi? En serio, ¿te pasa algo, Beatriz?

Fuente: http://www.diarioregistrado.com/Sociedad/54370-que-te-pasa-beatriz.html


miércoles, 26 de octubre de 2011

Actualidad y futuro del peronismo universitario

por Aritz Recalde
Octubre de 2011

Art. 1º – Las universidades nacionales son comunidades de trabajo que integran el sistema nacional de educación en el nivel superior con el fin de impartir enseñanza, realizar investigación, promover la cultura nacional, producir bienes y prestar servicios con proyección social y, haciendo los aportes necesarios y útiles al proceso de liberación nacional, contribuir a la solución de los grandes problemas argentinos.

Art. 2º – Son funciones de las universidades: Formar y capacitar profesionales y técnicos, con una conciencia argentina apoyada en nuestra tradición cultural, según los requerimientos nacionales y regionales de las respectivas áreas de influencia. Ello, mediante una educación formativa e informativa que fomente y discipline en el estudiante su esfuerzo autodidáctico, su espíritu indagativo y las cualidades que lo habiliten para actuar con idoneidad moral e intelectual en su profesión y en la vida pública o privada orientada hacia la felicidad del pueblo y a la grandeza de la Nación fundada primordialmente en valores de solidaridad social; Promover, organizar y desarrollar la investigación y la enseñanza científica y técnica, pura y aplicada, asumiendo los problemas reales nacionales y regionales, procurando superar la distinción entre trabajo manual e intelectual. La orientación será nacional y tendiente a establecer la independencia tecnológica y económica; Elaborar, desarrollar y difundir el conocimiento y toda forma de cultura en particular la de carácter autóctono, nacional y popular; Estimular el estudio de la realidad nacional y el protagonismo que corresponde a la Argentina dentro del orden mundial y del proceso de integración regional y continental. Ley Orgánica de las Universidades Nacionales 20.654 de 1974

“Los convoco a todos una vez más aquí, desde este lugar emblemático, desde una Universidad que estamos inaugurando, a esa tarea inconclusa de los hombres y mujeres que desde el 25 de Mayo de 1810 soñaron con un país diferente”. Cristina Fernández de Kirchner [1]

En la actualidad, existen tres [2] grandes concepciones acerca del rol que puede desempeñar la universidad en relación al país. Ellas son el liberalismo, el reformismo y el nacionalismo popular. La primera, fue promovida por la oligarquía porteña y sus representantes políticos, conjuntamente al capital extranjero y los operadores de las metrópolis. El reformismo, está estrechamente ligado a la aplicación dentro de la universidad, de las transformaciones que se producían en el país por intermedio de la gestión de Hipólito Yrigoyen. El nacionalismo popular universitario, es el modelo institucional implementado por la revolución antiimperialista conducida por Juan Domingo Perón.
El modelo del liberalismo universitario, se desplegó ampliamente por intermedio de la acción de la oligarquía porteña luego de las guerras de la independencia. Los promotores de dicha concepción, tuvieron como finalidad prioritaria la de contribuir al desenvolvimiento e institucionalización, del programa de gobierno agroexportador y dependiente del extranjero. Con esa intención, la elite portuaria organizó un sistema educativo para pocos e instruyó a los hijos de la oligarquía, en la adquisición acrítica de los patrones culturales importados de Europa. A partir de aquí, la institución formó dirigentes que aprendieron soluciones extranjeras para los problemas nacionales. Esta malformación educativa neocolonial, favoreció la agudización de nuestra condición dependiente y subdesarrollada y permitió que la riqueza nacional se fugue hacia el extranjero. Los intelectuales educados en dichas universidades, se abocaron a la divulgación del libre cambio económico y a la promoción del remplazo de las razas locales por la blanca europea o norteamericana. Se trató de extirpar al productor local y desplazar al criollo, para importar en su lugar, a un extranjero de raza blanca y “civilizado”. En este marco, los universitarios oficiaron como ideólogos de los sistemas de gobierno que prohibieron la participación política mayoritaria y que reprimieron a los sectores populares. El liberalismo universitario tuvo como perspectiva y referencia cultural y política, a Europa y a los Estados Unidos y le dio la espalda a los dirigentes del continente americano que se propusieron consolidar la autodeterminación nacional. El reformismo es hijo del radicalismo de principios del siglo XX y ofició como una corriente de renovación cultural de avanzada para la época. Estudiantes, intelectuales o profesores, recuperaron muchos de los planteos del gobierno de Yrigoyen e intentaron aplicarlos en la universidad. En este marco, se puede ubicar la referencia latinoamericana del Manifiesto Liminar o la iniciativa reformista tendiente a renovar la clase dirigente, desplazando a los conservadores e imponiendo en su lugar, a docentes y a funcionarios ligados a los sectores medios radicales. Lo que fuera un modelo de progreso y una renovación cultural, que se expresó en figuras que adhirieron al reformismo como Manuel Ugarte, Deodoro Roca o Alejandro Korn, derivó en un programa institucional conservador y antipopular. A partir de la caída de Yrigoyen, el planteo reformista en muchos casos, resultó ser más una mera preocupación por la autonomía y la defensa de los privilegios universitarios, que una proclama o una propuesta con objetivos transformadores para el país. La historia demostró cabalmente, que el reformismo al tener una perspectiva elitista y vanguardista, no pudo acoplarse fácilmente a los cambios sociales y políticos originados por la industrialización y la apertura democrática de masas, iniciada con las jornadas del 17 de octubre del año 1945.
El modelo universitario del nacionalismo popular, planteó la superación histórica de ambos programas educativos. Primero y tomando distancia del liberalismo, propugnó la posibilidad de ascenso social en la educación superior. La sanción de la gratuidad universitaria del 22 de noviembre del año 1949 y la promoción de los derechos sociales de los estudiantes [3], permitieron el ingreso de todas las clases sociales a la institución e hicieron de la educación superior, un instrumento de igualación y de progreso social ascendente. Asimismo y cuestión revolucionaria para la historia del sistema científico argentino, Perón promovió la formación de Carreras e investigaciones para la industrialización del país e impulsó la organización de un sistema científico regional aplicado a la innovación y la producción. Dicha decisión que favoreció la producción de energía atómica, de autos o de aviones, implicó la ruptura del coloniaje cultural impuesto con la división internacional del trabajo, la ciencia y la tecnología, que había remachado la condición mental pastoril de nuestros intelectuales. La apertura de las carreras de ingenierías de la Universidad Obrera, es una muestra importante de la regionalización del conocimiento propuesta por la revolución peronista. La estratégica decisión de avanzar en la regionalización del conocimiento, quedó cristalizada en la Constitución del año 1949 que sostuvo que “Una ley dividirá el territorio nacional en regiones universitarias, dentro de cada una de las cuales ejercerá sus funciones la respectiva universidad. Cada una de las universidades, además de organizar los conocimientos universales cuya enseñanza le incumbe, tenderá a profundizar el estudio de la literatura, historia y folklore de su zona de influencia cultural, así como a promover las artes técnicas y las ciencias aplicadas con vistas a la explotación de las riquezas y al incremento de las actividades económicas regionales”. Con dicha noción, se produjo un cambio epistemológico profundo en los intelectuales y los hombres de la ciencia y la cultura. En este contexto, la ley universitaria del año 1947 estableció entre las funciones de la institución “estimar el estudio y desarrollo de la ciencia aplicada y las creaciones técnicas, adaptándolas a las necesidades regionales” y “crear y sostener institutos de investigación, cursos de perfeccionamiento o de especialización, para profundizar el estudio o aprovechamiento de las riquezas naturales de la zona del país donde tuviera su centro de acción cada universidad”. Ya no se trataba de importar teorías de la “civilización europea”, para ajustar la realidad del país a ellas, sino que había que producir conocimiento desde el sur del continente con la finalidad de resolver los problemas regionales y alcanzar la independencia nacional. Dicha perspectiva, le permitió al nacionalismo superar la noción vanguardista del reformismo que en nombre de la autonomía, escindió el funcionamiento de la institución educativa del desarrollo nacional y de los anhelos de la democracia y de las organizaciones libres del pueblo. El cogobierno en la opinión del nacionalismo, debería ser un medio para alcanzar los objetivos nacionales y nunca un fin en sí mismo. Para el peronismo y en tanto la independencia económica es un objetivo impostergable para alcanzar la soberanía política, la universidad debe contribuir desde la enseñanza y la investigación, a su resolución. A partir de este postulado, la universidad tiene que articular estrechamente sus acciones con el mundo de la producción y el trabajo, superando la noción conservadora de “extensión” reformista. La universidad en la concepción peronista, forma parte del programa de desarrollo nacional y ya no es una “isla democrática” separada del Estado y de la democracia popular. Con este objetivo, el Segundo Plan Quinquenal estableció que “Las universidades nacionales asesorarán al superior gobierno de la Nación con respecto a los asuntos técnicos y las investigaciones que el Poder Ejecutivo les requiera” [4]. La institución se integra al país y las demandas y las necesidades de las organizaciones libres del pueblo, son las que organizan el tipo de Carreras a promover y las investigaciones a implementar. Con dicha finalidad y durante los gobiernos peronistas, se crearon ámbitos permanentes de coordinación entre la universidad y el conjunto del Estado y los miembros de la democracia de masas [5]. En este contexto y por ejemplo, la dirección de la Universidad Obrera Nacional tenía un consejo asesor con participación de la producción y la institución estaba a cargo de cuadros profesionales provenientes de la Confederación General de Trabajo.
Tal cual se puede observar en la actualidad, el nacionalismo popular es el único programa universitario integral que articula las cuatro funciones clásicas [6] de la universidad, con las aspiraciones de los representantes de la democracia de masas. El reformismo y su infundado “temor” a la democracia y la opinión de las mayorías, se plantea la planificación de Carreras e investigaciones atendiendo solamente la intervención del cogobierno. Su “prudente” distancia de la supuesta irracionalidad de las masas, lleva a la universidad cogobernada a promover su vínculo con el conjunto del país que la financia, a partir de la ventanilla de la “extensión”. Por el contrarío, el peronismo sostiene una visión integral y democrática de la política universitaria, que parte del supuesto de que la oferta de Carreras y el destino de las investigaciones, debe centrarse en la resolución de los problemas nacionales y la emancipación de las organizaciones libres del pueblo. Con este objetivo, el Plan Trienal (1974 – 1977) estableció que “El sistema universitario reorientará la actividad de docencia, investigación y servicio a la sociedad en función de los intereses nacionales y populares, convirtiendo a la Universidad en un ámbito donde el desarrollo de los conocimientos científico – técnico deje de encararse en función de las necesidades de los sectores de mayores recursos. Será prioridad fundamental de la acción de las universidades el estudio de los problemas que contribuyan auténticamente a la Justicia Social” [7]. El nacionalismo universitario abandona la noción conservadora y vanguardista de la “extensión” y plantea la integración de las organizaciones libres del pueblo al gobierno de la institución y además y cuestión fundamental, las incluye en la formulación de sus cuatro funciones. La oferta de Carreras debe atender los problemas de la región y del país. Las investigaciones tienen que tener una función social relevante. La universidad debe articular su acción con el mundo productivo, recuperando el conocimiento de la comunidad y transfiriendo al medio el generado en la institución. La institución debe promover acciones solidaras y coordinadas con los representantes de la comunidad. Tal cual lo estableció el Segundo Plan quinquenal “la ciencia y la técnica tienen una función social que cumplir, según surge del objetivo fundamental (…) El Estado, mediante la educación y la enseñanza en todos sus ciclos generales y especiales, y los demás recursos a su alcance, promoverá el desarrollo de una clara conciencia científica y técnica nacional que contribuya a la creación de una cultura nacional y concurra a la consolidación de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política” [8].
Varias de las nuevas universidades nacionales que tuvieron apertura en el conurbano bonaerense, son una expresión de la actualidad y la vigencia del nacionalismo popular universitario. Por un lado, continúan la tradición peronista contribuyendo a la democratización popular del conocimiento y desde su misma radicación, favorecen el acceso a las aulas a los grupos sociales más vulnerables. Por otro lado, estas instituciones están regionalizando el conocimiento o como dice la rectora de la Universidad Nacional de Lanus, Ana Jaramillo, se trata de textualizar los problemas, más que de problematizar los textos [9]. La apertura de una Universidad Nacional que lleva el nombre de un referente de la cultura nacional como Arturo Jauretche y que dio apertura a Carreras estrechamente ligadas a la región, como son los casos de la Tecnicatura en producción vegetal, Bioingeniería o licenciatura en Relaciones del Trabajo, es una muestra de ello. Otro dato importante de la actualidad del nacionalismo popular, es la existencia de universidades que desarrollan un estrecho vínculo con el Estado y con las organizaciones libres del pueblo. En este contexto, las universidades nacionales de Lanús y la Arturo Jauretche, tienen un Consejo Social con participación de la comunidad. En este marco, la universidad de Río Negro, creó un Consejo de Programación y Gestión Estratégica que se compone con miembros de la Legislatura de la provincia, de la producción y del trabajo, entre otros.
El nacionalismo popular tiene pasado, presente y todo parece indicar, que será el modelo institucional a partir del cual, se organizarán las nuevas universidades.

Notas
[1] Palabras de Cristina Fernández en la inauguración de la Universidad de Merlo http://www.presidencia.gov.ar/discursos/25402-palabras-de-la-presidenta-en-la-inauguracion-de-la-universidad-de-merlo
[2] Una cuarta concepción universitaria es el nacionalismo católico de derecha, que hoy tiene una escasa representación en el sistema de educación superior. La izquierda argentina y pese a que participa en el gobierno de algunas universidades, carece de alguna propuesta concreta para organizar la universidad. Por el contrario, tiene una visión instrumental de la institución, de la cual se “deben sacar los cuadros” para consolidar el partido de vanguardia socialista. Al carecer de un frente de masas y de representación popular electoral, la izquierda sostiene una posición “reformista conservadora” dentro de la universidad, con el objetivo de no cambiar la institución para poder mantener sus lugares de poder. La izquierda universitaria a partir de acá, implementa una práctica estrechamente ligada a la del “reformismo conservador de derecha”. La izquierda y la derecha, coinciden en su crítica las propuestas de vincular la universidad a las demandas de la democracia de masas, del Estado y de los productores nacionales. Una excepción, puede encontrase en las obras de Oscar Varsavsky o Amílcar Herrera. Ambos proponen un sistema científico y universitario distante del reformismo y estrechamente ligado al nacionalismo.
[3] La ley del régimen universitario 13.031/47 en los artículos 87 a 91, introdujo las becas para la enseñanza gratuita. La Constitución Nacional de 1949 en el capítulo III, Inciso IV, 6, garantizó el derecho a las becas de los estudiantiles. La ley orgánica de universidades 14.297/54 en su artículo 1, inciso 7, planteó la necesidad de “asegurar la gratuidad universitaria”. La ley orgánica de las universidades 20.654/74 en el artículo 55, incluyó las becas de ayuda económica, de estímulos, de asignaciones de familia y para estudiantes extranjeros.
[4] Segundo Plan Quinquenal, Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 1954. P 59.
[5] El Consejo Nacional Universitario fue creado por la ley 13.031/47, artículos 111 y 112 y ratificado por la ley 14.297/54 en el artículo 61.
[6] Enseñanza, investigación, extensión y transferencia.
[7] Plan Trienal para la reconstrucción y la liberación nacional, PEN, Diciembre de 1973. Juan Domingo Perón, Obras Completas, Ed. Docencia, 2007. P 120
[8] Segundo Plan Quinquenal, Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 1954. Pp 77 y 78.
[9] Jaramillo, Ana, La Universidad frente a los problemas nacionales, Colección pensamiento Nacional, UNLa, Buenos Aires, 2006.

¡Al Gran Pueblo Argentino, Salud!

Miraflores, 24 de octubre de 2011



Compatriota y compañera Cristina Fernández de Kirchner Presidenta de la República Argentina. Con el mayor fervor y la más genuina alegría, saludo la gran victoria popular del 23 de octubre de 2011 como una nueva y hermosa reafirmación colectiva y soberana de la Argentina y de su luminoso destino. Hablo en nombre del sentir bolivariano de mi Pueblo, entrañablemente unido al tuyo; avanzando juntos, a paso de vencedores, hacia la Independencia definitiva; encarnando el abrazo inmortal de Guayaquil. Hoy he vuelto a recordar los versos de ese entrañable trovador argentino que es Víctor Heredia: “La vida puso Argentina / Ese azul y blanco en mi corazón”. Ese azul y blanco que se funde a ese amarillo, azul y rojo en mi corazón, en los corazones de la inmensa mayoría de mis compatriotas. Desde el júbilo inmenso, no tengo otra manera de decirlo: la victoria de este bienaventurado 23 de octubre es una victoria de todas y de todos, porque en ella se traduce la larga lucha por la dignidad libertaria de nuestras Patrias y de nuestros Pueblos. En realidad y en verdad, es la causa suramericana la que ha vencido hoy en la Argentina. Es la divisa de Perón que se ha convertido en luz y guía: Unidos, seremos inconquistables; separados, indefendibles. Son los Pueblos, Cristina, quienes nos trazan su camino de esperanza, depositando en nosotros su confianza a través de los procesos electorales, y nos han convertido en sus amorosas servidoras y servidores a tiempo completo. Atrás, definitivamente atrás, quedaron los tiempos de las masas engañadas, una y otra vez, en toda Nuestra América. Hoy los Pueblos se han echado el miedo a la espalda y, con su participación protagónica, siguen dándole concreción al cambio de época, haciéndolo irreversible. Así ha quedado confirmado este domingo en la Argentina, en nuestra Argentina. Qué mejor tributo a la memoria de Néstor, el eterno paladín popular, que la consolidación, gracias a tu liderazgo, de la Argentina grande y buena, grande y bonita, que ambos fraguaron, en la que ambos creyeron y a la que ambos consagraron todos sus desvelos. Y en el fecundo legado de Néstor siempre habrá que nombrar el haber entendido, y actuado en consecuencia, la necesidad de sentar las bases de una alianza estratégica entre la Argentina y Venezuela. Y nuestra alianza estratégica, tan ejemplar como modélica, ha tenido la más armoniosa continuidad contigo en la Presidencia de la República: toca seguir fortaleciéndola e incrementándola. Sigamos ganándole, Cristina, tiempo al tiempo. El 23 de octubre demuestra una verdad que es y será irrefutable: ¡Néstor vive y está en la pelea! ¡Ha vuelto por todos los caminos y se ha convertido en millones! Compañera del alma: En esta hora en que la voluntad popular te acompaña mayoritariamente, para seguir construyendo más patria, más libertad y más igualdad, tal como lo definiste en tu cierre de campaña, cómo recobran toda su significación libertaria estos versos del Himno Nacional de la Argentina: “Y los libres del mundo responden: ¡Al Gran Pueblo Argentino, Salud!” Y cómo está resonando la voz de Mariano Moreno, aquel infinito artífice del Mayo argentino de 1810, para iluminar el presente y prefigurar el porvenir: felizmente, se observa en nuestras gentes, que sacudido el antiguo adormecimiento, manifiestan un espíritu noble, dispuesto para grandes cosas y capaz de cualquier sacrificio que conduzca a la consolidación del bien general. En realidad y en verdad, a través de Mariano Moreno está hablando la fuerza histórica de tu Pueblo, la de ayer y la de hoy. La fuerza histórica que impulsó a Moreno, a Juana Azurduy, a San Martín, a Perón, a Evita, al Che Guevara, a Néstor, y a tantas otras forjadoras y forjadores de la dignidad argentina. Es la fuerza histórica, Cristina, que hoy tiene en ti a su más digna y valiente adalid. No en vano tu Pueblo se reconoce en ti y en tu liderazgo. Ha hecho suyo el proyecto de liberación en curso; lo ha defendido encarnizadamente, haciendo gala de una gran conciencia patria. Y no en vano su firme convencimiento en la magna obra de construir la Patria Grande; en aquella brillante idea por ti enunciada, esto es, la ecuación de alimentos y energía como desafío fundamental y reto fundacional para darle vida a nuestra unidad en el siglo XXI. Se me impone, en este momento, la viva y combativa memoria de Evita, de quien eres legítima heredera y genuina continuadora. Quiero evocar este conmovedor pasaje de La razón de mi vida: “Cuando un pibe me nombra ‘Evita’ me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando un obrero me llama ‘Evita’ me siento con gusto ‘compañera’ de todos los hombres.” Y si el Pueblo te llama Cristina, es porque te sabe leal y plenamente identificada con quien fue y es el más trascendente ejemplo de compromiso, mística y entrega; de amor por los excluidos, al punto de consagrar la vida a la causa de su redención, echando su suerte, como diría José Martí, con ellos. Quien tenga ojos que vea y quien tenga oídos que oiga: la resurrección de la Argentina es una feliz e irreversible realidad. Los resultados electorales son la confirmación rotunda e incontestable de la recuperación de la esperanza y la soberanía popular. Pero, también, de lo que me atrevo a llamar la fe nacional. Como decía el gran pensador antiimperialista argentino Raúl Scalabrini Ortiz: “¡Creer! He allí toda la magia de la vida”. Y vaya que el Pueblo argentino está probando, en los hechos, la fortaleza de su creencia. Toda la admiración y el cariño de mi Pueblo para ti. Un interminable abrazo y un infinito beso de quien te sabe y te siente compañera del alma e incomparable amiga. ¡¡Al Gran Pueblo Argentino, Salud!! ¡Hasta la Victoria siempre! ¡Viviremos y Venceremos!
HUGO CHÁVEZ FRÍAS Presidente de la República Bolivariana de Venezuela!!

lunes, 24 de octubre de 2011

Nuevo Libro de Aritz Recalde


CONTENIDOS

Prólogo

Parte I: Apuntes de sociología nacional y cultura

Apuntes para una sociología de la cultura

¿Qué es el Pensamiento Nacional?

Hernández Arregui y la sociología argentina

La universidad argentina: del modelo colonial al reformismo

La colonización cultural: La industria cultural norteamericana y la guerra permanente



Parte II: Apuntes de sociología nacional y sistemas políticos de América Latina

Modelos de desarrollo e integración regional en América Latina

Análisis del Proyecto de Constitución de Bolivia del año 2007

Breve análisis sobre la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela



Parte III: Apuntes de sociología nacional y política en la actualidad

Diez cuestiones para comprender el conflicto entre Israel y Palestina

¿De qué hablamos cuando nombramos la inseguridad?

60 años de la Constitución Argentina del año 1949



Bibliografía

viernes, 21 de octubre de 2011

Sociólogos cama adentro. Críticas de Arturo Jauretche a la sociología cientificista

Por Juan Godoy

“…esa manera oscura y cipaya de designar “subdesarrollo” a lo que es “colonialismo”, o llamar “sociólogo” a lo que es Gino Germani”
[Ortega Peña, Rodolfo. (1964). Prólogo a Hernández Arregui. (1973). Imperialismo y cultura. Buenos Aires: Plus Ultra, página 10]

Para dar cuenta desde donde Arturo Jauretche le realiza críticas a la sociología de corte cientificista, debemos poner de relevancia que nuestro autor considera que la situación de la Argentina es semi-colonial, entendiendo por ésta, a naciones que son independientes formalmente, pero que su situación dista de ser de soberanía plena, pues la estructura se encuentra en manos de potencias extranjeras. Así en las semi-colonias, las armas (en relación a las colonias, donde la conciencia nacional es incentivada por la presencia del invasor extranjero) no son importantes (más allá que por momentos puedan serlo) para asegurar la dominación. En éstas, aparece como cuestión fundamental para someter al país el desarrollo de una superestructura cultural que conlleva a la colonización pedagógica, de la cual es fruto la intelligentzia. (Jauretche, 2004). Así el problema “es la colonización pedagógica en cuyas redes está prisionera toda la intelligentzia. Por eso es intelligentzia y no inteligencia” (Jauretche, 2010). Hay una relación estrecha y de reforzamiento mutuo entre dos tipos de coloniaje, a saber, el económico y el cultural. La sociología de corte cientificista que Jauretche viene a criticar es parte de dicha intelligentzia. Ésta había surgido luego de la intervención de la Universidad de Buenos Aires, por parte de José Luis Romero (que iba a ser calificado, conjuntamente con los profesores de la intervención como flores de Romero), como parte de las carreras que se crean bajo una concepción modernizadora. La tarea, en el caso específico de la sociología, estará a cargo de Gino Germani. El año 1957 aparece entonces como el año fundacional. El origen de la sociología como tal en la argentina, como conocimiento científico, con un método determinado, una forma, la forma de hacer sociología. Todo lo demás, lo anterior y lo que no siga “las reglas del método” va a ser considerado como un estadio menor de conocimiento, como pre-científico. Aparecerán así los ensayos, los pensamientos, el impresionismo, las notas, etc. Desde nuestra perspectiva, nos interesa poner en consideración que desde el pensamiento nacional se ha producido una reapropiación de la acusación de “no científicos”, de estar a la “orilla de la ciencia”, así se han revalorizado estas ideas, la idea de ensayar, de las notas, etc. Vemos como, por ejemplo, Jauretche le pone como subtítulo al medio pelo en la sociedad Argentina, apuntes para una sociología nacional, Gunnar Olson habla en un artículo publicado en Antropología Tercer Mundo de Notas sobre el pensamiento Nacional, Alcira Argumedo subtitula en la década del 90 a Los silencios y las voces en América Latina, Notas sobre el pensamiento Nacional y popular. Los argumentos que se vierten desde las orillas de la ciencia, también implican el rescate de esas voces que se encuentran en los márgenes, que no obtienen una visibilidad al no ser portadores de un capital cultural adecuado al exigido para ser escuchado como voz autorizada. Dicha intelligentzia, producto de la colonización pedagógica, es conformada por sujetos que se autodefinen como intelectuales, y son parte de la superestructura cultural que determina modos y un instrumental que opera en su conformación y difusión, al mismo tiempo que no permite que se convierta en una inteligencia, auténticamente nacional. Es una inteligencia extraviada, enajenada de la realidad en la cual se desenvuelve, “la intelligentzia revela que no es inteligencia sino un deslumbramiento (…) a nivel del espectador infantil del cine, por su confusión entre lo universal y la que sólo es producto de la universalización aparente que genera el poder o la riqueza que lo deslumbran” (Jauretche, 2011, 8). Jauretche va a denominar “académicos cama adentro” a los individuos que conforman este universo, que son parte de esta superestructura cultural que desarrollamos anteriormente, de ahí que nosotros podamos nominar a los sociólogos de corte cientificista como “sociólogos cama adentro”, que añoran lo extraño, lo ajeno, lo “civilizado”, y desdeñan todo lo propio, lo autóctono, lo nacional. Se pueden dar polémicas entre los “intelectuales”, pero de orden puramente estético y no en relación a circunstancias nacionales (Jauretche, 1969). Esta intelligentzia, en la cual venimos indagando, ha identificado los valores universales con la cultura, despreciando así toda otra cultura. Identificó civilización con cultura, así todo intento civilizador consistió en desnacionalizar (Jauretche, 2004b). La concepción de Jauretche se desenvuelve de forma “estrictamente consecuente, a partir del hecho de que la Argentina semi-colonial importaba ideologías (como capitales, mercancías, medios de producción) todas las cuales se convertían en factores de dependencia, en cuanto ideologías importadas” (Spilimbergo, 1985; 68).
El fundador de FORJA, da cuenta de la importación acrítica de ideas, conceptos, teorías por el mero hecho de haber sido realizados en “países serios”, a lo cual sostendrá que: “no uso para analizar los hechos de la sociedad los parámetros y formas buenas (…) sino que prefiero buscar los datos en índices reveladores cuya captación sólo requiera el necesario estaño de quien ha vivido –y no al divino botón- en su país” (Jauretche, (1967) 2004c; 171). El conocimiento científico, los conceptos, las construcciones teóricas no pueden ser un fin en sí mismos, sino un medio para la realización nacional. La ciencia en tanto construye un modelo científico abstracto y luego pretende aplicarlo a la realidad, fracasa dado que “es construcción abstracta y en el aire y toda apariencia y el aparato de la técnica es una simple construcción mental desvinculada del hombre común” (Jauretche, 2009; 50).
Llamamos la atención, para observar la relatividad de la “canonización de los textos y de ciertos pensadores”, acerca de cómo han ido cambiando, en nuestras carreras, los programas, la currícula a lo largo del tiempo. Podemos dar cuenta, por ejemplo, cómo sobre finales de los 60’s, y principios de los 70’s se incorporan a la Carrera de sociología bibliografía que no se hallaba presente hasta el momento, aparecen entonces nombres como Hernández Arregui, Gunder Frank, Rodolfo Puiggrós, el propio Arturo Jauretche, Mao Tse Tung, Frantz Fanon, Juan Perón, etc. Podemos ver la incorporación de textos que podríamos denominar del Tercer Mundo, con una mirada desde los oprimidos, que muchas veces surgen desde las orillas de la ciencia. Podemos asimismo poner en consideración los criterios de relevancia que son utilizados para la “calificación y clasificación” del conocimiento, Alcira Argumedo al respecto nos dice que las ciencias humanas tienen criterios para medir la relevancia, como la rigurosidad, el método, etc., pero no obstante “sin desconocer tales criterios, creemos posible incluir otras variables para evaluar esa relevancia. Si millones de hombres y mujeres durante generaciones las sintieron como propias, ordenaron sus vidas alrededor de ellas y demasiadas veces encontraron la muerte al defenderlas, esas ideas son altamente relevantes para nosotros, sin importar el nivel de sistematicidad y rigurosidad alcanzado.” (Argumedo, 2002;10). La intelligentzia siempre está al tanto de la última moda del pensamiento europeo, norteamericano, asiático o de cualquier sitio que no sea el propio. Autores que por el mero hecho de escribir desde los “países centrales” serán tenidos en cuenta de sobremanera; como asimismo autores que por el mero hecho de escribir desde países del “tercer mundo” no serán tenidos en cuenta como serios, “el hombre de nuestra intelligentzia no mira la realidad para comprenderla sino que intenta aplicar las soluciones, los esquemas de otras realidades, que acata por sobreestimación de aquellas y subestimación de ésta” (Jauretche, 1976; 63-64).
Hoy podemos observar por ejemplo, lo que podríamos denominar una foucaultización de la sociología argentina, donde el escritor de Vigilar y Castigar tiene un lugar central (no negamos aportes significativos a la construcción de la subjetividad, a la conceptualización del poder, etc. que ha realizado), donde los hechos nacionales, actuales y pasados, pueden ser explicados por medio de dispositivos que vienen a sujetar a los sujetos a un orden social de dominación. Horacio González comenta al respecto que “en todos esos campos aparecerían dispositivos (…) por los cuales el estado tomaba a su cargo la definición de la normalidad, la salud, la locura y la insalubridad a través de criterios científicos. La nacionalidad era entonces un efecto inducido de ciertas políticas que se presentaban con el sello y el prestigio de la ciencia moderna” (González, 1999; 103). Quede claro que no excluimos los aportes, las ideas que puedan surgir en otras latitudes, pero sí que su “ingreso” debería ser desde nuestras perspectivas, sin realizar una importación acrítica de ideas, conceptos, etc. realizados en y para otras realidades. Según John William Cooke, lo que hace que una ideología sea extraña, ajena, no es el lugar geográfico desde donde se elaboran sino su correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades. (Cooke, 2011) Aquí nuevamente es importante recordar que la Argentina se desarrolla como una semi-colonia, pues en las colonias propiamente dichas se piensa en nacional o colonial indefectiblemente por oposición al orden vigente, o por apoyo al mismo (introyección del opresor). En las semi-colonias el dominio es impuesto, como decíamos al comienzo, por la colonización pedagógica, por lo cual pensar en nacional en una semi-colonia es “pensar desde una óptica anti-imperialista, no abstracta, sino nutrida en las luchas y experiencias de nuestro pueblo”. (Galasso, 2008; 10) Aquí, en este tipo de construcción de sociología, se hace presente todo un entramado académico que generan verdaderos “enclaves intelectuales” en la vida nacional. Unos intelectuales ajenos a la realidad nacional, más preocupados por el “prestigio” que otorgan las Altas Casas de Estudios, de acceder a tal o cual beca, de escribir papers en serie, que de pensar los temas que sean necesarios a la nación y al mejoramiento de la misma. Dicho entramado tiene sus formas, sus propias reglas. Ahí aparecen las notas al pié de compromiso, los congresos con sus respectivas acreditaciones, etc. Dado este proceso se van acumulando pilas de escritos (vaya a saber uno en qué rincón de las universidades) que ¿alguien realmente los lee? Lo importante aquí es tener “visibilidad”, y/o darle “visibilidad” a otros de forma que luego éstos nos den a nosotros la notoriedad necesaria. El camino ya se encuentra trazado, quién se quiera apartar de éste no será tenido en cuenta, así el único “compromiso es el de no comprometerse con la nación real… Para triunfar hay que comprometerse… a no comprometerse”. (Jauretche, 2004c; 71) De esta forma el mecanismo de la superestructura cultural “exige el sometimiento a sus directivas, y paga con el prestigio la rendición” (Jauretche, 1983; 16).
El dato científico, las estadísticas como la forma excluyente de la conformación del conocimiento sociológico, va a ser relativizado por Jauretche. Él propondrá el estaño como método de conocimiento. No es un rechazo al uso de las estadísticas, sino que aquí el estaño, la comprobación personal aparecen como correctivos del dato estadístico. (Jauretche, 2004d). Horacio Pereyra al respecto argumenta que “si bien Jauretche exagera, ya que él mismo recurre a conocimientos anteriores de forma continua (…) su afirmación en método inductivo constituye una respuesta necesaria al “despotismo ilustrado” de que hacen gala los intelectuales reconocidos; en otras palabras, desconfía de la “autoridad” establecida” (Pereyra, 1989; 47). Lo social aparece en Jauretche, según Matías Manuele, como conformado por “toda una red de microrrelaciones (que) escapa a las estadísticas, cuando son esos mismos vínculos los que constituyen lo social” (Manuele, 2000; 303). Así, lo que está en discusión no es una mera cuestión metodológica, sino lo que por nación específicamente se entiende. Está considerando de esta manera, la existencia de un sustrato profundo al cual no se accede por la mera “cuantificación de la realidad”, sino que se nos impone la necesidad de caminar conjuntamente con el pueblo, ver allí en los resquicios que nos deja la superestructura cultural que nos viene a ocultar los problemas nacionales propiamente dichos, a la vez que, algunas veces, nos arrima soluciones falsas, por ser ajenas en tiempo, lugar, y concepción a nuestra propia realidad como país semi-colonial, “el aprendizaje por la propia empiria que es lo que corresponde en un pueblo para cuyo pensamiento aún no han sido escritas las bibliotecas y para el que no sirven los laboratorios ajenos” (Jauretche, 2011; 101). A la vez es un llamado, un rescate a la utilización del sentido común, como el mejor de los sentidos, ésto Jauretche lo sostiene desde la necesidad de penetrar en nuestra formación cultural, que nos viene dada por la superestructura cultural que conlleva la colonización pedagógica, “la mentalidad colonial enseña a pensar el mundo desde afuera, y no desde adentro. El hombre de nuestra cultura no ve los fenómenos directamente sino que intenta interpretarlos a través de su reflexión en un espejo ajeno, a diferencia del hombre común, que guiado por su propio sentido práctico, ve el hecho y trata de interpretarlo sin otros elementos que los de su propia realidad” (Jauretche, 1983; 112) Aparecen así, en relación a indagar en nuestra formación cultural, la idea de las zonceras como “principios introducidos en nuestra formación intelectual (y en dosis para adultos) con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la aplicación del buen sentido”, (Jauretche, 2004b; 12) las hay políticas, geográficas, culturales, etc. Según nuestro autor, hay que reflexionar sobre las zonceras que nos han sido impuestas, tanto a nivel social, como el individual pues descubrir las zonceras es como “quitarse el entripado”, es la desnaturalización de las ideas dominantes, a la vez que de nuestras propias concepciones y prácticas. De esta forma, Norberto Galasso, su biógrafo, sostiene que “fue Jauretche, en cambio, que destacó la importancia de esta cuestión, desnudando la función reaccionaria de la “colonización pedagógica” y dedicando sus mayores esfuerzos a demoler esas “zonceras” paralizantes” (Galasso, 2005; 592-593).
El del escritor de Los Profetas del Odio y la yapa, a pesar de lo que de sus detractores sostengan lo contrario, consideramos que es un conocimiento que busca la profundidad de las cuestiones que analiza, no quedarse en el número, o en la naturalización de ciertas ideas, sino buscar en la realidad nacional lo esquivo a la estadística, hacer una genealogía de los conceptos e ideas que circulan en el tejido social. Finalmente, pretendemos dejar constancia que, de esta forma, desde estas ideas, Jauretche nos hace un llamado a tomar el compromiso con la deconstrucción de la colonización pedagógica sin la cual es imposible la liberación nacional, Jorge Torres Roggero sostiene que el ideal jauretcheano implica que si queremos “romper el entramado de la tela de araña que ahoga nuestro vuelo y vacía de vida nuestro cuerpo y nuestra alma, no usemos los métodos que la araña nos provee, ni los valores que la sustentan en el centro de su tela porque son el origen de nuestro vaciamiento material y moral” (Torres Roggero, 1984; 41). Nos convoca a una crítica de los “modelos” dominantes en el “mundo académico” y específicamente en la sociología, para, de esta forma, avanzar en la construcción de una sociología nacional en consonancia con las luchas por la liberación nacional.

Bibliografía
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Cooke, John William. (2011). Informe a las bases. En Obras completas, Tomo V. Buenos Aires: Colihue.

Galasso, Norberto. (2005). Jauretche y su época. La revolución inconclusa, 1955-1974. Tomo II. Buenos Aires: Corregidor.

Galasso, Norberto. (2008). ¿Cómo pensar la realidad nacional? Crítica al pensamiento colonizado. Buenos Aires: Ediciones del Pensamiento Nacional (Colihue).

González, Horacio. (1999). Restos Pampeanos. Ciencia, Ensayo y Política en la Cultura Argentina del Siglo XX. Buenos Aires: Colihue.

Jauretche, Arturo. (1969). Prólogo a Cascella, Armando. (1969). La traición de la oligarquía. Buenos Aires: Sudestada.

Jauretche, Arturo. (1976). Forja y la década infame. Con un apéndice de manifiestos, declaraciones y textos volantes. Buenos Aires: Peña Lillo.

Jauretche, Arturo. (1983). Filo, contrafilo y punta.. Buenos Aires: Peña Lillo.

Jauretche, Arturo. (2004). Los Profetas del Odio y la Yapa los profetas. Buenos Aires: Corregidor.

Jauretche, Arturo. (2004b). Manual de Zonceras Argentinas. Buenos Aires: Corregidor.

Jauretche, Arturo. (2004c). Textos selectos. Buenos Aires: Corregidor.

Jauretche, Arturo. (2004d). El Medio Pelo en la Sociedad Argentina (apuntes para una sociología nacional). Buenos Aires: Corregidor.

Jauretche, Arturo. (2009). Polémicas 2. Que al salir salga cortando. Buenos Aires: Colihue.

Jauretche, Arturo. (2010). Prosa de hecha y tiza. Buenos Aires: Corregidor.

Jauretche, Arturo. (2011). Mano a mano entre nosotros. Buenos Aires: Corregidor.

Manuele, Matías. (2000). Arquetipos de una sociología orillera: tilingos y guarangos en Arturo Jauretche. En H. González (Comp.). Historia crítica de la sociología Argentina (pp. 301-305). Buenos Aires: Colihue.

Pereyra, Horacio J. (1989). Arturo Jauretche y el bloque de poder. Buenos Aires: Centro editor de América Latina.

Spilimbergo, Jorge Enea. (1985). Desmontando por izquierda. En Parcero Daniel. Cabalgando con Jauretche (pp. 67-72). Buenos Aires, Roberto Vega.

Torres Roggero, Jorge. (1984). Jauretche, profeta de la esperanza. Rosario: Fundación Ross / La Ventana.

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  POR ALDO DUZDEVICH, para Agencia Paco Urondo  15 Marzo 2024   Hace varios meses deje de escribir. Porque en este tiempo, la cuasi-ob...