martes, 31 de julio de 2012

Hacia los 400 años de la Universidad Nacional de Córdoba: el caso de la Ciudad Universitaria Estudiantil Presidente Perón

por Gonzalo Pedano

La histórica fecha que se avecina para la comunidad universitaria cordobesa constituye un acontecimiento central para ahondar en una memoria de nuestra Universidad construida desde la óptica del Pensamiento Nacional. Esto es, para avanzar en un proceso activo de elaboración de sentidos y representaciones sobre el pasado de la Universidad en su relación con las luchas populares de nuestro país y de América Latina. Memorizar en este sentido implica situar a la Universidad de Córdoba en el marco de esa dicotomía estructural y estructurante de imperialismo – nación, analizando a partir de determinados hechos –siempre construidos- la forma en que nuestra Universidad estuvo atravesada –como tantas otras instituciones- por los procesos de liberación y dependencia que afectan a nuestro país y a América Latina. Y en este marco, determinar también cuáles son las tradiciones intelectuales que en esta Casa de estudios expresaron los intereses populares y cuáles, en el caso contrario, se encargaron de silenciarlos, omitirlos o, simplemente, ocultarlos. Y en este último punto, en el de aquellos hechos silenciados, omitidos y obviados, pretendemos detenernos.

Acudimos, para ayudarnos un poco, a Hernández Arregui: “Los postulados de la Reforma del 18, extensión universitaria, agremiación estudiantil, becas, residencias estudiantiles, cooperativas, comedores y asistencia médica gratuita, universidad abierta al pueblo, equivalencia de títulos para los estudiantes latinoamericanos, etc., fueron conquistas de la época de Perón. Estas conquistas fueron efectivamente logradas durante el gobierno de Perón. Una espesa red de mentiras sistematizadas ha ocultado este hecho. La Universidad de la época de Perón no fue perfecta. Tuvo grandes fallas. Pero fue nacional”. La afirmación de Arregui no es ociosa y nuestra cita, tampoco casual. El 21 de julio de 1952, el gobierno de la Provincia de Córdoba donó a la fundación Eva Perón, 70 hectáreas donde debía comenzar a edificarse la “Ciudad Universitaria Estudiantil”, lo que fue efectivamente realizado. La Ciudad Universitaria, hoy epicentro histórico-social-cultural-científico y político de nuestra Universidad, es una creación del peronismo. Su proyecto original fue elaborado en 1948 y llevaba por título: “Ciudad Universitaria Estudiantil Presidente Perón”. Cierta tradición de fuerte anclaje en nuestros claustros mediterráneos se ha empecinado en obviar el hecho antes mencionado.
“Producida la Revolución Libertadora en 1955, y bajo los lineamientos del gobierno de facto, se desarticula el proyecto de la “Ciudad Universitaria Estudiantil”, ideado por los peronistas. El rector interventor Jorge Nuñez, en una carta dirigida al ‘presidente provisional de la Nación’ Pedro Aramburu, solicita la transferencia a la UNC de los terrenos y obras ya construidas. Finalmente, el 3 de septiembre de 1957, la Universidad recibe los ocho pabellones edificados: Perú, Chile España, México, Francia, Profesores, Administración y Esparcimiento. En el acto de entrega de estos edificios, el rector Nuñez dijo: ‘Debemos acercarnos al concepto de las universidades norteamericanas y europeas. Así podrá llegarse a obtener una educación integral que permita el desarrollo de las aptitudes intelectuales, morales y psicológicas del individuo, lo que sólo puede lograrse íntegramente –según la palabra autorizada de Houssay- en las ciudades universitarias, ampliamente experimentadas en las ciudades más avanzadas’ ”. Las palabras del Rector señalan el paso de una Ciudad Universitaria ideada con sentido nacional, a un modelo universitario que pretende amoldarse a los de Europa o Norteamérica. A esto precisamente hacía referencia Arturo Jauretche, cuando hablaba del aparato de colonización pedagógica, la colonización de la subjetividad que le es distintiva y la denigración de lo propio entendido como más “retrasado” en comparación con las ciudades más “avanzadas”. Sin embargo, esto no es todo, el Rector Interventor designado por la “Libertadora”, continúa su prédica antiperonista: “Esto que con tanto entusiasmo recibimos, no es en realidad todavía una Ciudad Universitaria. Con fines que advertían un plan de propaganda interna y externa, se dirigió la obra de quien ejercía el poder, a proveer de comodidades materiales a los que quisieran rendir conciencias a sus designios”. Los ardides del “tirano prófugo” no tenían límites, había mandado construir ocho pabellones totalmente nuevos, basamentos fundamentales de una Ciudad Universitaria, sólo para pervertir conciencias juveniles. Con el mismo razonamiento, habría creado la Universidad Obrera –hoy Universidad Tecnológica Nacional- sólo para domesticar la conciencia proletaria. Es claro, para nosotros, que a través de ese Rector hablaba la línea Mayo – Caseros que retornaba a la conducción de la Universidad para detener el aluvión zoológico, que no sólo había creado Ciudades Universitarias, sino que había declarado la gratuidad de la Enseñanza Universitaria un 22 de noviembre de 1949 y había puesto en funcionamiento Universidades en cuya dirección participaban los trabajadores.
Volvemos al presente, ya por cumplir los 400 años. Nos adentramos en la página institucional de la UNC, y encontramos que la misma sostiene lo siguiente en relación a lo sucedido para con la Universidad en los dos primeros gobiernos peronistas: “1946 - 1952 - En mayo de 1946 son intervenidas todas las universidades nacionales, y quedan cesantes más de dos mil profesores. Se sanciona la ley reaccionaria 13.031, que limita la participación estudiantil; se llevan a cabo políticas tendientes al crecimiento de la matrícula y la eliminación de aranceles a universitarios oficialistas, y la persecución ideológica a los estudiantes opositores. En 1951 la FUA declara la huelga general, a raíz de las torturas padecidas por el estudiante Bravo de Química. Durante 1952, la policía clausura los Centros de Estudiantes. El rector es designado por el Poder Ejecutivo Nacional”. La potencia del resumen se destaca por la falsedad de algunos de sus datos y la omisión de otros. Sobre la creación de la actual Ciudad Universitaria nada se menciona. Seguramente habrán tomado el párrafo de algún manual liberal de esos que abundan, porque de alguna de las obras de Hernández Arregui seguro que no. Vuelvo a retomar aquí la iniciativa de avanzar en una memoria de nuestra Universidad que no repose en la descalificación agraviante y en la omisión deliberada, sino que estructure su mirada hacia el pasado institucional a partir de los modelos de universidad triunfantes o hegemónicos según la correlación de fuerzas que se dio en diferentes momentos históricos, entre las fuerzas del imperio y las fuerzas de la nación.



La Revolución de Mayo y el neocolonialismo

por Aritz Recalde

Durante el año 1810 recorrió la extensa América del sur, un fuerte reclamo por el derecho a la afirmación política de los pueblos. En dicho proceso revolucionario, coexistieron diversas corrientes políticas e ideológicas que se van a enfrentar a lo largo del tiempo. Una de las manifestaciones del enfrentamiento entre los proyectos revolucionarios, tuvo que ver con la interpretación misma de los procesos políticos.

En este marco, la interpretación historiográfica de las jornadas de mayo no fue neutral y objetiva. Una de las manifestaciones de la parcialidad en la interpretación historiográfica, la realizó la llamada historia oficial. Dicha corriente intelectual, tiene entre sus plumas a Bartolomé Mitre, que estableció que la revolución de mayo se produjo con un sentido anti español, separatista y favorable al libre comercio. Relativizando ésta lectura de la revolución, el revisionismo histórico argumentó que el libre comercio se sancionó anteriormente a la revolución (1809) y que durante las jornadas de mayo se produjeron manifestaciones públicas y documentadas de apoyo al monarca Fernando VII. En ésta misma línea, el revisionismo demostró que buena parte del partido criollo, promovió la revolución democrática con el objetivo de modificar la arquitectura de poder monárquica que cercenaba la participación política de los criollos. No existía en ellos, el sentimiento anti español y el racismo contra nuestra condición hispánica mencionado por Mitre. Por el contrario, había en el primer gobierno patrio y en los ejércitos de liberación, representantes españoles (Chilavert). Asimismo y en sentido inverso, en el frente monárquico contrario al gobierno cabildante, se ubicaban individuos nacidos en América (Goyeneche). La revolución separatista fue declarada recién en el año 1816 y se produjo debido a la restauración monárquica de Fernando VII y a su negativa a reconocer derechos políticos a los territorios americanos.

Tal cual adelantamos, la operación historiográfica de Mitre no fue objetiva y por el contrario, Bartolomé desvirtuó la historia para justificar que la ruptura con España derivara en un neocolonialismo con Inglaterra. Mitre hizo escuela en su apología británica y tal es así y por tomar un ejemplo, que contrariando el sentimiento independentista y revolucionario de mayo de 1810, el 10 de febrero de 1933 el vicepresidente argentino Julio Argentino Roca (H) sostuvo que la Republica Argentina “por su interdependencia reciproca es, desde el punto de vista económico, parte integrante del imperio británico”. Tomando distancia al proyecto neocolonial mitrista, en el año 1846 San Martín le escribió a Rosas rechazando la agresión inglesa en el país y sostuvo que “A su recibo ya sabía la acción de Obligado (…) A un tal proceder, no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino; que por mi íntima convicción, no sería un momento dudosa en nuestro favor, si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá en esta contienda, que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España”. Contra la opinión de San Martín, luego de la batalla de Caseros que derrocó a Rosas, nuestra política exterior se articuló de manera subordinada a los agresores ingleses de 1806 y 1845 y que ocupaban Malvinas desde 1833. El vaticinio neocolonial de Mitre se cumplía para desgracia del país y del continente.

El neocolonialismo de los sectores liberales que sostenían que la revolución de mayo se realizó para acercar el país a Inglaterra o Francia, tuvo otras importantes consecuencias. El proceso de mayo de 1810 se produjo en el contexto de las invasiones napoleónicas en España. Gran parte del pueblo ocupado y referentes como José de San Martín, habían enfrentado al agresor francés. En esta batalla, se movilizaron desde el año 1808 los liberales españoles promotores de las juntas populares y de la acción antiimperialista. Pocos años después de las guerras desatadas contra Francia, Bernardino Rivadavia era nombrado Secretario del Primer Triunvirato. Rivadavia y paradójicamente, fue denominado por nuestra historia oficial - con marcada admiración-, como “afrancesado”. Continuando los ideales de Bernardino en el año 1838, frente a la agresión Europea contra la Argentina el también afrancesado Esteban Echeverría, se puso a favor del ocupante, ya que en su opinión “el género humano es una sola familia y que nadie es extranjero en la patria universal (…) Hay alianza virtual entre todos los pueblos cristianos tratándose de propagar y defender los principios civilizadores que los emigrados argentinos debían considerarse, por lo mismo, aliados naturales de Francia o de cualquier otro pueblo (…) por parte de la Francia estaba el derecho y la justicia; tuvieron el coraje de alzar solos la voz para abogar por la Francia y contra Rosas”.

Por otro lado y tomado distancia de la perspectiva liberal dependiente, estaban los dirigentes de la revolución de mayo como Cornelio Saavedra, Mariano Moreno o posteriormente, los patriotas de la estirpe de José de San Marín. Estos sectores promovían la revolución democrática anti absolutista y la independencia frente a todo tipo de colonialismo sin bandería alguna. El pueblo de las orillas se había hecho milicia en las invasiones inglesas de 1806 y en 1810 se dirigió a los cuarteles y a los regimientos de Patricios al mando del teniente coronel Cornelio Saavedra. En las jornadas de mayo, también se movilizaron la pequeña burguesía y los intelectuales como Moreno, Castelli o Belgrano. Entre ambos sectores, existieron fuertes y acalorados debates. Para Saavedra, Moreno postulaba metodologías extremas inaplicables en el contexto de la época. Para algunos morenistas, Saavedra era un moderado y un retardatario. Ahora y pese a sus diferencias, ambos acompañaban el proceso de revolución democrática anti absolutista iniciada con la Junta de Mayo y negaron cualquier posibilidad de que nuestro país sea dominado por Inglaterra, por Francia o por cualquier otra potencia extranjera.
Tal cual comentamos, distantes de la actitud revolucionaria de Moreno o de Saavedra, estarían los liberales porteños como Rivadavia o Mitre. El sector liberal abogó por la soberanía política, para poner al país bajo la tutela económica y cultural extranjera. Actualmente, la segunda independencia nacional que es la de nuestro desarrollo económico, cultural y social, sigue vigente. En este marco, la emancipación definitiva del país y el continente, va a ir sepultando al neocolonialismo y a sus historiadores. Seremos argentinos y latinoamericanos o no seremos nada.







La recuperación de YPF y el Plan Revolucionario de Operaciones de Mariano Moreno

por Dionela Guidi

“Toda industrialización es un intento consciente del país que la ejecuta para alcanzar la plena soberanía” J. J. Hernández Arregui. Imperialismo y cultura

“La historiografía liberal tanto como la nacionalista de derecha (a Mariano Moreno) lo han deformado. Y hay que restituirlo a la causa nacional”. Carta de J. J. Hernández Arregui a Norberto Galasso.

La decisión del Gobierno Nacional de expropiar el 51% de las acciones de YPF, hasta ese entonces en manos de REPSOL, reviste el carácter de estratégico no solo porque recupera para todos los argentinos el control de recursos fundamentales, sino porque además permite profundizar el rumbo hacia un Estado interventor, presente y dotado de capacidad de planificar y desarrollar políticas a largo plazo, muy diferente al Estado “mínimo”, reducido a sangre y fuego en décadas anteriores, en donde finalmente se impuso la larga noche neoliberal, etapa que, entendemos, se abre en 1976 y estalla en las calles, allá por el año 2001 con intensas movilizaciones populares, fuertemente reprimidas por el gobierno de Fernando De la Rúa. Desde entonces, nuevos paradigmas se hicieron necesarios para hacer frente a esta crisis sistémica, política, económica y social.

Pero, estas medidas, entre las que se destacan la recuperación de YPF, de los fondos de las jubilaciones, de desendeudamiento con los organismos multilaterales de crédito, por mencionar algunas, se entroncan con el pensamiento y también con las disputas que se dieron en los orígenes de la Patria, producida la revolución de mayo.

El Plan Revolucionario de Operaciones, redactado por Mariano Moreno (con la colaboración de Manuel Belgrano), obra que suscitó grandes polémicas, que muchos autores consideraron apócrifa, y que Mitre en un “descuido”, “perdió” cuando le fue entregada por Eduardo Madero, manifiesta el programa del ala jacobina de la Revolución. Esta generación, influenciada por Rousseau, por el ideario de la Revolución Francesa, por los Derechos de Hombre y del Ciudadano no encontró en estas tierras el correlato de una burguesía nacional que propulsara el desarrollo económico, consolidara el mercado interno y generara las condiciones para acceder a nuevas formas de producción (Galasso, 2004). Por el contrario, a la poderosa burguesía comercial porteña poco le importaba y poco le importará la conformación de una Nación, más bien, como expresión de un proyecto antagónico a la línea morenista, solo se interesará por realizar buenos negocios con Gran Bretaña y acapara para sí las ganancias de su posición de privilegio con respecto al puerto, y a la Aduana de Buenos Aires.

Es, entonces, el Estado quién debe llevar a cabo este desarrollo, esta unificación y este cambio de sistema. Dice el Plan: “Deben todos los cabildos hacer presentes la energía del nuevo gobierno, el que se esmera por fomentar las artes, la agricultura e industria (…) se trata del fomento de las minerías de oro y plata, cuyos resultados serán pruebas fidedignas (Moreno; 1961:290) Se verá que con una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del Estado para la formulación de las artes, agricultura, navegación, etc., producirá en pocos años un continente laborioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que se necesite para la conservación de sus habitantes” (Moreno;1961:297).

Más adelante, promueve el impedimento de la concentración en pocas manos de la riqueza en pos de su distribución a fin de que el goce de la misma sea colectivo: “las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un estado, no solo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil(…) en nada remedian las grandes necesidades de los infinitos miembros de la sociedad, demostrándose como una reunión de aguas estancadas(…) pero si corriendo rápidamente su curso bañasen todas las partes de una a otra, no habría un individuo que no las disfrutase (Moreno;1961:297)

Este Plan Nacional que promulga un Estado interventor, proteccionista, monopolizador de los recursos naturales, promotor de la unidad continental para fortalecer la liberación de las antiguas colonias españolas (por ejemplo, sumando a la a las fuerzas artiguistas de la Banda Oriental, colaborando con los revolucionarios chilenos contra las tropas realistas. liberando el Paraguay del mando absolutista) es el que florece y entra en diálogo de una u otra forma cada vez que se plantea una solución popular y soberana para la Nación que aún estamos construyendo.

Afloró en el gobierno de San Martín en Cuyo, cuando se creó el ejército de los Andes y se emprendió desde allí la liberación de Chile y Perú. Afloró en la Ley de Aduanas de Rosas y en su tozuda defensa del territorio frente a la Intervención anglo-francesa, con las Montoneras Federales y su alianza con el Paraguay de los López y los blancos orientales, en la defensa de las barreras proteccionistas de Carlos Pellegrini, Rafael Hernández, etc., la denuncia del papel del imperialismo inglés a través de los ferrocarriles de Civit y Magnasco, en el programa yrigoyenista, en la prédica de FORJA, y en los gobiernos del Gral. Perón. Como contrapunto, el programa de la burguesía comercial portuaria, con Rivadavia y Mitre como principales exponentes, europeísta, de espaldas a la América del Sur, dependiente de los Imperios, apéndice de la economía de las metrópolis, sigue siendo el plan deformante que proponen las viejas élites, con su ejército de intelectuales, escribas y mercenarios de toda laya. Hoy, el Plan de Operaciones de los jóvenes revolucionarios de Mayo, vuelve a iluminar la senda de un pueblo argentino y latinoamericano que parece decido a romper las cadenas de la dependencia política, económica y cultural para emprender el camino hacia su definitiva emancipación.



YPF Nacional y Popular

por Emanuel Bonforti

En el contexto de la medida soberana de expropiación de la mayoría accionaria de YPF y de la declaración de interés público del autoabastecimiento, la explotación, industrialización, transporte y comercialización de hidrocarburos, es decir, una vuelta de página a un período de casi veinte años de desregulación en materia petrolera, donde fueron las reglas del mercado quienes imponían el ritmo de producción, surge una nueva iconografía en los medios de comunicación y en las redes sociales, que pone en sintonía a través de las siglas YPF, tres rostros presidenciales cuyos apellidos representan cada una de las letras de la empresa de manera cronológica y significaron, en términos políticos, un hito nacional a través de sus decisiones que los diferenciaron de sus antecesores y los enfrentaron a las estructuras de poder económico local que conviven en sintonía fraternal con los imperios de turno, apoyados en un sistema cultural que refuerza los valores del dominador.
Si bien la creación de YPF data de 1922, ya en 1891 el diputado Luis Magnasco comienza a mencionar la riqueza petrolera de Jujuy y Mendoza, claro está, que a la Inglaterra exportadora de carbón no le causaba ninguna gracia que su “sexto dominio”, consiga autonomía en materia de combustible y de esta manera, comienza con sus métodos elegantes para sabotear cualquier intento de autodeterminación apelando al soborno de políticos venales y a la presión diplomática en los incipientes organismos internacionales.
Podemos ubicar la primer medida soberana en términos de riqueza subterránea en la Ley N° 4167 de 1903 impulsada por el partido Autonomista. Quizá en uno de sus últimos reflejos anti-mitristas, se forma aquí la Comisión de Estudios de aguas y napas, yacimientos carboníferos e investigaciones geológicas. Su objetivo, era la búsqueda de carbón, primer caso que a partir de una situación desfavorable en la balanza comercial, se impulsa una medida soberana, la correlación de fuerzas entre Argentina y el imperio frustra esta intención, que atenta contra la ecuación inglesa de combustible importado por cereales y carne. En este período experimental, que termina en 1922, encontramos el descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia. Inglaterra a partir de ahora tratará de bloquear la llegada de los capitales norteamericanos, como también intentará evitar que esa materia prima esté sujeta a un proceso de industrialización por empresas nacionales.
Con la llegada del primer gobierno democrático y popular en 1916, producto de años de lucha, Yrigoyen llega al poder en un contexto nacional donde la estructura del país oligárquico seguía teniendo una representación aceitada en el Congreso y activa en la Corte Suprema, en el ámbito internacional de la primera guerra mundial. El nacionalismo defensivo que muchos consideran en este período, producto de no proponerse una emancipación por vías de la industrialización, posee grandes gestos de soberanía, la política de neutralidad ante la guerra, el acercamiento a las naciones latinoamericanas, el atisbo de una política ferroviaria independiente del imperio con el plan de Huatiquina, el petróleo considerado como la segunda gran riqueza y para evitar los vicios terratenientes de nuestra primer riqueza que tiene como origen el reparto de tierras de Rivadavia. El Peludo en 1928, propone en el Congreso un régimen legal que ponga en manos del Estado el dominio de los yacimientos, su marco teórico fueron los escritos de Mosconi, quien considera que la soberanía energética forma parte de la tercera etapa de la independencia del continente. La mirada latinoamericanista es una señal emancipatoria que se repetirá de manera pronunciada durante el peronismo y el gobierno de Cristina Fernández, mientras que los imperios clásicos de ayer y las corporaciones trasnacionales de la actualidad intentarán segmentar dichos vínculos a partir de una política que apunta a la balcanización continental.
Durante el gobierno de Yrigoyen, a pesar de las fuertes presiones de la Standard Oil, no logra obtener ninguna concesión, de ahí que la ganancia neta permita aumentar las plantas de destilación y extender las agencias de venta, producto de mantener un combustible barato para el mercado interno. El golpe del ´30 permitió que los británicos intervengan en una empresa mas dócil, donde se privilegiaron los postulados de libertad de empresa, sociedades mixtas, y libre empresa integral, YPF pasaba de ser una empresa ejecutora de su política nacional a una mera empresa comercial y una referencia en la tan mentada seguridad jurídica. A partir de 1943, asistimos a un período de nacionalización de la economía, producto de la alianza entre un ejército de carácter nacionalista –que considera a la industria como el motor de cualquier proyecto emancipatorio y clave en la defensa nacional-, una clase obrera y algún sector incipiente y oscilante de la pequeña burguesía. Este momento se cristaliza en la recuperación soberana de los ferrocarriles, los puertos, aguas corrientes, transporte público, seguros, bancos, nacionalización del Banco Central, y el comercio exterior. Nuevamente se avanza en términos legislativos sobre el petróleo: en 1949 se dicta una nueva Constitución que le otorga un carácter nacional a nuestro patrimonio energético y natural, pretendiendo el autoabastecimiento y la no dependencia imperial en materia de combustible, en un contexto de expansión económica para evitar los cuellos de botella en la producción. Forma parte de este cambio de época, además, la creación de Gas del Estado.
Estados Unidos es quien desplaza a Inglaterra en la hegemonía mundial, y acrecienta sus decisiones mundiales en materia petrolera, encargado de frenar el impulso nacionalista de Perón, a través de diferentes prohibiciones, embargos y bloqueos. La restauración oligárquica a través de la mal llamada Revolución Libertadora, permitió el ingreso de nuestra economía al FMI, al Banco Mundial y al GATT, que conllevó la intervención directa de la soberanía petrolera: otra vez un golpe militar tiene olor a petróleo.
Un golpe fuerte sobre YPF se da a partir de 1976, con el primer intento de privatización que al no consagrarse, consigue en parte su objetivo, es decir, el vaciamiento y el desprestigio de nuestra empresa de bandera, quizás la frase que ilumine mejor este período la brinde Roberto Alemann: “Cada propietario de la tierra explote el subsuelo al igual que como sucede con el trigo”. Hablamos de una transferencia del ámbito del código minero al código civil. Continuadores de esta estrategia será la banda neoliberal que asalte el poder en 1989, impulsando una apertura comercial feroz para nuestra industria y con una reforma del Estado cuyo eje es el programa de privatizaciones, donde YPF es víctima del mismo.
La medida que tomó Cristina Fernández de Kirchner, implica un escenario que se diferencia del de la desregulación petrolera noventista, en parte para evitar el desbalance comercial histórico que significaron los momentos en los cuales Argentina debió importar combustible para sostener la producción económica. Es un paso fundante para levantar las banderas de la independencia económica y alcanzar una industrialización consolidada, saliendo del lugar de economía dependiente legada por años de derrotas. Enemigos de esta política son los mismos que se alzaron contra Yrigoyen y Perón, la oligarquía en materia minera siempre se resistió a la explotación estatal de los yacimientos, favoreciendo a los imperios de turno y sosteniendo un crecimiento económico retardario –combustible por carnes y cereales- donde son pequeños grupos de mediadores e importadores quienes se benefician, empleando medios de “persuasión” como el lobby, funcionarios venales y medios de comunicación que refuerzan la dominación cultural, apelando a frases que tienen que ver con la intervención de un Estado ineficiente, mal administrado, y en contraposición apelan a las empresas privadas con capacidad de gestión en nombre del libre mercado.



Padre Carlos

por Iciar Recalde 


Padre Carlos que estás en los cielos,


y en las barriadas humildes,


tu mensaje son mis piernas


y tu sueño mi sangre.

("Carlos Mugica", Tercera Posición: Rock nacional y popular)


Un once de mayo de 1974, es ametrallado a quemarropa por los esbirros de la Argentina semicolonial tras su salida de la parroquia San Francisco Solano en Mataderos, el Padre Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, el padrecito Mugica, abanderado de los humildes. La figura de Mugica, como las de Miguel Ramondetti, Jorge Goñi, Héctor Botán, Enrique Angelelli, entre otros, fue expresión de la profunda convulsión acontecida en instituciones de extensa tradición en nuestro país, como es el caso de la Iglesia católica. En este sentido, recordar a Mugica en la actualidad supone en principio, un ejercicio crítico de corrosión de la tradición liberal de izquierda anticlericalista fuertemente asentada en los modos de interpelar el rol de la Iglesia en la Argentina. De impronta conservadora y atada a los dictados colonialistas del Vaticano, la Iglesia sin embargo, corrió las venturas (y las desventuras) del movimiento nacional en su conjunto. Fue Juan José Hernández Arregui uno de sus más lúcidos analistas, cuando estipuló que el catolicismo en nuestro país, por la estructuración de las clases sociales y por tradición histórica, era liberal y había operado casi sin solución de continuidad como instrumento de la oligarquía y el imperialismo hasta la llegada de Juan Domingo Perón al poder. Apoyándolo, pero no al contenido popular del movimiento -a medida que Perón se nucleaba en los trabajadores, la Iglesia se alejaba del movimiento- iría prefigurando su posición como institución política a favor del golpe de Estado del año 1955 tras la figura de Lonardi, hombre fuerte de la Iglesia, en alianza con la oligarquía fogueada por el extranjero, la gran prensa, la Universidad y los manuales de historia mitromarxista, los comunistas y socialistas argentinos y la Sociedad Rural Argentina. La contrarrevolución acontecida en 1955 puso en jaque a la institución –como al país en conjunto-, haciéndola entrar en un proceso de conmoción interna donde varios de sus factores, sobre todo los nacionalistas, comenzaron a revisar el error histórico cometido frente al país. Es en este período cuando la Iglesia comienza a expresar tendencias radicalmente antagónicas: la del cristianismo liberal a favor de la clase dominante y, aunque minoritaria, la del social cristianismo que decantará, entrada la década de 1960, en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que comenzará a vislumbrar que su rol se juega en el proyecto de liberación nacional vehiculizado por las masas peronistas. En este contexto, y como producto del proceso de ascenso de la conciencia nacional de los argentinos, nace a la vida política el padre Mugica. La caída del gobierno popular y la proscripción de las masas de la escena política nacional fracturará la cosmovisión liberal de Mugica -atada por su formación y su condición de clase acomodada a los cánones de una Iglesia de espaldas al país-, obligado por las circunstancias históricas y por el deber de posicionarse como argentino junto al pueblo peronista perseguido por haberse atrevido bajo la conducción de Perón, a romper los lazos de la dependencia. Su labor de crítica descolonizadora en las villas miseria y de reactualización en clave tercerista del texto bíblico, partió de la asunción de que el peronismo representaba un momento particular de la conciencia histórica antiimperialista de los argentinos y de que el nacionalismo en las semicolonias latinoamericanas era el eslabón primero de cualquier intento serio de revertir esta situación. Lo había vislumbrado en términos teóricos Hernández Arregui cuando afirmaba que el nacionalismo debía ser concebido en los países dependientes con un contenido distinto al europeo. Éste nacionalismo “ofensivo” había surgido durante el siglo XIX estrechamente vinculado con el desarrollo y la expansión del sistema capitalista a nivel mundial, proceso que condenaba al continente latinoamericano a la miseria y al saqueo indiscriminado de sus recursos naturales. Como resultado de la división internacional del trabajo, la Argentina en tanto exclusiva productora de materias primas sería subsidiaria de sus amos externos: el imperialismo británico en principio, el imperialismo norteamericano y sus socios locales después. El nacionalismo adquiría aquí otro matiz, de carácter intrínsecamente defensivo que se plasmó por primera vez en un proyecto concreto durante las gestiones de gobierno peronista que llevaron adelante la industrialización del país. Sin industria, la Argentina no tendría independencia económica, base de la soberanía nacional y de la justicia social y sin soberanía nacional, no existiría autonomía cultural. En ese orden y sin vacilaciones. Mugica lo vislumbró con claridad cuando señaló que el dilema para Argentina y América Latina era radical: o hacía su revolución nacional o el imperialismo remacharía los anillos opresores a fin de retardar la liberación mundial de los pueblos oprimidos. Y Dios, agregaba, no vive en el Vaticano sino en el corazón y en la lucha de los humildes, de los condenados de la tierra. Legado que continúa señalando un camino: cuando las banderas nacionales vuelven a surgir por entre los escombros de la patria devastada y Argentina se adueña de su economía y de su política nacional, la palabra y la acción de Mugica están más vivas que siempre: "Yo sé, por el Evangelio, por la actitud de Cristo, que tengo que mirar la historia desde los pobres, y en Argentina la mayoría de los pobres son peronistas."







Algunos comentarios para comprender las medidas coyunturales

por Santiago Ares

“Toda industrialización es un intento consciente del país que la ejecuta para alcanzar la plena soberanía.” Juan José Hernández Arregui

Juan José Hernández Arregui estableció que: “La lengua es líquido que empapa y preserva las profundidades de la cultura. El idioma es la matriz espiritual que ordena en sus variaciones históricas el cuerpo de la cultura. Y es que la lengua no sólo es producto histórico o mera osificación espiritual. La lengua es permanente creatividad. Siendo la lengua un hecho social, las representaciones e imágenes colectivas están impregnadas de la cultura en que crecen y del idioma que las posibilita como instrumentos de la comunicación social.” Es entonces que podemos afirmar que la vida de una cultura se expresa mediante sus símbolos lingüísticos, frente a este carácter colectivo de la lengua podemos encontrar diferentes interpretaciones de cara a un mismo mensaje. Por esta razón y en la actualidad más que nunca, es necesario identificar al emisor y la intención que tiene, qué intereses representa al querer comunicarnos un hecho determinado. ¿Por qué? Tras cada medida que toma el gobierno nacional, la reacción de los medios de comunicación hegemónicos es el enajenamiento de la información. Y, ¿por qué? Los comentarios que nos hace el almacenero, el vecino de nuestro barrio están embebidos, penetrados por estos mensajes cómplices de los grupos monopólicos. En este sentido, creemos que a medida que la Ley de Medios Audiovisuales avance, la pluralidad de voces nos permitirá intensificar la presencia de mejores representaciones e imágenes colectivas, tendientes a sostener canales de comunicación sin falsedades cuando se refieran al Proyecto Nacional encabezado por Cristina Fernández de Kirchner. Tomemos como ejemplo uno de los ejes centrales de la gestión como es la industrialización del país. El mensaje de los medios hegemónicos toma una porción de la medida, nunca hablan de la profundidad, del alcance que tiene esta pieza del proyecto para “informar” tergiversando el contenido, se detienen en la intervención del Estado sobre las importaciones, la falta de medicamentos, la falta de libros, la falta de todo en el país, responsabilidad del Secretario de Comercio, Moreno. En ningún momento se menciona que el proteccionismo como política de Estado es necesario para alentar la industria nacional. ¿Que repite nuestro almacenero, nuestro vecino? ¡Qué barbaridad falta de todo en Argentina! ¿Qué podemos mencionarle a nuestro amigo comerciante? Aludiendo a las definiciones de Juan José Hernández Arregui: “Tal industrialización únicamente puede cumplirla un Estado nacional fuerte. Sólo la previa concentración del poder político del Estado que representa a los sectores progresistas de la comunidad nacional, burguesía industrial, clase obrera, intelectuales de la pequeña burguesía avanzada, puede acelerar la tarea. La necesidad del Estado Nacional fuerte es apremiada por las violentas resistencias interiores opuestas por las clases conservadoras al cambio de las condiciones generales de existencia y no por determinada filosofía política. Sin industrialización no hay independencia económica base de la soberanía nacional. Y sin soberanía nacional no hay autonomía cultural.” Además, reforzamos nuestra postura con datos de actualidad: el crecimiento de la industria es prioridad del gobierno nacional. Con el lema “Pensar hoy la industria del mañana”, nuestra Presidenta lanzó en el mes de febrero del 2012 el Plan Estratégico Industrial 2020 con el objetivo de aumentar la participación en el mercado interno de los productos nacionales, sustituir importaciones y duplicar en una década, el PBI industrial y las exportaciones de manufacturas. La Ministra de Industria de La Nación Devora Giorgi, aseguró que: “Ahora, los resultados del modelo iniciado en el 2003 son contundentes: tenemos una industria que creció el doble, que aumentó el 71% su empleo y subió la productividad por trabajador al 5% anual, con una tasa de inversión que llego al 23,8% del PBI. Así podremos alcanzar objetivos como, por ejemplo, hacer crecer al doble la construcción, producir 200 millones de pares de zapatos, generar más de un millón de puestos de trabajo en la industria.” También podemos añadir que industrialización es igual a valor agregado, que es igual a más trabajo, que es igual a mayor consumo, que es igual a mayor venta para su almacén. Que no se preocupe, el mercantilismo se terminó en el año 2003, su negocio se desarrolla exclusivamente en el mercado interno, que mejor, preste atención en no remarcar tanto el precio de la yerba.

















































Gente Querible

por Omar Gioiosa y Adriana Crespi


"El arte es un juego social. Y en tanto medio de comunicación entre los hombres, más allá del artista solitario, se transforma en una actividad de la sociedad misma. El arte es juego, pero en la medida en que el artista se dirige a un público, es juego socializado, pues permite la simpatía interhumana, entendiendo aquí por 'simpatía', al margen de toda valoración ética, la comunidad intersubjetiva entre el artista, la obra de arte y el público". Juan José Hernández Arregui, Prólogo a la primera edición de La política en el arte, de Ricardo Carpani

El cine que nos mira. Un cine para el pueblo y desde el pueblo. Leonardo Favio quiere a su gente. Sus personajes son entrañables, nos pertenecen, tanto por sus costados flacos como por sus zonas oscuras. Polín, Aniceto, Francisca, Charlie, Mario El Rulo, incluso el Sr. Fernández y la Srta. Plasini (de la película El Dependiente, que personifican roles más complejos desde el punto de vista de la querencia). En su destino trágico ("no tienen futuro sino destino") está la impronta de seres queribles en la más extrema de sus miserias. No son personajes que descollen por su ética, por su vida en función del bien (ni siquiera el bien propio). No podemos señalarlos como emblemáticos. Tienen otra característica que Favio sabe dibujar hasta el detalle: su humanidad.
La imperiosa búsqueda de libertad, de ser dueño de sus propias experiencias, en la mirada inquiriente de Polín que interpela nuestra complicidad para salirse de ese destino de niño encerrado, esquematizado, demonizado.
La tragedia de Aniceto que no puede dejar de sucumbir a la fantasía que le propone Lucía. Lucía es esa mujer que le representa aquella otra cosa, entre indomable e inalcanzable, que resquebraja su mundo primario. Aniceto sucumbe con todas las de la ley.
La miserabilidad del Sr. Fernández, personaje oscuro envuelto en una enfermiza trama que lo conduce sólo a una posible y única solución.
Mario El Rulo, cargado de una caradurez cándida con la que seduce a Charlie, en sus esperanzas frágiles de trascender el orden establecido de su pueblo natal.
En fin, personajes todos perdedores, "dueños", paradójicamente, de un destino que los convoca al fracaso más rotundo.
En otro plano y con películas de otra envergadura (con las que Favio pretendió y logró convocar a un público masivo), trabajó en base a protagonistas que trascendieron su propia historia y que hacen a la leyenda del pueblo, a la formación mítica de la Patria: Nazareno Cruz, Juan Moreira, el Mono Gatica. A pesar de sus destinos más ampulosos, la esencia es la misma. Sus contradicciones tensionan entre la búsqueda a ultranza de una felicidad mínima, frágil, propia, rebelde, y las fuerzas de un entorno controvertido, peliagudo, punzante, cohercitivo.
Favio crea personajes, ambientes y situaciones que participan de la realidad y de la magia, pertenecen al núcleo más querible de nuestra identidad y nuestra historia. Son relatos compaginados desde el lado más íntimo del país. Son historias de provincia, de barrio, de interior.
Ahora, ¿por qué este repaso y necesidad de repensar la obra inmensa de Leonardo Favio? Hoy, a 52 años de su primer cortometraje, Favio representa la voz poética del peronismo. Él mismo se asume como "un peronista que hace cine", un sentimiento que trasunta toda su obra. No es necesario que ponga como protagonista a un pueblo peronista (¿Pero de qué otro pueblo podríamos hablar si no fuera el peronista?) En una entrevista a Página/12 el mismo Favio explica: "El peronismo tiene la poesía incorporada en sí mismo. Si hablás de peronismo no te podés escapar de la poesía. Tiene una historia melodramática, es pura emoción. Si no, cómo podría alguien decir la vida por Perón."
En Perón, Sinfonía de un Sentimiento se cuenta la historia de amor entre un pueblo y un líder, a través de un montaje reflexivo, apasionado, nostálgico que mezcla discursos, masas, narración, imágenes, entrevistas, fragmentos documentales, la mirada de los artistas, dibujos, músicas, caos y orden a la vez, vida, tragedia, amor. Es la sinfonía por un país posible y truncado. Es la sinfonía por una patria siempre por hacer.
La obra de Favio ha surcado la historia argentina por más de medio siglo y al cumplirse los 200 años de la Patria su ofrenda es un cortometraje que intercala imágenes de todas sus películas con las voces de nuestros héroes, nuestros patriotas: Mariano Moreno, Manuel Belgrano, José de San Martín, Encarnación Ezcurra, Juan Manuel de Rosas, Arturo Jauretche, Eva Duarte, Juan Domingo Perón, en la voz única, temblorosa del propio Leonardo. Y este legado suyo lleva el título que sintetiza y encarna todo este homenaje: Gente querible. Su cine, su ideología, su vida misma es el reflejo o la correspondencia entre los elementos que juegan en el movimiento nacional y popular. Esta mística del peronismo es la que percibimos al atravesar la obra de Favio, Discépolo, Hugo del Carril, Ricardo Carpani, Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal, Arturo Jauretche con una vigencia implacable. No es por casualidad que la gestión de gobierno selle su obra con el lema “Argentina: un País Con Buena Gente”. Y es allí donde se apunta. Ésa es la mística que se rescata, la que hay que militar, la que hay trasmitir, la que permitirá que nuevas voces puedan recrearla de aquí en más. Para que nuevas generaciones tomen la posta de estos artistas del campo popular que miraron para el adentro de la Patria y mostraron con crudeza -y con amor- tanto los personajes cotidianos como los históricos, esa mística que hace que hoy sigamos viendo a Moreira en el momento de morir, levantando su poncho y su facón dispuesto siempre a la lucha.

Hierro viejo en el subsuelo de la patria. Apuntes sobre la importancia (o no) de los ferrocarriles en la Argentina

por Juan Godoy
“Un país industrializado (…) impone una restructuración, el entrelazamiento de las diversas regiones del país, cuya dispersión geográfica y económica, en los países coloniales, ha sido lograda a través de los ferrocarriles y caminos delineados no para el mercado interno sino para el mercado externo. Las comunicaciones deben invertir su trazado y dirección. No serán solamente de adentro hacia fuera. Sino en lo fundamental para dentro” (J.J. Hernández Arregui. Nacionalismo y liberación)

“(Los ferrocarriles) pueden matar industrias, como las mataron. Pueden aislar zonas enteras del país, como las aislaron. Pueden crear regiones de preferencia, como las crearon. Pueden inmovilizar poblaciones, como las movilizaron o inmovilizaron de acuerdo a sus conveniencias. Pueden aislar puertos como los aislaron. Pueden ahogar ciertos tipos de cultivo, como los ahogaron. Pueden elegir gobernadores, como los eligieron”. (R. Scalabrini Ortiz. Los Ferrocarriles deben ser argentinos)


Invocamos, para escribir estas líneas, la figura del gran pensador nacional Raúl Scalabrini Ortíz. Es Scalabrini el descubridor de la política ferroviaria, a pesar de las valiosas denuncias anteriores de Osvaldo Magnasco, las páginas dedicadas por Manuel Ugarte en periódico La Patria, y algunos patriotas más. Así, guiado por las apreciaciones de dicho autor acerca de los ferrocarriles argentinos, procuraremos dar cuenta de los factores que hacen fundamental (o no) al ferrocarril para un proyecto de desarrollo nacional autónomo.
Como sabemos el primer ferrocarril fue construido en el año 1857, años en los que la prepotencia porteña había llegado al punto de segregar a la provincia con tal de no repartir la renta de la aduana. Vale recordar que dicha línea, había sido construida y financiada por los porteños, y la provincia luego lo había tomado a su cargo, ampliado con los mejores resultados (por ejemplo, tarifas 50% menores). Éste en 1884 se vendió de forma tal que la operación no requirió desembolso de dinero por parte del comprador, al igual por ejemplo, que en los casos del F.C. Pacífico y el Central Córdoba.
Será bajo el gobierno de Mitre (1862-1868), donde se consolida la oligarquía porteña (con la liquidación de los blancos en Uruguay, con el aniquilamiento de la montonera, del interior provinciano y el Paraguay próspero, industrialista de los López), el momento en que se tienden las bases de la Argentina semi-colonial, con la instalación de bancos británicos, empréstitos, aparición de periódicos británicos, una política económica librecambista, y lo que más nos interesa aquí, el trazado en abanico hacia el puerto de Buenos Aires de los ferrocarriles, esa tela de araña que aprisiona a la nación. Se comunicaban así las regiones agropecuarias del interior con el puerto y de ahí con Europa (específicamente Gran Bretaña). Es un proyecto ajeno a los intereses nacionales, sin criterio de unificación y equilibro. Claro que hay algunas excepciones, como por ejemplo el tren construido en 1903 (no bajo el influjo británico lógicamente) que va desde Rosario a Bahía Blanca y Punta Alta, atravesando toda la provincia.
No es nuestra intención aquí hacer historia de los ferrocarriles, excede nuestro propósito. Nos interesa entender la lógica del ferrocarril, o más bien sus lógicas posibles. No se trató así de un trazado en sentido nacional, que comunicara las diferentes regiones (que buscara su equilibrio), que fomentara pueblos, industrias, etc., sino más bien todo lo contrario, pues resaltamos que es bien diferente la finalidad del tendido ferroviario en los países coloniales o semi-coloniales, en relación a los centrales, que buscan el desarrollo nacional, la industrialización, en lugar del mero transporte de las materias primas con destino de ultramar. Así, diferente será el trazado de las líneas férreas en países como, por ejemplo Estados Unidos, donde éste se hace de costa a costa, vinculando regiones, interconectando los pueblos, generando un mercado interno ligado a las industrias nacientes. Recordemos que tuvimos férreos defensores del capital británico y de los ferrocarriles bajo su lógica como Miguel Ángel Cárcano, Norberto de la Riestra, Manuel Quintana, el propio Mitre, etc.
La cuestión aquí, es que todo desarrollo, avance en la industrialización de un país dependiente desplaza o puede llegar a desplazar a los intereses de colocación de los productos manufacturados de un país industrializado. El ferrocarril con su tendido semi-colonial, es contra el interior, contra sus industrias florecientes, o contra la posibilidad de su aparición. El ferrocarril así como el enemigo de la prosperidad nacional, siendo éste una de las llaves fundamentales de la nación. El ferrocarril utiliza como arma silenciosa, la política de tarifas. Por medio de éstas, sobre todo, los ferrocarriles pueden impedir el desarrollo industrial, fomentar o no regiones, estimular o destruir ciudades, etc.
Los ferrocarriles, como las fuentes de energía, el crédito no pueden estar esencialmente en manos particulares, o privadas, pues estos recursos, estas herramientas se encuentran estrechamente ligadas a la nación. No pueden ser regidas, guiadas por el afán de lucro o la ganancia. No puede estar relacionado con su propio interés. Sí, todo no debe ser conducido por estas, las necesidades colectivas, los derechos sociales, no se pueden ligar a la ganancia. Pongamos de relevancia hoy día, la reforma de la Carta Orgánica del banco Central, el control sobre la divisa extranjera, la re-estatización de YPF, etc. como avance en este sentido.
Pretendemos oponernos aquí a dos ideas, la primera, es lo que se puede oír en reiteradas ocasiones, la idea del señor/a, muchacho/a que dice con un tono entre sorprendido y de reverencia: -Pero… ¡qué bárbaro… los ingleses son geniales, mirá cómo hicieron los ferrocarriles, por algo ellos están como están y nosotros como estamos!; la otra con concepción de la cual nos queremos alejar es la que sostiene que hubo, en el pasado una bella época, dorada, de oro de los ferrocarriles, que pareciera que no hubiese existido conflicto, huelgas, problemas con las formaciones, etc. Con respecto a la primera, Scalabrini demostró claramente dos cuestiones la falsedad que hayan sido capitales británicos los que aportaron a la construcción de la nación argentina, y al ferrocarril, sino que fueron brazos argentinos los que crearon la riqueza nacional, y al menos, la mayor parte del tendido ferroviario, de ahí que los británicos, con argucias, corrompiendo, etc., en complicidad con la ayuda de sus lacayos internos, se hayan apropiado de la red, o se hayan tendido en relación a sus intereses, es otro cantar; al mismo tiempo demostró las irregularidades en las inversiones iniciales, y en las supuestas ampliaciones (son falsas y/o abultadas). Así apuntaba a quebrar el mito o la zoncera sobre los capitales ingleses, que como zoncera se relaciona con la madre que las parió a todas, a saber: la de civilización y barbarie.
En relación a la segunda idea que pretendemos refutar, es la de la época dorada, donde no existe el conflicto, donde todas son flores, donde ese sistema ferroviario funcionaba sin ninguna contradicción. Pensamos que con lo dicho hasta acá, en relación a la lógica del trazado ferroviario, a la política de tarifas, etc. esta idea queda a un lado. Si bien fue una de las creaciones más trascendentales (antes solo tracción animal), es necesario ver el reverso, es decir, verlo como instrumento de dominación y sojuzgamiento. Al mismo tiempo, sostenemos que esta idealización no permite pensar en el sistema ferroviario hoy, impide pensar en el avance sobre la cuestión atinente al desarrollo, a la liberación nacional.
Los ferrocarriles así pueden cumplir dos papeles, o ser el factor fundamental del anti-progreso, de la mantención en el primitivismo agropecuario; o ser una herramienta fundamental que contribuya para avanzar en un proyecto industrial, que posibilite la afirmación como comunidad autónoma, y mejore la calidad de vida de los sectores populares.
Por último, ya vimos que los ferrocarriles en busca de ganancias aniquilaron las industrias del interior, pueblos enteros, etc. (iban cargados de ida con productos manufacturados que necesitaba el interior, y de vuelta, con materias primas para la metrópoli), de esta forma decimos que deben ser puestos al servicio de las necesidades nacionales, en sentido diametralmente opuesto al capital privado.
Para finalizar, ahora sí, ponemos en consideración, que si bien Scalabrini ponía en claro que los ferrocarriles eran “hierro viejo”, no obstante lo cual, no debía inferirse de ello que no tuvieran que ser nacionales, dada su importancia estratégica, su “poder político”, su influencia sobre lo política nacional no deja de ser tal. De ahí la importancia de seguir avanzando en el control de los “resortes” básicos de la economía nacional y por eso también, que consideraba que adquirir los ferrocarriles equivalía a adquirir soberanía.




La ventaja de pensarnos como argentinos. Una mirada sobre el Ser Nacional en tiempos actuales

por Belén Ennis

La identidad propia se define por contraposición a la ajena. Es decir; si nos aglutinamos dentro de un “nosotros” es porque también existe un “otros” o un “ellos” que consideramos distinto de lo que somos. Por ende la pregunta en torno al “ser nacional”, la incógnita que implica definir qué significa ser argentinos, es un interrogante que debiera ser recurrente y que es profundamente necesario ya que, por un lado, nos permite encontrar una explicación respecto de nuestra identidad, respecto de quiénes somos y, por otro lado, nos ayuda a vislumbrar aquello que no nos genera pertenencia y nos permite tener conocimiento acerca de quienes no somos. De manera tal que si nos sentimos argentinos es porque no nos reconocemos, por ejemplo, alemanes, estadounidenses o ingleses. Pero, además, si no se quiere faltar a la verdad tenemos que decir que dentro de nuestra sociedad el “ser nacional no es uno sino múltiple” y, por eso mismo, ser argentino tiene tantos significados como tantas clases sociales existen. Hernández Arregui decía que “en la base del ser nacional se encuentran las clases sociales (...) el ser nacional manifiesta su diversidad, en la lucha política de una nación (...) en las grandes crisis de una nación, cada clase concebirá la realidad nacional desde perspectivas diferentes”. Si entendemos que en determinados tiempos históricos de crisis nacional se agudizan las posiciones en torno al significado del ser argentino en las diferentes clases sociales y teniendo en cuenta que las relaciones entre estas clases son relaciones de fuerza, podemos vislumbrar la posibilidad de que en esa lucha de poder alguno de estos sectores pugnará por establecer su visión de la realidad, es decir, su “ser nacional” por encima de los otros. Por lo tanto “el ser nacional emerge ahora, como la comunidad escindida, en desarrollo y en discordia, como proceso en movimiento (...) como contrastación, velada o abierta, de las clases actuantes dentro de la comunidad nacional (...) no como paz, sino como guerra”.

Consideramos que el debate en torno al “ser argentino” es un debate imprescindible de todo tiempo histórico, principalmente por tres aspectos. En primer lugar, es necesario ya que como decíamos más arriba, nos da la pauta para comenzar a discutir acerca de aquello que nos constituye como argentinos y aquello que no lo hace; en segundo lugar, es inseparable de la lucha de clases ya que cada grupo social, teniendo en cuenta la multiplicidad de seres nacionales existentes, buscará proponer el suyo como modelo hegemónico; y finalmente, en tercer lugar, nos da impulso para que dentro de esa lucha social -que también es política, económica y cultural- ejerzamos una toma de posición ideológica por un determinado tipo de ser nacional, es decir, nos obliga al compromiso inalienable con un modelo de nación y de estado. Lo que queremos decir es que -más allá de los múltiples sentidos que cada clase le atribuye al “ser nacional”- si se busca la emancipación de nuestro país y la autodeterminación de nuestro pueblo debemos abogar por un tipo específico de “ser nacional” que podría ser definido, en palabras de Hernández Arregui, como “una comunidad establecida en un ámbito geográfico y económico, jurídicamente organizada en nación, unida por una misma lengua, un pasado en común, instituciones históricas, creencias y tradiciones también comunes conservadas en la memoria del pueblo, y amuralladas, tales representaciones colectivas, en sus clases no ligadas al imperialismo, en una actitud de defensa ante embates internos y externos, que en tanto disposición revolucionaria de las masas oprimidas se manifiesta como conciencia antiimperialista, como voluntad nacional de destino”. (subrayados nuestros). Adherimos, por tanto, a un modelo de “ser nacional” que supone la cooperación entre las clases sociales encolumnadas detrás de la bandera por la lucha antiimperialista comprometidas, en relación a una fuerte conciencia nacional y regional, con la búsqueda de la emancipación y de la autodeterminación argentina y latinoamericana.

Ahora bien, dentro de esta multiplicidad de seres nacionales, ciertas clases sociales que podríamos definir como oligárquicas y alejadas, por su constitución misma, de los intereses del pueblo, han tomado un camino inverso al que nos propone Hernández Arregui para entender al “ser nacional”. De esta manera, la oligarquía argentina elige inclinarse por un tipo específico de “ser nacional” ligado a la identificación con el extranjero. En países colonizados culturalmente como el nuestro se genera una paradoja: el ser nacional se define, para estas clases acomodadas, no por contraposición al “otro” sino por identificación con este. Entonces, por ejemplo, ser argentino significa estar más cerca de ser extranjero que nativo. Se aspira a una nacionalidad y a una cultura foráneas en detrimento de las propias y se retoma como base el binomio “civilización y barbarie” para catalogar de civilizado lo ajeno y de bárbaro lo propio. En este caso, lo ajeno o lo extranjero que se pondera se relaciona con determinados tipos de sociedad y de cultura: los que imponen las metrópolis mundiales. Contrariamente a la adopción de un tipo de ser nacional ligado a la lucha contra el imperialismo la oligarquía se posiciona en favor del mismo, retrasando así la liberación nacional. Grandes países imperialistas como Inglaterra o Estados Unidos han sido potencias globales que impusieron sobre la Argentina su poderío militar y simbólico, respectivamente, pero lo hicieron con el aval y el apoyo de los sectores oligárquicos argentinos que se dedicaron históricamente a pisotear la libre determinación del pueblo en pos de sus propios intereses extranjerizantes.

Para clarificar este posicionamiento anti-patria de las oligarquías nacionales podemos tomar como ejemplo el tratamiento que en la actualidad hacen los multimedios (puntualmente el grupo Clarín) en relación a dos temas coyunturales como son; el reclamo soberano de la Argentina sobre las Islas Malvinas y la restricción a la compra de dólares. Estas dos temáticas pueden servirnos para entender la dificultad que tienen algunos órganos de prensa, representantes de las oligarquías argentinas, para pensar en clave nacional. Si tomamos el pedido por la soberanía de Malvinas nos encontramos con que el contenido de las notas gira en torno a la bandera de la autodeterminación de los isleños y a su defensa de continuar siendo ingleses y no en relación a un tratamiento exhaustivo de los argumentos y las pruebas que demuestran nuestra soberanía sobre las islas. Se privilegia más la opinión de los ingleses que habitan en dichas islas que el reclamo legítimo de nuestro país por la recuperación de esa parte del territorio nacional que el colonialismo nos arrebató, como así también se le da una mayor importancia al posicionamiento del primer ministro inglés que al del gobierno de la nación argentina. Lo mismo sucede cuando pasamos al tema de la restricción de la compra de dólares; se observa la defensa a raja tabla de una moneda que no es la nuestra. Si nosotros vivimos materialmente en pesos argentinos ¿por qué tenemos que pensarnos idealmente en dólares estadounidenses? Parece una cosa de sentido común que cualquier país del mundo se maneje internamente con su moneda local, sin embargo, las oligarquías nacionales privilegian una moneda que no es más que fiduciaria. Si la estabilidad del peso se asienta sobre el tesoro nacional, el dólar, por el contrario, lo hace literalmente sobre una cuestión de fe que tiene como base al gran capitalismo financiero transnacional. Pero paradójicamente las cacerolas estallan en Buenos Aires ante la decisión soberana de tomar medidas que otorguen más fuerza al peso argentino y aparece, otra vez, la dificultad de pensar en clave nacional.

Con estos ejemplos podemos ver el grado de colonización de ciertos sectores sociales que se vuelven defensores de los intereses foráneos antes que de los nacionales. En ambos casos la mirada está puesta afuera, el modelo a seguir siempre es el de las potencias mundiales, tanto inglesa como estadounidense. Lo dicho hasta aquí es representativo de la paradoja que sufre el “ser nacional”, de la cual hacíamos referencia más arriba, en los países colonizados culturalmente; el “ser nacional” se define, dentro de ciertos sectores sociales poderosos, por identificación con lo extranjero y no por contraposición a ello. Así el “ser nacional” se transforma en “ser internacional”, tomando como tipo ideal de sujeto, de sociedad, de cultura, de estado y demás, a las grandes metrópolis. Ya lo decía Hernández Arregui “el rasgo contradictorio principal del ser nacional, en los países uncidos a la órbita de las grandes potencias mundiales, es en determinadas clases, como proyección mental del imperialismo sobre las colonias, el sojuzgamiento acatado del ser nacional a la voluntad extranjera, y en otras clases, una disposición contraria de no entrega del destino nacional, de la patria, de la heredad cultural, a los poderes extraños”.

En relación con esta hipótesis, es importante tener en cuenta la necesidad de pensar en clave nacional y regional, es decir, de pensarnos como argentinos y como iberoamericanos, de sentirnos parte de una comunidad de hombres y mujeres que tienen como bandera la defensa de los intereses nacionales. Esto es imprescindible si buscamos cumplir con el doble objetivo de, por un lado, terminar con la colonización cultural que no sólo nos imponen las potencias mundiales sino también, como hemos visto y lo que es peor aún, aquellos sectores nacionales que pretender pasar por alto la cultura de su propio pueblo para satisfacer exigencias foráneas y, por otro lado, de construir entre todos la segunda y definitiva independencia porque “el ser nacional (...) no es otra cosa que el enfrentamiento de la América Latina con Inglaterra y Estados Unidos, la conciencia revolucionaria de las masas frente a la cuestión nacional e iberoamericana”.



































UNA NUEVA ÉPOCA DE CONSTRUCCIÓN

  Aleksandr Duguin para GEOPOLITICA.RU   02.04.2024   Hoy estamos presenciando la convergencia de varios planos de la realidad que hasta...