domingo, 30 de marzo de 2014

MANIFIESTO CONTRA LA DEPENDENCIA CULTURAL

CENTRO DE ESTUDIOS JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI (C.E.H.A.)
 
 “Escritor nacional es aquel que se enfrenta con su propia circunstancia, pensando en el país y no en sí mismo” - Juan José Hernández Arregui

El C.E.H.A. es la expresión patriótica de un conjunto de argentinos consustanciados por su amor al país en la lucha contra la agresión política, económica y cultural neocolonial, que disuelve la identidad nacional y que condena a nuestro pueblo a la condición de factoría económica y de cementerio espiritual de las metrópolis imperialistas. El C.E.H.A. emerge como un ámbito de discusión y producción cultural cuya función prioritaria es la de desenmascarar el aparato de la colonización mental montado por los países centrales y sus operadores internos con el objetivo de perpetuar la dependencia.

El C.E.H.A. y la lucha contra la dependencia
Somos una nación inconclusa, a medio camino y nuestra incompletud histórica nos condena como generación de argentinos y de argentinas, al subdesarrollo y a la perpetuación de un estado de crisis e inestabilidad política y social permanente. La disputa entre ser una factoría europea y/o norteamericana o una nación independiente, se ejerce sobre el país y el continente iberoamericano, como una ley de hierro. La alternativa histórica no ofrece demasiadas opciones sino que más bien, implica optar entre ahondar la dependencia del país o ser una nación libre, justa y soberana. La elección involucra la trascendente y estratégica decisión de conducir a la Argentina hacia la consumación de la comunidad nacional o en dirección del abismo social y cultural neocolonial. La dicotomía nos enfrenta a la realidad actual en la cual, por intermedio de nuestro trabajo, engordamos los estómagos de los pueblos de Europa y Norteamérica y continuamos con el raquitismo que padecen los hijos de nuestro país. Se trata de recuperar nuestra soberanía política y económica o de condenar a varias generaciones con el terrorismo económico de mercado. La alternativa implica optar entre soberanía o hambre; entre independencia económica o subdesarrollo y miseria.
La crisis económica permanente, producto del programa neocolonial, siembra el desempleo y el hambre entre los argentinos. Para reproducir este panorama que como el agua que trae la marea, sube y baja, avanza y retrocede en el tiempo, pero que nunca desaparece, se desarrolla el aparato de la colonización y malformación mental destinado a perpetuar nuestra condición dependiente. El espíritu y la cultura neocolonial producida y perpetuada por las instituciones en el país, es el espejo de nuestra dependencia y a nuestro Estado económicamente subyugado a los intereses foráneos, le corresponde una mentalidad colonial y un espíritu de repetición, de sometimiento y de postración.
Las empresas trasnacionales y el capital financiero se organizan políticamente a través de los gobiernos de las potencias y las agencias y organismos internacionales. A su expansión económica le corresponde una organización política y militar que le otorga sostén. Desenvuelta su producción, los tentáculos de las potencias se abren paso hacia la conquista del planeta por intermedio de las finanzas, la política o la guerra, que son sólo medios para alcanzar sus fines. Las potencias no tienen ética, no tienen leyes y la política, el terrorismo económico o la guerra y el exterminio de pueblos o de líderes populares, son decisiones circunstanciales de una misma ambición animal: la ganancia de sus capitales y la grandeza de sus pueblos. 
Los países cuando alcanzan dimensiones de potencia económica y política, se proyectan en el plano cultural haciendo de su visión del mundo, un modelo de esquema mental distorsionado que exportan con la finalidad de que sea asimilado por la periferia. El pensamiento de las potencias es apropiado de forma deformada por los intelectuales y políticos de las periferias, que a través de este acto de sometimiento mental, planifican y justifican las políticas antinacionales sobre su pueblo y cavan las tumbas en donde enterrarse como miembros de un país subyugado. Es entonces, que la cultura y el control de las mentalidades son espacios de batalla. La justificación de los proyectos antinacionales que no pueden garantizar los tanques y las cancillerías, los ejecutan las instituciones educativas y periodísticas del aparato de la colonización mental planificado en las metrópolis y ejecutado por sus operadores internos en las semicolonias.
Frente a este panorama, las organizaciones libres del pueblo y sus intelectuales enfrentan una batalla económica, política y cultural por la supervivencia de la comunidad nacional, ámbito sin el cual serán meros espectadores de su propio entierro. No existe la libertad intelectual en un Estado dependiente o  como dice Hernández Arregui “en un país colonizado la labor del escritor es militancia política”. No existe emancipación social sin autonomía política y sin independencia económica.
En este cuadro, la acción cultural se torna central: a un país caracterizado por su raquitismo económico y su condición de factoría de servicios, le corresponde una mentalidad neocolonial que perpetúa su situación de país subyugado e incompleto.
Viendo esta realidad, el C.E.H.A. está convencido de que no es viable el país sin liberación nacional: seremos argentinos o no seremos nada. El país será una nación o será polvo que se llevará el viento de la historia.
Juan José Hernández Arregui establece que “la conciencia nacional es la lucha del pueblo por su liberación”: sin un proyecto nacional articulado en una voluntad colectiva el país seguirá fragmentado y en estado de crisis permanente fruto de su condición dependiente. El programa nacional no se lee, se práctica: expresa la síntesis y las soluciones de la comunidad nacional para superar el subdesarrollo. La experiencia histórica Argentina demuestra que sin desarrollo industrial no hay nación: en su lugar hay un Estado agrícola y pastoril de servicios al cual le sobran más de diez millones de pobres o como afirma Juan José Hernández Arregui “sin industrialización no hay independencia económica base de la soberanía nacional. Y sin soberanía nacional no hay autonomía cultural. Tal tarea sólo puede cumplirla el Estado nacional”. El programa nacional entonces, contempla el planeamiento y el desenvolvimiento de un proyecto de desarrollo industrial. No hay nación sin industrialización y sin garantizar la independencia económica. El C.E.H.A. sostiene categóricamente que no hay antiimperialismo real sin industrializar el país. En las semicolonias no hay desarrollo industrial posible sin la acción de las empresas estatales y sin un programa de protección y fomento de la producción autóctona.
El proyecto nacional no es un plan de iluminados de café o de universidad que se lea y se estudie como a ratones de laboratorio: es la respuesta del pueblo y sus organizaciones en su acción incesante, síntesis de historia, de presente y de utopía. Un pueblo sin historia no será nunca una nación y repetirá los errores de sus antecesores desconociendo el enfrentamiento y las soluciones dadas por su pueblo al yugo colonial. Una comunidad sin historia es un pueblo sin identidad, que pierde el sustrato que conforma los cimientos del edificio de la nacionalidad. Un proyecto político con consignas claras, pero sin inserción de masas y sin articulación con la acción política, es una anécdota de la historia para fichar en una biblioteca universitaria o como afirma Juan José Hernández Arregui “toda teoría nacionalista que prescinda de la potencia numérica y la conciencia histórica de las masas es una abstracción inservible mutilada de la lucha nacional del pueblo”. Un pueblo sin utopía, sin convicciones y sin sentimiento patriótico, no puede encarar ningún programa y está condenado al fracaso rotundo. Cuando las masas se apropian de las luchas del pasado, emerge la conciencia histórica de un pueblo y de su mano, se consuma la conciencia nacional en la antesala de la expresión y el desenvolvimiento del hombre argentino libre. No hay nación sin organización política que la sustente. Las organizaciones libres del pueblo vertebran sus programas y ponen de pie al país o desaparecen bajo la acción militar y política de los centros de poder mundial y sus aliados internos. La voluntad política y el país, triunfan si motorizan un programa nacional: en su defecto son una sumatoria de pequeñas acciones desconectadas, anécdotas de la lucha por la liberación que no llegarán a destino y que serán ocultadas por el aparato cultural de los reproductores de miseria.

El C.E.H.A y la historia nacional
La historia del sur de nuestro continente está caracterizada por la lucha constante de las organizaciones libres del pueblo por conformar a la Argentina y a Iberoamérica como espacios independientes de ataduras e imposiciones externas. La historia del país es la conjunción de sucesos, de avances y de retrocesos en el tránsito hacia la liberación nacional: nuestra historia es hija de la lucha por la emancipación, no de la paz o de cualquier tipo de contrato pacífico. Las naciones metropolitanas exportan la violencia y la guerra total como estados permanentes en los que  transcurre el sistema internacional.
Contra el programa de los centros mundiales, nace como acto reflejo y como instinto de supervivencia la voluntad de los pueblos del sur por subsistir al embate colonial. Las organizaciones libres del pueblo se desarrollan y encuentran sus canales de expresión en hombres de carne y hueso que son identificados como líderes naturales y como síntesis de la emancipación social y de la manifestación de la conciencia nacional en ascenso.
En el origen, el pueblo mestizo e indígena que amalgamó la cultura, dio cuerpo al florecer americano que resistió las invasiones inglesas, amanecer del sentimiento libertario y de la consolidación nacional; de la mano de José de San Martín y de los caudillos federales, la patria se conformó como brazo armado y como nación en armas para un continente que se soñó libre e independiente; Gervasio Artigas expresó el camino del federalismo y de la emancipación del humilde en las postrimerías de la Revolución de Mayo; fue a partir de la acción de Juan Manuel de Rosas, síntesis y expresión más alta de la dignidad americana ante la prepotencia colonial, donde se consolidaron las bases para la unidad del Estado y la formación de la conciencia nacional. La derrota política del país fue ejecutada en etapas: la batalla de Caseros, de Pavón y la guerra del Paraguay, son eslabones de la atadura del país a la dependencia. El cauce por donde manó la cultura nacional fue detenido y desviado por décadas, pese a la resistencia de algunos caudillos federales. La corriente nacional de la política del país retomó su cauce con Hipólito Yrigoyen y de su mano, se produjo el renacer del sentimiento patriótico en un Estado que consolidó una política exterior autónoma y dio lugar a las corrientes industrialistas de nuestras Fuerzas Armadas de la mano de Enrique Mosconi y de la fundación de Yacimiento Petrolíferos Fiscales. Fue con la aparición del General Juan Domingo Perón, cuando se produjo el mayor avance de la historia del país y del continente, por alcanzar la emancipación nacional y la liberación de los pueblos del sur de la tierra. La revolución social, económica, cultural y política institucionalizada en la Constitución del año 1949, fue detenida con el golpe del año 1955 que fue continuado en etapas: el golpe del año 1966 y de 1976 son momentos de una misma entrega nacional. Las décadas de 1960 y 1970 marcaron el punto de encuentro masivo entre las organizaciones de trabajadores y los núcleos intelectuales y universitarios dando lugar al proceso de nacionalización de las clases medias que potenció la producción cultural y la política nacional. La dictadura del año 1976 fue la etapa superior del golpe militar del año 1955 y escribió con sangre el guión del teatro neocolonial, cuya obra de terror padeció el país durante la tercera década infame menemista. Las organizaciones libres del pueblo resintieron el embate neocolonial dando nacimiento a las distintas expresiones sociales, políticas y gremiales que condujeron al año 2001, bisagra que abrió la puerta para la potencial reconstrucción del país y que actualmente, con avances y continuidades, permanece a medio camino.

El C.E.H.A e Iberoamérica
El continente iberoamericano forma parte activa de la lucha por la unidad territorial, política y cultural de nuestros pueblos y gobiernos, que fuera coartada luego de las guerras de la independencia por las deficiencias de nuestras dirigencia y en especial, como un efecto pernicioso fogueado por la acción de las metrópolis europeas. Las organizaciones libres del pueblo a lo ancho del suelo americano desenvuelven su práctica anticolonial constante, que como el cauce de los ríos, conduce hacia el mismo mar: la unidad del sur de la tierra como una confederación de Estados libres es el faro hacia donde navega nuestro continente. Iberoamérica padece su mutilación territorial que crea barreras artificiales sobre una misma gran nación: la unidad del continente tiene raíces lingüísticas, culturales e históricas y como afirma Juan José Hernández Arregui “la lucha por la patria hispanoamericana no es un sueño de poetas. Tiene bases históricas y geográficas reales”.
Frente a este panorama el C.E.H.A. declara la lucha por la unidad iberoamericana como causa patriótica e histórica impostergable.
Asimismo, el C.E.H.A reconoce que no puede existir liberación continental sin cortar previamente, los lazos coloniales que impiden a nuestro país ser una nación.

El C.E.H.A y los legados culturales
Los miembros del C.E.H.A. estamos reunidos en torno de la recuperación de la cultura nacional, sustrato identitario de nuestro pueblo y marco doctrinario que oficia como matriz ideológica para actuar en la defensa del suelo, de los valores y del patrimonio espiritual y económico de la Argentina. Sostenemos que el rol del intelectual en un país periférico es el de acompañar la formulación de la evolución de la conciencia histórica de las organizaciones libres del pueblo en su desenvolvimiento. Con el nombre del Centro rendimos homenaje a uno de los intelectuales más lúcidos y fructíferos del pensamiento argentino y latinoamericano: Juan José Hernández Arregui. Su obra y su compromiso político lo postulan como un ejemplo y como un medio para reflexionar sobre el problema nacional.

Nos consideramos continuadores y difusores del legado cultural de Pedro de Angelis, de Jorge Ricardo Masetti, de José Hernández, de Rodolfo Walsh y de Rogelio García Lupo en el periodismo nacional; de Nimio de Anquín, de Carlos Astrada, de Rodolfo Kush, de Amelia Podetti, de Oscar Varsavsky, de Fermín Chávez, de Guillermo Gutiérrez y de Juan José Hernández Arregui en el pensamiento filosófico; de Arturo Jauretche, de Raúl Scalabrini Ortiz, de Roberto Carri, de Frantz Fanon, de Eva Perón, del Padre Carlos Mugica, de Enrique Angelleli, de Ernesto Laclau y de Alcira Argumedo en el pensamiento social; de Ramón Carrillo y de Floreal Ferrara en medicina; de José María Rosa, de Ernesto Palacio, de Manuel Ugarte, de Rodolfo Puiggrós, de Jorge Abelardo Ramos, de Eduardo Galeano, de Silvio Frondizi, de Carlos Piñeiro Iñiguez y de Norberto Galasso en el plano histórico; de Fernando Solanas, de Octavio Getino y de Leonardo Favio en el cine; de Arturo Sampay, de Raúl Eugenio Zaffaroni y de Rodolfo Ortega Peña en el Derecho; de José de San Martín, de Simón Bolívar, de Gervasio Artigas, de Juan Manuel de Rosas, de Hipólito Yrigoyen, de Juan Domingo Perón, de John William Cooke, de Fidel Castro, de Hugo Chávez y de Evo Morales en el pensamiento político; de Enrique Mosconi, de Manuel Savio, del Mayor Alberte y de Enrique Guglialmelli en el plano militar; de Homero Manzi, de Leopoldo Marechal, de Germán Rozenmacher, de Roberto Arlt, de Juan Gelman, de Mario Benedetti, de Bernardo Kordon, de Dardo S. Dorronzoro, de Eduardo Romano, de Alicia Eguren, de Roberto Santoro, de Leonardo Castellani, de Héctor Oesterheld, de Arturo Peña Lillo y de Francisco Urondo en el pensamiento literario y cultural; de Miguel Miranda, de José Gelbard, del grupo MORENO y de Eduardo Basualdo en el pensamiento económico; de Saúl Taborda y de Paulo Freire en pedagogía, de Atahualpa Yupanqui, de José Larralde, de Víctor Jara, de Alfredo Zitarroza, de Hugo del Carril, de Quirapayún, de los Olimareños, de Silvio Rodríguez, de Enrique Santos Discépolo, de León Gieco y de Víctor Heredia en el plano artístico y musical; de Ricardo Carpani, de Daniel Santoro y de Benito Quinquela Martín en las artes plásticas; de Ricardo Guardo, de las Cátedras Nacionales y de la Universidad Obrera como proyecto universitario; reconocemos la trascendencia histórica del legado de las figuras políticas de Facundo Quiroga, de Felipe Varela, de José Martí, de Francisco Solano López, de Salvador Allende, de Juan Velasco Alvarado y de Ernesto Guevara.

En función de lo antedicho el C.E.H.A. se propone:

Desenmascarar y combatir toda forma de cultura neocolonial;
Aportar a la formulación y al desenvolvimiento de la cultura nacional;
Reflexionar sobre el problema del nacionalismo en el Tercer Mundo y su relación con la política, la economía y la sociedad;
  
Acciones y destinatarios:
Difundir la obra de Juan José Hernández Arregui;
Difundir a los intelectuales, escritores y pensadores de la cultura nacional y latinoamericana;
Promover el folclore y todas las expresiones de música y arte nacional y latinoamericano;
Discutir los marcos teóricos de la Universidad y del sistema educativo del país;
Promover la cultura nacional y popular vertebrando las acciones de las organizaciones libres del pueblo y los ámbitos políticos, económicos, sociales, culturales y sindicales;

Discutir y proponer alternativas a los programas y políticas del Estado y a los funcionarios de gobierno desde una perspectiva de desarrollo nacional independiente;

miércoles, 12 de marzo de 2014

40 años de la ley universitaria del tercer gobierno peronista


Aritz Recalde
- marzo 2014
“Las universidades nacionales son comunidades de trabajo que integran el sistema nacional de
educación en el nivel superior con el fin de impartir enseñanza, realizar investigación, promover la cultura nacional, producir bienes y prestar servicios con proyección social y haciendo los aportes necesarios y útiles al proceso de liberación nacional, contribuir a la solución de los grandes problemas argentinos”. Artículo 1 de la ley 20.654/74

 El 14 de marzo del año 1974 se sancionó la ley 20.654/74, Ley Orgánica de las Universidades Nacionales. Se la recuerda como la “Ley Taiana”, en honor a uno de los impulsores de la norma que fuera el Ministro de Educación del tercer gobierno peronista.
La ley consiguió organizar en un texto articulado y coherente, las posiciones de dos tradiciones universitarias:
1) La nacionalista y popular iniciada en 1946.
2) La reformista inaugurada en 1918.

1) La ley Taiana y el nacionalismo popular
A lo largo de su historia, el peronismo protagonizó una acción legislativa prolifera y la norma del año 1974 fue precedida por las leyes 10.031/47 y por la 14.297/54. La decisión de regular por ley el funcionamiento universitario, no fue una casualidad. Por el contrario, la voluntad legislativa suponía que las instituciones tenían que articularse con el proyecto nacional y que debían actuar en correspondencia con la soberanía popular.
La ley 20.654 actualizó en los años setenta, los principios del nacionalismo popular universitario iniciados en 1946. El programa puede resumirse en los siguientes aspectos:

La función social de la educación superior
En el año 1949 el peronismo sancionó la gratuidad de la institución. Para darle mayor entidad a la función social universitaria, la ley 20.654 incluyó un “régimen de becas” de ayuda económica, de estímulos, de asignación a la familia, para estudiantes extranjeros y de honor.
La iniciativa mencionó que las becas tenían que orientar a los “estudiantes hacia las carreras estratégicas”.
La ley permitió que alumnos sin titulo de escuela media ingresen a la universidad  demostrando “estudios que permitan deducir una capacitación equivalente al mismo”.
Perfil científico orientado a la industrialización
La ley 13.031/47 planteó que las universidades tenían que “Estimar el estudio y desarrollo de la ciencia aplicada y las creaciones técnicas, adaptándolas a las necesidades regionales”. La propuesta buscó comprometer a la universidad, con el proceso de industrialización nacional del Primero y Segundo Plan Quinquenal.
Profundizando la misma concepción, la ley del año 1974 propuso “Promover, organizar y desarrollar la investigación y la enseñanza científica y técnica, pura y aplicada, asumiendo los problemas reales nacionales y regionales, procurando superar la distinción entre trabajo manual e intelectual. La orientación será nacional y tendiente a establecer la independencia tecnológica y económica
Difundir contenidos nacionalistas y populares, en el marco de una universidad regionalizada en sus funciones de enseñanza y de investigación
Según la ley de 1974 son objetivos de la universidad “Formar y capacitar profesionales y técnicos, con una conciencia argentina apoyada en nuestra tradición cultural, según los requerimientos nacionales y regionales de las respectivas áreas de Influencia”.
Las instituciones tenían que “Elaborar, desarrollar y difundir el conocimiento y toda forma de cultura en particular la de carácter autóctono, nacional y popular”.
Universidad antiimperialista
En línea con las leyes universitarias de 1947 y de 1954, la norma mencionó que “El docente universitario no podrá defender intereses que están en pugna, competencia o colisión con los de la Nación, provincias o municipios, siendo pasible, si así lo hiciera, de suspensión, cesantía o exoneración (…) Es incompatible con el ejercicio de la docencia universitaria o funciones académicas que le sean correlativas, el desempeño de funciones jerárquicas o de asesoramiento, remuneradas o no, al servicio de empresas multinacionales o extranjeras, como así también la pertenencia a organizaciones u organismos internacionales cuyos objetivos o accionar se hallen en colisión con los intereses de la Nación”.
“Iguales recaudos deben tomarse en los casos de créditos y otras financiaciones, con el fin de mantener la libertad e independencia de sus actividades docentes y de investigación. En ningún caso se aceptan liberalidades provenientes de empresas multinacionales en colisión con los intereses de la Nación”.
Los trabajadores universitarios y la justicia social
La leyes de 1947 y de 1954 introdujeron la figura de dedicaciones exclusivas y la carrera docente. Ésta última, fue ratificada por la ley 20.654.
Profundizando las políticas de justicia social para los trabajadores, la ley de 1974 incluyó la estabilidad permanente de los docentes luego de una tercera designación (concurso).
La integración regional
Para el tercer gobierno peronista la universidad tenía que “Estimular el estudio de la realidad nacional y el protagonismo que corresponde a la Argentina dentro del orden mundial y del proceso de integración regional y continental”.
La universidad y las políticas de Estado
Fiel a la tradición del nacionalismo popular, la Ley Taiana generó mecanismos de articulación entre las universidades, el resto de las políticas del Estado y las Organizaciones Libres del Pueblo.
Los Estatutos tenían que prever “La vinculación con organismos especializados nacionales, provinciales y municipales, la promoción cultural del medio a través de actividades de capacitación, de perfeccionamiento, profesionales y artísticas”.
La norma mencionó que las instituciones tenían que “Prever las normas reglamentarias para la vinculación de la universidad con las provincias, los municipios, la Confederación General del Trabajo, fuerzas organizadas de la producción, de la industria y del comercio y organizaciones profesionales y científicas, para la consideración de asuntos específicos”.

2) La ley Taiana y el reformismo
La autonomía universitaria adquirió estatus constitucional con la reforma del año 1949.
La regulación del año 1974 reiteró la autonomía de la institución e institucionalizó la libertad de cátedra y el cogobierno. Las universidades estaban habilitadas para dictar “cursos libres, parciales, o completos sobre cualquier materia del plan de estudios; asimismo, organizarán cursos de postgrado orientados a la educación y capacitación permanente”.
Las leyes de 1947 y 1954 habían dejado la potestad de designación del rector y de los docentes (previo concurso) al Poder Ejecutivo Nacional[1]. Por el contrario, la ley 20.654 garantizó la participación de los tres[2] claustros en el marco de una universidad cogobernada.
La norma mencionó que “El gobierno y la administración de las universidades serán ejercidos con la participación de todos los sectores de la comunidad universitaria: docentes, estudiantes y personal no docente”.
La inclusión de los “no docentes” fue un hecho histórico de suma trascendencia y le dio entidad jurídica material, a la acción protagónica de los trabajadores de la universidad.
La Ley Taiana les otorgó a los “alumnos” el derecho a formar parte de los concursos docentes como miembros del jurado. 

[1] Este sistema fue organizado con anterioridad. Para conocer el contexto de aparición ver: http://sociologia-tercermundo.blogspot.com.ar/2014/02/wilde-y-la-autonomia-universitaria.html
[2] La Ley Taiana no incluyó a los graduados. Este sector ocupó lugares en la universidad desde la dictadura de 1955. La ley 20.654 obligó a las universidades a crear “Departamentos de graduados” y estudios de posgrado.

UNA NUEVA ÉPOCA DE CONSTRUCCIÓN

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