lunes, 18 de mayo de 2015

Teoría del disenso

Alberto Buela


 A Paul Piccone, in memoriam

[Resumen: La intención de este artículo no es reducir el tema del disenso a la teoría del conflicto al estilo de Marx o Engels, tema que dejamos al marxismo y sus estudiosos, tampoco tratarlo desde la polemología, asunto que ha recibido desde los años 70 un tratamiento pormenorizado y casi definitivo por parte de Julien Freund y Gastón Bouthoul. La intención es analizar el disenso desde la posibilidad de constitución de teoría crítica. Sabemos que no es fácil, se necesita un trabajo interdisciplinario, aun cuando hay algunos pocos pensadores (Cacciari, Siena, Douguin, Wagner de Reyna) meditando el tema.
Este pequeño trabajo viene a completar los Ensayos de Disenso, próximos a aparecer en su versión argentina. Pretendemos, con las limitaciones del caso, responder a la Escuela de Frankfurt, pues como se sabe desde hace unos treinta años se impuso en las democracias occidentales la teoría del consenso, que tiene su origen ideológico en dicha escuela neomarxista con el filósofo Jüngen Habermas a la cabeza. Esto dio por resultado que "el consenso o acuerdo de los grandes partidos políticos" se transformara en el fundamento moral de nuestras menguadas democracias. Reemplazándose así la genuina representación democrática, transformando al sufragio universal y secreto en una verdadera farsa. Porque viene a justificar las decisiones ya tomadas de antemano por el acuerdo de los grandes partidos. Nuestra propuesta del disenso como verdadera causa agente de la teoría crítica postmoderna, intenta abrir espacios, pliegues, al verdadero pluralismo social en el seno de un sistema democrático procedimental y por ende vaciado de contenido.
Al consenso de los grandes partidos debemos agregar las múltiples y variadas “mesas de consenso social” patrocinadas por los grandes lobbies e instituciones de la sociedad civil, para que cambiando algo, nada cambie.]



El disidente no aspira a cargos oficiales
ni busca votos.
No trata de agradar al público,
no ofrece nada ni promete nada.
Puede ofrecer, en todo caso, sólo su pellejo”.
Valclav Havel

Este trabajo cierra un periplo de veinte años sobre la meditación y práctica del disenso que comenzó allá por 1984 con una conferencia en el Palacio de los Congresos de Versailles(Francia) junto a los pensadores como Julien Freund, Alain de Benoist, Guillaume Faye y Pierre Vial, titulada L´Amérique hispanique contre l´Occident, y siguió luego a través de la experiencia, durante un lustro (1994–1999), con la revista de metapolítica Disenso, para concluir ahora, en este ensayo.

Nuestra tesis es que el disenso, sobre todo desde las sociedades dependientes como la nuestra, es lo que permite crear teoría crítica, tanto en ciencias sociales como en filosofía. Y hoy, la mediocridad de ambas disciplinas radica en esta incapacidad de pensar críticamente. O lo que es lo mismo, explica la vigencia de un pensamiento único que tiene su proyección política en lo políticamente correcto, sea a través del progresismo socialdemócrata, sea en el neoliberalismo conservador. Son estos, los dos brazos de la tenaza político–ideológica que aprisiona al mundo que comienza en el siglo XXI.

Naturaleza del disenso

El acceso etimológico que nos permite el término disenso es el siguiente: Proviene del verbo latino dissero: examinar, discutir una materia, que se vuelca en el sustantivo dissensus que significa otro sentido.

El sufijo dis, que proviene del adverbio griego δις y que en latín se tradujo por bis=(dos veces), significa oposición, enfrentamiento, contrario, otra cosa. Así tenemos por ejemplo los vocablos disputar que originalmente significa pensar distinto, o displacer que equivale a desagrado, o disyuntivo que es no estar junto, estar separado.

Disenso significa, antes que nada, otro sentido, divergencia, contrario parecer, desacuerdo. Existe muy poca literatura acerca del disenso[i] y la poca que existe, viene desde el pensamiento institucionalmente aceptado, con lo cual el disenso está caracterizado: negativamente. “El disenso es negativo porque siempre está referido a un consenso previo” y vinculado a las minorías: “una de las características de toda minoría es una actitud de disenso”.

Es obvio que no compartimos para nada esta clasificación interesada y parcial del disenso. Pues, disentir, no es sólo negar un acuerdo sino que es, sobre todo, pretender otro sentido al que actualmente poseen las cosas y las acciones de los hombres y el mundo que nos rodea. Disentir es una actitud libre, personal o colectiva, de afirmar otra cosa a la propuesta. Psicológicamente es la primera actitud del hombre, al reconocerse como otro distinto del padre, para convertirse en adulto. El disenso enriquece el obrar humano y consolida una sociedad plural, al mismo tiempo que invalida cualquier intento homogeneizador o totalitario.

Muchos vinculan el disenso con la discrepancia entendida como negar el consentimiento a algo o alguien. Por el contrario, para nosotros el disenso no se agota en el afirmar lo que no se quiere (en la negación) sino que logra su plenitud en el pensamiento (teoría alternativa) y la actitud (práctica) no conformista a la dada. Es el origen del pensamiento y la conducta alternativa al orden o la normalidad constituida.

Es que el consenso, lo hemos visto hasta el hartazgo, a pesar de la opinión de los progresistas ilustrados, no puede servir como fundamento de la legitimidad política de la democracia porque siempre es el resultado de un acuerdo de partes con poder en la sociedad (racionalidad estratégica, que viene a responder a la pregunta de Lenín: ¿Qué hacer?) que puede conducir, y de hecho ha ocurrido infinidad de veces en la historia del mundo, a resultados aberrantes.

A contrario sensu, surge entonces el disenso en su función ético–política por antonomasia, como origen de la legitimidad política de la democracia pluralista y participativa, y no ya democracia acuerdista, de pactos o logias, que se caracterizan por tomar las decisiones antes de la deliberación. Esto es, transforman a la deliberación de las partes en un simulacro pour la galerie.

“En todo disenso”, afirma el filósofo Wagner de Reyna, “hay un enfrentamiento, una contradicción insalvable, y así resulta lo contrario de la dialéctica, que anticipa la síntesis que vislumbra –complacida y anhelante– en el horizonte. [...] Detrás del contenido lógico del disenso siempre hay una necesidad –axiológicamente fundada en lo insobornable– de hacer vencer la verdad. Nada más lejos de él, que el parloteo –hablar por hablar y discutir por discutir– y que la jovial disposición a un compromiso que no compromete a nada. Tal suele ser el tan celebrado consenso”[ii].

La dialéctica tanto en Hegel como en Marx es un producto de la modernidad, en su base está la vieja idea de progreso del Abad de Saint Pierre. Hablando filosóficamente la estructura de la aufhebung sein , es un suprimir que conserva para superar y no la simpleza intelectual a que nos tienen acostumbrados los manuales de filosofía de explicarla por la sucesión de la tesis, antítesis y síntesis, conceptos por otra parte, que Hegel jamás utilizó.

En cuanto a su calidad ética, el disenso no depende sólo de lo negado, vgr. Los ciudadanos norteamericanos disienten con el envío de tropas a Iraq, sino que depende también, y fundamentalmente, del contenido de la propuesta realizada por el disidente o no conformista, pero como los ciudadanos del ejemplo no tienen una propuesta alternativa, se quedan en la negación, su actitud se encuadra más bien en lo que sería una oposición o una rebelión y no una disidencia.

Esto es importantísimo para comprender el por qué de la crítica desde la izquierda a la teoría del disenso en el sentido que éste no tiene en cuenta la dialéctica, o peor aún, afirman que es contrario a la dialéctica porque se queda en la negación y no pasa a la negación de la negación, núcleo y sentido del método dialéctico.

El disenso para ellos es reducido a una infinidad de sucesiones dicotómicas de negación donde no está pensada la superación de las mismas secuencias. Pero repetimos, que el disenso no se agota en la negación sino que exige, tal como nosotros lo planteamos y entendemos, la creación de otro sentido al dado, al del statu quo reinante o vigente.


En el disenso la superación de la negación no se da como en el recetario marxista, porque las leyes mismas del movimiento del mundo real se expresan en la dialéctica, sino porque el disidente cuando disiente ofrece su pellejo, según la cita de Havel. La superación de la negación es existencial. Cuando se disiente es porque de facto ya se está plantado en otra realidad distinta que la vigente. El disenso no se agota como batalla ideológica–cultural sino que al nacer de un pensamiento situado exige tanto una práctica política como una práctica personal.

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