Julián Dércoli - diciembre 2015
I. No quedan dudas que las últimas elecciones en la Argentina,
han dado el inició a un giro político de profundo impacto para nuestras
tierras. Este giro político viene acompañado de recetas económicas que
afirmarán el sustrato dependiente de nuestra economía. Ahora bien, este ciclo
ya vivido en nuestra historia presenta una novedad, que el mismo se da legitimado por un proceso
electoral. El segunda dato de novedad es que asistimos a un proceso en el cual
los dueños del poder económico ahora también son quienes detentan el poder
político.
Es previsible que dicho poder económico exigirá a su
personal político que cumpla de forma rápida con cada una de los acuerdos
públicos y privados realizados. Ellos no quieren esperar, nunca esperaron.
Podemos inferir, que Mauricio Macri si quiere seguir gozando de cierta
legitimidad, querrá atenuar alguna de las medidas para que no produzcan
inmediatamente el impacto antipopular que las mismas encarnan. Pero se trata
tan sólo de una especulación, ya que también existe la posibilidad, de que
sigan moviéndose con su estilo estancieril y su profunda convicción de sentirse
los dueños de la Argentina, actitud que los exime de tener que rendir cuentas
al pueblo de sus acciones. Seguramente esta sea una de las tensiones que atraviesen
constantemente a la gestión de Macri.
II. Como vimos en la campaña la Alianza Cambiemos
mutó su discurso a fin de ser más tolerable a un sector importante de la
sociedad, logrando con éxito volver a un empresario en un pastor del Siglo XXI.
Sin embargo, en la etapa que comienza Macri y sus CEOS se encuentran ante el
desafío de convertir su cosmovisión pacata en hegemonía, de forma tal de poder
avanzar con sus medidas de gobierno.
En función de lo que venimos observando, el nuevo discurso
que se pretende instalar se asienta sobre la despolitización total de la
sociedad, lo cual tiene como objetivo afirmar una democracia meramente formal,
totalmente compatible con un capitalismo dependiente.
La despolitización propuesta se sostendrá sobre una nueva-vieja
dicotomía para entender la realidad: “la Argentina se debata entre el pasado y
el futuro”[1], tal como la afirma constantemente Iván Petrella. En esta nueva
dicotomía quienes tenemos como horizonte una Argentina con inclusión, con una
democracia social, con independencia económica, ocupamos el lugar del pasado
resentido, siendo ellos el futuro promisorio. Ese “futuro” macrista, no es nada
más que el neoliberalismo del pasado aggiornado al Siglo XXI, es el triunfo del
paradigma de la
eficiencia. Se trata de un “futuro” visualizado como neutral, objetivo,
estrictamente racional, capaz de borrar la infelicidad que produce esa mirada
atrasada del conflicto de intereses como vertebrador de la sociedad moderna.
Vaciado de contenido social el futuro, el cambio, la
democracia, no es más que un postulado conservador, ya que se deduce que si
hasta ahora no habíamos entrado en ese futuro ha sido producto de nuestras
propias incapacidades innatas o del populismo, o de cualquier otro concepto que
represente la irracionalidad y el exceso, un estigma común que han cargado
sobre nuestros hombros las elites.
Por ejemplo, estos planteos los podemos observar con
relación a las definiciones en materia de política científica y universitaria
son muestras de la puesta en práctica de estos postulados.
III. En el caso científico, la continuidad del Ministro Barañao
dió la imagen que el nuevo presidente busca sostener lo bueno y cambiar lo
malo. Muy bien advirtieron esto Jorge Aliaga[2] y Eduardo Dvorkin[3] : lo que
se hizo bien en ciencia durante estos doce últimos años, fue porque se planteó
primero y antes que nada un modelo de desarrollo nacional. Es decir, si no
existiera esta base política-económica, nada bien se podría haber hecho en
materia científica.
La despolitización propuesta con cambiemos triunfa porque en
su mensaje la continuidad de la política científica alcanza con la continuidad
del mismo Ministro. Pero además, si de acuerdo a su visión nuestro modelo de
desarrollo soberano es un eslogan anticuado, cómo puede ser buena nuestra
política científica que justamente se inspiró como un apuntalador de ese
proyecto. Bajo esta lógica subyace esa visión neoliberal y tecnócrata en la
que las diferentes áreas del Estado
pueden desguarsarce por partes y ser evaluadas por separado.
En fondo, tras todo
esto no hay otra cosa que pura conveniencia, en nuestro país el científico goza
de una prestigio sarmientino. Forman parte de nuestro ideario de civilización
colonizada, son nuestra vitrina al mundo, por eso hay que conservarlos y
centralmente destacar su rol apolítico. En función de esto se acomodó el
macrismo, no para sostener una política científica vinculada al desarrollo
soberano, sino para sostener el panteón, cual dioses modernos que simbolizan el
triunfo de la
racionalidad. Pura forma.
IV.En materia universitaria, nuestro gobierno durante los 12
últimos años no hizo más que ampliar el derecho a la educación superior,
planteando el paradigma de la inclusión educativa y el imperativo de la
vinculación entre universidad y sociedad como asociación clave para la
promoción del desarrollo. Un macrismo destenido, que oculta su concepción
elitista, dirá en un discurso políticamente correcto, que estas universidades
están bien pero que es imperativo defenderlas de la intromisión de la política
en dichas instituciones[4].
Nuevamente aparece la política como agente de corrupción. La
política es el mal, el bien es la administración racional encarnada por los
técnicos. Ahora bien, la actual política universitaria no podría existir sin la
política como malapabra. Justamente esas universidades no podrían existir si
nuestro gobierno no tuviera su anclaje histórico en el desarancelamiento de las
universidades y la creación de la universidad obrera nacional, todas medidas
adoptadas por el primer peronismo.
En manos, de las elites gobernantes nunca hubiese existido
la educación superior como derecho, sino que se hubiera reproducido como un
privilegio. No es futurología, es esa concepción los movió a mitad del siglo
pasado para oponerse a las medidas mencionadas, esa misma concepción los llevó
a estar en contra de la creación de nuevas universidades en nuestro presente.
Utilizando alternativamente argumentos como la “pérdida de la calidad” o “la
deformación que introduce la política”
V.La apuesta por la despolitización de la democracia, de la
ciencia, de la universidad, de la economía, en definitiva de todo, será una de
las tácticas del macrismo para avanzar. La despolitización, no es otra cosa que
la negación del carácter histórico de la
dependencia y la injusticia social. La despolitización implica la afirmación de
que sólo existe un único rumbo para conducir nuestros destinos. En ese planteo
el macrismo afirmará una y otra vez que ellos son el rumbo racional y normal,
en definitiva el método de los técnicos.
Otra de las consecuencias de la despolitización y de la
deshitorización es el vaciamiento de la democracia. Nuevamente
las palabras de Ivan Petrella nos iluminan: “la democracia es ante todo una
forma de relacionarse con otros, abierta al diálogo, al debate y al
experimentalismo, en busca de soluciones compartidas en sociedad”[5]. Esa definición un tanto naif hoy es la que
permite que los históricos dueños de la tierra se hagan cargo del Ministerio de
Agricultura, que el personal de las multinacionales petroleras se hagan cargo
del Ministerio de Energía y así podríamos seguir. Todo esto no es más que la muestra definitiva
de que los dueños del poder económico, hoy son quienes se hacen cargo también
del poder político. Razón por la cuál cabe preguntarse si esa idea de
democracia vaciada de sustancia, no es más funcional a reproducir una sociedad
más parecida al Orden Conservador, que a la sociedad del Siglo XXI que la Alianza Cambiemos
dice representar.
En otras palabras, el triunfo político de Macri consistirá
en revertir el proceso actual en el cual la democracia amenazaba con dejar de
ser un régimen meramente formal y avanzaba hacia formas sustantivas que
representaban un peligro para los intereses neocoloniales. De esta forma la
pretendida “normalización”, no será otra cosa que convertir a la política Argentina
en un capítulo más de los regímenes políticos vaciados de occidente.
Aggiornarse a esta situación no será una consecuencia de la audacia política,
sino un vaciamiento del peronismo.
[1] Ver
http://www.lanacion.com.ar/1557168-ivan-petrella-el-peronismo-esta-perdiendo-de-manera-lenta-pero-inexorable-su-componente-emot
[2] Ver
https://storify.com/jaliaga/dejando-la-gestion-en-el-mincyt/ y
[3] Ver
http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-287044-2015-11-27.html
[4] Ver
http://www.lanacion.com.ar/1820557-que-la-politica-no-corrompa-las-nuevas-universidades
[5] Ver
http://www.lanacion.com.ar/1515779-ante-dos-modelos-de-democracia