Por Juan
Godoy*
"En sus afanes por la independencia, San Martín
afirmaba que lo único importante es existir como Nación y luego ver cómo
existir, porque empezar a existir señala ya el camino de una conducta de la
existencia. San Martín, a quién solamente preocupaba nuestra existencia misma,
adoptó una manera de empezar a existir-la manera de vivir su propia vida- y nos
infundió con ello, para toda la historia una manera de ser Pueblo soberano en
el concierto de la humanidad: la manera de la dignidad, de la justicia, del desinterés,
de la soberanía sin egoísmos, de la generosidad". (Juan Domingo Perón.
Cit. Urriza, M. (2007). San Martín y Bolívar vistos por Perón. Bs. As.: Coihue,
pp. 35)
El sable
acompañó Libertador durante todos los años de la lucha por la emancipación de
la Patria Grande, resulta relevante resaltar que sirvió a ese proyecto, el de
la liberación y unidad de Nuestra América, por eso cruzó la Cordillera (no con
bandera Argentina como se ha dicho muchas veces, sino del Ejército de los
Andes), junto con jefes chilenos, continuó camino hacia el Perú bajo bandera
chilena, también con jefes trasandinos, peruanos, etc., y luego en su gobierno
como Protector del Perú se observa nuevamente esta posición latinoamericana
pues es integrado por personajes de lo que serán las “patrias chicas” de
nuestra Gran Nación.
En este
sentido también se enmarca que el Libertador legue su sable al Brigadier
General Don Juan Manuel de Rosas, en tanto
la defensa de los intereses nacionales en la Vuelta de Obligado (1845),
contra la invasión anglo-francesa. Le escribe a Guido con motivo de la
agresión: “he recibido noticias bien desagradables de nuestra patria. Es
inconcebible que las dos más grandes naciones del universo se hayan unido para
cometer la mayor y más injusta agresión que pueda cometerse contra un estado
independiente” (Carta de San Martín a Guido. 20-10-1845. Cit. Galasso, 2000:
548). Como se sabe, en su testamento dejará expresado que “el sable que me ha
acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será
entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como
una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza
con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones
de los extranjeros que trataron de humillarla”. (Testamento San Martín. Cit.
Galasso, Op. Cit.: 545).
Interesante línea de continuidad marcará Rosas cuando legue su sable al
Mariscal Solano López por la defensa del Paraguay contra la Triple Infamia (a
la que se debe sumar un cuarto actor: Gran Bretaña). Expresó Rosas “Su
excelencia el generalísimo, Capitán General don José de San Martín, me honró
con la siguiente manda: La espada que me acompañó en toda la guerra de la
Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con
que ha sostenido los derechos de la Patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su
ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su Excelencia el señor Gran
Mariscal, presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos,
la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible defender
esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue
sosteniendo los derechos de su Patria". (Cit. en Rosa, 1964: 302)
De este
hecho se desprende una línea de continuidad, un “puente” entre el pensamiento
del Mariscal Solano López, Juan Manuel de Rosas y San Martín, al menos, en
torno a dos cuestiones: la defensa de la soberanía nacional y el proyecto
industrial. En el caso de Rosas aparece la Ley de Aduanas de 1835 que protege
la manufactura local, acerca de la misma José María Rosa afirma que restablece
la manufactura criolla perseguida desde 1809, y la producción agrícola, casi
extinta, haciendo renacer la riqueza del Virreinato (Rosa, 1967).[2] En el caso de Solano López lleva a Paraguay a
ser la nación más desarrollada de Sudamérica en base a un proyecto de
desarrollo industrial endógeno[3].
Por último, en referencia a San Martín destacamos (en menor
escala), la conformación en Cuyo del Ejército Libertador, para el cual San
Martín hace un gobierno fuerte que interviene en la economía (con esta acción
reemplaza la falta de una burguesía nacional), y a pesar de la oposición de la
burguesía comercial porteña realiza una planificación económica de recursos, y
moviliza a sus habitantes. Así, entre otras cosas, crea un impuesto de base
directo sobre la tierra, otro a la compra-venta de propiedades, hace
empréstitos forzosos sobre españoles y criollos opuestos a la causa
revolucionaria, también confiscaciones, obliga asimismo a estancieros a
entregar caballos, y otros animales, hace una fábrica de pólvora y piezas de
artillería, se confeccionan los uniformes,
las mujeres del pueblo de Cuyo entregan telas para camisas y bolsos,
cosen los uniformes del ejército, etc. Los arrieros hacen traslados gratuitos,
los artesanos también colaboran sin pedir nada a cambio. Impulsa fuertemente la
minería. Funda la fábrica militar, donde se hacen armas (cañones, balas,
granadas, etc.), herrajes, y hasta calzado. Hace medidas proteccionistas en
relación a los productos extranjeros. Interviene en conflictos entre patrones y
trabajadores, a favor del aumento del salario para los últimos. Abre una
escuela con el método lancasteriano, una biblioteca, unos jóvenes fundan un
periódico. Le pide a las demás provincias ayuda: Tucumán envía monturas; San
Luis, ponchos, frazadas; Córdoba, pólvora, espadas, sables, lanzas; San Juan y
La Rioja, plomo. Libera esclavos, primero de los españoles opositores, luego a
todos los de Cuyo. Incluso quiere liberar esclavos en todo el país, pero tiene
mucha oposición. Galasso considera que (como en el caso de Paraguay), es la
aplicación práctica del Plan de Operaciones de Mariano Moreno (Galasso,
2000)[4]. Es el pueblo movilizado por la emancipación.
El sable,
luego de ser heredado por la hija de Juan Manuel de Rosas, es donado al Museo
Histórico Nacional a fines del siglo XIX, sitio de donde fue el 12 de agosto de
1963 (en los años de la Resistencia Peronista), apropiado por un grupo
embrionario de la Juventud Peronista, entre los que estaban “Cacho” Envar El
Kadri, Jorge Rulli y Héctor Spina (el operativo lo hacen Osvaldo Agosto y
Manuel Gallardo), finalmente Agosto y Gallardo son apresados y el sable
devuelto al museo.[5] (Koening, 2013) El impreso arrojado al salir y luego enviado
a las redacciones decía “Comunicado Nº 1”, estaba firmado por la Juventud
Peronista, y afirmaba: “La juventud argentina se ve forzada a realizar un acto
heroico (…) aquella espada, la purísima espada del Padre de la Patria, aquel
sable repujado por la gloria, aquella síntesis viril y generosa por la Patria,
por milagro de la fe, volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional.
Desde hoy aquella espada que un día el Libertador, en plena lucidez legara al
brigadier general Juan Manuel de Rosas, por la satisfacción con que viera la
defensa de su patria frente a las agresiones del imperialismo, dejó su reposo
en el Museo Histórico Nacional para brillar de nuevo en magno combate por la
reconquista de la argentinidad. Desde hoy el sable de San Lorenzo y Maipú,
quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud
Peronista”. (Baschetti, 2012: 252-253)
Se pedía
asimismo anular los contratos petroleros, y los convenios con trusts
eléctricos, la libertad de todos los presos políticos, gremiales y del
CONINTES, el levantamiento de la proscripción y la realización de elecciones
libres, etc. Estas reivindicaciones aparecen nuevamente cuando dos años más
tarde (el 19 de agosto de 1965), el sable vuelve a ser apropiado por la
Juventud Peronista, esta vez lo esconden en un colchón y luego en una guardería
de muebles usados hasta que el 4 de junio de 1966 es devuelto nuevamente, y
llevado por el Gobierno de Onganía al Regimiento de Granaderos (Entrevista a
Piovera, 3-4-2013)
Este
último domingo soleado, el recorrido del sable por las calles de la Ciudad de
Buenos Aires (que hace recordar al de Bolívar que también cabalga por América
Latina), fue acompañado por una multitud. Acto cargado de emotividad, bastaba
ver a los niños y niñas vistiendo el traje, gorro y sable de San Martín (lejos
de los héroes de historietas, películas y series que nos impone la colonización
pedagógica). Ahora los niños y niñas de nuestro país pueden jugar a ser
libertadores de la Patria Grande y soñar con serlo. Bastaba ver asimismo los
ojos rojizos al ver pasar el sable y cuando el recibimiento del mismo a manos
de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner de algunos que ya peinaban
algunas canas, los cánticos patrióticos de las juventudes, la emoción de los
granaderos a caballo ante los gritos del pueblo de “¡Viva la Patria!”, “¡Patria
Sí, Colonia no!”, o el clásico (y siempre actual) “¡el que no salta es un
inglés!”.
Hernández
Arregui opone en toda su obra dos identidades: la identidad nacional, como
identidad del pueblo argentino y latinoamericano, contra la identidad de las
clases dominantes, la oligarquía, ligada a las potencias imperiales. Hay una
puja constante entre estos dos, pues las clases dominantes tiene una posición
privilegiada, en tanto posee los medios para esparcir por todo el tejido social
su visión de nuestro pasado nacional, de nuestras luchas, del lugar de nuestro
país en el mundo, etc. El imperialismo
cumple aquí el papel de disolvente de las culturas autóctonas. El mismo
pensador desarrolla la noción de conciencia nacional (Hernández Arregui, 2004),
que es la lucha del pueblo argentino por su liberación, aquí lo nacional entendido como popular. El
domingo evidentemente se avanzó en la conformación de una conciencia
nacional-latinoamericana.
* Sociólogo, UBA
Bibliografía
[1] La última batalla que libera a Nuestra América del yugo
español es la batalla de Ayacucho liderada por el Mariscal Sucre.
[2] Destaca el autor, en la época virreinal, los tejidos de
Cochabamba, centro fabril del Alto Perú, los algodonales en Tucumán que daban
materia prima elaborada en el altiplano para los mineros de Potosí y de la
población del norte, los astilleros de Paraguay y Corrientes que fabricaban
hasta navíos de ultramar, la producción de carretas en Tucumán y Mendoza, la
cría de mulas en Santa Fe y Entre Ríos, los talleres de arreos y Talabarterías
en Corrientes, el aceite de oliva en Salta, La Rioja y Catamarca, etc. Con la
ley se fomenta la actividad industrial con la protección de la herrería,
platería, talabartería, se prohíbe exportar oro y plata, Córdoba y Tucumán
hacen zapatos y tejidos, Tucumán también producía cueros, tintes, tabaco, y una
incipiente producción de caña de azúcar, en Salta se hacían cigarrillos,
objetos de alfarería, vinos como también en Mendoza, en Santa Fe se
confeccionan tejedurías, en Corrientes se explota la construcción en madera, en
Entre Ríos cueros curtidos, etc. (Rosa, 1967)
[3] En el Paraguay del Mariscal Solano López, el estado
tenía el monopolio sobre las maderas de construcción, la yerba mate, existían
los Campos de la patria y Monte, repartos de tierras a los indios, el
desarrollo de una próspera industria metalúrgica, la primera línea telegráfica,
una marina mercante con 11 barcos, industrias de fundición, el primer
ferrocarril de América del Sur, fábricas de armamentos, hornos de fundición,
ausencia de empréstitos extranjeros, etc. Véase Pomer, León. (2011). La Guerra
del Paraguay. Buenos Aires: Colihue.
[4] Destaca Galasso que lo pueden haber influido Thomas
Guido, Manuel moreno, o Rodríguez Peña, todos morenistas con relación con San
Martín.
[5] La devolución del mismo fue realizada por medio de un ex
Capitán, Philipeauz, ligado al General Valle que en 1956 había sublevado las
unidades militares en La Pampa, y se salvó de los fusilamientos. (Koening,
2013)