Por Pablo Tonelli,
economista – enero 2016
El propósito de esta nota es
investigar el futuro macroeconómico de la Argentina en el corto plazo a la luz
de las medidas tomadas por el Gobierno de Mauricio Macri e intentar dilucidar
las transformaciones estructurales detrás de las modificaciones de las principales
variables económicas que se proponen. Las
transformaciones estructurales no determinan la política, que siempre posee una
complejidad mayor y un nivel de autonomía que no implica una determinación por
lo estructural, pero ayudan a comprender un elemento importante de la realidad.
En ese sentido voy a tomar
de la llamada Escuela de la Regulación,
una corriente de pensamiento económico nacida en Francia, el análisis de dos
relaciones sociales fundamentales, la relación salarial y la forma de
competencia, asumiendo que son éstas las que permiten comprender la viabilidad
de un régimen de acumulación o modelo de crecimiento.
El núcleo de la ESTRATEGIA
DE DESARROLLO que se propone está centrado en la expansión del sector agro
exportador primario, la agroindustria, las grandes empresas exportadoras de
comodities industriales (aluminio, acero, etc.), la minería y en general la
actividad basada en la explotación de los recursos naturales. Se lo
podría definir como un modelo de crecimiento “hacia fuera”, orientado a la
exportación.
El impulso de este esquema
de desarrollo está dado, a su vez, por el énfasis en la IED (inversión externa
directa) y el endeudamiento externo, tanto público como privado. El sector
financiero, tanto nacional, como internacional, forma parte entonces, del
núcleo impulsor de esta estrategia.
La política comercial
externa aparece guiada por los principios casi irrestrictos del libre comercio como
paradigma. A eso apunta la eliminación del comercio administrado (popularmente
el cepo), es decir de las declaraciones
juradas anticipadas de importaciones (DJAI) y los ROE (Registro de la oferta
exportable al exterior) así como establecer una única cotización del dólar
efectivo para cada producción sectorial, vía una reducción de las retenciones,
ya sea total para las producciones de cereales (trigo y maíz) y los otros
cultivos regionales y paulatina, pero constante, para la soja. El impulso a la explotación primaria supone
un retorno del viejo concepto de las
“ventajas comparativas” centradas en el tipo de producción con menores costos relativos a nivel
internacional.
El tipo de cambio, el principal precio para la asignación de recursos
en la economía argentina, operará en sus inicios restringiendo, como efecto del
mayor precio, las importaciones de bienes intermedios y equipamiento, las
importaciones industriales, algo de lo que existe sobrada experiencia en los
planes de ajuste históricos de la Argentina. La devaluación expande muy suavemente las exportaciones pero
frena aceleradamente las importaciones, sus efectos son muy diferentes en el
corto plazo, también éste es un dato empírico, lo que hace la devaluación es mejorar dramáticamente la rentabilidad el
sector exportador e incrementar el saldo de la Balanza Comercial, al
disminuir las importaciones.
La industria local, que produce a costos comparativos más altos
que los internacionales porque posee una productividad menor, vende
mayoritariamente en el mercado interno y es una de las columnas vertebrales del
empleo, creció en base a un conjunto de factores: La protección externa, arancelaria y
para-arancelaria, los subsidios a la energía y la mano de obra (vía el
abaratamiento del transporte, y el consumo de gas y la electricidad
domiciliario), el sostenimiento de la demanda interna y los esfuerzos en
desarrollar una estrategia de sustitución de importaciones. A pesar de los
enormes defectos, debilidades, carencias e inconsistencias en estas políticas
públicas la industria se duplicó en una
década.
La industria nacional no
parece ser una clave en el desarrollo del modelo a implementarse a futuro. Las
menciones a la instrumentación de una política activa para el sector, en la
versión del ““desarrollismo” que menciona el Presidente, que cita a Arturo
Frondizi son lisa y llanamente
insuficientes. La eliminación de
las DJAI y el retorno de licencias no automáticas de importación para una
cantidad muy exigua de productos (1000) no evita la posible avalancha de
productos brasileños con un socio en recesión. La eliminación de las
retenciones a las exportaciones industriales es indudablemente positiva, pero
no puede suplir la ausencia de una política de desarrollo y generación de
inversiones en el sector que sólo puede ser coordinada por el Estado. De no ser así, que es lo que aparece, es imposible que se cuide al empleo y la
industria nacional como el Gobierno afirma, los resultados serán negativos si
el mercado asigna los recursos y el Estado acude como paliativo parcial.
La política monetaria y fiscal ejecutada por la ortodoxia en materia
económica desde el Ministerio de Hacienda y Finanzas y el Banco Central tampoco
constituye un secreto. La magnitud del déficit fiscal financiado con emisión
monetaria, el 80 % debido a los subsidios
energéticos, constituye un desajuste macroenòmico de relevancia para la
casi totalidad del espectro del pensamiento económico. Los tiempos, alcances,
formas, la política en relación con el costo del transporte urbano de
pasajeros, un componente importante del gasto salarial, se verán en su
despliegue, así como el tratamiento de reducción del subsidio a la energía, que
abarca sectores diversos como los productores de petróleo del sur, la industria
y el consumo domiciliario.
La inversión, como agregado económico en la Argentina, es actualmente baja
en relación con los picos de la década y con el nivel necesario para la reproducción
del capital. Es el talón de Aquiles del crecimiento. (En cuanto al desarrollo y
la distribución, es una condición necesaria, no suficiente) El esquema que se
propone se centrará, como dije en la IED y en la renta de la tierra. La
inversión pública, sobre todo en infraestructura básica, se financiará con
endeudamiento público multilateral (BID, Banco Mundial) las inversiones chinas
y el Club de París.
La inversión pública en infraestructura jugará un papel importante
siguiendo el dibujo territorial del agro, la agroindustria, la explotación y/o
procesamiento de recursos naturales y su salida al exterior. Conceptualmente se
asemeja a los ferrocarriles ingleses y el puerto en la época de la economía
primaria exportadora.
Existen cuatro FUENTES DE
CRECIMIENTO POSIBLE DE UNA ECONOMÍA, el sector externo, la inversión, el
consumo y el gasto público, sumadas dan lo que se conoce como la ecuación
macroeconómica fundamental. Se apuesta a que el sector externo y la inversión
sean los motores del crecimiento, en oposición clara de lo acontecido en los últimos cuatro años,
en que el consumo privado y el gasto público fueron los agregados que más
crecieron en términos relativos.
Al inicio de esta nota
expresé que dos relaciones sociales fundamentales definían un modelo de
crecimiento, la relación salarial y el modo en que ocurre la competencia.
La
devaluación persigue el objeto de bajar el costo salarial en dólares para el
empresariado, costo que se había incrementado muy fuertemente en divisas en los
últimos años. La larga experiencia argentina en devaluaciones e inflación
indica que las primeras son las que motorizan el alza de los precios, como
demuestran los trabajos del economista argentino Guillermo Vitelli. La
tarea de bajar costos salariales en dólares y mantener el poder adquisitivo del
salario en pesos es una tarea francamente improbable, aún si se lo deseara, valga
la experiencia de 2014. Amortiguar los efectos de la devaluación sobre
el salario real y disminuir y atenuar sus costos es una tarea
posible vía el funcionamiento de las paritarias, pero con una salvedad
importante, el esquema que se propone necesita una devaluación real, es decir
salarios más baratos en dólares, salarios que crezcan menos que la devaluación
y la inflación, porque centra en la exportación el dinamismo del crecimiento.
Se
puede afirmar entonces que el poder adquisitivo del salario y la participación
de la masa salarial en el ingreso disminuirán como consecuencia del modelo de
política adoptado en términos de su formulación. La realidad, la política y los
conflictos en la distribución del ingreso, dirán la última palabra. Se ha
producido una mega devaluación. Comparando
con la devaluación de 2014 se puede decir que una devaluación del 25 % agregó
en un año trece puntos porcentuales a los precios, ya que la inflación rondaba
el 25 % al momento de la devaluación y
los precios al consumidor cerraron en un 38 %. Esto con el esquema vigente
de precios cuidados y con retenciones a las exportaciones que moderaban los
efectos de la devaluación, aunque la política monetaria fuertemente expansiva
jugaba en sentido contrario. Ahora con una inflación que hasta octubre daba un
22 % aproximadamente anual, una devaluación del 40 %, con el impacto que
todavía falta de las tarifas, sin retenciones, en qué nivel estará el índice de
precios? , aunque se tenga una política monetaria y fiscal contractiva luego,
la cifra parece proyectarse hacia el 45 %. Si el objetivo de la política
económica es POBREZA CERO, como se afirma en el Gobierno, con esta devaluación
los pobres decrecerán porque se incrementarán los indigentes. Digamos POBREZA
0, INDIGENCIA 4, para usar una metáfora futbolística. Alfredo Zaiat afirma
POBREZA 0, RIQUEZA 4, es otra manera de decirlo.
La
forma que adopte la competencia prefigura
una vigencia más irrestricta del mercado, sin tipos de cambio
diferenciales para la industria ante la eliminación de las retenciones así
como la anunciada eliminación de los
subsidios que directa o indirectamente favorecen a la industria local, más la atenuación de la
administración del uso de aranceles y medidas para-arancelarias. La estrategia
sustitutiva de importaciones no está, a su vez, explícitamente en la Agenda,
para afirmarlo de una manera suave.
Aquí
también, la política y los conflictos dirán su veredicto final sobre este tema,
ya que llevado a su extremo este modelo económico repercute directamente en forma negativa
sobre la actividad industrial y el empleo, sobre todo en un conjunto de
actividades industriales sensibles, autopartes, metalmecánica, textil,
indumentaria, calzado, a las que sólo les queda la protección de las licencias no automáticas de importación, muy acotadas
en número (1000 posiciones arancelarias) sobre el universo total de importaciones(aproximadamente
18.000 posiciones).
La
devaluación “anticipada” en la campaña electoral comenzó a producir el
traslado de la misma a los precios, antes de la definición de las
elecciones y que efectivamente se tomara la medida de devaluar. El rango mensual
de los precios al consumidor
estabilizados en un 1,50 % mensual aproximadamente, se duplicó en noviembre y
se ubicará tranquilamente en torno del 4,50 % mensual en diciembre.
Esto
es así porque los precios del sector
agropecuario, es decir de los cereales y oleaginosas y también los productos
cárnicos, se forman tomando como
referencia directa el precio internacional en divisas. El precio en pesos de
esos bienes se obtiene multiplicando directamente la cotización internacional por
el tipo de cambio. La devaluación los incrementa en esa proporción. Sin la
deducción de las retenciones, el impacto
sobre los consumidores locales es total, sobre todo de los trabajadores de
menores ingresos, en que los alimentos son una proporción mayor de su canasta
de consumo. Los cereales constituyen
insumos directos de la industria de alimentos, que los procesan y elaboran.
En
el caso de los insumos industriales difundidos
que la Argentina produce (aluminio, acero, papel, celulosa, hilados textiles,
etc.) también sus precios se fijan en el mercado internacional y su precio en
pesos se forma multiplicarlo el precio internacional por el tipo de
cambio, tomando en cuenta la estructura
de aranceles de importación. La devaluación incrementa directamente los costos
y hace subir los precios de toda la industria consumidora de estos insumos.
Esto
es así porque en el resto de la estructura industrial, sus precios se
determinan principalmente por los precios de los insumos de los otros dos
sectores mencionados, o sea los del sector agropecuario y de insumos
difundidos, que la devaluación ha incrementado, más los costos locales de
producción, en particular la energía, (cuyos precios serán mayores) y el
salario.
Siendo
así la formación de precios en la Argentina, directamente dependiente del tipo
de cambio, es un grave error o una afirmación de mala fe, lo que se dijo
respecto a que los precios ya habían “tomado” un valor del dólar de $ 15 pesos.
Un segmento minoritario adelantó los precios a la posible devaluación de los
insumos, el 90 % de la estructura productiva lo hizo después. Los datos
inflacionarios darán cuenta de ello.
El
Ministro de Hacienda y Finanzas plantea que luego de la devaluación deberá
existir un acuerdo de precios y salarios entre los empresarios, los
trabajadores y el Estado que tome como punto de partida los precios al 30 de
noviembre. (En los índices de precios ya se ve que en este mes se había
producido el primer aumento “preventivo”). La baja de precios retroactiva y
generalizada es realmente una ilusión si tomamos el conjunto de los precios
relevantes de la economía argentina. Existe
un fenómeno que Julio Olivera estudió muy bien y se llama “inflexibilidad de
los precios monetarios a la baja”. Hemos visto como se forman los precios
en la Argentina, Olivera sostenía que si subían los precios monetarios del
sector agrícola provocaban un aumento irreversible de los precios industriales
y en consecuencia del nivel general de precios. Al aumentar el precio del trigo
y de la carne por efecto de la devaluación los precios de los insumos de la
industria alimenticia y frigorífica aumentan, si en el mercado externo bajaran
el trigo o la carne o cayera el tipo de cambio en el mercado interno, los
precios ya formados no bajan. No existe
voluntad del Gobierno de controlar la estructura de costos de las empresas ni
de apelar in extremis a la Ley de Abastecimiento, es “amigable” con los
formadores de precios. Importar alimentos para abrir la competencia suena bien,
excepto que desconoce que las grandes marcas productoras de alimentos en la
Argentina son en su mayoría filiales de multinacionales, lo que quita toda
capacidad efectiva a este tipo de instrumentos.
En
la coyuntura se ha logrado estabilizar el tipo
de cambio en un nivel provisorio que oscila en los $ 13 y los $ 14. La
eliminación y/o reducción de las retenciones y de las medidas de administración
del comercio exterior activaron la oferta de los agro- exportadores. Asimismo
la negociación con los importadores y las empresas con utilidades retenidas por
IED a las que se les ofreció optar entre
un bono por sus acreencias o un cronograma de pagos solucionó el problema de la
demanda insatisfecha de divisas proveniente del cepo. El primer semestre del
año es una época de fuertes liquidaciones de los exportadores tradicionales.
Esa oferta, conjugada con dólares
provenientes de distintas fuentes de endeudamiento externo (organismos
multilaterales de crédito, préstamos de corto plazo de la banca internacional)
y los incentivos a las colocaciones de fondos de origen financiero que arbitren
entre la tasa internacional en dólares, una elevada tasa en pesos en niveles
superiores a la devaluación permitirá manejar la Balanza de Pagos durante el
primer semestre, ya que tendremos importaciones deprimidas por el nivel de
actividad y menores compras para turismo. En ese plazo se cerrará el frente externo negociando con los
fondos buitre, se tomarán las medidas de ajuste fiscal y tarifario anunciadas y
se encarará el acuerdo de precios y salarios que actúe de prolegómeno de las paritarias.
Se ha producido una enorme, diría
brutal, transferencia de ingresos desde los trabajadores, jubilados,
pensionados, perceptores de ingresos fijos al sector exportador y productor de
los alimentos que consumen mayoritariamente los argentinos.
Esto se refleja en los precios de las carnes, (vacuna, porcina, aviar) del pan
y de los productos que manufacturan el trigo y el maíz. La magnitud efectiva y
final de esta transferencia dependerá del resultado de la recomposición de
ingresos que se obtenga en las paritarias.
Esta
transferencia ocurrió de una manera novedosa en la historia económica
argentina, comenzó con los anuncios
previos a la confirmación del resultado electoral y la asunción del nuevo
Gobierno. El aguinaldo, las fiestas, las vacaciones de verano, amortiguaron
seguramente su impacto. Restará ver como son las cosas en febrero, frente al
gasto del inicio de clases, con los salarios devaluados. Restará ver si el
conflicto estructural por la distribución del ingreso que es manifiesto, produce
antagonismo social y político o es procesado por el actual Gobierno.
El
primer semestre económico está jugado. Alta
inflación, menores salarios reales, menor consumo, menor gasto, una baja en
torno al 2 % del PBI hasta junio. La forma de resolución del reclamo salarial será la clave a seguir
para el escenario macroeconómico a más largo plazo.