A ocho meses de la asunción del ingeniero Macri como
Presidente de la Nación, el tan mentado “sinceramiento de la economía” se ha
reflejado con la peor cara hacia los trabajadores
y la gran mayoría de los argentinos: hay aumento de la
pobreza, una brusca caída del consumo y perspectivas económicas y sociales que
ensombrecen aún más el horizonte.
De poco valen las declaraciones de aliento de los
funcionarios apuntando hacia el segundo semestre y que ahora han sido
postergadas para algún momento del año que viene…cuando uno está empapado hasta
los huesos, importa poco si llueve.
El pedido que hizo el nuevo gobierno a la sociedad para
que le “diera tiempo” y poder hacer frente a la “pesada herencia”, tendría que
haber sido utilizado para corregir los males que aquejan a los argentinos. Sin
embargo, en esta paciente espera del
milagroso segundo semestre, sólo ha habido malas noticias.
En casi todas las áreas donde se prometieron medidas para
ir resolviendo la complicada situación económico-social del país sólo
registramos agravamiento exponencial de los problemas.
La suba de precios al consumidor en el primer semestre ya
superó toda la esperada para el año 2016. Faltando todavía otro medio año por
delante, no sólo se está lejos de la promesa inicial de bajar la inflación al
25%, sino que las estimaciones más “optimistas” la ubican en el 43/45 %. A ello
se suma que los aumentos afectan sobre todo a los rubros básicos de la canasta
alimentaria familiar, con subas en el precio que no tienen un asidero más que
el de incrementar el lucro de los formadores de precios
La baja de la producción, iniciada en el último trimestre
del año pasado, también se aceleró en estos seis meses, llevándonos ya a una
recesión con todas las letras. Los datos por sectores señalan caída en el
conjunto de la industria (con mayor impacto en las pymes industriales),
haciendo perjuicios en la industria
automotriz, en la siderurgia y, especialmente, en la construcción. En este
último rubro, la demora en la
reactivación de la obra pública se nota en una simple comparación con
respecto al año pasado: el consumo de cemento cayó un 23% en el primer
trimestre de 2016.
El déficit fiscal, que el actual gobierno señalaba como
uno de los peores enemigos, no sólo no se amesetó sino que, por el contrario, aumentó en el orden del 5,2% en los primeros
cinco meses. A este panorama se agrega la gran presión tributaria sobre las
familias argentinas que consumen poco más de la mitad de un salario en el pago
de impuestos y tasas. En este rubro es importante destacar que el Impuestos a
las ganancias sobre la cuarta categoría aun aguarda el cumplimiento de la
promesa de campaña de ser excluido. Los parches que se han intentado han
empeorado la situación de todos los trabajadores afectados y han incluido entre
los perjudicados a más empleados. ¿Cuánto más hay que esperar para la sanción
de una ley que haga equitativo y justo este Impuesto al Trabajo?
La devaluación y la quita a las retenciones
agropecuarias, medidas tomadas para encarar la pérdida de competitividad de las
exportaciones, por su efecto inflacionario están socavando esa finalidad, y se
acompaña con una apertura de importaciones que genera un efecto inverso
perjudicando a la producción nacional. La entrada de bienes de consumo
extranjeros creció el 30% por ciento en lo que va del año; en algunos rubros
ese aumento es mayor aún (36% en calzado, 72% en tractores).
El impacto del brutal tarifazo de los servicios públicos
ocasionó tamaño perjuicio que incorporó más pobres a los ya existentes en el
tercio de la población afectada (es decir, más de 13 millones de compatriotas),
la mitad de ellos, niños y adolescentes; y que claramente implica una dirección
opuesta a la proclamada aspiración de transitar el camino hacia la “pobreza cero”.
No hay centro urbano ni barrio de la Argentina donde no
se padezca, de una u otra forma, cierres de comercios, debido a la caída de las
ventas, aumentos de los alquileres y el costo de la energía. Sólo en Rosario,
superan los 1.500 comercios afectados y son más de 6.000 en la provincia de
Buenos Aires. En la Capital Federal, sólo en el rubro gastronómico, se
registran 400 cierres de restaurantes, bares y confiterías en lo que va del
año.
Es necesario
resaltar que la mayor generación de puestos de trabajo tiene lugar en las
pymes. Y esta no es una particularidad de nuestro país, sino que es así en la
mayor parte del mundo, incluidas las economías más desarrolladas donde estas
empresas se desenvuelven en el campo de la industria liviana. Hoy el auténtico
discurso industrialista está ausente del vocabulario de nuestros dirigentes
políticos el empleo se encuentra con destrucción de puestos de trabajo y falta
de inversiones privadas que disparen la generación de nuevas fuentes laborales.
Tanto el
sistema previsional como la educación deben ser políticas estratégicas del
Estado. Actualmente se pretende de los docentes un desatinado sacerdocio
caracterizado por los votos de obediencia a políticas educativas sin consenso,
lejos de las realidades de nuestro país que sigue teniendo problemas de
financiamiento, salarios bajos e infraestructura deficiente.
Las escuelas técnicas, fundamental herramienta al
servicio de los hijos de los trabajadores, están lejos de la centralidad
educativa. La educación universitaria pública tiene serios recortes
presupuestarios y la seguridad social parece encaminada a sufrir modificaciones
que ponen en riesgo su sustentabilidad.
Todos estos datos expresados, nos hablan de un creciente
deterioro de la calidad de vida de la mayoría de los argentinos que se resumen
en inflación galopante, recesión, aumento del déficit fiscal, incremento del
endeudamiento público, aumento de las importaciones, tarifazos impagables,
caída del ingreso, pérdida del empleo, crecimiento de la pobreza y problemas en
la escolaridad.
No hay que haberse graduado en Harvard o en otra
prestigiosa universidad para darse cuenta de que vamos de mal en peor.
Las perspectivas que se avizoran, de no cambiarse el
rumbo económico-social son que empeoren
las consecuencias y el horizonte social.
Por eso es necesario que, además de superar los
gravísimos condicionamientos económicos que hemos enunciado, podamos recuperar
en nuestro país el concepto de Pueblo, en el sentido amplio que nos indica
la Comunidad Organizada de Juan Domingo
Perón. Una Nación no es sólo un Estado eficiente. Ser una Nación significa
tener un proyecto político, social y cultural de convivencia y beneficios
recíprocos entre todos los actores sociales.
Es hora de cambiar en serio, antes de que sea tarde. Es
hora de gestar una “iniciativa popular” liderada por este movimiento obrero y
que se conforme por todos los sectores del trabajo y la producción, que
proponga, y aporte alternativas en defensa del trabajo argentino; una
iniciativa socio-económica, no electoralista, que tenga por eje vertebral
al mundo del trabajo con sus necesidades
y problemas.
En razón de esto, el Plenario de Secretarios Generales
resuelve:
Trabajar decididamente hacia la unidad del Movimiento
Obrero Argentino como la más importante herramienta para fortalecer la defensa
de los intereses nacionales. Redoblar el compromiso de gestar el ámbito
propicio para que esa unidad se vea definitivamente plasmada en el Congreso
Normalizador de la CGT a celebrarse el 22 de agosto, fecha en el que se
conmemora el histórico renunciamiento de la compañera Eva Perón.
Proponer al futuro Consejo Directivo Nacional un trabajo
profundo sobre las representaciones del interior del país que conlleve, no solo
la normalización de las delegaciones Regionales, sino también el análisis de
las situaciones que en cada región acontezcan con el firme propósito de evaluar
junto a sus dirigentes los planteos a presentar.
Facultar y delegar a la conducción surgida del Congreso
la elaboración de un programa con las principales problemáticas que aquejan al
mundo del trabajo y convocar a las acciones gremiales que correspondan en
reclamo de las soluciones que requiere la mayoría del pueblo argentino.