martes, 23 de agosto de 2016

Revolución de la Alegría: interpelación brutal al adolescente adulto.


FRENTE DE PROFESIONALES MOVIMIENTO EVITA


1. La paradoja.
            La cosa fue así. Sucede que, por voluntad popular, las elites neoliberales recuperaron el control del Estado argentino. Un Estado argentino que estaba siendo restaurado y administrado por un gobierno que favorecía a los sectores populares. Y estos sectores populares, una vez favorecidos, sin mucho agradecimiento por los servicios prestados, le devolvieron el Estado otra vez a quienes en su perjuicio antes ya lo habían destruido.
            El enunciado es de difícil comprensión por su cacofonía, por sus perífrasis, por sus problemas sintaxis y por sus redundancias. Si, seguro. Pero además lo es por sus contradicciones lógicas.
            Las opciones para resolver el enigma son acudir al mito de Sísifo, al corsi e ricorsi de Vico, al síndrome de Estocolmo o a la pulsión tanática del argentino. O su vocación por la queja que se busca un motivo para poder proferirla con razón. Quizá producto de la influencia cultural del tango o la vidalita.
            Pero no. Tratemos de buscar no una respuesta, sino unas buenas preguntas que definan nuevas líneas a estudiar. No solo para acercarnos a la comprensión del fenómeno, sino también para trazar mejores tácticas para evitar a futuro la sangría por donde se nos van los votos indispensables en la estrategia de acumulación política que apuntale un proyecto nacional y popular.
            Y si hablamos de tácticas y estrategias vamos al maestro: Sun Tzu.
            El presunto oriental enseñó la máxima "conoce a tu enemigo". Vamos a conocerlo entonces en su faz de política electoral. Política electoral que hizo que alguien que representa en historia, discurso y estética (de la manera más acabada) al egoísmo de las élites que pauperizaron (material y espiritualmente) a los sectores populares del país se haya podido convertir ahora en...un líder popular votado.
            Pero ese alguien es un producto. Por eso, no perdamos tiempo y vamos directamente a su productor no estructural, si electoral: Jaime Duran Barba. Vamos a su libro "El Arte de Ganar: como utilizar el ataque en campañas electorales exitosas" (el subrayado nos pertenece) que compila esa base táctica con la cual viene operando, hace ya muchos años y con coherencia, el partido que catalizó en su derredor el 51,34% de los votos en el balotaje.

2. De las tácticas que ocasionaron una derrota para el campo popular.
            El "Arte de ganar..." puede caracterizarse como el monumento al cinismo. Pero también como una obra maestra de la eficacia instrumental para el corto plazo. Pruebas a la vista. No es un tratado del buen gobierno, sino un manual para ganar una elección. Una bajada (a la técnica de propaganda electoral) de esa máxima que Maquiavelo nunca dijo: "el fin justifica los medios". Y está bien porque "El Arte de..." no pretende ser otra cosa.
            Lo que no está bien es la corrosión y el embrutecimiento social que este manual elige como "el" insumo a partir del cual operar y que, a la vez, busca incubar, esparcir y promover. Porque el "Arte de..." crea también subjetividades. Al caracterizar el sujeto a quien disparará su seducción electoral, a la vez está creándolo. Lo define como un individuo elector que no se informa (y que le disgusta hacerlo), que no lee (y si es que lo hace cae en esos textos de sometimiento al status quo que son la "auto-ayuda") y que no se interesa por analizar los asuntos públicos cuya complejidad no entiende ni le preocupa hacerlo.  Pero que, a pesar de su actitud acrítica, es capaz de sentenciar con la enjundia que le da su pretensión de veracidad sostenida en dos pilares: el sentido común y el prejuicio.
            Cuando el entrenador de un boxeador ve que al rival de su pupilo se le comienza a inflamar un arco superciliar, desde la esquina le grita a su discípulo "trabajale el ojo". Es por el agravamiento de la hinchazón (jab y cross mediantes aviesamente dirigidos a esa zona) que al contendiente se le irá reduciendo su campo visual.. y todo estará decidido a favor de su pupilo. Eso es exactamente lo que el coach Durán Barba les ordena a sus candidatos del PRO. A los votantes... "trabajanlen los prejuicios".

3. Construyendo una base poco constructiva.
            Es por ello que el votante emblemático del PRO, a pesar de que optó por el mensaje supuestamente alegre y "no confrontativo" que (en apariencia) le proponían sus candidatos, al ser interrogado por cuestiones políticas básicas comienza a mostrarse agresivo y henchido de invectivas y descalificaciones ofensivas. Celebra despidos y goza con familias arrojadas a la calle. Parece contradictorio, porque supuestamente eligió la propuesta de alegría despreocupada y afectuosa de sus candidatos. Pero no lo es. Se trata de un individuo a quien le han trabajado profundamente sus preconceptos para que vote por lo que terminó votando. Para moldearlo a imagen y semejanza de "Doña Rosa" o del vecino porteño "Cacho", esos estereotipos de clase media pre juiciosos, egoístas, cívicamente apáticos y sin vocación de superación personal (la que solo interpretan posible a través del consumo) que Neustadt en los 90 y Duran Barba en la actualidad han creado como subjetividades de su tiempo.
            Así van a la construcción del común denominador deseable para ser el receptor dócil de la acción mediática y propagandística que generaran. Nótese que no le hablan al "pueblo", que es un colectivo unido por religión, historia, mitos, luchas, tragedias, geografía y utopía común. Ni siquiera le hablan al ciudadano, donde la faz de un destino colectivo quedó en segundo plano, pero al menos se trata de un sujeto con derechos civiles, políticos, sociales principalmente, y culturales y ambientales también. Sigue existiendo en este sujeto una interacción constructiva con el semejante, así que no. Es demasiada sociabilidad, organización y discernimiento colectivo crítico para el sujeto que desean como receptor del mensaje de irresponsabilidad social que darán. Por eso, prefieren hablarle al vecino.
            El vecino es un ser situacionado en un punto (ni siquiera territorio geográfico, institucional y político) de manera circunstancial y casi inerte para quien "el otro" las más de las veces es un problema. ¿Quién no tiene problemas con sus vecinos?. Con el vecino se comparte (muy a pesar de uno) un espacio que lo mejor sería que fuera individual...pero no se puede. Acá no hay historia ni derechos colectivos. Acá hay una situación espacial puntual y se acabó.
            Lo que se dice un individuo jibarizado a su mínima expresión, la que no alcanza para calificar siquiera como ciudadana.
            Un demandante de comodidades que no oferta luchas en pos de conquistas sociales.
            Gran esfuerzo por la creación de un sujeto, ese "hombre común" que ellos caracterizan como un ente sin lealtades ideológicas, ni utopías ni sentido solidario. Su aspiración máxima, consumir. Así tratan de reducir a esta chatura a pueblo y ciudadanía. 
            Cuando se lee la construcción del sujeto votante que realiza Barba en su obra, no puede uno evitar remitirse a dos autores rechazados (no sin razones atendibles) por la intelectualidad de vocación popular. Se trata de José Ingenieros y  José Ortega y Gasset.

4. Los malditos Ingenieros y Ortega.
            Antes que el lector de tendencia nacional y popular abandone estas líneas por la sola mención de estos pensadores elitistas, les pedimos algo de paciencia. Vamos directo al punto.
            Ingenieros caracterizaba al hombre mediocre como alguien sin ningún mérito  que se camuflaba en el anonimato haciendo uso de dogmas, sentido común y prejuicios que le mantenían a salvo en sociedad.  Todo lo que sobresalía intentaba tumbarlo (diatriba de por medio) porque eso evidenciaría su propia medianía que no era tara, sino una forma segura de ser. No era agente de evolución de la sociedad, sino de conservación de todo lo establecido no por él sino por otros. En un sentido heideggeriano no hablaba, sino que era hablado. No opinaba. Repetía las opiniones que la mayoría aceptaba. Gustaba de los formalismos ya que estos le estructuraban y canalizaban sin riesgos su andar por la sociedad.
           Por su parte Ortega y Gasset hablaba del hombre masa como un individuo que gozaba de los avances técnicos, crecimiento económico y de conquistas de derechos que le deparaba su tiempo, sin haber contribuido a ellos. Y concebía esas mejoras como un hecho espontaneo de la naturaleza, negando los talentos, esfuerzos y luchas de los otros que las hicieron posibles ayer para que él pueda disfrutarlas hoy.  Se auto- posiciona como un acreedor de los goces de la sociedad y no como un co-obligado a los sacrificios para mantenerlos. Niño mimado es la alegoría que usa para pintarlo, como alguien a quien se le ha eximido de padecer los peligros y las peleas (dadas por otros) que conllevaron el obtener esos frutos con los que él ahora se deleita plácidamente. Se ha acostumbrado a  satisfacer sus apetitos por dignidades públicas e imponer sus pareceres prejuiciosos a toda la sociedad por el mero poder que le da el número masivo. Ortega y Gasset avanza respecto de Ingenieros en considerar al hombre masa no circunscripto a una clase social determinada, ni siquiera en el accionar aglomerado. Se puede ser rico, culto, actuar de manera individual y hacerlo como un hombre masa.
             Ambos autores se interesan por el sentido común diferenciándolo del buen sentido. Sentido común  sería el catecismo que obedecen por la mera costumbre el hombre mediocre y el hombre masa y estaría conformado por las proposiciones y procederes que la mayoría da a priori por correctos aún cuando no poseen experiencia concreta de que lo sean o no. Noción cercana al prejuicio como se ve, solo que este último tiene un origen no tanto por lo colectivo sino por lo tradicional. Sentido común puede ser entonces perfectamente un prejuicio extendido en la colectividad.

5. Nuestro yo idealista y nuestro yo mediocre: ¿a quién de ellos interpela el PRO?
            Por nuestra parte pensamos que la mediocridad o la masificación no son calidades a las que los hombres quedan adscritos desde el nacimiento y que permanecen perennes a lo largo de su existencia. Como en el ying yang, todos tenemos en nuestro interior tendencias al idealismo y la superación, como también a la mediocridad y la masificación. Que estemos en este momento redactando un artículo para entender estas cuestiones evidencia un sentido de idealismo y superación. Pero en cinco minutos nos encontraremos a nosotros mismos opinando con la autoridad de un juez sentenciante sobre futbol, un deporte que apenas si hemos practicado (de manera opaca) y que como espectadores pasivos ni siquiera terminamos de entenderlo al día de hoy.  Siendo una sola persona podemos tener nuestros costados idealistas y nuestros costados mediocres. ¿A cuál de esos costados interpela el PRO en sus campañas?
         
   Imaginemos que cuando éramos adolescentes se nos presentaba un tutor peregrino y nos decía que no teníamos obligaciones con nuestros padres ya que ellos habían decidido traernos al mundo de manera inconsulta. Que los obligados a darnos una buena vida eran ellos, y que encima no lo estaban haciendo del todo bien, ya que al vecinito de enfrente sus padres le habían regalado una moto y a nosotros los nuestros, nada. Nuestro rol debía ser entonces no el asumir responsabilidades sino el de profundizar nuestras reivindicaciones por todo lo que no se nos daba.

             ¿Qué éxito dañino hubiera tenido esa prédica en un nosotros adolescentes verdad?
  
            Duran Barba y los suyos saben cómo interpelar nuestro lado adolescente. Como excitar nuestro costado mediocre. Como incentivar, manipular, reproducir y cultivar lo peor de nuestros prejuicios irresponsables. Para ello cuenta con varios aliados que han pre-formateado nuestras conciencias para que él se encuentre hoy con un fértil terreno para realizar sus maniobras. No arranca de cero. Veamos a algunos de sus aliados que ya han arado anteriormente la tierra para que él pueda sembrar con éxito la mezquindad.

6. Los aliados del cultivo de una mezquindad para que florezca un candidato mezquino.
            Y acá les presentamos a dichos aliados.
            Nuestra historia de país políticamente subordinado y económicamente dependiente de los centros mundiales de Poder. Este orden político y económico tuvo su correlato cultural en la tradición por la auto-denigración nacional, la negación de nuestra capacidad de invención técnica, el desprecio por el pensamiento autónomo,  la exaltación de la figura del simple administrador (en las colonias no se inventa nada, solo se administra), la preferencia por los bienes importados, la exportación de materia prima como supremo objetivo nacional, la admiración boba de todo lo que es extranjero, los desvelos acerca de "como nos mira el mundo", etcétera.  El armado de un candidato con modos globalizados y amante de los clichés del primer mundo es la vía para explotar este campo arado que ya dejó el neo-colonialismo.
             Nuestra propensión como clase media a la tilinguería. Como describió Arturo Jauretche ( código criollo de pensamiento gramsciano) se trata de esa tendencia de los sectores medios de imitar la moda, pareceres, consumo, prejuicios y otros comportamientos de las clases dominantes. Aún cuando tal patrón cultural de la clase alta imitada funcione perjudicialmente para la clase media imitadora.  Un candidato que ostente su condición de empresario oligopólico (no por su esfuerzo o creatividad tecnológica, si por ser heredero de una fortuna que su padre amasó al calor de prebendas estatales) y que además exhibe impúdicamente el ocio esnob que su riqueza le permite disfrutar, no generará el rechazo sino paradójicamente la admiración de quienes solo pueden vivir del magro producto de su trabajo asalariado.
            Nuestra vida en la época del postmodernismo. Es la era de la muerte de los grandes relatos, la caída de las ideologías, del fenecimiento de las utopías. La edad del hombre como  sujeto "adelgazado" de la historia que cede su centralidad a redes impersonales. La de la transculturalidad que difumina identidades nacionales. En nuestra opinión el postmodernismo se trata del enmascaramiento sutil de lo que es en realidad un único y gran relato que pretende hegemonizarlo todo: el del mercado globalizador. En él el hombre se reduce a un ente estandarizado donde el trabajo quedó reducido no al despliegue de su fuerza creadora (y de su forma de organizarse en sociedad) sino a un medio por el que forzosamente tendrá que pasar para obtener el sustento necesario que le permita llegar a su fin superior: consumir.  Un candidato que enarbole el culto al mercado junto con las (imposibles) apoliticidad y des-ideologización encastra de maravillas en este escenario.
            Nuestra actual estabilidad socio-económica como ámbito para el afincamiento de una mediocracia. En épocas de peligros y crisis, sobresalen los liderazgos decididos, apasionados, valientes y combativos para la defensa de lo que está en riesgo de perderse, o la conquista de lo que debe ganarse para sobrevivir.  Pero cuando las aguas se aquietan, la mediocridad que ostenten quienes pretendan conducir hasta puede ser un activo. Y de hecho lo es frente a ese elector que ha naturalizado la relativa quietud en la que vive y que le disgusta ser avasallado en espíritu e intelecto por quien le conduce. Un candidato que se muestre no como un estadista aguerrido sino como un tipo simplote de medianas luces corre con las de ganar en este contexto.
            Nuestra inmersión en un capitalismo que además ha generado y puesto bajo su dirección a la revolución informático comunicacional. Ortega y Gasset hablaba del culto a la imagen y lo estético (relacionado a la juventud) por sobre la experiencia y la sabiduría (relacionado con la madurez). Indicios de esto era la actitud de los adultos del año 1930 queriendo aparentar menos edad de la que tenían y del auge del cinematógrafo como medio comunicacional.  Si Ortega hubiera vivido en la actualidad para ver internet, los teléfonos inteligentes, las redes sociales que privilegian la imagen y la televisión, la televisión...que hubiera dicho? El capitalismo propala la cultura egoísta del consumo del bien finalizado, que no del trabajo para obtener ese bien. No mientan. No quieren cultura del trabajo sino del consumo. Y el capitalismo se sirve de los medios masivos para promover esa conducta consumista irreflexiva de la inmediatez,  con una saturación de imágenes que se dedican a estimular lo sensorial y el arrebato emocional en desmedro de la explicación racional. Así se promociona con sonrisas de modelos que desbordan belleza y juventud, la dicha de endeudarse en un banco o de ir a un casino a tirar el sueldo.   Un candidato con un equipo de gente con cuerpos que aparentan menos edad de la que tienen, que se muestran risueños y apelan al egoísmo alegre para pedir el voto evitando explicitar un programa de gobierno lleno de contraindicaciones para la inmensa mayoría de los electores...pica en punta y va a favor de la corriente en la sociedad del consumo compulsivo.
            Basta de obligaciones y compromiso con el otro. Déjenme consumir sin que nadie perturbe mi alegría de hacerlo.

7. Las respuestas populares a la política del marketing.
            Este cuadro que trata de aproximarse a formular preguntas acerca de la ingeniería (en apariencia exitosa) para la construcción de adhesiones electorales del PRO, no trata de ser pesimista para quienes defendemos el campo popular.
            Es que tenemos que considerar que, frente a estas tácticas que gozan de la enorme ventaja de ir a horcajadas de la cultura capitalista, de la historia de dominación de nuestros pueblos latinoamericanos y de los poderosos grupos económicos transnacionalizados que la azuzan,  nos, el campo popular, en las últimas elecciones, solo le hemos opuesto como respuesta única lo siguiente: la acumulación político simbólica en una persona… que no era la candidata. Si. Trabajamos en la centralidad de una campeona para una Justa en la que ella no podía participar por mandato constitucional. A último momento metimos como nuestro campeador al caballero de la triste figura a quien solo le dimos aliento convencido el último mes de campaña, cuando la suerte ya estaba echada. El haber obtenido aún así el 48,66% de los votos luego de 12 años de soportar ataques a nivel nacional e internacional perpetrado por parte del orden hegemónico...no está nada mal.
            Entendemos al populismo latinoamericano en el correcto sentido a la propuesta por un Estado que intervenga fuertemente en calidad de defensor de los intereses de los sectores populares, con el fin de lograr la Justicia Social. Nada tiene que ver con el peyorativo alcance que pretende dársele asimilándolo a la demagogia, una práctica más emparentada con la Derecha que con los progresismos. La campaña del PRO es esencialmente demagógica.
            Desde esta visión virtuosa de populismo, tenemos que asumir lo siguiente. Similar a lo que explicaba Marx respecto a que las burguesías al acrecentar el proletariado generaban los verdugos que en el futuro acabarían con ella (dialéctica hegeliana que no encontró correlato en la realidad),  los populismos al promover el acrecentamiento de las clases medias, generan el sujeto que (expuesto al bombardeo cultural que explicitáramos arriba) terminará votando en contra de él.  Si bien es cierto que, dentro de los parámetros del capitalismo, es a través de la promoción del consumo que se obtiene un aumento de la calidad de vida de los sectores populares, debemos tener en cuenta que la expansión del acceso a bienes no será interpretada por su beneficiario como una conquista social producto de políticas públicas inclusivas. Por el contrario, le estimulará sus  rasgos egoístas y excluyentes ("esto es producto de MI esfuerzo"). Puede pasar.
            Y pasa porque la Derecha al fomentar (a través de artimañas comunicacionales) la despolitización de la ciudadanía, consigue justamente truncar su desarrollo. En otras palabras, oblitera el ascenso del habitante-consumidor al status pleno de ciudadano-integrante del pueblo. Lo condena a una perpetua adolescencia moral e intelectual que portará por siempre a pesar de ser etariamente un adulto.
            Contra esto, el activismo espontáneo de los días que fueron entre el 25 octubre y el 22 de noviembre del 2015. El activismo espontáneo de las plazas, de los cantos en actos públicos. Del 24 de marzo del 2016 con plazas llenas en todo el país. Experiencias que demuestran vocación por participación cívica realmente alentadora. La ciudadanía movilizada da muestras de estar muy por sobre su dirigencia institucional y política, que deberá tomar el desafío de organizar este renovado protagonismo. Nunca sabremos con exactitud matemática en cuanto el esfuerzo de la primavera del 2015 (con aires de epopeya libertaria) acorto la brecha de diferencia de votos que tenía en su favor el candidato del marketing. ¿En 5 puntos? ¿En 10 puntos?. La cuestión es que  el resultado quedó  en un virtual empate. Épica atropellada. Lo mejor de nuestros hombres del arte y la cultura, de la ciencia y el pensamiento volcados a las calles para impedir el retorno del neoliberalismo.
            Como no somos de los que medimos el éxito por resultados inmediatos (mucho menos si estos dependen del arbitrio de decimales) consideramos esta patriada como gloriosa.  Entró a la Historia grande de nuestro país. Un crecimiento de conciencia colectiva y coraje frente a la adversidad. Uno de los frutos no planificados (mucho menos esperados) de una década de recreación de la memoria colectiva histórica. Habrá esfuerzos de los banalizadores a sueldo para banalizarlo. Es nuestro deber impedirlo.
            La Derecha extractiva latinoamericana le gusta hacer trampa. Declarase institucionalista (porque formateó la mayoría de las instituciones que regulan nuestra vida social)  pero pisotea a mansalva cuanto contrato social o pacto colectivo exista si no es de su provecho. Consideremos un logro para nuestro campo popular que hayan entonces accedido al poder por primera vez en la historia de manera formalmente democrática y no por la fuerza de la proscripción, la violencia y la muerte. El tiempo dirá si los anhelos democráticos se cristalizarán en un sistema de partidos como sueña Torcuato Di Tella, uno de derecha y otro de izquierda, para canalizar pacíficamente el conflicto que es inevitable en toda sociedad.
       
     Quedará ver cuánto durarán los efectos narcóticos de infantilizar con globos de colores a la población al momento que se empiecen  sentir los efectos de la transferencia de riquezas de las mayorías que viven del trabajo en favor de las minorías que viven del gran capital. Algo que la Derecha (que lleva también ventaja en el lenguaje) llama "ajuste" impersonalmente, sin hablar de que hay ajustadores y ajustados.
            Como se dijo arriba, una base de votos habidos en el caldo del odio azuzado y la frivolidad de "cambiar" como el tele-espectador que hace zapping y se aburrió de lo que veía aun sin atenderlo ni entenderlo (total coherencia con la video-política) es muy inestable.
            Dado nuestro sentido de responsabilidad colectiva no podemos imitar los comportamientos destituyentes que caracterizan a la Derecha que, por ser minoritaria estructuralmente, hace uso todo mecanismo ladino para desestabilizar. Nuestro desafío es más complejo que esas arterías letales para el pueblo. Acá se trata de defender con la Constitución en la mano y la militancia en la calle que no se vuelvan pulverizar las conquistas de derechos, ni se regale el patrimonio nacional para lisonjear a patrones del Norte que sin demasiado esfuerzo ni interés, se han topado con este regalo sorpresivo que le hemos hecho de una fisura en los gobiernos populares de la región. Debemos garantizar que impediremos las tropelías a las que históricamente nos tienen acostumbrados, y a la vez evitar que caigan ellos por el peso de su propia voracidad arrastrando impunemente tras de sí a toda la sociedad.
            Casi que los tenemos que cuidar de ellos mismos.

8. Y sin embargo, nuestra esperanza en la causa de los pueblos está intacta.
            Como militantes la vuelta al llano nos sienta bien. Trabajamos allí cómodos porque de él venimos. Aprendimos mucho de la hiper-realidad postmoderna que sustituyendo la facticidad verdadera, encanta como el flautista de Hamelín a los incautos y los lleva a repetir errores históricos. La comunicación del proyecto nacional y popular entonces no puede hacerse solo a través de cadenas nacionales o algún programa de TV amigo. Eso es un grano de arroz errante que navega solitario en sopa neoliberal que nos dan de beber en todo lugar y a toda hora del día… y en cada acto que realizamos en una sociedad colonizada por el mercado.
            Siempre hemos sido resistencia. Y creemos que lo fuimos más que nunca -congruentemente por el peligro que representábamos- durante estos últimos 12 años en los que ocupamos esa pequeña porción del Poder que es el Estatal soberano. Nunca lo hicimos  con el económico, comunicacional ni que hablar con el disciplinario de las instituciones, las creencias y los discursos. Por ello tenemos capilarizar también en todos los ámbitos de la vida social los fundamentos y razones del proyecto nacional y popular que propugnamos, si es que tenemos la necesaria e imprescindible vocación contra-hegemónica.
            Y fue poco lo que hicimos por la formación de estructuras militantes cualificadas que actúen en red. Y no es contradicción hablar de estructuras y de red.  El Poder es siempre central y estructural, no nos engañemos por las fintas del postmodernismo.  También fue poco lo realizado por la formación de cuadros comunicacionales en plena era de las comunicaciones. El llano aguza el ingenio y en la carestía encontraremos el acicate para dejar de convencer a los convencidos y ponernos a trabajar seriamente en la persuasión comunicacional organizada y territorial de una buena vez.
            Cerramos estas líneas con unas reflexiones casi de experiencia personal. El obelisco no se lleno de manifestantes el 22 de noviembre a la noche vivando al presidente electo. Lo único que se dejo ver fue la fiesta privada de Costa Salguero, pletórica en vulgaridades propias de la ostentación de valores mediocres. Del espacio público, ni noticias. Es que una cosa es una  agrupación de militantes y ciudadanos encolumnados detrás de un proyecto, y otra muy diferente es una suma coyuntural de individuos movidos por rechazos diversos. Los que un hábil publicista logró catalizar en un instante determinado usando la operación aritmética de sacar un común denominador: el rechazo.
            La Alianza Cambiemos es eso. Su base social del 51,36%  no es de apoyo a un proyecto (que cuando cualquier imprudente de Cambiemos lo salía a explicar se le mandaba a callar inmediatamente para evitar el espanto) sino una suma de rechazos inducidos y odios inoculados que se logró arriar para un tiempo y un lugar. Volatilidad pura. Acerca de cuanto tiempo una minoría de Derecha si orgánica, si formada, si jerarquizada, si encuadrada detrás de su si mezquino proyecto podrá seguir cooptando el apoyo de esta mitad usando el mensaje del orientalismo que enseña a respirar y la alegría ostentosa de la fiesta de Cinzano… no lo sabemos. Pero nos parece que no mucho.
            Mientras se escriben estas líneas, no se ve en las calles la esperanza de los ganadores. Solo la actitud adolescente de la burla, la revancha y la descarga de responsabilidades de lo malo en el otro. Tal la construcción, tal el producto.
            Al menos una promesa si se ha cumplido: el cambio. Si.  Hemos cambiado. Principalmente los que hemos salido a la calle la primavera de 2015 a defender el proyecto nacional y popular, hemos cambiado. Hemos cambiado en lo que hace  a una comprensión íntima de lo que estamos defendiendo y la convicción de que debemos hacerlo, en adelante,  con el mismo coraje… pero con más  formación técnica y mayor organización táctica. Si. Hemos cambiado. Y para bien.


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