jueves, 27 de octubre de 2016

El odio oligárquico


Por Juan Godoy*

“Lo que yo nunca le voy a perdonar a Perón es que durante su gobierno y luego también, el negrito que venía a pelear por su salario se atrevía a mirarnos a los ojos. ¡Ya no pedía. Discutía!” (Robustiano Patrón Costas)

Un tiempo atrás trascendió que en una de sus reuniones habituales con referentes sociales, el Papa Francisco manifestó: "ustedes son muy jóvenes y no lo han vivido, pero esto que está pasando en la Argentina lo veo como una especie de revanchismo hacia los sectores populares y los trabajadores, como fue en 1955". (Infonews. 5-3-2016) A partir de esta idea con la que coincidimos, queremos reflexionar acerca de la violencia de la oligarquía argentina en relación al peronismo.
Salvador Ferla en su revelador libro sobre los fusilamientos del 56, manifiesta que la oligarquía “los días subsiguientes al 17 (de octubre de 1945) hubiese asesinado de buena gana a cada uno de los manifestantes. Nace entonces la idea del crimen. La aspiración al genocidio. Comienza la génesis del 9 de junio (de 1956)”. (Ferla, 2008: 23) Mucha razón tiene el escritor en su punzante frase. Es más en la desconcentración del día que se sublevó el subsuelo de la patria, desde el edificio del diario Crítica (sobre Av. de Mayo) que había escrito en su edición vespertina del 17 mismo que “grupos aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de intimidar a la población. El anunciado movimiento popular de los peronistas ha fracasado estrepitosamente, en un ridículo de extraordinarias proporciones” (Rep. en Baschetti, 2015), se hace presente el odio con una descarga de tiros sobre la multitud que hace caer al conocido como el Primer Mártir del peronismo, el joven de 17 años Darwin Passaponti (dirigente nacionalista estudiantil), y a Francisco Ramos de 21 años, también vinculado al nacionalismo. (Galasso, 2011) Es el resentimiento que pretende atrasar el reloj de la historia.
Si el 55 y los fusilamientos del 56 son la expresión de la revancha clasista por el 17 de octubre, bien podemos considerar que las represiones posteriores, y sobre todo el genocidio perpetrado por la última dictadura cívico-militar también es una respuesta (esta mucho más exitosa para la oligarquía), al mismo. Pues lo que viene a destruir esta última dictadura es la Argentina montada en los diez años del peronismo, al movimiento nacional más importante en nuestro país que parió el siglo XX, y cambiar de raíz la sociedad. Molestaba el modelo de país, la dignificación del trabajador, las relaciones sociales que traía aparejado el modelo de industrialización, por eso “la redefinición de la relación, de por sí desigual, entre capital y el trabajo tuvo  tal magnitud que sólo puede entenderse como una revancha oligárquica sin precedentes históricos en el país, acorde al profundo resentimiento que guardaba la oligarquía nativa hacia la clase trabajadora argentina”. (Basualdo, 2010: 117)
De todas formas, como queda claro al culminar el 17 de octubre, la oligarquía no iba a permanecer de “brazos cruzados” viendo como los trabajadores discutían y desarrollaban el país en el que querían vivir que era diametralmente opuesto al país para pocos que venía desarrollando la misma hasta ese momento. De esta forma, los diez años que gobierna el peronismo van a estar marcados por el desenvolvimiento de una Revolución Nacional que avanza en el otorgamiento de derechos a las mayorías populares en forma absolutamente pacífica, pero que tiene como contrapartida el despliegue de un conjunto de estrategias violentas por parte de la oligarquía. Es la manifestación del pasado que quiere volver.
Con el ingreso de los trabajadores de la Patria a un nivel de vida digno, se encuentra la pérdida de ciertos “privilegios” por parte de la oligarquía (y sus satélites medios), que le provoca bronca, rencor u odio. Esto es graficado por la pluma de Arturo Jauretche que escribe “es horrible hacer el sacrificio de llevar a la familia a Mar del Plata para encontrar que la habitación de al lado la ocupa la mecanógrafa, el peluquero, o el repartidor de leche, que en el restaurant no hay mesa porque lo desbordan las gentes que antes no tenían acceso al él, que los camarotes del tren le son disputados por la multitud en fiesta, que cualquiera ocupa un taxímetro y que hay que hacer cola para comprar el pollo “allo spiedo” que antes ofrecía reverente el rotisero sin clientes, al grave caballero de flácido bolsillo que lo tuteaba paternalmente al protegerlo con la compra”. (Jauretche, 2004: 60)
En este esquema ciertos escritores, fieles representantes de la intelligentzia se han manifestado acerca de diferentes aspectos del movimiento nacional. Conocido es el libelo furiosamente anti-peronista editado con posterioridad al golpe del 55 por el “fotógrafo de las Pampas”, como lo llama Jauretche, Ezequiel Martínez Estrada: "una característica sobresaliente de Perón, tanto en su campaña proselitista como en su programa doctrinario, es que recogió con minuciosidad del hurgador de los tachos de basura, los residuos de todas las actividades nacionales, en los ordenes espiritual y material". (Martínez Estrada, 2005: 55) Asimismo caracteriza a Eva Perón afirmando que era “una sublimación de lo torpe, lo ruin, abyecto, infame, vengativo, ofídico (con un) resentimiento contra el género humano, propio de la actriz de terceros papeles”. (Ibídem: 307) En el mismo sentido se manifiesta Jorge Luis Borges: “Evita era una de las damas del burdel, usted sabe (…) una prostituta común. Ella tenía un prostíbulo cerca de Junín. Y eso debió amargarlo a él”. (Borges. Cit. Galasso, 2012: 222) Milciades Peña también hizo un análisis similar, para él Eva Perón era una “actriz fracasada, hizo de la sociedad argentina su escenario triunfal, y murió creyendo que su comedia personal era la historia argentina. (…) Eva Duarte (que no sabía construir correctamente una frase en castellano) escribió un libro que sirvió de texto obligatorio para la enseñanza del lenguaje”. (Peña, S.f.: 71)
Dentro de las formas que encuentra la oligarquía para descalificar el proceso de Revolución Nacional llevado a cabo por el peronismo, Norberto Galasso destaca lo que en los sectores del peronismo de base se llama “evitismo” que consiste en “contraponer esa Evita sacralizada al Perón “autoritario”, “burgués”, “militar”, “nazi”, “ladrón” sin olvidar, por supuesto, su “condición de “taimado”, “demagogo” e “incapaz de sentimientos”. Y más aún, si era posible, descalificarlo por su frialdad sexual hacia sus esposas a las que ni siquiera les hizo un hijo, pero al mismo tiempo por su erotismo desenfrenado corriendo por los jardines de la residencia a las chicas de la UES”. (Galasso, 2009: 8) En fin contraponer la figura de una Eva Perón revolucionaria a un Juan Perón conservador, que al fin y al cabo era un “militar” lo que se correspondería con una posición de defensa del “statu quo” (visión clásica de un anti-militarismo abstracto, desconocedor de la realidad latinoamericana y del papel de las fuerzas armadas en los países semi-coloniales), en tanto su gobierno sería una suerte de “farsa” y su política “pura demagogia”. Una forma “sutil” de descalificar al movimiento nacional en su contenido profundo.
            Tomamos estos pequeños fragmentos, de los miles que existen como muestra del odio oligárquico y de sus satélites del “medio pelo”. Ríos de tinta se han derramado escribiendo contra el peronismo y el pueblo argentino, como el conocido “Libro Negro de la Segunda Tiranía”, o “Técnica de una traición. Juan Perón y Eva Duarte agentes del nazismo en la Argentina” de Silvano Santander, o “Ayer fue San Perón” de Damonte Taborda, o bien Tomás Eloy Martínez con su “Novela de Perón” y “Santa Evita”. Pero si este odio solo se hubiese manifestado en los libros, no sería tan grave como realmente lo fue. Los sectores dominantes argentinos desplegaron su estrategia a través de la aplicación del terror, y la represión más cruenta. Esas palabras lanzadas por el aparato cultural sirve de “paraguas” y justificación del accionar de los terroristas. Esa construcción proviene de los cimientos mismos de nuestra nación que opone lo civilizado a lo bárbaro.
            De esta forma, el primer suceso violento que podemos contar es el del mismo 17 de octubre que deja dos muertos que reseñamos anteriormente. No obstante, y lamentablemente eso no es nada comparado a lo que vendrá. Veamos brevemente algunos de los hechos, invisibilizados en su mayoría, durante los gobiernos peronistas y en los años inmediatos después de su derrocamiento. No pretendemos desde ya, reseñar todos los acontecimientos porque sería necesario escribir al menos un largo libro, pero en el mismo sentido que con las frases lanzadas desde la intelligentzia damos cuenta de algunos para ahondar en el análisis, y poner de relevancia que la violencia en nuestro país fue ejercida por la oligarquía que como afirmaba Hernández Arregui en la década del 60 “la oligarquía existe. Ha ensangrentado el país y está dispuesta a ensangrentarlo nuevamente (…) con posterioridad a 1955 damas delirantes por el odio de clase, envueltas en sus tapados de visón, ya no entonan con furor patriótico las estrofas del himno nacional. Ahora, en melancólicos desfiles callejeros cantan a coro la marcha fúnebre de la decadencia del patriciado: con Rojas y Aramburu / el país está seguro”. (Hernández Arregui, 2004: 47-54)
            A partir de la irrupción de la clase trabajadora el 17 de Octubre, la victoria electoral del 24 de febrero de 1946 y el conjunto de medidas que avanzan en la ruptura de la dependencia, el emprendimiento del desarrollo industrial, el mejoramiento sustancial de la condición de vida de los sectores populares, y el fortalecimiento de las entidades sindicales comienzan a darle la pauta a los sectores oligárquicos de la imposibilidad o al menos la enorme dificultad que van a tener para retornar al poder, al menos por las urnas. En ese escenario se lanzan a generar terror en la sociedad Argentina, y a “golpear” al gobierno de todas las formas posibles legales e ilegales para fortalecer su posición política, y poder retornar al poder político de modo de reajustar su proyecto de país semi-colonial.
De cara a las elecciones del 11 de noviembre de 1951, ante la evidencia por parte de la oligarquía del triunfo de los candidatos peronistas, lanzan una sublevación militar encabezada por el General Benjamín Menéndez (que incluía el asesinato de Perón, como también se había pensado en los prolegómenos del 17 de octubre), la otra tendencia golpista la lidera Eduardo Lonardi. “Norteamérico” Ghioldi como lo llamaba Don Arturo, implicado en la intentona golpista cuenta que “cuando Perón decidió entronizarse en el poder, a través de la re-elección presidencial, le advertí al Doctor Nicolás Repetto – también del Partido Socialista- que solo podríamos derribarlo con la ayuda del Ejército. Entonces me puse a conspirar por primera vez y tomé contacto con algunos militares”. (Ghioldi. Cit. en Galasso, 2006: 576) El intento fracasa, el peronismo gana en las urnas y en febrero de 1952 hay otro intento menor, detectado y sofocado a tiempo, que también pretendía matar a Juan Perón y Eva Perón a través de un ataque a la residencia presidencial.
La oligarquía no se rinde, y va a continuar buscando su objetivo. Así la violencia continúa en todas sus formas. El 15 de abril de 1953 en un multitudinario acto en Plaza de Mayo, la barbarie se hace presente nuevamente haciendo explotar bombas en medio del acto. Una en el Hotel Mayo (sobre Hipólito Yrigoyen), y otra sobre la salida del subte A. Son cinco muertos y casi un cien heridos el saldo. Cabe recordar que uno de los que colocó la bomba, Roque Carranza, tiene hoy con su nombre una estación de subte y otra de ferrocarril (también fue Ministro del gobierno de Alfonsín). El 1º de mayo vuelven a explotar bombas en el Círculo militar y otros sitios, finalmente “se comprobó que se trataba de un plan premeditado llevado adelante por células terroristas integradas por miembros de la oligarquía vernácula”. (Baschetti, 2013: 18)
En el año 55, los Comandos Civiles aceleran la espiral de violencia, siguen colocando bombas como por ejemplo en abril en la Confederación General Universitaria (CGU), o el mismo mes en Mar del Plata sobre la CGT y el Partido Peronista, como asimismo en los meses sucesivos en las Embajadas de Yugoslavia e Israel, provocan al mismo tiempo serios destrozos en la ciudad, como en el Banco Nación, la Lotería Nacional, el Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, YPF, etc. También cabe mencionar que ante en la desconcentración de un acto peronista en el Congreso en junio del 55 le arrojan agua hirviente a los manifestantes. (Ibídem)
No obstante, estos eran solo pequeñas muestras de lo que sería capaz la oligarquía con tal de desterrar al peronismo de la Patria. Así, el jueves 16 de junio bombardea la Plaza de Mayo ante la población civil indefensa, un hecho inédito e inusitado en la historia de nuestro país y de la humanidad: que las fuerzas armadas de una nación que están formadas para defender a la población de un ataque externo se dediquen a masacrar a su población[1]. El objetivo sembrar el terror, demostrar que están dispuestos a todo, matar a Perón y derrocar al peronismo gobernante. El saldo aproximadamente 350 muertos. Roberto Baschetti anota que una fuente de insospechado peronismo, Mario Amadeo por entonces Comando Civil afirma en su libro “Ayer. Hoy. Mañana” que “sin 16 de junio muy difícilmente hubiese habido 16 de septiembre”. (Ibídem: 31) son 800 los detenidos entre civiles y militares, Perón no fusila a nadie (luego del golpe, son todos amnistiados y muchos “premiados” con cargos  condecoraciones). Pero “ese día también, como respuesta, los trabajadores dan nacimiento a la Resistencia Peronista”. (Chaves, 2015)
            Entre junio y el golpe de septiembre siguen implantando el terror, se dan numerosos ataque violentos por parte de los comandos civiles a la policía, muchos son asesinatos a “sangre fría”. El 16 de septiembre finalmente se consuma el golpe de estado. Perón tiene superioridad de fuerza para derrotar el golpe, pero no quiere un “baño de sangre”, prefiere “el tiempo”. Así, tres días después la Marina al mando de Isaac Rojas bombardea la Ciudad de Mar del Plata, y amenaza con bombardear la destilería ubicada en Dock Sud y La Plata, a lo que Perón responde elevando su renuncia. (Baschetti, 2013)
            Tres meses dura el gobierno de Lonardi, al cual le sucede el verdadero sector que hizo el golpe de Estado la dupla liberal pro-británica Aramburu-Rojas representantes cabales del proyecto oligárquico. Es ahí que comienza la represión más feroz sobre el movimiento obrero peronista. Es la revancha clasista en su máxima expresión.
 Se dicta el tristemente célebre decreto 4161 (parte de los 4200 decretos dictados en 40 días de gobierno), que prohíbe cualquier manifestación que le de visibilidad al peronismo desde los símbolos, hasta los nombres Perón, Eva Perón, pasando por la Tercera Posición, la Marcha Peronista, Evita Capitana, etc. Se busca desterrar al movimiento nacional mayoritario a partir de su absoluta invisibilización conjuntamente con la represión en todos los frentes. A la intervención de la CGT por parte de la Marina a cargo de Alberto Patrón Laplacette, el secuestro del cadáver de Evita, hasta los fusilamientos de junio de 1956 que comentamos al comienzo, luego del levantamiento de Valle y Tanco que acompañar un grupo de militares retirados de la fuerza (sobre todo), y algunos en actividad vinculados al peronismo, como asimismo trabajadores peronistas. (Arrosagaray, 2016) Salvador Ferla sentencia acerca del crimen atroz: “se utilizaron más balas para fusilar que para sofocar la rebelión”. (Ferla, 2007: 190)
            Como pudimos observar a lo largo de estas líneas, a partir de la irrupción del General Perón en la política argentina, y más específicamente con los acontecimientos del 17 de octubre de 1945, en que los trabajadores toman en sus manos el destino de la Patria y “tuercen” el curso de la historia dando nacimiento a Perón como líder de masas y al peronismo como expresión más alta del nacionalismo popular en nuestro país, la oligarquía comienza a hacer todo lo posible para desterrar de la faz de la tierra a este movimiento que lleva a cabo una Revolución Nacional y avanza significativamente en la Segunda y definitiva independencia. No obstante la tarea no le será fácil, pues los trabajadores de la Patria emprenden una de las gestas épicas más importantes del siglo XX en nuestro continente desarrollando por todos los medios la resistencia a esa revancha clasista oligárquica y logrando mantener viva la llama del peronismo para las generaciones posteriores.


* Lic. en Sociología (UBA). Mg. en Metodología de la Investigación (UNLa). Artículo publicado originalmente en Revista "Huellas de Historia". Año 2, Nº 15. Octubre de 2016 

Bibliografía

Arrosagaray, Enrique. (2016). La Resistencia y el General Valle. Buenos Aires: Punto de Encuentro.
Baschetti, Roberto. (2013). La violencia oligárquica antiperonista entre 1951 y 1964. Su consecuencia directa. Buenos Aires: Corregidor.
Baschetti, Roberto. (comp.). (2015). La plaza de Perón. Testimonios del 45. Buenos Aires: Capiangos.
Basualdo, Eduardo. (2010). Estudios de historia económica Argentina, Desde mediados del siglo XX a la actualidad. Buenos Aires: Siglo XXI.
Cháves, Gonzalo Leónidas. (2015). Rebelde acontecer. Relatos de la resistencia peronista. Buenos Aires: Colihue.
El Papa preocupado está preocupado “por el revanchismo hacia los sectores populares como en el 55”. 5-3-2016. Disponible en http://www.infonews.com/nota/283744/el-papa-esta-preocupado-por-el-revanchismo
Ferla, Salvador. (2008). Mártires y verdugos. La insurrección de Valle y los 27 fusilamientos. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente)
Galasso, Norberto. (2006). Perón. Formación, ascenso y caída (1893-1955). Buenos Aires: Colihue.
Galasso, Norberto. (2009). Verdades y mentiras acerca de Perón y Eva Perón. Buenos Aires: Nuevos Tiempos.
Galasso, Norberto. (2011). Historia de la Argentina, Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Tomo II. Buenos Aires: Colihue.
Galasso, Norberto. (2012). La compañera Evita. Buenos Aires: Colihue.
Hernández Arregui, Juan José. (2004). La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente).
Jauretche, Arturo. (2004). Los Profetas del Odio y la Yapa los profetas. Buenos Aires: Corregidor.
Martínez Estrada, Ezequiel. (2005). ¿Qué es esto? Catilinaria. Buenos Aires: Colihue (Biblioteca Nacional)
Peña, Milciades. (S.f.). Historia del pueblo argentino. Tomo II. Buenos Aires: Ediciones Montevideo.




[1] Participan 132 aviadores que usaron 37 máquinas, y un arsenal mayor al que los aviones alemanes descargaron sobre Guernica. En Montevideo los recibe el luego mucho más tristemente conocido, el genocida Guillermo “Pajarito” Suárez Mason. Solo un civil participa del bombardeo, se trata de Miguel Ángel Zavala Ortíz, más tarde Canciller de Illia. (Baschetti, 2013)

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