A seis meses de Comodoro Py: ¿qué quedó de aquel famoso
“Frente Ciudadano”? ¿Hay política y organización más allá de la “resistencia
con aguante”?
Daniel Cecchini 19 OCTUBRE de 2016
Desde que la planteó por primera vez el 13 de abril, sobre
una tarima improvisada frente a los tribunales de Comodoro Py, la propuesta de
construcción de un frente nacional que aglutine a los sectores afectados por
las políticas neoliberales del gobierno macrista se ha transformado en una idea
central y recurrente en cada discurso de Cristina Fernández de Kirchner. La
volvió a enunciar el lunes pasado, en el mensaje por videoconferencia que dio
desde El Calafate con motivo del 17 de octubre, la fecha de mayor fuerza
simbólica para un peronismo que, paradójicamente, se mostró fragmentado no sólo
por la inédita diversidad de actos que realizó sino también por la falta de
unidad en los discursos de sus dirigentes.
La ex presidenta lo
viene delineando con matices -incluso con diferentes nombres- pero sin
abandonar el eje principal de la construcción, que va más allá de cualquier
alianza partidaria. “Un gran frente nacional -lo definió esta vez- en el cual
incorporemos a todos aquellos sectores que están siendo agredidos por estas
políticas y que, desgraciadamente, de seguir con esta orientación absolutamente
neoliberal, van a ser más”. Para constituirlo, remarcó que es necesario
“reconstruir las redes de solidaridad, de organización, de la concientización
para la reconstrucción de una gran mayoría, que no alcanza con los peronistas,
que no alcanza con los kirchneristas que no son peronistas, que no alcanza
tampoco con los amigos radicales, porque hay mucha gente que no está
identificada con una idea política” partidaria y sí afectada por el brutal
ajuste del gobierno de Cambiemos.
Más allá de estas
definiciones generales, que no dejan de definir un espacio y una convocatoria,
en los seis meses transcurridos entre aquel 13 de abril en Comodoro Py y este
17 de octubre en pantalla desde Calafate, Cristina Fernández de Kirchner no ha
tomado iniciativas concretas para la constitución de ese frente. En su actitud
puede leerse una deliberada prescindencia para dejar abiertas las puertas de
una integración desde abajo y también un cálculo, una estimación de fuerzas
antes de dar un paso definitivo.
A quién sí ha dado reiteradas veces un mensaje claro es a su
propia tropa. El lunes pasado volvió a hacerlo: “A veces estamos más pendientes
de lo que hacen otros dirigentes de nuestro espacio, otros militantes, que a lo
que le está pasando al vecino, al compañero, al amigo, al ciudadano y estar
junto a ellos”, dijo. No se trata de una advertencia gratuita sino del
resultado de una observación aguda de la realidad del kirchnerismo “orgánico”,
en cuyo seno -aún después de la derrota electoral y en el marco de los ataques
que recibe desde el gobierno y desde otros sectores de peronismo- las peleas
por espacios individuales o sectoriales parecen más importante que un trabajo
de masas que le resulta difícil en las actuales y novedosas condiciones
adversas.
La propuesta frentista de Cristina Fernández de Kirchner
encierra un cambio de eje que a sus dirigentes -y a parte de su militancia,
acostumbrada a las facilidades de respuesta que otorgaba la gestión- les
resulta por lo menos incómoda. Este cronista ha señalado en otras ocasiones que
las políticas inclusivas del kirchnerismo fueron siempre unidireccionales,
desde arriba hacia abajo, desde la acción de la gestión hacia la pasividad de
sus receptores, sin ningún correlato en la construcción de una nueva
subjetividad política. Tanto es así que hasta en la publicidad del gobierno se
llegó a reproducir de manera obscena esa ideología desmovilizadora. Quizás el
mejor exponente sea aquel aviso que promovía el blanqueo laboral de las
empleadas en casas de familia. “Dale derechos”, decía al final. De movilizarse
-organizarse- para conquistarlos, ni una palabra. En este sentido, con todos
sus logros, el kirchnerismo no pudo -y/o no quiso- superar ni un ápice, salvo
en lo meramente formal, la ideología y las prácticas del aparataje de los
partidos políticos tradicionales en general y del viejo peronismo en
particular.
Tal vez sea allí
donde haya que buscar las causas más profundas no sólo de la derrota electoral
sino también, y sobre todo, de la facilidad y el vértigo con que la alianza que
hoy gobierna -con la complicidad de la mayoría del espectro político, incluidos
sectores del propio kirchnerismo- derribó las políticas inclusivas
trabajosamente implementadas durante doce años. Y así, en los hechos, el
resultado electoral del año pasado no fue sólo la derrota de un proyecto
político sino un durísimo golpe que los sectores populares recibieron sin tener
las herramientas de organización que le permitieran enfrentarlo desde el primer
momento.
Frente organizador o herramienta electoral
Un interrogante que hoy es ineludible plantear con relación
al frente pasa por si se trata de un verdadero frente de resistencia o de una
movida aglutinadora pensada con vistas a construir un instrumento electoral
capaz de enfrentar al bipartidismo “civilizado” (peronismo “responsable” vs.
Alianza PRO-UCR) que pretende imponer el establishment para los próximos años
de la Argentina.
Porque en estos meses
se ha comprobado que la propuesta frentista de la ex presidenta ha tenido eco
entre los sectores que se oponen inorgánicamente al ajuste macrista y que no
encuentran una representación siquiera en lo que queda del Frente para la
Victoria. El tema frente se discute, y mucho, en los grupos asamblearios y de
autoconvocados que se reproducen, con diferentes características, en todo el
país. Por eso, ni lerdos ni perezosos, hay sectores del peronismo y de algunas
fuerzas integrantes del FpV que se están planteando políticas de cooptación de
estos grupos para capitalizar su potencialidad con fines puramente
electoralistas. Dicho de otro modo: quieren un Frente para aparatearlo y que
les sirva de plataforma electoral. En ese proyecto no hay intención alguna de
que la organización desde abajo, por su propia dinámica, dé lugar al
surgimiento de una nueva dirigencia, más conectada y representativa de los
intereses de las bases.
Poco después del discurso de Comodoro Py, cuando la ex
presidente designó -con un nombre que después variaría- al Frente como
“Ciudadano”, el sociólogo Eduardo Grüner publicó un provocador artículo en la
revista digital La Tecla Eñe (“Contrapropuesta: Por un Frente No Ciudadano)
donde proponía. “La constitución política de un Frente anti-gobierno (y
anti-oligárquico-burgués-imperialista, que es el bloque de poder al que
responde el gobierno), es decir un Frente más planificado y sistemático (menos
‘espontáneo’ o ‘reactivo’, por así decir) debería empezar por decidir qué
fuerza social va a ser erigida como ‘columna vertebral’ del potencial Frente, y
con cuál estrategia política de mediano plazo. En la situación que venimos
describiendo, esa fuerza política no puede ser –es la opinión del que esto
escribe- otra que la clase obrera y las fracciones pequeñoburguesas más
agredidas, con los ‘intelectuales’, en todo caso, acompañando el movimiento con
sus ‘batallas culturales’ y sus análisis críticos, en el camino estratégico de
conquistar las mayores cuotas de poder que vayan siendo posibles para aquellas
fuerzas sociales”.
En otras palabras, no
se trata, entonces, de constituir un frente definido sólo por su posición antigubernamental
-o simplemente “resistente” al ajuste salvaje que está perpetrando la derecha-
sino de un espacio de construcción política para llevar adelante, como propone
Grüner en su artículo, una “contraofensiva” con una conducción firme y
objetivos claramente definidos.
Por supuesto que, en
este contexto, la pretensión de construir una nueva herramienta electoral no
debe ser soslayada, pero sin un giro copernicano que dé lugar a la constitución
de nuevos sujetos políticos que sean los que verdaderamente -y organizados
desde abajo- definan el qué, el cómo y el para qué del Frente, no habrá
posibilidades de producir en la vida política argentina el salto cualitativo
necesario para terminar con ese juego donde cada vez que los sectores populares
consiguen avanzar un paso son obligados a retroceder tres.