Humberto
Podetti
La
crisis global
El mundo sufre
una crisis humanitaria y antropológica, tal vez la más grave de la historia.
La causa
principal es el sistema de poder mundial, estructurado en torno al “mercado” y
al sistema “financiero” globales. Sus actores principales son los grandes
estados del centro del mundo y corporaciones privadas y delictivas de poder
semejante o mayor a los estados.
El sistema ha
concentrado el conocimiento y los bienes en una pequeña parte de la población
mundial y producido la mayor exclusión de la sociedad –verdadera ‘muerte civil’
en masa- de la historia (aprox. 30 % de la población mundial).
Para ello ha
impuesto globalmente el uso de la violencia, económica o militar, y su
propaganda, como fundamento del poder.
También ha
desarrollado nuevas formas de violencia económica: trabajo esclavo y robótico
en el camino de la supresión del trabajo, agresión irracional a la naturaleza y
concentración de la riqueza mediante condiciones abusivas en el “comercio libre”
interno e internacional.
También nuevas
formas de la guerra: la población civil actor y víctima, ejércitos privados, el
espacio y el ciberespacio como escenarios bélicos, incremento de la letalidad
de las armas de toda naturaleza.
El sistema ha provocado simultáneamente el derrumbe de
las sociedades de los grandes estados (EEUU, UE, Japón), manifestados en pérdida
de sentido de la vida personal y social, desestructuración de la familia, tasa
de crecimiento de la población negativa o neutra, abandono de la
espiritualidad, individualismo extremo, desaparición de la solidaridad y la
reciprocidad, disociación definitiva del amor, el sexo y la vida, pérdida de
poder de los sindicatos, desaparición de las organizaciones libres del pueblo,
fortalecimiento de los derechos individuales frente a los derechos sociales e
incremento de la desigualdad a extremos nunca vistos en la historia (Nueva York
es la ciudad más desigual del mundo, con una desigualdad sólo comparable a la
de Ciudad del Cabo en la época del
apartheid). Esto se expresa con claridad en cronistas y politólogos de todas
las tendencias políticas o ideológicas (Levin: La República fracturada. Renovar
el contrato social de (Norte) América
en la era del individualismo; Packer: El
desmoronamiento: Treinta años de declive (norte) americano; Junger: La
tormenta perfecta; La Tribu. Del
regreso a casa y de la pertenencia (la psicosis de guerra como psicosis al
ver la sociedad al regreso de la guerra ¿por esto luché?); Robinson: Fuera del camino. Miedo, asco y esperanza en
(Norte) América; Frank: (Escucha progre ¿qué ocurrió con el partido
del pueblo?; David Brooks: Democrisis.
El misterio del apoyo a Trump y del éxito de Sanders está en uno de los lemas
de Occupy Wall Street: el 1% controla el sistema y la riqueza y el 99% padece
las consecuencias; Martin Schulz: Si
continuamos así destruiremos a la Unión Europea. Solidaridad y responsabilidad
vs. Competencia; Vattimo: El
pensamiento débil. Una culminación de
la post modernidad europea; Naomí Klein: película Toma y Esto lo cambia todo.
El capitalismo contra el clima.
La
respuesta de los pueblos
Desde comienzos
del siglo XXI se producen movilizaciones de millones de personas en todo el
mundo alzándose contra el sistema en todas sus formas. También se iniciaron las
migraciones más numerosas de la historia. El conocimiento de la situación del
mundo por millones de personas por medio de internet ha cooperado a ese proceso
y también a configurar una asamblea virtual universal, que prolonga las
asambleas en las plazas de todo el mundo.
Esta respuesta,
multitudinaria y caótica pero esperanzada, plena de sentidos en un mundo sin
sentido, se ha agregado como causa del carácter terminal de la crisis.
En efecto las
movilizaciones y la resistencia de los pueblos han iniciado la degradación del
poder sobre el que está construido el sistema mundial y por ende de los
liderazgos de toda naturaleza que directa o indirectamente se fundan en él.
Los grandes
analistas y propagandistas del sistema ocultan o ignoran la naturaleza y
direccionalidad del proceso porque piensan con las categorías del sistema que
agoniza y los pueblos son inexistentes o invisibles para esas categorías. En
particular desconocen las periferias de los pueblos del mundo. En el seno de
todas las naciones, el sistema ha creado extensas periferias: excluidos, sometidos
a la violencia económica o militar, mujeres negadas en su dignidad y derechos, niños
explotados y vejados, pueblos excluidos de las decisiones por las democracias
de representantes, migrantes que no pueden vivir en sus patrias de origen y
llevan su cultura adonde migran, víctimas del consumismo y el abandono de sí
mismos… Es decir, todos aquellos cuya
vida no tiene sentido para la sociedad global del mercado o los que han perdido
el sentido de la vida por participar de ella.
La comprensión
cabal de la crisis sólo puede hacerse desde “el fin del mundo”, desde las
periferias, desde la mirada y la perspectiva de los pueblos. También desde allí
puede proponerse y construirse un nuevo mundo.
Sin
complicidades con el pensamiento del sistema global en cualquiera de sus
tendencias, particularmente las que se pretenden ‘progresistas’ y sólo son las
‘izquierdas’ del sistema global.
Eludiendo todas
las formas de violencia que propone el mundo que agoniza y recuperando el valor
de la política –sin corrupciones de ninguna naturaleza- como instrumento de
transformación y como acción dadora de sentido de la vida personal y social.
Las
posibilidades del humanismo popular, sin guillotinas ni lucha de clases, como el
del peronismo, son visibles: los pueblos se alzan en todo el mundo y deliberan
no sólo cuestionando el sistema que los condena sino también proponiendo un
nuevo mundo.
Visto desde
América y en la perspectiva de los pueblos movilizados, el proceso tiene una
dirección y un sentido claros: es el subsuelo del mundo sublevado, un 17 de
octubre universal y prolongado, probable preludio de una hora también universal
de los pueblos. Incluido el simbolismo de la plaza multitudinaria imponiéndose
desarmada a una fuerza militar.
La asamblea
universal en las calles y en la red ejercita formula reclamos comunes sin
‘representantes’ ni ‘vanguardias esclarecidas’, a través de textos breves
escritos en pancartas: participar en las
decisiones acerca del presente y del futuro, pertenencia a una comunidad organizada, acceso
universal a los bienes y al conocimiento y sujeción del mercado a un poder
político que exprese las decisiones de los pueblos.
La situación hoy
Los poderes militares, políticos y económicos del
sistema que agoniza, sin embargo, aún son inmensos. Y tiene armas tan poderosas
como las militares: destrucción de las culturas, las familias, las
organizaciones sociales y afirmación del individualismo extremo. Hay esfuerzos
nítidos para prolongar la agonía e impedir el nacimiento de un nuevo sistema
mundial. La alianza de EEUU, UE, Japón, China y las grandes corporaciones, con
sus agendas liberal y social demócrata, es la más notoria. También la reunión
en el sistema financiero global del dinero proveniente de todas las economías:
la del “libre comercio”, la de la corrupción política, la del tráfico de drogas,
de personas y de armas. Se está desarrollando un Yalta II: las naciones se
están convirtiendo en meras zona de producción de alimentos y materias primas
directamente en sus territorios por los grandes estados y las corporaciones
globales. En el caso de China, ese proceso va acompañado de ocupación física de
los territorios por chinos.
Pese a esa reacción, que puede imponerse, algo del
futuro depende de cada uno de nosotros. Podemos optar entre la resignación y la
indignación, entre el abandono o el sentido de la vida. Y aún en la derrota,
valdrá la pena.
La respuesta posible
Hay sobrados estímulos para elegir la indignación y
el sentido, para abrazar la causa de los pueblos. Y no sólo en nuestra historia
latinoamericana, en nuestro pensamiento y en nuestros grandes movimientos
políticos que varias veces en la historia de los últimos cinco siglos
propusieron al mundo otros mundos posibles, hasta ahora desechados, sino en
algunos signos del presente que muestran que los alzamientos populares tienen
posibilidades de iniciar la transformación del sistema mundial en este siglo.
La creciente
presencia de los migrantes africanos, asiáticos y latinoamericanos permiten
prever cambios en la conducción en Estados Unidos y Europa. Es que el
vergonzoso muro Sensembrener en la frontera entre EEUU y México y el muro
líquido del Mediterráneo, pese a que se cobran innumerables víctimas entre los
migrantes, no logran detener a quienes buscan posibilidades para una vida digna
que migran llevando su cultura. Las elites dirigentes norteamericanas y
europeas han abandonado la paternidad y la maternidad, renunciando a participar
en la conservación de la especie, probablemente porque los ha alcanzado el
sinsentido de la vida en el sistema que crearon. Y los migrantes tienen muchos
hijos, más que sus patrias de origen. Por eso el castellano será la lengua más
hablada en Estados Unidos en 2030 y es probable que antes de ese año haya un
Presidente norteamericano de origen latinoamericano. Y que alemanes de origen
turco o franceses de religión musulmana gobiernen Alemania y Francia e
indignados españoles, griegos, italianos, irlandeses, portugueses gobiernen sus
países en pocos años. La nueva movilización multitudinaria en la Puerta del Sol
exigiendo a Podemos que deje de merodear el agónico sistema político español,
mantiene viva la posibilidad de asambleas populares señalando la dirección de
marcha a los políticos. Cada vez más pueblos que son convocados a elecciones o
plebiscitos expresan su opinión aún pese a los raquíticos o repugnantes medios que
el sistema les ofrece. El Brexit, el triunfo de Trump en EEUU, las condiciones
puestas por Bélgica al acuerdo de libre comercio UE-Canadá, el plan de política
industrial de Teresa May, el anuncio de Hollande que Francia rechazará el
acuerdo de libre comercio UE-EEUU, etc. no son más que producto del
pronunciamiento de los pueblos del centro del sistema global.
Por último,
también ha significado un cambio trascendente de la situación mundial, la
elección de Francisco como Papa. Su gesto inicial, al salir al balcón e
inclinarse ante el pueblo reunido en la Plaza, implicó una reconocimiento
simbólico de la autoridad de la asamblea popular. Y sus primeras palabras –“me
fueron a buscar casi al fin del mundo”- señalaron a las periferias como las
autoras de su elección. “Dios deposita el poder en el pueblo y el elige” decía
Francisco de Vitoria hace 500 años. Francisco ha establecido un diálogo con
los pueblos sublevados y ha señalado a la
periferia como elaboradora del proyecto de una nueva sociedad humana, al mundo
como patria y a la humanidad como pueblo, y ha convocado a todos los habitantes
del planeta a debatir acerca del futuro.
Ese proceso
tiene raíces antiguas en la historia y el pensamiento latinoamericano. Y raíces
nuevas en los grandes movimientos populares de nuestro continente. Es probable
entonces que América tenga un papel significativo en la configuración de ese
mundo nuevo que proponen los pueblos, un mundo poliédrico, Y que nuestro
pensamiento sea un actor protagónico en el diálogo entre todas las culturas.