Alberto Buela
Siempre el escritor Jorge Luís Borges es
materia de discusión y de disputa por aquellos que están a favor o en contra de
sus opiniones. El asunto es que nadie está totalmente a favor ni totalmente en
contra de Borges. Es que el hombre escribió de todo y sobre todo y entonces es
muy difícil valorarlo in totum. Este
es nuestro caso, lo rechazamos por su antiperonismo visceral, por su
liberalismo político, por su falta de formación filosófica, por sus
arbitrariedades sobre casi todo, y lo aceptamos cuando habla del mundo criollo,
del tango, del gaucho, del compadre, de la literatura argentina. Es porque el
mismo Borges, a pesar que escamotee el tema, como el culo a la jeringa, él no
puede renegar de mundo criollo al que pertenece por derecho propio. En ese
sentido lo pasa lo que a Sarmiento, puede defender a raja tabla el mundo
ilustrado de la civilización, pero el no deja de ser un criollo, que en su Facundo se explaya con propiedad en los
primeros capítulos mostrando un conocimiento más vivido que estudiado.
Hoy escribimos a cuento de una conferencia de
Borges en el Colegio libre de estudios superiores de 1951, que fuera
reproducida en el libro Discusión de
editorial Alianza, Madrid, 1957, cuyo título es El escritor argentino y la tradición.
Allí sostiene que se intentaron varias
soluciones: a) Lugones quien sostiene que el Martín Fierro da inicio a nuestra
tradición. b) Ricardo Rojas sostiene que son los gauchescos, con Bartolomé
Hidalgo y compañía. c) se sostiene que el escritor argentino está desvinculado
del pasado, sobre todo europeo.
Borges va criticar las opiniones diciendo: a)
si bien el Martín Fierro es la obra más perdurable que hemos escrito los
argentinos, no es nuestra Biblia ni nuestro libro canónico. b) la poesía
gauchesca se ha producido en función del gaucho, pero es lo más alejado de la
poesía popular, pues los payadores orilleros tratan de expresarse con
corrección. Y termina defenestando al Segundo
Sombra Güiraldes como una metáfora de Montmartre. c) los dramáticos acontecimientos últimos de Europa (la guerra
civil española y la II guerra mundial) han resonado, profundamente, en peleas
aquí. Esto no ocurriría si estuviéramos desvinculados de Europa.
Ahora bien se pregunta ¿cuál es la tradición
argentina? “Creo que nuestra tradición es
la cultura occidental a la que tenemos derecho más que cualquier otra nación
occidental”. Y su razonamiento se apoya en el sociólogo Th. Veblen cuando
se pregunta si la preeminencia de los judíos en la cultura occidental se debe a
una superioridad innata de los judíos y dice que no. Que ellos sobresalen en la
cultura occidental porque actúan dentro de ella pero no se sienten atados a
ella por ninguna devoción, por eso a un judío siempre le resulta más fácil que
a un occidental no judío innovar en la
cultura.
Y concluye Borges que a los argentinos nos
sucede mutatis mutandi algo similar,
“pues podemos manejar todos los temas
europeos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene,
consecuencias afortunadas:”
Salvando la distancia nosotros planteamos lo
mismo con el tema del pensamiento de ruptura y la teoría del disenso, que es lo
que nos permite, desde el punto de vista de la filosofía, afirmarnos en lo que
somos a partir de nuestro genius loci
(clima, suelo y paisaje). Esta preferencia por nosotros mismos es la salida
más genuina que tenemos y que, además, podemos llevar a cabo sin imitar. Que es
una de las mayores taras de nuestros intelectuales.