Ernesto Jauretche
Club Argentino Arturo Jauretche
Junio de 2015
Es el lunes 24 de junio. Seguro que
frío y nublado. A la tardecita. En el café El Foro, de Corrientes y Uruguay, se
reunió una treintena de hombres maduros, abogados, ingenieros, médicos, periodistas,
escritores, artistas, todos notables militantes del partido fundado por Leandro
Alem, con el propósito de lanzar una nueva agrupación política como corriente de
pensamiento irigoyenista dentro de la UCR. Bajo la dirección inicial de Juan
B. Fleitas y Manuel Ortiz Pereyra, el
grupo que unos días más tarde daría origen a la Fuerza de Orientación Radical
de la Joven Argentina –FORJA- estaba integrado por Arturo
Jauretche, Homero Manzione (Manzi), Félix García Ramírez, José
María Cané, Oscar López Serrot, José Constantino Barro, Juan Luis Alvarado,
Conrado Míguez, Abel Sánchez Uncal, Amable Gutiérrez Diez, Juan Molas Teran,
Germán Pais, Ismael Segovia, Atilio García Mellid, Gabriel del Mazo, José Peco,
Jorge Walter Perkins, Carlos Menica, Luis Dellepiane, Silvano Santander, Martín
Irigoyen, Manuel Belnicoff, Rodolfo Alvarez Prado, Camilo Stanchina, Ernesto
Laclau, Jorge Luis Borges, Ernesto Vatteone, Guillermo y Carlos Maya, Oscar
Correa, Angel y Nestor Banfi, Jorge del Río, Oscar Meana, Orlando Paoletta y
los hermanos Fernando, Carlos y Ubaldo Estrada, entre otros. Raúl Scalabrini
Ortíz participa pero no adhirió por no cumplir con la condición de ser afiliado
radical.
Ese mismo día. Al anochecer. Las
voces del canillita disuelvieron la reunión. Crítica: titular en tipografía catástrofe. Carlos Gardel muere en un
accidente aéreo en Medellín. Conmoción y congoja nacional. Manzi le
escribe un epitafio imperecedero: “...en
esta Patria que tiene un pueblo sentimental como una novia, derecho como una
daga y amigo como un poncho, a Gardel se lo considera un compañero más”.
29
de junio de 1935. Sábado. En un sótano de Corrientes 1778, se lanzó, por
fin, la “Fuerza de Orientación Radical de la Nueva Argentina”, FORJA.
Presidían la primera reunión Jauretche, Manzi, Alvarado, Dellepiane, del Río,
Correa y Molas Terán. El nombre de la agrupación, inspirado en un concepto
atribuido a Yrigoyen, describía a la vez el panorama pavoroso de la década
infame y la oportunidad luminosa que animaba los jóvenes militantes del
nacionalismo popular y democrático de aquellos tiempos: “Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”.
FORJA, a partir de esa definición
fundacional, fue una experiencia inédita en la política nacional: “De los nacionalistas, compartimos la
exaltación patriótica y de los comunistas, su conocimiento del fenómeno
imperialista. Pero el patriotismo de símbolos de los nacionalistas fue, en
nosotros, amor a la sustancia de lo argentino y no su expresión abstracta, y de
la concepción doctrinaria de los segundos, apreciamos las generalizaciones y el
aspecto mecánico del capitalismo, para abocarnos al conocimiento y soluciones
de nuestra realidad... Los socialistas pretenden excluir la realidad para
cambiarla, en lugar de comprenderla para superarla. Así han fracasado en el
interior, al rechazar a las masas por incultas, ineptas, etc... Las masas se
saben desapreciadas por la petulancia socialista... El partido socialista es el
de los hombres que no quieren que pase nada. A los nacionalistas les dije: el
nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba de su
padre. El nuestro, se parece al amor del padre, junto a la cuna del hijo y ésta
es la sustancial diferencia. Para ustedes, la Nación se realizó y fue derogada;
para nosotros, todavía sigue naciendo”.
Jauretche
declina la presidencia, que a propuesta de Manzi recae en Luis Dellepiane.
Ese pequeño grupo
marginado de la llamada política grande consagró términos que luego serían
cotidianos, como “vendepatria” y “cipayo”, y desnudó el "Estatuto legal del coloniaje" que dio
el carácter de “infame” a la década. Pero lo más importante: fue el primer
intento orgánico de ver la Argentina con ojos argentinos y de crear categorías
propias de análisis para entender la realidad nacional. Desde entonces hasta
hoy las definiciones forjistas constituyen el piso conceptual en que se asienta
todo proyecto nacional, popular y democrático.
“Hasta
entonces se había procedido así: dada tal doctrina, es necesario que la
realidad se someta a ella. Nosotros nos propusimos que dada nuestra realidad,
resultase una doctrina que sirviera a nuestros intereses y no a los ajenos.
Hasta entonces habíamos ido al almacén con el "manual del perfecto
comprador", pero escrito por el almacenero. Empezamos por estudiar, libres
de las anteojeras, algunos problemas de nuestro presente y de nuestro pasado.
De su conocimiento resultaron conclusiones que siguen dando frutos. Del
conjunto de esas conclusiones han resultado puntos de vista generales que,
ahora sí, permiten deducciones propias y auténticas. Se era liberal, marxista o
nacionalista, partiendo del supuesto que el país debía adoptar el liberalismo,
el socialismo o el nacionalismo y adaptarse a él, partiendo del supuesto
doctrinario importado, reproduciéndolo y forzando a la naturaleza a
condicionarse a él. La tarea de FORJA no fue hacer ni liberalismo, ni marxismo
ni nacionalismo, sino contribuir a una comprensión en que el proceso fuera
inverso y que las ideas universales se tomaran sólo en su valor universal, pero
según las necesidades del país y según su momento histórico las reclamasen,
como creaciones propias del mismo, en su marcha ascendente. En una palabra,
utilizar las doctrinas y las ideologías y no ser utilizado”.
De esa época es el siguiente texto,
que denota la vocación latinoamericanista revolucionaria del nuevo grupo: “Como en 1810, sólo por la acción de los
pueblos, la Argentina y los países indoamericanos conquistarán la emancipación
económica. Ciudadano, no se resigne. Luche. Oponga la rebelión de su conciencia
a la fuerza de los usurpadores”.
Juan José Hernández Arregui
describe el momento: “Jauretche no fue
solamente uno de los fundadores de FORJA, sino su activista panfletario... A
diferencia de los fantasmas hinchados por la oligarquía, Arturo prefirió al
narcisismo literario el folleto anónimo, el volante insurrecto, el fragor
callejero y el puñetazo, en medio del terrible muro de silencio, cuestionado
por economistas universitarios y escritores lacayos del imperialismo y, por
eso, famosos. La antipatria le cerró a Jauretche y a su generación, todos los
caminos. Me alegro. En un país colonial, el patriotismo es eso. Mirar a la
Patria, olvidarse de uno y darle al pueblo lo mejor de si mismo”:
Un volante de FORJA convoca, para el miércoles 31 de
marzo de 1940, a un GRAN MITIN DEL SALON
AUGUSTEO, templo de los bailarines de tango de la época (¡qué paradoja!: otro 29 de
junio, pero de 2006, un incendio provocó graves daños en el salón).
Titula: LOS
PROBLEMAS DE LA PATRIA –la corrupción de las direcciones políticas; su traición
a la democracia; la colonización económica; el caos social; SERAN DENUNCIADOS
POR FORJA, con claridad, con franqueza, con energía. UNA CITA RADICAL Y
ARGENTINA.
Serán ORADORES: Atilio García Mellid, Homero Manzione,
Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz, Luis Dellepiane.
Otro volante de FORJA, que adelanta
la definición de conceptos que el peronismo convertirá en sus banderas una
década y media después, dice: “En el
territorio más rico de la tierra vive un pueblo pobre, mal nutrido y con
salarios de hambre. Hasta que los argentinos no recuperemos para la Nación y el
Pueblo el dominio de nuestras riquezas, no seremos una Nación soberana ni un
pueblo feliz. Hay que sentir y obrar como argentinos. Contra todos los
vendepatrias nativos y contra todo imperialismo. La restauración argentina sólo
podrá cumplirse sobre la base de la soberanía popular, la emancipación
económica y el imperio de la justicia”.
Manzi escribe la “Milonga de
FORJA”: “Forjista que estás de guardia/si
te preguntan, contesta,/que estás de guardia en la noche/esperando que
amanezca./ Bajo la luz del crucero,/signo plateado de estrellas,/el sol del
Inca y de Mayo/dora tu afán en la espera./ Está velando la noche/en que
Argentina despierta:/mañana cuando haya sol/será libre nuestra América./ Bajo
la luz del crucero/ si alguno a caer acierta;/¡un laurel para su frente/y
adelante los que quedan./ Que se rompa y no se doble/ésa es la voz de tu
espera./¡Qué lindo será mañana,/mañana cuando amanezca ”
Recién el 2 de setiembre se dio a
conocer el Manifiesto liminar de FORJA,
puesto a consideración en la reunión fundacional del 29 de junio: “Somos
una Argentina colonial. Queremos ser una Argentina libre”. Estas palabras,
ahora en boca de los forjistas, hubieran sonado inverosímiles antes de la
crisis de los años 30. Sin embargo, en esos momentos, desnudaban la realidad:
la orgullosa Argentina del Centenario, con gran impudicia, confesaba su
dependencia del Imperio Británico.
En su Preámbulo, el Manifiesto
denunciaba a las direcciones de la UCR “que
tienden a destruirla por el abandono de los ideales que le dieron origen y por
el debilitamiento de los valores morales que han definido al movimiento
histórico del radicalismo...” y las acusa de “colaborar con las oligarquías económicas entregadas al capital
extranjero...” (hace casi un siglo y nada nuevo, no?)
El documento de la Asamblea
Constituyente de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina,
consideraba: “Que el proceso histórico
argentino en particular y Latinoamericano en general, revelan la existencia de
una lucha permanente del pueblo en procura de la Soberanía Popular, para la
realización de los fines emancipadores de la Revolución Americana, contra las
oligarquías como agentes de los imperialismos en su penetración económica,
política y cultural, que se oponen al total cumplimiento de los destinos de
América...”, declara: “Que la tarea
de la nueva emancipación sólo puede realizarse por la acción de los pueblos...
consumando hasta la totalidad la obra truncada por la desaparición de Hipólito
Yrigoyen... única forma de cumplir incorruptiblemente los ideales que le dieron
vida y determinan su perduración histórica al servicio de la Nación Argentina”,
y “abre sus puertas a todos los radicales
y particularmente a los jóvenes que aspiren a intervenir en la construcción de
la Argentina grande y libre soñada por Hipólito Yrigoyen”. Y concluye: “Por el radicalismo a la soberanía popular.
Por la soberanía nacional a la emancipación del pueblo argentino”.
Se fijaron como objetivo revelar el
silencio de radicales alvearistas y socialistas frente a lo que denominaban “El
estatuto legal del coloniaje”: 1.- la entrega a Otto Niemeyer del Banco
Central; 2.- la unificación de los impuestos internos; 3.- la Coordinación de
Transportes; 4.- las Juntas Reguladoras; 5.- el Tratado de Londres (Pacto
Roca-Runciman); 6.- el abandono de la neutralidad internacional de Yrigoyen;
7.- el Régimen de Cambios; 8.- la Política Petrolífera; 9.- la sujeción de la
enseñanza a organizaciones extranjeras; 10.- la participación en intervenciones
militares en América Latina; 11.- la restricción de las libertades de palabra y
asociación; 12.- leyes que otorgan facultades discrecionales al Poder
Ejecutivo; 13.- las graves irregularidades con la venta de armamentos, la
política frigorífica y la venta de carnes comprobadas en la investigación
parlamentaria y el asesinato del senador Bordabehere; 14.- la implantación de
la censura previa y, 15.- la complicidad del Poder Judicial.
Sus
consignas reclamarán: “Patria, Pan
y Poder al Pueblo”, “Ni plutocracia
ni nazifascismo”, y después del golpe de Estado del 4 de junio del 43, “Radicalizar la revolución y revolucionar
al radicalismo”.
Hacia 1940, la facción
liderada por Dellepiane y Del Mazo pactó su reintegración a la conducción
nacional de la UCR, y abandonó el movimiento. Esto favoreció a la línea más
radicalizada, que representaba Scalabrini Ortiz —quien se incorporó formalmente
al eliminarse la obligatoria adhesión a la UCR—, y colocó a Jauretche al frente
del grupo.
“Se
prepara una revolución radical”, anunciaba el coronel Pomar a sus amigos
forjistas. Aludía a las reuniones que
oficiales del GOU sostienían con el general Arturo Rawson en Campo de Mayo. A
un llamado, los muchachos de FORJA se juntaron en el sótano de la calle
Lavalle, uniformados, de boina blanca y bajo el liderazgo de Darío Alessandro.
Jauretche concurrió al Edelweiss de la calle Libertad, lugar habitual de
reunión de nacionalistas y forjistas y allí, por boca de un mensajero de los
conjurados, confirmó la partida de las tropas. Trescientos forjistas marcharon
hacia el Congreso para sumarse a la columna militar que baja por la avenida
Rivadavia. Diez mil hombres convergieron desde todos los rumbos sobre la Plaza
de Mayo.
El movimiento castrense del 4 de
junio de 1943 derrocó al presidente Castillo. El general Arturo Rawson ocupó el
sillón presidencial sin resistencia alguna. El primer decreto del gobierno
revolucionario nombró a oficiales del GOU en los comandos de los regimientos y
de la policía. El segundo disuelvió el
Congreso y los partidos políticos.
Con un comunicado, FORJA
caracterizaba al nuevo gobierno militar como el fin de la década infame: “FORJA declara que contempla con serenidad
no exenta de esperanza la constitución de las nuevas autoridades nacionales, en
cuanto las mismas surgen de un movimiento que derroca al ‘régimen’ y han
adquirido el compromiso de reparar la disolución moral en que se debatía
nuestra política y de crear un sistema basado en normas éticas y en claros
principios de responsabilidad y soberanía. FORJA... ratifica su demanda total
de emancipación nacional y soberanía política...”.
El nuevo jefe de gobierno, general
Arturo Rawson, que ha firmado un decreto rompiendo relaciones con el Eje que no
llega a publicarse, mantuvo una entrevista con Jauretche: “Con esas ideas, le dice, no
va a ser presidente por mucho tiempo”.
El general Pedro Pablo Ramírez, de
posición neutralista, desplazó al belicista Rawson y nombró a Farrell
secretario de Guerra y éste a Perón en la subsecretaría. Los logistas instalaron
otros integrantes del GOU en puestos clave de gobierno. Los forjistas miraban
con esperanza el avance de los viejos conocidos y especialmente de Perón, en el
que reconocen un lector de sus “Cuadernos”, los libros de José Luis Torres
y la “Historia de los ferrocarriles” de
Raúl Scalabrini.
Sin embargo, FORJA no cesaba su
combate desde las bases.
El frente de trabajo universitario
de FORJA había alcanzado para esas fechas importantes conquistas: el presidente
de la FUA, Francisco J. Capelli, provenía de las filas forjistas de la ciudad
de La Plata. Carlos Maya era presidente del Centro de Derecho de la UBA y Mario
Pascale era delegado a la FUBA. En Córdoba, el forjista José Cafasso y Mario Roberto,
vinculado a Sabattini, constituían una agrupación de gran relieve: la Unión Federalista
Revolucionaria Argentina, que defendía posiciones federalistas y
latinoamericanas. En Tucumán, Celestino Gelsi (que llegó a ser Gobernador de la
provincia en la década del 50), en Mendoza Mathus Hoyos, en Santa Fe Alejandro
Greca, en Salta Juan Carlos Cornejo Linares (también de distinguida actuación
política más tarde) y en La Rioja Ramón Torres Molina eran militantes forjistas
e importantes dirigentes universitarios. En todas las facultades de la
Universidad de La Plata había forjistas que ocupaban cargos dirigentes.
A
causa de la suspensión de los partidos políticos decretada por el gobierno de
facto, FORJA funcionó como “Club Argentino” en Florida 334. Ante ciertas actitudes autoritarias y
ultramontanas de sectores del gobierno (como la prohibición del lunfardo en las
letras de tango) y una serie de medidas inspiradas en el nacionalismo
oligárquico, FORJA emitió un pronunciamiento: “La revolución del 4 de junio ha abierto un paréntesis en la política
argentina y ese paréntesis se ha poblado de interrogantes... La única salida
del movimiento de junio es alinearse junto a la voluntad de las grandes
mayorías sin sectarismos de estilo, subordinándose a un movimiento nacional que
está en la calle y en las fábricas a la espera de canales políticos que lo
interpreten... Lo que en FORJA llamamos voluntad nacional, es cosa distinta a
la simple y ocasional suma de voluntades que se da en oportunidades
electorales... Y no puede construirse desde arriba sino trabajando en el seno
del pueblo”.
En
octubre del 43 el gobierno dió a conocer como decreto-ley el “Estatuto del
peón”, lo que despiertó un violento rechazo de todo el establishment económico
y político, encabezado por la Sociedad Rural y la “prensa seria”. La serie de
normas legales que tenían por objeto proteger a los trabajadores del campo,
manejados hasta entonces como parias, había sido diseñada por Jauretche. Perón
respondió con un discurso de neta hechura jauretcheana: “Hoy llegamos con el Estatuto del Peón. Se bien que ello no agrada a
algunos explotadores sin conciencia. Se también que será motivo de crítica por
parte de algunos merodeadores de las grandes empresas y escribas sin escrúpulos
al servicio de los vacunos, que ya han visto mal que yo defienda con más
entusiasmo el perfeccionamiento de la raza humana que la de los toros y los
perros argentinos”.
El
16 de diciembre apareció el primer número del semanario “La Víspera”, un
tabloid que dirige Francisco J. Capelli. El primer editorial escrito por
Jauretche decía: “La Víspera es una
publicación modesta. Saldrá una vez por semana. El sábado... Del sábado inglés
La Víspera aspira a hacer un sábado argentino... No es La Víspera una voz
nueva. Viene desde el fondo de la historia... porque el pueblo está en la raíz
de lo nacional... En lo grande no se han equivocado nunca ni el pueblo de la
emancipación ni el de los caudillos federales, ni el de Yrigoyen. Los
doctorcitos son los que se equivocan... Por eso no somos maestros de nada. Nos
dimos cuenta, simplemente, de lo que verdaderamente intuíamos hasta hacerlo
pensamiento primero que otros, y nada más. Ahora queremos ayudar a que ese
descubrimiento de la verdad de cada uno se haga en todos. Cuando ello haya ocurrido
habrá dejado de ser La Víspera. Será el día”.
El
periódico sobrevivirá a las graves penurias financieras y a la ofensiva
reaccionaria hasta el 24 de marzo de 1945. Adquirió la apariencia de vocero
forjista, no siéndolo oficialmente.
Escribieron
en sus páginas un nutrido grupo de intelectuales jóvenes que con los años se
destacarán en la política y en la academia universitaria: José Aralda,
Guillermo Borda, Miguel López Francés, Mario Pascale, Carlos Maya, César Bunge,
Roque Raúl Aragón, Basilio Ruiz, Vicente Trípoli, Atilio García Mellid, Juan
Pastor y los latinoamericanos Natalicio González, paraguayo, Tulio Cestero
Burgos, puertorriqueño, Isa Carballo, cubano, etc. Publican poemas de Andrés
Bello, Guido Spano, Rafael Alberti, Rubén Darío y, entre otros, de Julián
Barrientos, seudónimo de Jauretche.
Algunos
títulos de las principales notas son indicativos de la línea editorial del
periódico: “El imperialismo: historia y utopía”, de Abel Cardelicchio; “La
Tercera Posición”, de Alejandro Greca; “Rehabilitación de la figura
revolucionaria de Castelli”, de Guillermo Borda; “¿Adónde va indoamérica”, de
Cestero Burgos; “Valores estéticos en la música popular”, de Vicente Demarco;
“Iniciativa privada y librecomercio: bases del predominio yanqui”, de López
Francés, etc.
“La
Víspera” defiendía la neutralidad argentina frente a la guerra mundial.
Jauretche tituló su nota: “General
Farrell: queremos morir aquí” . El
presidente Farrell clausuró entonces el periódico y el Club Argentino. Al
tiempo que el gobierno declara la guerra al Eje, EEUU envía al embajador
designado para atender los asuntos argentinos: Spruille Braden.
De
allí en adelante los forjistas, contando con la anuencia y apoyo de Perón,
empiezaron a recorrer el país. En Villa María, Jauretche se entrevistó todas
las semanas, durante todo un año, con Amadeo Sabattini, la más caracterizada
figura del radicalismo de entonces. Le planteó organizar un movimiento de
solidaridad con la gestión de la flamante Secretaría de Trabajo y Previsión.
Sabattini, sin rechazar la propuesta, quedó en que lo pensaría, lo que dio
lugar a otros numerosos encuentros. “...
todos estaban de acuerdo, pero no se animaban a dar el primer paso. Los
radicales son enfermos de timidez”, acusará Jauretche admitiendo el fracaso
de intentar hacer converger en un único movimiento político al radicalismo con
la emergente fuerza histórica.
En
otoño López Francés y René Orsi viajaron desde la Plata a la casa de Moisés
Lebensohn en Junín con el mismo propósito. A Lebensohn no le disgustaba la posibilidad
de apoyar el Secretario de Trabajo, pero disentía con su posición de
neutralidad frente a la guerra. Al fin, solicitó tiempo para consultar con don
Amadeo para fijar posición conjunta, lo que nunca se concretó.
Jauretche declina el ofrecimiento de Perón de ser
nombrado Interventor Federal en la provincia de Buenos Aires. En cambio, acepta
comprometer a varios de sus compañeros forjistas para integrar el gabinete de
gobierno del interventor militar designado: el general Juan Carlos Sanguinetti.
El acuerdo consistía en que la casa de gobierno de La Plata pasaría a ser el
nódulo central de la política sustentada por FORJA. Pero Sanguinetti no respeta
el acuerdo y Jauretche se distancia entonces de Perón considerando que no ha
hecho todo lo necesario para llevar a cabo el cumplimiento de su palabra. E
interrumpe sus visitas al coronel.
El
mismo Jauretche le puso fecha a esta separación: “En julio del `44 me disgusté con Perón”.
El
lunes 8 de octubre de 1945 Perón cumplía 50 años: una jornada turbulenta. En la
mañana siguiente renunciará a todos sus cargos: secretario de Trabajo y
Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente de la República. La noticia
sacudió al país. En su despedida de los afligidos trabajadores que lo aclamaron
cuando se retiraba de la Secretaría que él mismo había creado, Perón pronunció
frases que quedaron para siempre grabadas en la conciencia proletaria: "Los trabajadores sólo deben confiar en sí
mismos y recordar que la emancipación de la clase obrera está en el propio
obrero".
El
11 de octubre Jauretche se entrevistó con el dirigente radical intransigente
Amadeo Sabattini solicitándole que asuma el gobierno. Pero los radicales
insistieron con la entrega del gobierno a la Corte. “Ya no hay otra alternativa para el país que Perón o la oligarquía –expresa
Jauretche. Nosotros nos vamos con Perón”.
Entre
los forjistas el 17 de octubre provocó un terremoto. Unos iniciaron su
emigración hacia el Partido Laborista; otros creyeron que eliminando la palabra
Radical de la sigla, FORJA podría subsistir;
los menos se aprestarán a regresar al radicalismo atemorizados por las masas en
la calle.
El
15 de diciembre, FORJA se disuelvió:
“...el pensamiento y las finalidades perseguidas por FORJA están cumplidas al
definirse un movimiento popular en condiciones políticas y sociales que son la
expresión de una voluntad nacional de realización...Las ideas que habíamos
sembrado habían madurado y percibíamos su eclosión en el movimiento en marcha.
La bandera de las clases medias que el radicalismo irigoyenista no ha sabido
sostener pasó a manos de los trabajadores que la llevaron a la victoria”.