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Lo conocen en la academia de las TICs por haber creado el
primer estudio que estimó cuánta información hay en el mundo, cifras que acá
comenta en un castellano aliñado con modismos chilenos, tecnicismos gringos y
erres alemanas. Martin Hilbert (39), Doctor en Ciencias Sociales y PhD en
Comunicación, es alemán, pero vivió largos años en Chile como funcionario de la
Cepal. Hoy trabaja en la Universidad de California, es el asesor tecnológico de
la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y vive a cuarenta minutos de
Silicon Valley, donde un futuro inevitable toma forma. En esta entrevista, no
apta para amantes de la vida retirada, explica cómo el Big Data permite a la
información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones,
cuánto saben las grandes empresas de nosotros, y lo que más le preocupa: lo
fácil que está siendo convertir la democracia en una dictadura de la
información, haciendo de cada ciudadano una burbuja distinta. También habla
sobre la posibilidad de que la inteligencia artificial llegue a generar una
conciencia superior. Cree que eso va a ocurrir, pero no hay que tener miedo:
“No va a ser Terminator contra nosotros”.
¿Cuánta
información hay en el mundo?
–La última vez que actualicé este estudio, hace dos años,
había 5 zetabytes. Un ZB es un 1 con 21 ceros, lo cual no te dirá mucho. Pero
si tú pones esta información en libros, convirtiendo las imágenes y todo eso a
su equivalente en letras, podrías hacer 4500 pilas de libros que lleguen hasta
el sol. O sea, hay mucha información.
¿Y a qué ritmo
está creciendo?
–A un ritmo exponencial. Se duplica cada dos años y
medio. Entonces, ahora probablemente son 10 ZB.
¿Qué es el Deep
Learning?
–Es la manera como se hace la IA hoy en día. Son redes
neuronales que funcionan de manera muy similar al cerebro, con muchas
jerarquías. Todo esto que hacen Apple y Google y todas las Siri en el teléfono,
todo usa Deep Learning. Es una IA súper poderosa que descubrimos hace cinco
años y ya todo el mundo la usa, porque es muy superior a todo lo que habíamos
encontrado.
Y la otra pregunta
existencial, ¿qué tan espiados estamos?
–Nooo, ¡súper espiados! Todo está espiado. Y es muy
interesante, porque después de Edward Snowden la gente dijo: “¡Qué es esto,
pueden ver mis fotos desnudo! Ya, bueno, qué tanto”. Nadie se fue a protestar a
la calle, la cosa siguió tal cual. La NSA confesó que hizo un par de cosas
demasiado ilegales y bueno, esas cosas se arreglaron. Pero las otras no, y cada
vez te van a espiar más. Yo no digo que esto sea bueno o malo, pero la gente
tiene que saber. Y si la gente sabe que está espiada y no le importa, está
perfecto. Ahora, la pregunta delicada es qué pasa si esos datos llegan a las
manos de alguien que pueda abusar de ellos. En Silicon Valley no están muy
contentos con que sus herramientas ahora las pueda usar Donald Trump. Están muy
decepcionados, la verdad.
¿Qué cosas de
nosotros se pueden saber de un momento a otro?
–De partida, dónde estás y dónde has estado. Si tienes
Gmail en tu celular con wifi, puedes ver en Google Maps un mapa mundial que
muestra dónde estuviste cada día, a cada hora, durante los últimos dos o tres
años (ver www.google.com/maps/timeline). Es una información que tú les permites
coleccionar al aceptar los términos de licencia cuando instalas la aplicación.
Y en el caso de
las empresas de Internet que nos prestan servicios gratuitos, ¿qué tan
importante es para su negocio la información que tienen de nosotros?
–Todo, eso es todo lo que tienen. Facebook vale billones de dólares por la información, no por otra
cosa. De las diez empresas del mundo tasadas a un precio más alto, yo creo que
cinco son proveedoras de información. Y la gente siempre dice “no, hay que
regular todo eso, proteger a los usuarios”. Pero la demanda más extrema que he
escuchado en todas esas conferencias donde voy, es que necesitamos derechos de
propiedad de datos, como los de propiedad intelectual, para que tú puedas
vender tus datos y no regalarlos. Y yo voy con este reclamo donde mis amigos en
Silicon Valley y me dicen “pero
hueón, ¡si ya lo estamos haciendo! Tú sigues siendo dueño de tus datos, pero
aceptas que yo también lo sea al aprobar los términos de licencia. Y a cambio
puedes usar Google Maps gratis y te
ahorras una hora de taco al día, ¿no es fantástico?”. Ahí llegamos al fin de la
discusión, no hay nada más que hacer. Incluso ante las propuestas más
progresistas, Silicon Valley ya tiene respuesta. Y la verdad es que la gente se
beneficia tanto de eso que no le molesta.
¿A quién le
sirven?
–¡A mucha gente! Si tú quieres abrir una tienda de
corbatas en una estación de metro, te vale mucho saber cuántos hombres caminan
en cada salida del metro, entonces compras estos datos de Telefónica. Y también
los puedes usar en tiempo real: saber a qué hora pasa la gente, e incluso si se
detiene o no a ver el anuncio de oferta que pusiste afuera. Y lo más
impresionante es que esto convirtió a las ciencias sociales, de las que siempre
se burlaron, en la ciencia más rica en datos. Antes tenías que hasta negociar
con diplomáticos para que te prestaran una base de datos de cien filas por cien
columnas. Y en las universidades hacían experimentos con 15 alumnos de
pregrado, que necesitaban créditos extra para pasar el ramo, todos blancos,
todos de 18 años, y decían “miren, así funciona la psicología humana”. ¡De
adónde! Nosotros nunca tuvimos datos, y por eso nunca funcionaban las políticas
públicas. Y de la noche a la mañana, el 95% de los sujetos que estudiamos pasó
a tener un sensor de sí mismo 24 horas al día. Los biólogos siempre dijeron
“eso no es ciencia, no tienen datos”. Pero ellos no saben dónde están las
ballenas en el mar. Hoy nosotros sí
sabemos dónde están las personas, pero también sabemos qué compran, qué comen,
cuándo duermen, cuáles son sus amigos, sus ideas políticas, su vida social. Se
puede abusar también, como Obama y Trump lo hicieron en sus campañas, como
Hillary no lo hizo y por eso perdió. Pero el gran cambio es que estamos
conociendo a la sociedad como nunca antes y podemos hacer predicciones con un
nivel científico. ¡Lo de antes era arte, no era ciencia!
Entiendo que
algunos estudios ya han logrado predecir un montón de cosas a partir de nuestra
conducta en Facebook.
–Claro, esos son
los datos que Trump usó. Teniendo entre 100 y 250 likes tuyos en Facebook, se
puede predecir tu orientación sexual, tu origen étnico, tus opiniones
religiosas y políticas, tu nivel de inteligencia y de felicidad, si usas
drogas, si tus papás son separados o no. Con 150 likes, los algoritmos pueden
predecir el resultado de tu test de personalidad mejor que tu pareja. Y con 250
likes, mejor que tú mismo. Este estudio lo hizo Kosinski en Cambridge,
luego un empresario que tomó esto creó Cambridge Analytica y Trump contrató a
Cambridge Analytica para la elección.
¿Qué hizo con eso?
–Usaron esa base
de datos y esa metodología para crear los perfiles de cada ciudadano que puede
votar. Casi 250 millones de perfiles. Obama, que también manipuló mucho a
la ciudadanía, en 2012 tenía 16 millones de perfiles, pero acá estaban todos.
En promedio, tú tienes unos 5000 puntos de datos de cada estadounidense. Y una
vez que clasificaron a cada individuo según esos datos, lo empezaron a atacar.
Por ejemplo, en el tercer debate con Clinton, Trump planteó un argumento, ya no
recuerdo sobre qué asunto. La cosa es que los algoritmos crearon 175 mil
versiones de este mensaje –con variaciones en el color, en la imagen, en el
subtítulo, en la explicación, etc.– y lo mandaron de manera personalizada. Por
ejemplo, si Trump dice “estoy por el derecho a tener armas”, algunos reciben
esa frase con la imagen de un criminal que entra a una casa, porque es gente
más miedosa, y otros que son más patriotas la reciben con la imagen de un tipo
que va a cazar con su hijo. Es la misma frase de Trump y ahí tienes dos
versiones, pero aquí crearon 175 mil. Claro, te lavan el cerebro. No tiene nada
que ver con democracia. Es populismo puro, te dicen exactamente lo que quieres
escuchar.
¿Y qué hizo Obama?
–Obama fue como el pionero en esto. En la campaña de 2012, para su reelección, invirtió en esto mil
millones de dólares, mucho más que en comerciales de TV. Y con eso contrató a
un grupo de cuarenta nerds, de Twitter, de Google, de Facebook, de Craigslist,
tres profesionales de póker, otro que trabaja con células madres, en fin. A
esos cuarenta nerds los puso en un subterráneo, les dio mil millones de dólares
y un número para el servicio de pizza, ¿no? Y ahí en el subterráneo crearon los
16 millones de perfiles que les interesaban, los votantes indecisos. Sacaron
datos de todos lados. Incluso tuvieron acceso a las Setup-Boxes, lo que sería
el DirectTV en Chile, que registra cómo tú ves televisión. Si tienen acceso a
eso, ya saben lo que te interesa, y empezaron a llevar comerciales individualizados.
Lo más delicado es que no sólo pueden mandarte el mensaje como más te va a
gustar, también pueden mostrarte sólo aquello con lo que vas a estar de
acuerdo. Si Obama tiene sesenta compromisos de campaña, puede que 58 te
parezcan mal, pero al menos con dos vas estar de acuerdo. Digamos que estás a
favor del desarrollo verde y a favor del aborto. Bueno, empezaron a mostrarte
en Facebook sólo estos dos mensajes.