Entrevista de Nodal a Guillaume Long, canciller
ecuatoriano
Pablo Solana y Gerardo Szalkowicz
NODAL
A poco menos de un mes de las elecciones presidenciales
en Ecuador, el canciller Guillaume Long se muestra confiado en un triunfo que
garantice la continuidad de la “Revolución Ciudadana” y además signifique un
reimpulso para las fuerzas progresistas de América Latina. En esta entrevista, también
se refiere al diálogo de paz entre el gobierno colombiano y el ELN –del que
Ecuador es anfitrión y garante-, a las políticas extractivistas y explica por
qué el cambio de escenario político que atraviesa la región no significa una
vuelta al neoliberalismo de décadas pasadas.
– En un artículo reciente, el sociólogo Atilio Boron
analiza que un triunfo de Alianza PAIS podría significar un reimpulso, una
contraofensiva del espacio progresista en América Latina. ¿Siente que el
proceso ecuatoriano puede jugar ese rol en este momento tan complejo para la
región?
– Creo que sí, es fundamental para el Ecuador y también
para las fuerzas progresistas de América Latina que tengamos un triunfo, y un
triunfo contundente, el 19 de febrero. Ya necesitamos una buena victoria
electoral en la región. Es fundamental y creo que el Ecuador va a estar a la
altura de este reto.
Creo que vamos a ganar y que vamos a romper con la
tendencia de reveses electorales en la región de los últimos años. Ahora, no se
trata sólo de ganar la presidencia, también hay que tener un resultado
favorable en la Asamblea Nacional. Hemos visto en Brasil y en Venezuela lo
peligroso que es tener un gobierno progresista con un espacio legislativo en
contra, que incluso juega a la desestabilización. Entonces, tenemos el reto
también de ganar a nivel parlamentario.
Venimos de enfrentar una situación muy compleja, que ha
sido muy poco cubierta a nivel internacional: los años 2015 y 2016 para el
Ecuador fueron dramáticos, tuvimos la mayor reducción de exportaciones desde
1949, la caída de los precios del petróleo, la apreciación del dólar (somos una
economía dolarizada y eso nos resta competitividad), tuvimos los embates de la
naturaleza, el volcán Cotopaxi, un mini fenómeno de El Niño y, por supuesto, la
desgracia de abril del año pasado. El terremoto -más allá de lo terrible de la
tragedia en cuanto a las pérdidas humanas- también tuvo un costo económico:
3.5% de nuestro PIB en reconstrucción. Y a pesar de todo esto, casi ni se
sintió, claro que se estancó un poco la economía pero pasamos de manera
brillante estos dos años gracias a las medidas contracíclicas.
Entonces no se trata sólo de un triunfo electoral sino
del ejemplo de que se puede salir de las crisis con medidas de crecimiento
endógeno, con redistribución, porque no aplicamos políticas neoliberales en
2015 y 2016 sino todo lo contrario, ahondamos el modelo progresista de
desarrollo que adoptamos desde 2007. Y fue con ese modelo progresista que
logramos salir de la crisis. Entonces es demostrar que no sólo en los momentos
con altos precios de los commodities sino que en los momentos difíciles también
sirve más un gobierno progresista en el manejo de la economía que un gobierno
neoliberal.
– El proceso electoral también incluye la novedosa iniciativa
del referendo que busca prohibir que los funcionarios públicos y de elección
popular tengan bienes en paraísos fiscales, un debate que además el Ecuador
impulsará desde la presidencia del G77+China. ¿Cuál es el objetivo central de
la propuesta y cómo cree que será recibida en el mundo teniendo en cuenta los
intereses que hay en juego?
– El referéndum es fundamental para nosotros, es una
pregunta sobre el tipo de sociedad en que queremos vivir, y por lo tanto casi
un tema civilizatorio. Incluso más allá de la continuidad del proyecto
político, nos interesa que esa pregunta sea respondida de forma acertada. Tiene
que ver con todo el tema de la economía financiera especulativa, de la evasión
tributaria, de cómo las mafias y nuestras oligarquías esconden su dinero en
paraísos fiscales.
Ecuador es un líder global en la batalla contra los
paraísos fiscales y por una economía global más justa. Desde 2007 el presidente
Correa ha sido un vocero importante de un cambio en la arquitectura financiera
y económica global, y siempre ha hablado en contra de los paraísos fiscales.
Pero creo que hemos sabido aprovechar la coyuntura de 2016, todo el coletazo de
los “Panamá Papers” y el escándalo mundial que de repente colocó el tema en
primera plana. Hemos sabido aprovechar esa coyuntura para volver a colocar
fuertemente el tema en la agenda nacional y mundial.
En la agenda nacional, el presidente anunció un
referéndum emblemático, que ojalá sea un ejemplo para el resto de los gobiernos
de aquí a muchísimos años, el atreverse a preguntar al pueblo “¿están de
acuerdo que sus servidores públicos sean verdaderos servidores públicos y no
saquen el dinero del país a escondidas, sin pagar impuestos?” Un político que
dice que va a ser un gran patriota pero como empresario tiene todo su dinero
escondido afuera sin pagar impuestos es una paradoja vergonzosa, una contradicción
irreconciliable.
Entonces la idea es también llevar ese mensaje al mundo,
tratar de aprovechar este creciente consenso de que los paraísos fiscales son
una lacra, una vergüenza. La evasión tributaria evidentemente impide el
desarrollo. Nosotros calculamos que en Ecuador un monto cercano al 30% del PIB,
es decir 30 mil millones de dólares, estaría escondido en paraísos fiscales.
Esa es la gran lucha: en América Latina si nuestras elites pagaran sus
impuestos, cerca de 32 millones de personas podrían salir de la pobreza.
Acabamos de ver las últimas cifras de Oxfam: ocho personas tienen la misma
riqueza que el 50% más pobre de la humanidad. Eso obviamente no es sólo
consecuencia de los paraísos fiscales pero sin duda juegan un rol nefasto en
esta acumulación de capital.
– Otra novedad en escenario ecuatoriano es el retiro del
presidente Correa. ¿Cómo darle continuidad a un proceso sin el principal líder
que tuvo estos 10 años?
– El presidente Correa lo dice muy bien: todo el mundo es
necesario pero nadie es imprescindible. Las revoluciones dependen de los
liderazgos múltiples y estamos seguros de que Lenín Moreno va a ser un gran
líder. Y bueno, el presidente Correa es un líder que sale por la puerta grande
y puede volver, su retiro creo que es momentáneo.
– Días atrás se conocieron avances en los diálogos entre
el gobierno colombiano y el ELN. Usted tuvo un rol protagónico como garante, en
nombre de su gobierno. ¿A qué cree que se deben las dificultades que se
presentaron en este proceso que lo hizo más enredado que el de las FARC? Por
otra parte, ¿qué apreciación pudo hacerse de las delegaciones que llevan
adelante el diálogo, en particular la del ELN cuyos miembros, por su
trayectoria clandestina, son figuras poco conocidas incluso en Colombia?
– Entenderán que, como garantes, y en el caso de Ecuador
además como país anfitrión, tenemos que tener muchísimo cuidado, respeto a la
voluntad de las partes, que son quienes hacen los acuerdos. Los garantes
estamos ahí para acompañar, para ser testigos de los acuerdos. He tenido
reuniones tanto con el ELN como con la delegación del gobierno de Colombia, y
con ambas tuvimos relaciones muy cordiales. Tratamos que las delegaciones estén
cómodas, sin preocupaciones de seguridad, evidentemente desde la perspectiva del
ELN eso es muy importante. Y tratamos de tener una relación cordial, amena.
Pero, insisto, no quisiera expresarme sobre los afectos con las delegaciones…
simplemente decirles que con las FARC tampoco fue de la noche a la mañana, van
para cinco años desde que se empezó a hablar de la paz con las FARC, de los
primeros acercamientos con el presidente Santos. En el caso del ELN llevamos
casi tres años, porque durante dos años y medio fue un acercamiento secreto,
luego llevamos algunos meses de fase exploratoria, entonces no sé si será más
fácil o más difícil…
Nosotros siempre aspiramos por nuestra vocación de paz,
el presidente Correa siempre ha sido muy enfático con esto, de que se pueda
concretar una paz completa en Colombia, no una paz parcial. Ecuador ha vivido
unas consecuencias muy complejas del conflicto colombiano, en carne propia.
Tenemos vocación de paz, y en primer lugar para nuestros hermanos y hermanas
colombianas creemos que la paz es el camino.
-¿Es optimista? ¿Cree que esta vez sí se va a poder avanzar?
– Soy optimista. Ahora sí hemos llegado a un acuerdo
humanitario, con un apretón de manos, con las declaraciones conjuntas,
públicas, en rueda de prensa, en presencia de los seis países garantes y de
quien habla, entre las dos delegaciones, una liderada por Juan Camilo Restrepo,
la otra por Pablo Beltrán. Creo que sí, el 7 de febrero tendremos la
instalación ya finalmente de la mesa pública de negociaciones de paz entre el
gobierno de Colombia y el ELN.
– En los últimos años ha habido grandes cambios en el
escenario político de América Latina. En una entrevista reciente usted fue
categórico en rechazar la idea de “fin de ciclo progresista”. ¿Cómo denominaría
entonces este tiempo que vivimos en la región?
– Es cierto que hay una coyuntura diferente, un cambio de
signo político importante en la región, ha habido una serie de derrotas y no
solamente electorales, políticas, incluso no siempre democráticas, que han
afectado a los proyectos progresistas. Ahora, mi discrepancia con la noción de
fin de ciclo: desde ciertos sectores se trata de sembrar la idea de que es una
vuelta al neoliberalismo de los ´90, y creo que claramente no es el caso. Yo
vengo de una izquierda que llegaba al 2%, 3%, cuando nos iba bien el 4%. El
candidato de izquierda llegaba en sexto, séptimo u octavo lugar, en Ecuador y
en otros países de América Latina.
Ahora, incluso en los países en que los gobiernos
progresistas han sido derrotados, son la primera fuerza de oposición. Vienen de
una experiencia legislativa importante, no es lo mismo que no haber estado
desde décadas en el poder salir del gobierno con cuadros probados, muchos de
ellos jóvenes, que han manejado la economía muy bien, hay cuadros probados y
hay políticas publicas probadas. El estereotipo de la izquierda era que teníamos
buena intención pero no éramos capaces de gobernar, claramente se comprobó de
que gobernamos, y gobernamos largo… Somos parte del ajedrez político, somos una
realidad, somos el partido gobernante o la primera fuerza de oposición. Estamos
en una pugna, quizás no con la misma hegemonía de la primera década y media del
siglo, pero estamos luchando por el proyecto hegemónico en contra de las
fuerzas neoliberales. Es claramente un escenario de fuerzas neoliberales contra
fuerzas progresistas disputándose el espacio político, disputándose la
hegemonía ideológica. No era para nada ese el escenario en los ´80 y los ´90
cuando había un dominio abrumador, una hegemonía absoluta y casi incuestionable
por parte de las fuerzas neoliberales.
Puede haber un retroceso, pero América Latina ha cambiado
y no se ha vuelto a lo que hemos denominado “la larga y triste noche
neoliberal”. Evidentemente, cuando la apuesta es la democracia corres el riesgo
en algún momento de perder en las urnas, sobre todo porque el poder desgasta
muchísimo. Los malos augurios de quienes decían que en algún momento íbamos a
perder, bueno, se dio esa “profecía autocumplida”. Era inevitable que en algún
momento algunos proyectos progresistas sean derrotados en las urnas. Ahora,
¿hasta qué punto es reversible? Siempre podríamos argumentar que en los
proyectos revolucionarios se avanza muchísimo, luego puede haber un proceso de
retroceso, pero el retroceso no es al punto de partida. Se regresa un poco y se
sigue caminando.
Entonces, esa expresión “fin de ciclo”, si es que la
intención insinuar que hay una vuelta al neoliberalismo clásico de los ´80 y
´90, no me convence y creo que no es un criterio histórico acertado.
– Hay algo que fue muy criticado por sectores sociales de
oposición en Ecuador y en América Latina que es el extractivismo. Por ejemplo,
el señalamiento de que su gobierno ha priorizado acuerdos con multinacionales
extractivistas aun a costa de entrar en contradicción con territorios de los
pueblos indígenas. ¿Cree que hay algo de legitimidad en esos reclamos o enmarca
esos conflictos en lo que denomina la lucha contra los corporativismos?
– Sobre el extractivismo, claramente no se pueden dejar
las materias primas en una década, eso es imposible. Lo que se puede y debe
hacer es aprovechar los recursos del extractivismo, en nuestro caso el
petróleo, para invertir en sectores que nos van a permitir salir del
extractivismo. Pero claro, si uno tiene un proyecto medianamente modernista en
cuanto a los derechos humanos, no se puede declarar de la noche a la mañana,
como algunos tuvieron la irresponsabilidad de pedir, una moratoria sobre la
extracción petrolera.
Primero porque en este momento, incluso para fines
ambientales, el problema petrolero no es el más importante. A nadie le gusta el
petróleo, en este momento el mayor peligro para la biodiversidad de la Amazonía
ecuatoriana no es el petróleo. De hecho la deforestación en contra de la cual
estamos luchando no es fruto del petróleo, porque los pozos están ahí, y es un
par de hectáreas alrededor del pozo. Los mayores problemas en la Amazonía son
la expansión de la frontera agrícola, sobre todo la palma africana para
producir aceite de palma, y la pobreza. Porque se cortan árboles, se amplía la
frontera agrícola con suelos muy pobres, y eso genera más miseria. Pero además
la pobreza urbana en la Amazonía, con falta de servicios como aguas sucias que
van a los ríos amazónicos y contaminan muchísimo más que el petróleo.
(*) Entrevista realizada conjuntamente con la revista
Lanzas y Letras