24 Febrero 2017
Escrito por Miguel Ángel Barrios y Norberto Emmerich
Estas líneas vienen cargadas con el peso de las
circunstancias. No hay nada más verdadero que las palabras que fluyen en medio
de la política urgente; con frases más o menos bien hilvanadas estamos
construyendo verdad histórica, o sea, verdad política.
Las ciencias sociales, tan almidonadas como gustan estar
de la neutralidad académica, no son incompatibles con la construcción
intersubjetiva de la verdad, siempre parcial y no definitiva. No estamos
tentados por la deshonestidad de la neutralidad, el mentiroso manto protector
de toda ideología. No existe independencia o soberanía, entendida como una
posible y probable capacidad de autonomía en un sistema-mundo asimétrico,
desigual, jerárquico e interdependiente, más que dentro de los marcos geopolíticos
de la Patria Grande.
La integración
sirve siempre y cuando sume, al decir de Aldo Ferrer, densidad nacional. Y
qué mejor citar a Juan Domingo Perón, al generar una política del
continentalismo que conduzca a la unidad de América del sur como primer paso.
Los movimientos, partidos o gobiernos que se llaman
"progresistas" o “socialismos del siglo XXI” remiten a movimientos
nacionales y populares que son una actualización residual de los clásicos
grandes movimientos o partidos de las décadas del 40 o 50 del siglo XX.
Estos movimientos
y partidos nacionales populares nacidos en el post Consenso de Washington se
aglutinaron alrededor de un caudillo, plantearon programas de inclusión
social luego de la década neoliberal de los 90, buscaron la industrialización
(y quedaron a mitad de camino, cerca de una reprimarización de la economía),
levantaron las banderas de la movilización social y de la democracia
participativa y avanzaron en procesos de integración ensamblando el Mercosur,
la Unasur y la Celac.
No parece que haya
un triunfo de las derechas simplemente porque se constata un retroceso de las
izquierdas. Esta repetición de un axioma vulgar y dogmático de ciertos
intelectuales y políticos europeos sigue sin entender la cuestión de fondo, la
cuestión nacional latinoamericana irresuelta o inconclusa. Aquellos que tanto
gustan hacer de la política un ejercicio matemático de sumas y restas
electorales creen que han llegado para quedarse, cuando aún falta resolver si
realmente llegaron.
Las izquierdas, entre ellas Correa, levantaron ciertos
grados de culto a la personalidad, faltó una planificación sistemática de
políticas integrales (al contrario de los movimientos nacionales populares
clásicos, verdaderos Estados planificadores como el peronismo clásico o Vargas
en Brasil), faltó la articulación de una política educativa y cultural de fondo
que genere una ciudadanía común (sigue sin haber reconocimiento de títulos) y
faltó resolver en plenitud una geopolítica de infraestructuras. Hubo una
sobredosis de discurso más que de acciones estratégicas (el Banco del Sur nunca
se concretó), que significó una sumatoria encadenada de debilidades. La muerte
de Hugo Chávez, el gran propulsor de esta etapa, profundizó la debilidad. La
corrupción extendida dinamitó las mayorías electorales, justo cuando Estados
Unidos logra imponer la transparencia como mecanismo de alineamiento sumiso.
Como si la política fuera una tarea de ángeles y no de decisores.
Tras la derrota del ALCA en Mar del Plata, Estados Unidos
repensó la estrategia. Construyó la Alianza del Pacífico, resucitó los acuerdos
bilaterales y logró que por primera vez en la historia la derecha llegara al
poder por vía electoral. El impensado Mauricio Macri, más por errores del
peronismo que por atributos propios, es presidente en Argentina. En Brasil
asume Temer montado sobre un golpe de Estado, y América Latina retrocede casi
sin librar batalla. Ellos no tuvieron muchos aciertos, nosotros cometimos
muchos errores.
En Ecuador, el
largo legado de Correa es claramente significativo. Un poco más allá, en
América Latina, su país y su pueblo obtuvieron autoestima, inclusión social,
una reforma educativa, una política de seguridad ciudadana y una apuesta a la
integración.
Ecuador era un país institucionalmente decrépito, el
presidente cambiaba constantemente y hasta perdió la soberanía monetaria. No
había autoridad que pudiera recuperar la identidad ecuatoriana del país ubicado
en la mitad del mundo. Por todo el cambio logrado el balance de la historia
reservará para Rafael Correa un lugar preponderante.
Pero todo cambio produce al mismo tiempo resistencia e
inercia. En ese balance inestable entre avance y permanencia, los cuerpos
tienden a estancarse. Aunque el fin de la historia fue una hipótesis llamativa
en su momento, sólo figuró en la cabeza de Fukuyama. Los latinoamericanos
creímos en la calidad de esa mercadería barata, pero lo cierto es que la
historia nunca se detiene, sencillamente no puede.
Lo que sucede en Ecuador tiene un origen lejano en las
pretensiones hegemónicas de Estados Unidos. Comprender el itinerario
geopolítico de la República Imperial, tal como la definió Raymond Aron, va más
allá de los modos y caprichos aparentes de Donald Trump. Aunque golpeado y
malherido, el león americano sigue rugiendo.
La política
exterior de Estados Unidos se instrumentó en sucesivas etapas conocidas como
"doctrinas" o "estrategias" de seguridad.
1. George Washington pronuncia su discurso de despedida
en 1792. Allí elabora la doctrina del aislacionismo, que consistía en comerciar
con el mundo tras una primera etapa de proteccionismo, evitando entrar en
disputas con el equilibrio de poder europeo.
2. La Doctrina Monroe fue una declaración unilateral que
buscaba garantizar una América hispánica ubicada dentro de su ámbito
geopolítico interno, el patio trasero. Nace como una postura opuesta al
pensamiento bolivariano plasmado en el Congreso de Panamá de 1826,
anteriormente expresado en el discurso de Angostura de 1819.
3. La Doctrina del "Destino Manifiesto",
utilizada por primera vez por el periodista norteamericano John Sullivan en
1838, afirmaba que Estados Unidos era el pueblo destinado por la Providencia
para regir los destinos de la humanidad. Así Estados Unidos se convierte en una
ideología fundamentalista, una teología de la historia.
4. La Doctrina Mahan, luego de la unificación territorial
bioceánica, para la cual tuvo importancia la obra geopolítica de Frederik
Turner, "La frontera en la historia americana". Estados Unidos ya
deja atrás la conquista del oeste y los cowboys y se dedica a los marines y los
océanos. Es el almirante Alfred Mahan quien planifica la proyección al mar
Caribe y al Océano Pacífico.
5. La Doctrina Spykman. Nicholas Spykman es el pensador
geopolítico de la Segunda Guerra Mundial con su obra "Estados Unidos frente
al mundo", heredera de la tradición del geopolítico inglés Harlford
Mackinder. La cuestión era controlar, a partir de los bordes o rimlands a Japón
e Inglaterra, al pivote de la tierra, Eurasia, y aniquilar a América Latina.
En esta etapa, Estados Unidos ya era una potencia
hemisférica (desde principios del siglo XX), una potencia atlántica (con la
segunda guerra mundial) y una potencia pacífica (en la posguerra).
6. La Doctrina de la Contención fue impulsada por el
demócrata Harry Truman, aunque el verdadero ideólogo fue el diplomático George
Kennan. La finalidad era contener a la Unión Soviética. La OTAN fue la
expresión institucional de esta estrategia a nivel global y la Doctrina de
Seguridad Nacional fue el correlato latinoamericano de combate al comunismo,
con dictaduras militares y represión sistemática.
7. La estrategia globalista de ampliación de mercados fue
liderada en los años 90s por el sonriente Bill Clinton. Consistía en generar
zonas de libre comercio como el Nafta y su ampliación al Alca, que fracasó en
Mar del Plata. También buscaba instalar un sistema de libre mercado en Rusia a
través del debilitado Boris Yeltsin.
8. La Estrategia de Guerra Preventiva o anticipatoria de
George W. Bush tras los atentados a las Torres Gemelas buscaba llevar la lucha
contra el terrorismo anticipando cualquier agresión en cualquier espacio
geográfico, una estrategia de guerra permanente que aún continúa.
Estados Unidos está inmerso en una profunda crisis,
hegemónica y comercial. Su hipótesis de conflicto es el pivote Asia-Pacífico y
la tríada China-Rusia-Irán, aunque sus amenazas se lanzan sobre su no tan débil
vecino mexicano. Sea como fuera, Estados Unidos busca recuperar una hegemonía
definitivamente perdida.
El problema de
Estados Unidos está adentro, aunque busque la solución afuera, comportamiento
típico de las potencias asediadas. Y aunque las derechas locales, desde Macri
hasta Lasso, sueñan con las migajas que caen de la mesa americana, Estados
Unidos no los dejará entrar al banquete. El panorama internacional no
auspicia revoluciones socialistas, pero menos aún promueve alineamientos
globalizados. Si Hillary Clinton perdió las elecciones, el neoliberalismo
perdió el piso.
El aislacionismo, el proteccionismo y la xenofobia buscan
resucitar el sueño de levantarse sobre sus propios pies y caminar sus propios
pasos, algo que Estados Unidos en verdad nunca ha hecho. La mitología fundadora
de los Padres Peregrinos y su ascetismo calvinista a bordo del Mayflower en
1620 tiene las características fabulosas de todo relato iniciático. Pero la
decadencia cultural americana no resiste ni la supervivencia de sus mitos
fundacionales.
Estados Unidos no puede responder la gran pregunta de
Samuel Huntington, ¿Quiénes somos? Ecuador, gracias a la ardua tarea de reconstrucción
significativa de la identidad, sabe ahora mejor que antes ‘Quiénes Somos’.
América Latina sabe que es estratégicamente relevante, ha
dado algunos pasos institucionalizados hacia la integración, se ha conservado
como la zona de paz más grande del mundo, conserva aún su renta geopolítica de
biodiversidad, alimentos, agua y energía.
Falta avanzar, necesita no retroceder. Los que siempre
fueron autoritarios, ahora predican democracia; los que construyeron democracia
popular ahora parecen autoritarios. Unos tienen problemas, pero los otros no
tienen soluciones.
Estas son las reflexiones que nos merecen el legado de
Rafael Correa, positivas porque sirven para seguir reconstruyendo el camino
estratégico de la política. Su lucha ha
valido la pena.
Miguel Ángel Barrios, Doctor en Educación y Doctor en
Ciencia Política. Autor de más de quince obras de política latinoamericana de
reconocida referencia bbliográfica. Inauguró en Ecuador, por invitación
oficial, el Centro de Estudios Estratégicos de las Fuerzas Armadas, con la
clase magistral “Geopolítica de América del Sur”.
Norberto Emmerich, Doctor en Ciencia Política. Autor de
varios libros sobre narcotráfico y seguridad. Fue decano del Centro de
Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales, Quito, Ecuador.