Entrevista a HUGO MOYANO en la Revista Crisis
#25
PAULA ABAL MEDINA - MARTÍN
RODRÍGUEZ - MARIO SANTUCHO
16 DE JUNIO DE 2016
¿Y a Bergoglio lo conociste?
Sí, teníamos buena relación.
La última vez nos invitó a comer o a desayunar, no recuerdo bien. Me parecía
bastante correcto. La otra vez opinó algo sobre fútbol, creo que dijo “que se
pinche el globo” o algo así, y algunos enjuiciaban “no che, eso no lo tendría
que haber dicho”. ¡Al contrario! Eso demuestra que es humano, ¿no es cierto? A
mi me parece que está cumpliendo una función muy importante.
¿Actualmente mantenés relación con él?
No directamente, por intermedio.
La otra vez estaba tratando de hacer la unidad, hace un año y pico cuando
empezamos, estábamos reunidos en el sindicato del gas y justo estaba Pablo allá
con él, fue a visitarlo. Dice que le preguntó: “¿y dónde está tu papá ahora?
Llamalo”. Me llama Pablo y me pasa con el Papa: “Hola Francisco”. Fue la última
vez que hablé con él. Siempre cuando va alguno mandamos saludos. Yo nunca fui a
verlo. No me gusta ser cholulo. Siempre le esquivo a los medios. Les puedo
asegurar que a veces me llaman 20 o 25 radios y periódicos por día. Pero no soy
muy adicto.
Lo primero que queríamos preguntarte es si es cierto que estás
abandonando el sindicalismo.
No, abandonando no. Estoy
dejando espacio para los muchachos más jóvenes. Pero siempre se está. Hace poco
en una de las reuniones donde se eligieron la autoridades de la CATT, la
Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte, Schmid dijo que si bien
ellos van a asumir los primeros lugares de la CGT, siempre van a estar haciendo
alguna consulta conmigo. Uno siempre se tiene que brindar allí donde sea
necesario. Y seguramente recibirán las críticas si veo cosas que no me gustan.
La CGT nuestra en particular tenía un grupo de gente muy interesante, con
bastante capacidad, a excepción del Secretario General (risas). Por ejemplo
teníamos en la comisión directiva, creo que por primera vez en la historia, una
médica muy capaz, una compañera de Rosario que nos asesoraba sobre la situación
de la salud pública. Teníamos muchachos jóvenes, y de todos los sectores: de
los maestros (el compañero Díaz), compañeros abogados, el del Seguro. Todos se
tienen que poner al servicio de lo que representan que son los derechos del
trabajador.
La decisión de no participar en la primera plana de la nueva CGT
unificada, ¿responde a un ciclo personal tuyo, o se avecina un nuevo tiempo y
es mejor que aparezca otra gente?
Son varias circunstancias. Yo
cuando asumo un compromiso pongo todo, no ando ocultándome. Y los años pasan y
se sienten. Pero, además, viene otra etapa. Por eso cuando algunos sectores
exigían una medida con respecto a ese error cometido por el gobierno de vetar
la Ley de Emergencia Ocupacional, yo les preguntaba: ¿si hacíamos una medida
lográbamos revertir el veto? No. Entonces tenemos que actuar con la
inteligencia suficiente como para esperar el momento, acumular todos los
errores que está cometiendo el gobierno, y después tomar las decisiones que uno
tenga que tomar, no sólo en relación a medidas directas sino también
políticamente. Antes quizás actuábamos de otra manera, tal vez por la juventud
o por otra cosa. Sería fácil una medida por esto, una medida por lo otro, pero
así se agotan las medidas. Creo que tenemos que actuar con el mayor grado de
inteligencia para demostrarle, primero a los trabajadores y después al conjunto
de la sociedad, que el gobierno de esta forma no creo que solucione los problemas
de los trabajadores, sino que por ahí se agravan. Ustedes saben que yo soy
peronista de cuna, siempre digo que en lugar de cantarme el arrorró me cantaban
la marcha peronista. Perón decía “nadie se realiza en una comunidad que no se
realiza”. ¿Qué significa eso? Nadie va a poder disfrutar en una sociedad donde
se profundicen las injusticias. Y eso tienen que evitar los que tienen mucho y
los que trabajan: evitar las injusticias para poder disfrutar lo que tienen.
¿Qué expectativas tenías respecto al gobierno de Macri?
Nosotros sabíamos que la
situación no era la mejor. Eso era una realidad. Por eso hablábamos del
sinceramiento de la economía, porque todo el mundo tenía miedo de hablar de
ajuste, devaluación. Pero a mi entender se está haciendo de una manera muy
brutal. No se puede sincerar la economía con un 600 por ciento de aumento en
los servicios públicos. Es una locura. Lo que están demostrando muchos
funcionarios es que ellos no han pasado necesidades, por eso no se dan cuenta
que estas medidas le sacan un plato de comida a la gente. Hay una empleada
nuestra allá en la Federación, que pagaba 200 pesos por mes de luz y se le fue
casi a 900. Ahora tiene que privarse de varias cosas para pagar la luz. Y así
como la luz, es el agua, es el gas...
¿A qué sector te referís?
A los que gobiernan.
Evidentemente este gobierno está conducido por sectores empresarios. Creo que
fue la vicepresidente quien dijo “les hicieron creer la fantasía de que
podíamos vivir bien”. ¿Acaso es una fantasía para ellos vivir bien? Eso muestra
claramente que no han evolucionado, con todas las crisis que hemos pasado los
argentinos. Nosotros siempre decimos que una cosa es vivir la crisis y otra es
sufrir la crisis. Ellos han vivido crisis, pero no las han sufrido como las
sufre el trabajador. Y si ahora está sufriendo el trabajador, ¡imaginate la
gente que no tiene trabajo las necesidades que estará pasando! Es tremendo.
A futuro, ¿como imaginás que va a ser la relación con el gobierno?
Si el gobierno sigue con estas
medidas, sin dar respuestas a la gente, evidentemente en algún momento se
termina ese esfuerzo por mantener un diálogo permanente. Porque un diálogo sin
respuestas no es diálogo.
Nosotros te conocimos públicamente en los noventa cuando protagonizabas
los conflictos contra el menemismo, ¿sentís que retornan imágenes de gobierno y
formas de la economía más parecidas a esa época en la que quizás eras “más
inmaduro”?
Sí, las historias se repiten
en cierto modo, desgraciadamente. No quiero replicar lo que expresó Pablo
(“volvemos a los noventa”), pero muchas de las cosas que están pasando se
asemejan. Ahora, yo cuando hablo de madurez del dirigente hablo de no tener una
reacción de forma inmediata. Cuando empezó Menem, al poquito tiempo nosotros
nos abrimos; otros siguieron porque los beneficiaban: beneficios entre
comillas, porque el tema no es beneficiar al sindicalismo sino beneficiar a los
trabajadores. Cuando nosotros vimos eso nos apartamos. Y creo que no tuvimos la
capacidad para que no sea reelecto en una segunda oportunidad, para que no
profundice una situación que fue muy comprometida para los argentinos. La venta
de las empresas del Estado, la entrega. Nosotros peleamos contra todo eso. El
otro día recordaban los muchachos cuando íbamos al Congreso para que no se
privaticen las jubilaciones, cuando el gobierno trató de convencer al
sindicalismo de que convenían. Era todo un negocio para los sectores del poder.
Algunos muchachos creyeron. Incluso hicieron las gestiones para tener
jubilaciones privadas. Nosotros siempre nos opusimos. Peleamos contra todas las
privatizaciones, aún si no nos afectaba directamente, para acompañar a los
gremios que peleaban. Por ejemplo Alicia Castro, por Aerolíneas. Y fuimos
cuatro miércoles seguidos para evitar que la privatización de las jubilaciones
se vote. Tenemos la tranquilidad de decir nosotros lo intentamos, aunque no lo
logramos. Me parece que hay que hacer lo mismo ahora, aunque hoy vender una
empresa del Estado no es negocio para los capitales. Nosotros siempre repetimos
una frase que salió de Schmid: “la privatización y la re-estatización fueron un
negocio, pero lamentablemente siempre se beneficiaron otros menos el Estado”.
Lo que pasó con YPF. Yo me acuerdo cuando se privatizó Aerolíneas, que tenía
sedes en todas las capitales de Europa y se quedaron con todo. ¿Y después quién
iba a comprar Aerolíneas? El Estado. Cuando se re-estatiza es porque ya nadie
quiere quedarse con ella. Siempre fue un negocio para los inversores, nunca
para el Estado.
La madurez del sindicalismo tiene que ver entonces no sólo con dar la
pelea en la calle, sino con tener además una propuesta política que impida por
ejemplo la reelección.
Claro, yo les decía el otro
día a los muchachos: “nosotros no podemos estar como la guerrilla, toda la vida
ahí resistiendo, nosotros tenemos que ir por el poder”. Bueno, ustedes me lo
habrán escuchado decir, con la Presidenta al lado, que algún día vería con
mucho agrado que un hombre nacido en las filas del trabajo pueda conducir los
destinos del país. Y así como el General Perón expresó en la década del setenta
que había llegado la hora de los pueblos, yo estoy convencido que ha llegado la
hora de los trabajadores.
La idea de un presidente surgido del movimiento obrero la planteaste en
un recordado acto en la cancha de River: ¿ahí empezó tu ruptura con el
kicrhnerismo?
Gente del anterior gobierno me
dijo que ahí fue donde comenzó el distanciamiento. Me comentaron que no le
gustó nada. Sintió que comenzaba una competencia, como si yo quisiera competir
con ella. Y en otro lado dije, menos mal que no lo mencioné ahí, “yo tengo un
sueño, como decía ese gran estadounidense (y todos miraron como diciendo, este
a quién va a citar), Martin Luther King, el gran luchador por los derechos
civiles: que algún día llegue un hombre del movimiento obrero a la
presidencia”. La verdad es que nunca tuvo simpatía con nosotros, porque parece
que había preferencia por los pibes como Recalde o Kicillof. Yo lo digo sin
ánimo de ofender a nadie, pero a mi me parece que la Presidenta tenía el
síndrome de la adolescencia rebelde. Cuando hablaba en el Patio de las
Palmeras, yo los veía a los pibes que escuchaban y no entendía: “¡con estos
vamos a hacer la revolución!”, decían. Y yo pensaba: ¡la revolución se hace con
los que laburan! Y con los que estudian, en todo caso. No con pibes que ni
saben lo que están gritando. Es lo mismo que el otro día veía la televisión con
Gerónimo, mi hijo más chico, y venía uno de estos artistas que cantan, un
inglés creo, y había varios pibes que estaban con carpa hace dos o tres días,
que mostraban su rebeldía: “nosotros luchamos contra el orden establecido”,
decían. Y yo le digo a Gerónimo: “ah, estos pibes son duros: ahora, les decís
que se tienen que levantar a las cinco de la mañana para ir a laburar y no
queda uno, se borran para todo el viaje”.
¿Pero cuál fue el motivo profundo de esa ruptura?
A mi me parece que ella se
equivoca cuando de alguna manera empezó a maltratar al movimiento obrero. Yo
soy un tipo que digo lo que pienso y discuto a muerte. Con los empresarios
nuestros, por ejemplo. Y a ella no le gustaba. Siempre cuento dos episodios.
Una vuelta, estaba discutiendo con ella la Asignación Familiar y yo la quería
llevar a 120 pesos (estaba en setenta). Habíamos llegado a 95, yo sabía que 120
era mucho, entonces le digo: “Cristina vamos a hacer una cosa, ponela en cien”.
Me responde: “Negro, son cinco pesos”. Y le contesto: “¡cinco pesos son dos
kilos de pan! ¿vos no te das cuenta?”. En ese entonces eran dos o tres kilos de
pan. Al año siguiente yo la quería llevar a 140 y se llegó a 130. Entonces
estábamos en 125, y me dice: “sabés lo que pasa Negro, los muchachos me dicen
que los números ya no cierran”. Ella tenía confianza conmigo. Le digo:
“Cristina, por qué no le decís a los muchachos que te hagan bien los números.
¿Cómo puede ser que un bimestre de gas en la Recoleta valga menos que una
garrafa en un barrio de laburantes. Esos son los números que no cierran”. A
ella no le gustaba que la contradiga. A la siguiente que estábamos discutiendo
la Asignación Familiar y el Mínimo, me dice: “mirá, yo tengo un viaje a Estados
Unidos, cuando vuelva te llamo y seguimos discutiendo”. No me llamó. Habrá
llegado un fin de semana y nos citó a la Casa de Gobierno el miércoles, y
anunció un aumento del Mínimo no Imponible que no era el que nosotros
queríamos. Y ahí dije chau, se terminó. No nos llamó más para discutir las
medidas. Porque todos los años discutíamos con él y con ella. Él era más piola,
por ahí te decía “no rompás más las pelotas” (risas). Me jodía así Néstor, pero
discutía. Ya venía mal porque recuerdo que una vez, yo estaba con Yasky al
lado, hizo una crítica muy grande a la tendinitis, cuando los del subte
hicieron la protesta. A mí me contaba Facundo que en el peaje pasa lo mismo,
que las pibas y los muchachos tenían problemas en las manos. Entonces a ella le
decían una cosa y en lugar de preguntar por ahí hablaba sin saberlo, como
minimizando o ridiculizando el reclamo. Después me acuerdo cuando en el
conflicto por el campo Néstor me llamaba. Y nosotros lo acompañamos mucho en la
movilización, porque no sé qué hubiera pasado, creo que se los hubieran llevado
puestos. Yo lo hice con total convicción.
“Nosotros tenemos en el gremio
compañías de seguros, ART propias, hoteles, escuela de capacitación y formación
con dos simuladores que valen millones de dólares, todo tenemos. Tenemos 2300
millones de pesos ahorrados en el banco. ¿Vos pensás que Macri me pone el
sponsor en Independiente por generosidad? Es porque yo tengo mil millones de
pesos en el Banco Ciudad. Por eso muchas veces no los critico a quienes
estuvieron antes en Independiente, por lo menos al último que estuvo, porque no
tenía espalda. Y hay que tener espalda para todo. Yo le digo: ‘no te estoy
pidiendo que me des, te estoy pidiendo que me devuelvas algo de lo que te estoy
dando’. Por eso, para todo hay que tener cierto poder. El gran problema de Cantero
era Bebote, ¿dónde está Bebote ahora? Se metió disfrazado a la fiesta nuestra,
¿por qué no entró diciendo ‘yo soy Bebote’? ¿Porque sabés cómo salía? ¿A
nosotros nos va a venir a patotear, que inventamos la patota?”.
Tener espalda es parte de una
tradición que nace con el peronismo y da lugar a gremios poderosos; pero otro
acervo importante para el sindicalismo argentino es la organización de base en
los lugares de trabajo. La combinación de grandes estructuras y combatividad en
las bases dio lugar a programas como los de Huerta Grande, La Falda o Primero
de Mayo. ¿Cómo ves hoy esa tradición teniendo en cuenta los cambios en las
formas del trabajo?
Emilio Pérsico suele caracterizar a la clase trabajadora como la
convivencia entre la crema, la leche y el agua. La crema es el trabajador que
gana de 15 mil pesos para arriba y tiene buenas condiciones, podríamos pensar
en un camionero; la leche son los que están bajo el amparo de un sindicato pero
están precarizados; y el agua son los laburantes cartoneros, motoqueros, los
que no tienen relación salarial formal. Estos últimos se organizaron en la
Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), ¿por qué ese
sector no está dentro de la CGT? ¿Podría estarlo?
Bueno, no se han dado las
condiciones pero seguramente se van a dar. Porque todo esto que se está
viviendo nos va a obligar a decir “muchachos, o estamos todos juntos o nos
llevan a todos puestos”. Yo tengo buena relación con todos los sectores. Por
eso me llamó la atención el otro día D´Elia, cuando dijo que estábamos
defendiendo la caja. No me gustan esas vigilanteadas. Estamos tratando de ser
lo más inteligentes posibles. ¿Qué queremos demostrar, que somos los más
combativos? No, lo que hay que demostrar cuando hacemos una medida es que somos
contundentes. Además, no hay ánimo en otros sectores. Nosotros, si decimos “hay
que hacerlo”, lo hacemos. Pero todo el mundo espera que lo haga yo. Y yo creo
que por ahora no es conveniente. La propuesta de la movilización el 29 la hice
yo. Y no quiero ser más que nadie, pero muchos tontos que teníamos alrededor
decían “si va este no vamos”. Es una idiotez, porque si fuera una reunión
todavía pasa pero era una movilización multitudinaria. En realidad son excusas,
cuando uno no está convencido de algo pone argumentos para tratar de
justificarlo. Pero me parece que va a llegar esa etapa. Y más con un gobierno
como el que tenemos. Yo lo estoy viendo en la AFA: Macri quiere aplicar la
misma política económica que aplica para el conjunto de la sociedad en el
fútbol; quiere que los ricos tengan más guita y los pobres se caguen de
infeliz. Nosotros somos club grande, tenemos recursos, pero no podemos permitir
que los clubes chicos desaparezcan. Porque les dan quince o treinta mil pesos,
pero con eso pueden manejarse. Estos les quieren cortar todo, se van a separar
los clubes grandes y se van a llevar toda la guita porque se llevan los sponsors
y los clubes chicos desaparecen. Y no quieren que agarremos nosotros porque
vamos a poner las cosas en orden.