lunes, 25 de abril de 2011

¿Quién dirigía la Triple A?

Por Juan Gabriel Labaké





Historias de los años de plomo – I

Con el ánimo de aportar algo de luz sobre la verdadera historia de la Triple A, sus reales conductores, su íntima relación con la desestabilización del gobierno de Isabel Perón, y sus pretendidos vínculos con la ex presidente, El Espejo de la Argentina inicia hoy la publicación de una serie de notas, que corresponden a distintos fragmentos del libro en preparación Historias de los años de plomo, cuyo autoría pertenece a quien esto escribe.




Isabel y el testimonio del Cnel. Sosa Molina
Para aclarar la relación que pudo o no haber entre la ex presidente Isabel Perón y la Triple A, transcribo algunos párrafos de un reportaje que el periodista José Blas Made le hizo en 1990 (diario HOY de Mendoza) a quien fuera el jefe de Granaderos a Caballo en 1974/1975, el probo coronel Jorge Sosa Molina, testigo clave de un hecho definitorio. Dice el citado coronel en ese reportaje:
En realidad Isabel era muy influenciable, ciclotímica y depresiva. No estaba al tanto de los problemas del gobierno, ni leía los diarios, y evidentemente López Rega ejercía sobre ella un gran poder… Pero aclaro que jamás la conducta personal de Isabel mereció la menor objeción. Jamás. Su comportamiento fue siempre intachable, nunca hubo el menor comentario sobre algún desliz por parte de quienes estábamos allí. Pasaba a veces cuatro o cinco días sin salir de la cama por sus estados depresivos. (López Rega) Era medio afeminado, nunca se lo vio con una mujer. Tenía cara de lobo, con los dientes medio salidos. Andaba siempre rodeado por una banda de atorrantes y delincuentes, que en general eran exonerados de la policía. Ellos lo llamaban Daniel. Era un hombre primario. Un agente de policía. Hay que reconocer que era muy vivo, supo ir ganándose la confianza de Perón hasta ejercer sobre él una influencia muy nociva.
El coronel Sosa Molina, que con tanta crudeza define la personalidad y el estado anímico de Isabel, reconoce gallardamente que su conducta fue siempre intachable. Y el mismo militar, luego de calificar duramente a López Rega, afirma, sin embargo, que éste en la práctica fue sólo un títere de los militares en el accionar de la Triple A. He aquí sus propias palabras:
Fue lo más negativo del último gobierno peronista. Creo que también fue utilizado por los sectores más reaccionarios, porque no tenía la capacidad ni la inteligencia para hacer todo lo que hizo. Y así fue usado por aquellos poderes que yo llamo `fácticos’, que estaban muy preocupados por el avance de la izquierda radicalizada, de la guerrilla marxista o neoperonista, y que no vieron mejor solución que oponerle a esa radicalización el extremismo de derecha. (…) Un día, de vuelta de un acto oficial en Casa de Gobierno, un vehículo del regimiento tiene un desperfecto mecánico en la Av. Figueroa Alcorta. El oficial a cargo, un teniente de apellido Segura, que iba de uniforme, es auxiliado por un policía que lo invita a pasar a una casa, diciéndole que está entre amigos, compañeros de la misma causa. Cuando Segura entra a la vivienda se da cuenta de que está en un centro operativo muy importante de la Triple A. Le presentan a una secretaria del jefe, que era López Rega, y le comentan que allí trabaja personal de las fuerzas armadas y de la Policía Federal. El teniente llegó al regimiento espantado, y me comentó lo que había visto. Le pedí entonces que redactara por escrito lo que me contaba, para denunciarlo oficialmente al Comando en Jefe del Ejército. Por razones de seguridad le dije que no se identificara, que yo me hacía cargo de la denuncia. Entonces elevé, ese mismo día, el expediente a los efectos de que se investigara la posible participación de oficiales de las fuerzas armadas en la banda terrorista. Me recibió el general Rosas, jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército. Cuando lo leyó me expresó que era una cosa gravísima, que seguramente iba a tener una trascendencia enorme. A los dos o tres días me llama el general [Jorge Rafael] Videla, jefe de Estado Mayor, acompañado por dos o tres generales más del organismo, entre los que estaban Suárez Mason, Menéndez y el mismo Rosas. Me dice entonces que tiene que elevar la denuncia al ministro de Defensa [Adolfo] Savino, que era hombre de López Rega, advirtiéndome que podía pasar cualquier cosa. Por supuesto, que decidí seguir adelante con la denuncia. El Comandante General, que era el general Anaya, estaba en ese momento en el extranjero. A su vuelta es citado con urgencia por el ministro, quien le reprocha duramente el tenor de mi denuncia. A los dos o tres días el general Anaya fue relevado del cargo. (…). (Al día siguiente) Me llamó López Rega a su despacho en Bienestar Social y me preguntó, poniendo detrás de mí a gente armada, por qué lo había denunciado. Casi llorando, juró ser inocente de todo, que lo único que quería era la grandeza de la patria, y que todo lo hacía con ese ideal. No pasó a mayores, pero yo había tomado mis previsiones poniendo a granaderos armados en la puerta del despacho, por lo que pudiera ocurrir. Hasta Massera me felicitó por la denuncia, porque aunque había sido anteriormente aliado con el ministro, se habían peleado. Me convertí entonces en una referencia entre los que habían sido atemorizados por la Triple A, y vinieron a verme varios periodistas y políticos con mucho miedo, y hasta el ministro [Antonio] Benítez, algo inaudito, me contó llorando que lo habían amenazado.
Recordemos que el coronel Sosa Molina fue quien, tres meses después, detuvo y entregó a los ex custodios de López Rega a la policía, permitiendo, así, que éste fuera relevado de su cargo de ministro. El hijo del coronel, que lleva su mismo nombre y es también coronel de caballería (en 2007), me ha completado el relato de su padre. Sosa Molina (h) no sabe quién hizo la denuncia judicial del “arsenal” descubierto por el teniente Segura en la avenida Figueroa Alcorta. Lo cierto es que alguien denunció el hecho y la causa quedó radicada en el Juzgado Federal Penal del doctor Teófilo Lafuente. Dicho juez requirió por oficio al Ejército que entregara todos los antecedentes del caso. El general Videla, que ya era el comandante en jefe de esa Fuerza, guardó silencio sobre el requerimiento judicial. El Dr. Lafuente se vio obligado a enviar un segundo oficio reiterando su pedido, el cual también obtuvo como respuesta la tozuda negativa de Videla a revelar la verdad. El juez cumplió su deber: envió un tercer oficio al futuro golpista conminándolo a responder bajo apercibimiento de hacerle juicio por desobediencia. Recién ahí el general Videla respondió que no daría los datos requeridos porque, se trata de una operación secreta sobre la cual debe guardarse total confidencialidad. Los comentarios huelgan. El ex jefe de Granaderos relata luego el triste epílogo de esos episodios: El 28 de agosto de 1975, la presidenta María Estela Martínez de Perón, después de una grave insubordinación de los altos mandos desconociendo al comandante general, Alberto Numa Laplane, y en consecuencia a la propia autoridad presidencial, designó al frente del Ejército al general Jorge Rafael Videla, y como jefe de Estado Mayor al general Roberto Eduardo Viola.
Inmediatamente después, el coronel Sosa Molina pidió su retiro. No quería ser cómplice de lo que él sabía que se avecinaba. Conviene remarcar que el coronel Sosa Molina no sentía simpatía por el peronismo. Su opinión sobre los golpes militares del siglo XX es definitoria y nada amable hacia ese partido. En el reportaje citado, afirma: El único pronunciamiento castrense del siglo ‘con alguna legitimidad’, fue la Revolución Libertadora, porque ‘en 1955 el gobierno era ejercido mediante prácticas autoritarias inaceptables, que impedían cualquier posibilidad de expresarse a la oposición’. Del resto de los golpes (1930, 1943, 1966, 1976) dice ‘que no son para poner orgullos a ningún militar, por fanático que sea’. Ello le da más credibilidad y valor aún a sus palabras transcriptas antes. El relato de Sosa Molina aporta algunos datos que son la clave para entender el drama que se vivió entonces:
1.- La Triple A, sin ningún lugar a dudas, fue un operativo militar, pensado y ejecutado por la cúpula del Ejército.
2.- López Rega, sin que ello disminuya su gravísima responsabilidad en esos delitos, era solo un “perejil” que les prestaba a los militares la cobertura política necesaria.
3.- El “arsenal” de la Triple A es descubierto por el teniente Segura en abril de 1975, y lo actuado por Sosa Molina abarca desde ese mes hasta junio del mismo año. López Rega es eliminado del gobierno en julio de 1975, pero con posterioridad continúan las atrocidades de la Triple A con más virulencia y frecuencia que antes, ya sin López Rega en el gobierno, lo cual prueba que esa organización macabra no era “de” López Rega, sino de otros…

Al respecto, interesa sobremanera la afirmación que hace el ex dirigente montonero y duro opositor (incluso, calumniador) de Perón, Miguel Bonasso, sobre este tema en su libro El presidente que no fue (Ed. Planeta, Buenos Aires 1997, pág.614): Tras la huida de López Rega y sus policías, la Triple A dejó de operar, pero siguieron apareciendo cadáveres ametrallados y dinamitados. Sin firma. O con el nuevo sello ‘Comando Libertadores de América’.
Está claro: mientras los cubrió López Rega, los militares golpistas actuaron como Triple A. Luego lo hicieron como Comando Libertadores de América. Ya no necesitaban el paraguas político del “brujo”, porque el poder real había pasado a sus manos desde que Videla asumió la Comandancia General del Ejército en agosto de 1975.
4.- Isabel era ajena a esos crímenes infernales porque, según afirma el coronel Sosa Molina: …jamás la conducta personal de Isabel mereció la menor objeción. Jamás. Su comportamiento fue siempre intachable…

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