viernes, 19 de octubre de 2012

La soberanía nacional en la encrucijada


por Dionela Guidi y Juan Godoy       

“La riqueza de la tierra, como la del subsuelo mineral de la República, no puede ni debe ser objeto de otras explotaciones que las de la Nación misma.” Hipólito Yrigoyen,  Mensaje al Gobernador de Santiago del Estero en enero de 1930, Volante de FORJA, 5 de mayo de 1938.


Debemos consolidar nuestra independencia económica como base fundamental de la economía social y de la independencia política, resguardando la heredada y sus riquezas de la voracidad del capitalismo internacional y de los trusts sin bandera que actúan negativamente en la vida de los pueblos empobreciéndolos y explotándolos.Juan Domingo Perón, 1948, Discurso a los Militares argentinos, 1946-1951.


“Por eso quiero decirles que esto es una política de Estado: querer unirnos a todos los argentinos, cualquiera sea su pertenencia. (…) YPF es de todos. (…) Y yo quiero convocar a sus trabajadores, a todos los que están hoy en el pozo, a sus estacioneros, a todos los hombres y mujeres que tienen responsabilidad, a que la Argentina tiene que seguir creciendo, tiene que seguir andando, a que cada uno en su puesto de lucha ayude a reconstruir esta gran empresa para todos los argentinos” Cristina Fernández de Kirchner, Anuncio del Proyecto de Ley de expropiación de YPF, 2012
Pretendemos a través de las siguientes líneas, desentrañar la trama de los procesos que procuraron llevar a cabo una política nacional, popular, latinoamericana en relación al control de los “resortes” económicos fundamentales, para que desde el fondo de esa historia, muchas veces velada, recuperemos el significado e impacto de esas experiencias, a modo de apuntes para continuar la línea de la liberación nacional. Abordar la cuestión de la soberanía nacional, centrándonos en el control de los recursos petroleros y su reciente recuperación, pero al mismo tiempo, yendo más allá ello, tratarlo desde una perspectiva más amplia. Procurar asimismo, dar los fundamentos, las razones de la progresividad de las reivindicaciones y realizaciones nacionales.
Producidos, a principios de siglo XIX, nuestros procesos revolucionarios emancipatorios con sus consiguientes proyectos populares, de unidad de los territorios liberados del yugo español, simbolizados de sur a norte con la gesta sanmartiniana, y de norte a sur con la bolivariana, que iban a terminar frustrados, pudiendo nosotros establecer como uno de los últimos intentos de unificación de la Patria Grande ligados a la primera gesta libertadora, el del Congreso de Panamá (al cual la oligarquía rivadaviana no iba a enviar representantes), donde Bolívar estableciera que “Este Congreso parece destinado a formar la liga más vasta, o más extraordinaria o más fuerte que ha aparecido hasta el día sobre la tierra.” (Bolívar, (1826), 2009; 329)
Frustrados decíamos, en tanto el ideal de unidad de Nuestra América, de la gran Patria Grande con que soñaron nuestros libertadores, se iba a terminar dado el proceso de balcanización (bajo la injerencia de Gran Bretaña y sus consiguientes aliados internos –fundamentalmente las oligarquías portuarias-), en una veintena de países, “todos son vecinos de espaldas, hermanos extraños, que se “desarrollan” hacia fuera. Divididos y enajenados” (Methol Ferré, 1973; 41), unos mirando hacia el Atlántico, otros hacia el Pacífico. América Latina aparece así como una Nación inconclusa, por lo cual Jorge Abelardo Ramos manifiesta que “somos un país porque no pudimos integrar una nación, y fuimos argentinos porque fracasamos en ser americanos, aquí se encierra todo nuestro drama y la clave de la revolución que vendrá.” (Ramos, 1986; 15)
De esta forma, Argentina (como los demás países latinoamericanos) hacia fines del siglo XIX, se caracteriza por desenvolverse como apéndice de los centros de dominación imperiales, de los países desarrollados, convirtiéndose en granja de Su Graciosa Majestad Gran Bretaña. Así obtiene una independencia nominal que enmascara una dependencia real, lo cual habilita a Arturo Jauretche a sostener que es una semi-colonia (Jauretche, 2004). Teniendo en cuenta esta condición, Hernández Arregui va a diferenciar los nacionalismos de los países desarrollados, opresores, de los de los países semi-coloniales, oprimidos. El primero es un nacionalismo expansivo, que tiende, por sus condiciones a buscar la dominación de otros pueblos; en cambio, el segundo, lo caracteriza como defensivo, en tanto lucha por su autodeterminación y su liberación de las ataduras que lo oprimen y no dejan que se desenvuelva en sus plenas potencialidades. Este nacionalismo de los denominados países del tercer mundo, es el que lleva adelante las reivindicaciones nacionales al mismo tiempo que las sociales, en tanto apunta a romper con la condición semicolonial. Este nacionalismo no debe ceñirse a la conservación de las naciones segregadas, sino que debe tender al restablecimiento de una totalidad más amplia, (Hernández Arregui, 2004) que rebase las fronteras nacionales, es decir, que apunte a reconstruir la Nación Latinoamericana (esto lo retomaremos más adelante si su paciencia lo permite). Siguiendo con la conceptualización del autor de Peronismo y Socialismo, consideramos que el desconocimiento de esta estructura semi-colonial, va a traer aparejadas formas de alienación cultural, de colonización pedagógica, apreciaciones desligadas del interés de la nación y de las necesidades populares, negadoras del sustrato profundo de la patria. Así, la visión de esta intelligentzia en tanto portadora y formada en las ideas de la ciudad-puerto, de un modelo agro-exportador, ligado a la tenencia de la tierra, verá en las provincias, en la industrialización, en los sectores obreros el fantasma que arremete contra sus intereses que no son otros que los de las clases dominantes. La conciencia individual no llega a comprender la realidad deformada de un país dependiente. Es la aplicación de un esquema teórico a una realidad diferente, es la aplicación acrítica que no tiene en cuenta las particularidades nacionales. Por esta vía niegan al país, pero en esa negación se afirman como intelligentzia. Así Hernández Arregui argumentará que: “el intelectual colonizado construirá una Argentina espectral, pues él mismo es el fetiche deshumanizado de la colonización pedagógica que lo desposee”. (Hernández Arregui, 1973; 162)

Tomando estas apreciaciones de Hernández Arregui, haciendo un llamado a un conocimiento situado, a un pensar en nacional, en función del conocimiento de la nación en función sus intereses, que no son otros que los del pueblo, podemos considerar el descubrimiento del petróleo, la creación de YPF, y su papel en el desarrollo nacional. Con respecto al primero, el descubrimiento del petróleo, ponemos en consideración que el descubrimiento fue fruto de una Comisión formada en el año 1902, donde se puede observar la actuación de varios hombres enfrentados con el proyecto mitrista (aniquilamiento del interior, de la montonera, de los blancos orientales, y del Paraguay industrialista mediante) de echar las bases de la Argentina agroexportadora, semi-colonial, apéndice de la economía británica, hombres como José Hernández, y su hermano Rafael, Carlos Pellegrini, Osvaldo Magnasco, Eduardo Wilde, David Peña, Enrique Hermitte, etc. (Galasso, 2011). Dicha comisión, buscaba sustituir la principal fuente de energía, en ese momento el carbón mineral (que cubría el 95 % de las necesidades energéticas, y era importado de Gran Bretaña). Se buscaba petróleo y carbón, en tanto éstos permitían abaratar costos (4 veces más baratos) y además sería producido localmente con los consiguientes beneficios. (AA.VV., 2008). Scalabrini Ortiz, desde un cuaderno de FORJA denominado Petróleo e Imperialismo, retoma la denuncia que realiza el diputado Osvaldo Magnasco en 1891, donde manifiesta la política británica de sofocamiento a la incipiente industria de petróleo en las provincias de Mendoza y Jujuy. Ni bien llegaba a oídos de las empresas ferroviarias controladas por los ingleses (los cuales estaban trazados, como en las colonias, en abanico al puerto, como una tela-araña metálica que aprisiona la nación), el anuncio de una partida de petróleo hacia Buenos Aires o cualquier otro punto, inmediatamente eran subidas las tarifas colosalmente para tornar la actividad inviable. (Scalabrini Ortiz, 1938). La cuestión es mantener la Nación en un primitivismo agrario.
En relación al descubrimiento, resaltamos con los autores de Cien años de petróleo argentino (AA.VV., 2008) que éste sería analizado, abordado por los intereses anti-nacionales, como fruto de una “casualidad”, ridiculizándolo: “buscaban agua y encontraron petróleo”, lo cual es caracterizado por dichos autores como una zoncera, la “zoncera del agua”, pero en realidad, como vimos fue fruto de la planificación del Estado. La zoncera busca así eliminar el papel del Estado en la economía, justamente en un país semicolonial que pugna por su desarrollo y en el cual el petróleo y su control es un elemento indispensable para el mismo. De esta forma, desde 1907 se puede decir que, existen dos modelos antagónicos en torno a los hidrocarburos en nuestro país: “por un lado, el anti-industrialista, agropecuario de exportación, energética, científica y tecnológicamente dependiente; y por el otro, el estatal, industrialista, tecnológica, energética y económicamente autónomo, democrático y popular, entendido a su vez como apéndice fundamental de América Latina”. (AA.VV., 2008) En la segunda línea, más allá del nacionalismo agrario profesado, podemos ubicar la creación por parte de Hipólito Yrigoyen de YPF en el año 1922, bajo la dirección de Enrique Mosconi, quien consideraba la importancia de la soberanía sobre los recursos petroleros para la independencia económica de Latinoamérica. Así, éste decía en año 1936: “Es menester acelerar la marcha hacia el Junín y Ayacucho económicos (…) la juventud de hoy, generación que ha de regir mañana los destinos de Nuestramérica debe cumplir su tarea en la grande misión que le corresponde” (Mosconi, 1983;21) como así también, y sobre todo, el proyecto de nacionalización en el segundo gobierno del “peludo”, el cual iba a ser “trabado” en el Senado, reducto de los intereses conservadores. Acerca del proyecto, el entonces presidente ya anciano, diría a Homero Manzi, y a un grupo de jóvenes que lo visitaba, lo siguiente: “salgo de mi rancho a la edad que los hombres se jubilan, en que solo se tiene serenidad para esperar la llegada de la muerte, y ello lo hago por mi ley del petróleo, para salvar de garras ajenas y propias los tesoros que Dios desparramó en esta tierra. Alguien deseoso de sorprender… su pensamiento, le preguntó: ¿y la tierra, Doctor? Sonrió Yrigoyen con una paternal sonrisa, y le dijo: amigo mío del subsuelo al suelo hay un poquito así” (Ford, 1971). Este proyecto, al mismo tiempo, iba a guardar íntima relación con el golpe pro-oligárquico del año ’30, que como se ha dicho tuvo “olor a petróleo”.
En sintonía, podemos ubicar algunas apreciaciones en relación al tema de los continuadores del yrigoyenismo, una vez entregadas sus banderas bajo la conducción alvearista, a saber: FORJA. Los muchachos forjistas iban a considerar al petróleo y a la nacionalización del mismo, un eje fundamental de restablecimiento de la soberanía económica, de ahí que los forjistas resaltaran la nacionalización del petróleo llevada a cabo por el presidente mexicano, Lázaro Cárdenas, comparando dicha política nacional con la entrega de la economía nacional al imperialismo británico profundizada en la década infame, sobre todo a partir del pacto Roca –Runciman, caracterizado por FORJA como el estatuto legal del coloniaje (véase, Scenna, 1983).
Con la reforma constitucional de 1949, continuando la perspectiva de soberanía nacional y profundizándola, resaltamos que bajo la primera presidencia de Perón, se logra establecer en el artículo 40 la inalienabilidad y el dominio imprescriptible de la Nación sobre sus recursos naturales, entre ellos los yacimientos hidrocarburíferos, sin participación de las empresas privadas en esta actividad: “La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado, mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución”. De esta manera, la propiedad de los yacimientos petrolíferos dejan de ser propiedad de las provincias, como lo establecía la ley 12.161 de 1935, para pertenecer a la Nación en su conjunto. Scalabrini Ortiz es una de las personalidades destacadas de consulta permanente por parte de Arturo Sampay (Galasso, 2006), el jurista y constitucionalista mentor de esta nueva Constitución.
Hay una clara interrelación entre el coloniaje económico y el político, un mutuo apuntalamiento, dado lo cual el restablecimiento de la soberanía económica trae aparejada la política, el General Perón al respecto argumenta: “Para esa recuperación del espíritu nacional es necesaria también la conquista de la independencia económica de nuestra patria para materializar de forma efectiva la independencia política de la república (…) mientras ello no se logre, todo ha de ser ficticio, porque el coloniaje económico importa al vasallaje político, y porque el imperialismo capitalista interfiere la vida de los pueblos en su desmedido afán de lucro”. Podemos recordar en relación a ello, a modo de ejemplificación, que Braden, el Embajador nortemericano y punto de coincidencia entre la izquierda abstracta y la derecha más recalcitrante, cohesionador de la oposición “democrática” al peronismo naciente, era al mismo tiempo, personero de la Standard Oil y del negocio minero.

Para finalizar sostenemos que el nacionalismo, como decíamos, debe ser latinoamericano, en tanto busque desbordar las fronteras nacionales, de las “patrias chicas”, al mismo tiempo que apuntar a una industrialización, condición insoslayable para lograr la independencia económica, haciendo lugar a la soberanía política, que nos afirme como comunidad autónoma, que puede tomar sus propias decisiones, sin injerencia de factores foráneos (o de sus personeros locales), y pueda garantizar la justicia social para el conjunto de los sectores postergados por los modelos excluyentes. De esta forma, una línea nacional debe tomar el control de sus recursos estratégicos para cortar todo vínculo que la ate a las naciones dominantes, y darle impulso al desarrollo necesario para que lo popular pueda desenvolverse en todas sus fuerzas, y dar lugar a la nación plena.

Bibliografía
- Bernal, F; De Dicco, R.; Freda, J.F. (2008). Cien años de petróleo argentino. Descubrimiento, saqueo y perspectivas. Buenos Aires: Capital Intelectual.

- Bolívar, Simón. (2009). Doctrina del libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

- Ford, Aníbal. (1971). Homero Manzi. Buenos Aires: CEAL.

- Galasso, Norberto. (2006) Perón. Formación, ascenso y caída. (1893-1955). Tomo 1. Buenos Aires: Colihue.

- Galasso, Norberto. (2011). Historia Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Buenos Aires: Colihue.

- Hernández Arregui, Juan José. (2004). Nacionalismo y liberación. Buenos Aires: Peña Lillo (Continente).

- Methol Ferré, Alberto. Geopolítica de la Cuenca del Plata. El Uruguay como problema. Buenos Aires: Peña Lillo.

- Mosconi, Enrique. (1983). El petróleo argentino. 1922-1930. Buenos Aires. Círculo Militar.

- Perón, Juan Domingo. (1984). Discursos del General Perón a los Militares argentinos, 1946-1951. Buenos Aires: Realidad Política, pagina 29.

- Ramos, Jorge Abelardo. (1986). Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Las masas y las lanzas. Tomo I. Buenos Aires: Hyspamérica.

- Scalabrini Ortiz, R. y Dellepiane, L. (1938). Petróleo e Imperialismo. El ejemplo de México y el deber argentino. Cuadernos de Forja. Año 2 Nº4 Septiembre. Buenos Aires: Secretaría de FORJA.

- Scenna, Miguel Ángel. (1983). FORJA. Una aventura argentina (de Yrigoyen a Perón). Buenos Aires: Editorial de Belgrano.

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