domingo, 8 de mayo de 2011

Apuntes para la militancia nacional y popular – N° 2 –

Gonzalo Pedano
Córdoba, 08/05/11

“De la unión de todas las fuerzas nacionales en el sentido del rumbo, del rumbo nacional, sale la marcha hacia delante –por más que las fuerzas no sean precisamente paralelas-; como en el teorema de las fuerzas, de las componentes surge la resultante”. Arturo Jauretche, Filo, contrafilo y punta


El kirchnerismo es una fuerza totalizante
El kirchnerismo en su dialéctica totaliza el conjunto de fuerzas que lo integran, dando lugar a un Todo a partir del cual se comprende las tareas específicas de las partes integrantes, es la nueva fuerza histórica que actualiza y re-actualiza en concreto la relación abstracta del todo y las partes, del continente y el contenido. Si no se conocen en detalle las partes, será deficiente el análisis de todo y si no se tiene presente la unidad estratégica del todo, no se comprenden las funciones de las partes.
Como fuerza totalizante, el kirchnerismo puede ser entendido bajo el concepto de “hegemonía”, en el sentido que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe utilizan el término: “‘Hegemonía’ hará alusión a una totalidad ausente y a los diversos intentos de recomposición y rearticulación que, superando esta ausencia originaria, permitieran dar un sentido a las luchas y dotar a las fuerzas históricas de una positividad plena. Los contextos de aparición del concepto serán los contextos de una falla (en sentido geológico), de una grieta que era necesario colmar, de una contingencia que era necesario superar. La ‘hegemonía’ no será el despliegue majestuoso de una identidad, sino la respuesta a una crisis” (1). El kirchnerismo es la respuesta a la crisis neoliberal y sus grietas, es el intento de rearticular una totalidad de luchas que permanecían parciales, es la posibilidad de dotar a las fuerzas populares de una positividad plena. No hay en el kirchnerismo ninguna “necesidad histórica”, concepto clave en el horizonte explicativo de lo social propio del marxismo de la Segunda Internacional que apelaba a “leyes históricas” inexorables que determinaban el desarrollo de las luchas políticas. Su “hegemonía” es una contingencia histórica cuya permanencia no está en absoluto garantizada de antemano. Pero su fuerza reside en que está funcionando como bisagra que permite superar el aislamiento y la fragmentación de las diferentes agrupaciones del campo popular y sus históricas luchas. Su efecto totalizante, hegemónico, es también un efecto aglutinante.
En términos de construcción de poder el kirchnerismo ha sabido trabajar articuladamente con el movimiento de Derechos Humanos de nuestro país, como ninguna otra fuerza política lo había hecho antes, especialmente desde el retorno a la democracia en 1983. Se ha sostenido por ello, que los organismos de DD.HH. fueron “cooptados” por el gobierno nacional, reactualizando aquel viejo argumento de la izquierda cipaya que sostenía que Perón también había “cooptado” a la clase trabajadora impidiendo la formación de un ‘auténtico’ partido de los trabajadores. Lejos de ello la participación de estas organizaciones en el proyecto nacional significa un logro histórico para nuestro país en términos de los avances estratégicos para la solución de problemáticas de DD.HH. y de los hechos traumáticos del pasado reciente cuyos efectos no dejan todavía de suceder. En este sentido, el movimiento de DD.HH. se ha convertido en uno de los pilares tácticos del proyecto nacional y popular en desarrollo y su participación es tan importante como la de otro actor histórico que también apuesta al proyecto nacional: la clase trabajadora nucleada en la CGT y la CTA (2). En la historia del peronismo siempre fueron los sindicatos y sus confederaciones la columna vertebral del movimiento, el kirchnerismo es el puente que permitió sumar a organizaciones de DD.HH. a esa misma columna vertebral. El vínculo entre los organismos de DD.HH. y la clase trabajadora –y sus sindicatos- es otro de los logros claves del proyecto nacional, como espacio de articulación de estos diferentes actores. La mayor parte de las víctimas de la última dictadura militar en nuestro país fueron trabajadores, no tener en claro ese dato es perder de vista el carácter de clase que tuvo el Terrorismo de Estado y la importancia política de concretar una articulación entre estos actores para que sus fuerzas sumen al desarrollo del proyecto totalizador.
“Hay, como genialmente lo demostró Sartre, totalizaciones parciales, destotalizaciones constantes y retotalizaciones, pero no hay una totalización final, conciliatoria, que contenga a todos los contrarios en una síntesis superior que provenga necesariamente de un proceso llamado ‘dialéctico’” (3). Al funcionar como fuerza aglutinante, el kirchnerismo logra retotalizar actores sociales, políticos, económicos y culturales que permanecían desvinculados hasta su aparición, fomentando a su vez la aparición de otros nuevos actores. Ese proceso aglutinante y totalizador no obedece a la necesidad del desarrollo ineluctable de las fuerzas progresistas en nuestro país, sino a una serie de agrupamientos contingentes que empiezan a dar sus primeros resultados. “De todo lo dicho hasta ahora se desprende que el concepto de hegemonía supone un campo teórico dominado por la categoría de articulación” (4). De hecho, es el efecto articulante del kirchnerismo como práctica política en constante movimiento aquello que le ha permitido generar un espacio de confluencia de fuerzas con sentido nacional y popular: CGT, CTA, organismos de DD.HH., agrupaciones estudiantiles, Partido Justicialista, sectores de la cultura como Carta Abierta, etc. Los fragmentos son conducidos y articulados en una nueva unidad que funciona como punto de condensación de una multiplicidad de fuerzas antes dispersas y ahora articuladas. Existe, sin embargo, un aspecto en el que queremos insistir. Las garantes de esa articulación y condensación, son las partes. Dicha unidad no está garantizada de una vez para siempre, sino que es un proceso en constante construcción y un desafío permanente para las fuerzas articuladas. “Como la totalidad no es un dato sino una construcción, cuando hay una quiebra en las cadenas de equivalencias que la constituyen, la totalidad hace algo más que ocultarse: se disuelve” (5). El riesgo de la disolución es constante. Los opositores al proyecto van a apostar por todos los medios a ese objetivo desarticulante.


El kirchnerismo es como el viento que evita que las aguas del peronismo se pudran
A nivel nacional, el PJ fue recuperado por Néstor Kirchner, bajo cuya conducción el Partido fue orgánico al proyecto nacional y popular. La movilización y organización de sus cuadros cobraron un nuevo impulso al darle contenidos, programas y herramientas de trabajo social a un aparato que había sido vaciado de todo contenido popular y que servía únicamente como instrumento de protección para soportar las políticas neoliberales de alto costo social. Néstor termina con un Partido Justicialista que se había convertido en el escudo del gobierno neoliberal menemista. Este cambio estratégico de conducción no excluye considerar que ese mismo Partido hoy conducido a nivel nacional con sentido popular, todavía conserva en su seno prácticas viciadas y corruptas. La transformación de las prácticas políticas nunca se realizan de un día para el otro. A pesar de ello, fue el propio Néstor quien señaló con hechos que el Partido Justicialista no es una herramienta dispensable para el proyecto nacional y popular. Si al aparato no lo conducimos nosotros, lo conduce la derecha en cualquiera de sus variantes. Como sostenía J. W. Cooke: “Lo que caracteriza a la visión revolucionaria es su índole dialéctica, el análisis de la Historia como serie de desarrollos contradictorios e interfluenciados, cualitativamente diferentes entre sí pero ligados en su continuidad” (6). El Partido Justicialista está siendo sometido por el kirchnerismo a la dialéctica de los acontecimientos. De ser una herramienta de la contra, pasó a ser la retaguardia de la avanzada.
La oposición peronismo – antiperonismo fue la expresión concreta de la lucha de clases en Argentina durante un considerable período de tiempo. Los 18 años de proscripción del peronismo mostraron que el movimiento era incompatible con el régimen imperante ya sea en sus variantes dictatoriales o “democráticas”. “El antiperonismo –ya sea en su forma militante y estrepitosa, ya sea disimulado con miras al aprovechamiento de la proscripción- une a gorilas y cripto – gorilas. Por encima de las divergencias sin sentido, todos convergen a la doctrina del anticomunismo, que es la ideología común implantada por el imperialismo en la orbe de su dominación. Ese anticomunismo está dirigido en la Argentina, contra nosotros: ‘comunismo’ es todo movimiento que ponga en peligro los intereses de la explotación interna y del saqueo semicolonial, es decir, el Peronismo en primer término” (7). Lo que comenzó la dictadura del ‘55 lo consumó la dictadura del ’76, la cual se encargó de aniquilar a los cuadros políticos más formados y experimentados. Allanado el camino, el menemismo se dedicó a entregar el Partido Justicialista para hacerlo compatible, servil y sumiso con aquél mismo sistema explotador y semicolonial. En este contexto, el kirchnerismo viene a ser como el viento que agita las aguas del estaque peronista evitando que estas sigan podridas.
Este análisis acertado a nivel nacional, carece de exactitud a nivel provincial en Córdoba. El Partido Justicialista de nuestra provincia y el de nuestra localidad en particular, no han sido orgánicos al proyecto nacional. Su alianza táctica con la mesa de enlace rural durante el conflicto por la Resolución 125, representó un fuerte obstáculo para el desarrollo del proyecto nacional en nuestra provincia y en nuestra localidad. Los cuadros pigmeos de este peronismo provincial conservan todavía políticas neoliberales, el delasotismo – fuerza que conduce el PJ provincial- es la continuación del menemismo por los mismos medios. La reciente visita de Cristina a Córdoba en abril del 2011 dejó como unos de los hechos políticos relevantes la fuerte silbatina recibida por el actual gobernador Juan Schiaretti y el ex gobernador José Manuel De la Sota durante el acto. Como señalo el filósofo cordobés Diego Tatián en un artículo publicado en el diario Página 12, el 12/04/11: “La esclarecedora y a la vez demoledora precisión numérica del discurso presidencial en Córdoba el pasado 6 de abril condena al más profundo ridículo el ritornello al que el poder provincial nos tuvo acostumbrados por años, según el cual el retaceo de fondos por el gobierno nacional sería la causa de un desfinanciamiento, cuyas razones son sin embargo otras. El exhaustivo informe de la Presidenta respecto del dinero recibido por la provincia en todos estos años corrobora lo que no era difícil saber: el descalabro financiero en el que se encuentra sumida es resultado natural de la fiesta delasotista –una continuación del menemismo por los mismos medios–, que el gobernador Schiaretti escamotea reconocer para sólo suplicar lastimosamente el auxilio del gobierno nacional, contra el que embistió en 2008 como parte de la cruzada destituyente operada por la derecha más angurrienta y reaccionaria que se haya manifestado en la Argentina desde la recuperación democrática”. El PJ de Córdoba padece una contradicción indentitaria central: le fue servil a los mismos sectores que en el ‘55 voltearon a Perón, proscribieron al peronismo durante 18 años, fusilaron compañeros y secuestraron el cuerpo de Eva.
Las nuevas agrupaciones juveniles que se suman al kirchnerismo de Córdoba participan en el marco de un punto de inflexión en el cual se apuesta a la constitución de una fuerza propia con sentido nacional y popular que permita seguir impulsando el proceso abierto en el 2003 sin hacerle concesiones a una derecha destituyente, a la cual el Partido Justicialista le fue funcional. Posteriormente al fallecimiento de Néstor, nuevas organizaciones sociales, culturales y estudiantiles que no participaban antes activamente del espacio kirchnerista en Córdoba se comienzan a sumar convencidos de la tarea de profundizar el modelo de país y garantizar la continuidad de Cristina en el gobierno. Estas nuevas agrupaciones se componen de jóvenes activistas que proceden de organismos de Derechos Humanos y de organizaciones universitarias con fuerte participación en la actividad política de la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad Nacional de Villa María. Se caracterizan también por considerar como negativa y desfavorable una posible alianza electoral con el Partido Justicialista conducido por José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. Las próximas elecciones a gobernador de nuestra provincia que se realizarán el 7 de Agosto, mantienen al rojo vivo los debates y actividades políticas de los diferentes sectores y agrupaciones que integran el kirchnerismo cordobés. Lo cierto es que si a nivel nacional el Partido Justicialista fue unos de los pilares orgánicos del proyecto, en Córdoba dicho partido fue el furgón de cola de los sectores conservadores y destituyentes.


Notas

1- Laclau E. y Mouffe Ch.; Hegemonía y Estrategia socialista, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, pág. 31.
2- Las recientes elecciones de autoridades de la CTA han traído como saldo lamentable una ruptura en la Central. Por un lado, se encuentra la línea de Yasky, afín al proyecto nacional, y por otro lado, la línea de Michelli, opositor al proyecto.
3- Feinmann, J.P.; Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina, Ed. Planeta, Buenos Aires, 2010, pág. 387.
4- Laclau E. y Mouffe Ch.; Hegemonía y Estrategia socialista, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, pág. 129.
5- Ibídem, pág. 188.
6- Cooke, J. W.; Perón – Cooke. Correspondencia. [En: Recalde, A.; El pensamiento de John William Cooke en las cartas a Perón. 1956 – 1966, Ed. Nuevos Tiempos, Buenos Aires, 2009, pág. 192]
7- Cooke, J.W.; El retorno de Perón, Granica Editor, 1971, Buenos Aires, pág. 58.

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