viernes, 8 de noviembre de 2013

Beresford o “el guacho” Rivero

Anotaciones acerca del cambio de nombre de la calle 2 de abril
por Juan Godoy 


“Quienes queremos a Inglaterra, lo hacemos con amor personal, como si se tratara de un ser humano.” Jorge Luis Borges, 1962.

Estos últimos días nos enteramos que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le cambió el nombre a una calle del barrio de Agronomía que se había llamado Inglaterra (como parte del aparato de colonización pedagógica del país semicolonial), y que un puñado de patriotas, allá por el año 1982, le puso 2 de abril en homenaje a los combatientes por la soberanía nacional de las Islas Malvinas. Incluso sabemos que en las guías de calles, como en mapas digitales figura bajo el nombre 2 de abril. Al leer la noticia, una profunda indignación recorrió nuestros cuerpos.

Allá a comienzos del siglo XX, Ricardo Rojas hablaba de la pedagogía de las estatuas, Arturo Jauretche y otros también se ocuparon largamente del tema, así que no nos vamos a explayar en esa óptica. Sí queremos decir, en estas breves líneas siguiendo a Juan José Hernández Arregui, que con la disolución del imperio español, y la aparición fuerte en escena de lo francés e inglés en la cultura argentina, las clases dominantes se distancian cada vez más de los sectores populares aferrados al suelo, a la cultura nacional. Así, la oligarquía constituye su propia identidad. Esta identidad no es una identidad nacional, porque lo nacional es el reconocimiento de lo propio, y la asimilación (crítica) de lo ajeno, la nación es el pueblo. Así se oponen, a través de toda nuestra historia, dos identidades, a saber: la identidad del pueblo argentino y latinoamericano, contra la identidad de las clases dominantes, la oligarquía, ligada a las potencias imperiales. Hay una puja constante entre estas dos, pues las clases dominantes tiene los medios para esparcir por todo el tejido social su visión de nuestro pasado nacional, de nuestras luchas, del lugar de nuestro país en el mundo, etc., lo que no indica que esos no sean “campos de disputa”. El imperialismo cumple aquí el papel de disolvente de las culturas autóctonas. Sostiene Norberto Galasso al respecto “en la clase alta, ese “pensar en inglés” resultó directa consecuencia de la complicidad con los dominadores, pues el goce de sus privilegios quedó supeditado a la defensa de los intereses de Su Graciosa Majestad. (…) En cambio, no habrá obreros que “piensen en inglés” (salvo alguno con pretensiones de “culto”, confundido por la vieja izquierda) pues su contradicción frontal con el orden que pretende imponer el imperialismo, su menor contacto con el aparato cultural oficial, impiden su apresamiento a la ideología dominante.” Así, no debe sorprendernos que ante las Invasiones Británicas al Plata, en 1806-1807, una representante de las “familias bian”, Mariquita Sánchez (luego de Thompson) dijera acerca de nuestras tropas “nuestra gente de campo no es linda, es fuerte y robusta, pero negra. Las cabezas como redondel, sucios; unos con chaqueta, otros sin ella, unos con sombrerito chiquitos encima de unos pañuelos atados a la cabeza. (…) Al ver aquel día tremendo dije a una persona de mi intimidad: si no se asustan los ingleses de ver esto no hay esperanza (y acerca de las británicas) el regimiento mandado por el Gral. Pack era la más linda tropa que se podía ver, el uniforme poético, botines de cinta punzó cruzadas, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta, gorras de una tersia de alto, toda forrada de plumas negras y una cinta escocesa que formaba un cintillo, un chal escocés como banda, sobre una casaquita corta punzó. Este lindo uniforme sobre la más bella juventud, sobre caras de nieve, la limpieza de estas tropas admirables. Qué contraste tan grande."

Es la zoncera madre que parió a todas las demás, a saber: civilización y barbarie lo que está detrás. Pues civilizado era todo lo que venía del extranjero, de Europa y especialmente de Inglaterra. Todo lo propio es lo “feo, sucio y malo”, y todo lo ajeno es lo “bello, limpio y bueno”. Es bajo esta zoncera que entonces “civilizar” consistió en desnacionalizar. Y es bajo esta advocación que luego de liberados del yugo español la oligarquía será el puntal interno donde se asiente el imperio británico para reemplazar a aquel. Mitre, pro-británico si los hay, decía “¿cuál es la fuerza que impulsa el progreso?, Señores… ¡Es el capital inglés!”. Así sentó las bases del país semicolonial. O bien que durante la ignominia reinante en la década infame, en el pacto de sumisión que los forjistas llamaran Estatuto Legal del Coloniaje los ¡representantes argentinos! pronunciaran frases deleznables como el hijo de Julio Argentino Roca, “julito” “la Argentina (…) desde el punto de vista económico, es una parte integrante del Imperio británico”. Ahora bien, estos son solo algunos ejemplos de las decenas que podríamos citar de cómo la oligarquía argentina ha constituido una identidad propia alejada de los intereses nacionales, que son los intereses populares, y cómo así entabla una estrecha relación con el imperialismo. Mientras, el pueblo constituye durante la lucha por la liberación nacional, una conciencia nacional que revaloriza lo propio como un acto de resistencia frente al imperialismo, y porque ahí encuentra el cimiento desde donde construir una patria. No debe sorprender, aunque no por eso no indigne, entonces la “cipayería” del Gobierno de la Ciudad representante de los intereses oligárquicos.

Lejos de estos “cantos amistosos” a los británicos están quienes combatieron en las invasiones inglesas, el Gaucho Rivero junto con los patriotas que defendieron Nuestras Islas, los que lo hicieron bajo el Gobierno de Juan Manuel de Rosas defendiendo la soberanía en la Batalla de la Vuelta de Obligado, las montoneras que se oponían bajo el grito “religión o muerte” a los gringos, los muchachos de FORJA que denunciaran el accionar del imperialismo británico en nuestro país, o el Peronismo que avanzaría significativamente en la liberación de las ataduras del imperialismo británico, o bien los combatientes de Malvinas que en el ’82 combatieron ferreamente en la defensa de nuestro territorio. Así, por más que quieran tapar la historia con “cartelitos” el pueblo argentino conoce quiénes son los patriotas y quiénes los vendepatria en esta historia.



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