jueves, 26 de septiembre de 2013

¡Aún tenemos Patria! Manuel Rodríguez, el guerrillero olvidado que luchó con San Martín

Por Juan Godoy

“Quisiera, quisiera tener un hijo/Brillante, brillante como un clavel/Ligero, ligero como los vientos/Para lla, para llamarlo Manuel/Y apellidarlo Rodríguez,/El más preciado laurel”Violeta Parra (Hace falta un guerrillero)

Manuel Rodríguez ha sido un personaje escamoteado, olvidado y/u ocultado por la historiografía oficial-liberal de nuestro país fundada por Bartolomé Mitre. La superestructura cultural de colonización pedagógica se ha ocupado de que la figura del legendario guerrillero de la independencia no llegara a los colegios, universidades, libros, medios de comunicación, etc. Lo que nos permite preguntarnos acerca del por qué este silenciamiento sobre un personaje tan importante para las luchas por la emancipación de la Patria Grande. En las siguientes líneas abordaremos algunos rasgos del personaje para dar respuesta a nuestro interrogante.
 
Manuel Rodríguez nació en Santiago en el año 1785. Lo encontramos hacia 1809, siendo un joven, luchando por la baja en el monto de los derechos que se pagaban para poder graduarse de Doctor en Leyes, título (por estos derechos) al que solo podían acceder las clases privilegiadas. El joven presenta documentos, defiende su posición ante las autoridades de la Universidad de San Felipe para probar la injusticia. A fines de 1811 en Chile se había producido una insurrección liderada por José Miguel Carrera. Allí aparece Manuel Rodríguez, como parte de los sectores más revolucionarios de la misma. El nuevo gobierno protege la industria local, aplica impuestos sobre los sectores más adinerados, e incorpora a los sectores populares a la revolución. La figura de Rodríguez comienza a tener una estrecha relación y un ascendiente sobre los oprimidos de la sociedad chilena de entonces. Es en una de las figuras en que éstos encuentran representación. Luego de la dura derrota de Rancagua para las fuerzas revolucionarias en 1814, aparece en Mendoza a las órdenes del General José de San Martín. Este último quedó impresionado con la figura de este joven entusiasta y revolucionario. Así lo envía a Chile con el doble propósito de crear agitación en la sociedad, y que le remitiera análisis políticos acerca de la situación en Chile. San Martín instala en Chile una “guerra de zapa” (intrigas, rumores y noticias falsas, promoción de discordia en el bando absolutista, etc.) implacable, Rodríguez es una figura central en esta estrategia sanmartiniana. El historiador Gustavo Opazo Maturana sostiene “San Martín, en Mendoza, estudiaba detenidamente su plan para libertar Chile. Necesitaba no solo un elemento, sino muchos, y entre ellos lo más importante, espías en Chile que le informaran de todo; y que por la razón más primordial levantaran el ánimo de esta tierra, aterrorizada por la opresión”. El guerrillero instala su cuartel de espionaje en Santiago. Pero su espacio de acción se extiende a varios pueblos. Antes del cruce de Los Andes, insurrecciona a las poblaciones entre El Maipo y el Maule. Con sus montoneras tenía a maltraer a las autoridades realistas que lo perseguían día tras día, sin lograr dar fin a su lucha que a medida que corría el tiempo iba creciendo. Se mueve rápidamente, conoce palmo a palmo Los Andes, Gerardo Leñeros, historiador, afirma que “está comprobado que nuestro guerrillero utilizaba con mucho éxito un camino secreto que se llamó de las 24 horas, porque permitía al prócer movilizarse dentro de ese puñado de horas entre Mendoza y Santiago”. Además debemos resaltar que es protegido por los sectores populares que no delatan donde se encuentra, que lo esconden de los godos. René Balart Contreras establece acertadamente que “en esta lucha no combatieron, como suele creerse, chilenos contra españoles, pues la verdad es que los ejércitos que combatieron por la causa del rey estaban compuestos casi totalmente por chillanejos, valdivianos y chilotes, tan chilenos como los que defendían la bandera patria (…) la lucha por la Independencia de Chile (como en el resto de América Latina) es, en el fondo, una guerra civil”. 

Luego del cruce de los Andes, y de Chacabuco, San Martín le encomienda la importante tarea de “cortar” la retirada de los realistas al Sur con la cual cumple. En carta al Libertador, Manuel Rodríguez expresa “la gente media es el peor de los cuatro enemigos que necesitamos combatir. Ella es torpe, vil, sin valor, sin educación, capciosima (sic), y llena de pillería más negra. De todo quieren hacer comercio: en todo han de encontrar un logro inmediato; y si no a Dios promesas, a Dios fe; nada hay seguro en su poder, nada secreto (…) la Nobleza es tan inútil y mala, como el estado medio” (Carta de MR a SM. 25-3-1817). Después del desastre de Cancha Rayada para la causa revolucionaria, pesaba el desánimo en las fuerzas patrióticas. Pero, el guerrillero no pierde tiempo, ni piensa que la lucha se va a perder. Así, dos días más tarde le escribe al Director supremo Delegado, Coronel Luis de la Cruz “no conozco amor a la vida, ni me empeña (otra cosa) sino el crédito americano”. Se dedica entonces a la formación de los “Húsares de la muerte”, regimiento caballería, y proclama en la Plaza Pública, para levantar el ánimo de los derrotados: “Aún tenemos Patria, ciudadanos; el tímido, el cobarde, que huya; pero los hombres de corazón deben quedarse, organizarse, y tener la resistencia; el enemigo aún dista mucho de la capital, los recursos sobran, y Chile exige de sus hijos un nuevo sacrificio, un momento de resolución, y será libre”. Los “Húsares” cumplirán una tarea muy importante luego de Cancha Rayada. En este cuerpo, que tenía como divisa una calavera cruzada por detrás por dos huesos (llamativamente muy similar a la que usaba El Tigre de los Llanos, Facundo Quiroga, con la frase “religión o muerte”), participa el bisabuelo de Salvador Allende, Ramón Allende Garcés. El regimiento contaba con unos quinientos o seiscientos combatientes. Algunos historiadores afirman que participaron en la Gloriosa Batalla de Maipú. Los testimonios indican que Rodríguez tiene ciertos rasgos de indisciplina que le traen problemas con sus pares. Juzga a O’Higgins conservador, y está enemistado con los Carrera (hacía años, como vimos, había sido su colaborador). Luego de ser apresado, muere, simulando que se había querido fugar, fusilado por la espalda en Tiltil el 26 de mayo de 1818. Los “profetas del odio” pretendieron endilgarle esta muerte a San Martín (que en realidad se encontraba en Buenos Aires), nada más lejano de la verdad. José Zapiola afirma que “San Martín no solo dio a Rodríguez pruebas de cariño, sino de confianza, nombrándolo Auditor de Guerra del ejército que organizaba en Las Tablas, pocos meses antes de la Batalla de Maipo”. El Libertador al morir el guerrillero, profundamente dolido, expresó “hubiese perdido mi brazo derecho antes de que hubiese sucedido esto”. Norberto Galasso argumenta en su gran biografía sobre San Martín que Manuel Rodríguez “no es sólo agitador y guerrillero, sino que sustenta una profunda cultura política nutrida de estudios diversos, entre ellos filosofía y derecho (…) asume una posición revolucionaria sin vacilaciones y resulta una de las figuras fundamentales de la revolución hispanoamericana”. Estas breves líneas nos permiten observar el por qué del ocultamiento por parte de la historiografía liberal. Pero los pueblos que hoy se han levantado nuevamente y luchan día a día contra la oligarquía y el imperialismo por la segunda y definitiva emancipación de Nuestra América lo tienen como el guerrillero heroico que luchó por la emancipación de los pueblos latinoamericanos.

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