martes, 31 de julio de 2012

La ventaja de pensarnos como argentinos. Una mirada sobre el Ser Nacional en tiempos actuales

por Belén Ennis

La identidad propia se define por contraposición a la ajena. Es decir; si nos aglutinamos dentro de un “nosotros” es porque también existe un “otros” o un “ellos” que consideramos distinto de lo que somos. Por ende la pregunta en torno al “ser nacional”, la incógnita que implica definir qué significa ser argentinos, es un interrogante que debiera ser recurrente y que es profundamente necesario ya que, por un lado, nos permite encontrar una explicación respecto de nuestra identidad, respecto de quiénes somos y, por otro lado, nos ayuda a vislumbrar aquello que no nos genera pertenencia y nos permite tener conocimiento acerca de quienes no somos. De manera tal que si nos sentimos argentinos es porque no nos reconocemos, por ejemplo, alemanes, estadounidenses o ingleses. Pero, además, si no se quiere faltar a la verdad tenemos que decir que dentro de nuestra sociedad el “ser nacional no es uno sino múltiple” y, por eso mismo, ser argentino tiene tantos significados como tantas clases sociales existen. Hernández Arregui decía que “en la base del ser nacional se encuentran las clases sociales (...) el ser nacional manifiesta su diversidad, en la lucha política de una nación (...) en las grandes crisis de una nación, cada clase concebirá la realidad nacional desde perspectivas diferentes”. Si entendemos que en determinados tiempos históricos de crisis nacional se agudizan las posiciones en torno al significado del ser argentino en las diferentes clases sociales y teniendo en cuenta que las relaciones entre estas clases son relaciones de fuerza, podemos vislumbrar la posibilidad de que en esa lucha de poder alguno de estos sectores pugnará por establecer su visión de la realidad, es decir, su “ser nacional” por encima de los otros. Por lo tanto “el ser nacional emerge ahora, como la comunidad escindida, en desarrollo y en discordia, como proceso en movimiento (...) como contrastación, velada o abierta, de las clases actuantes dentro de la comunidad nacional (...) no como paz, sino como guerra”.

Consideramos que el debate en torno al “ser argentino” es un debate imprescindible de todo tiempo histórico, principalmente por tres aspectos. En primer lugar, es necesario ya que como decíamos más arriba, nos da la pauta para comenzar a discutir acerca de aquello que nos constituye como argentinos y aquello que no lo hace; en segundo lugar, es inseparable de la lucha de clases ya que cada grupo social, teniendo en cuenta la multiplicidad de seres nacionales existentes, buscará proponer el suyo como modelo hegemónico; y finalmente, en tercer lugar, nos da impulso para que dentro de esa lucha social -que también es política, económica y cultural- ejerzamos una toma de posición ideológica por un determinado tipo de ser nacional, es decir, nos obliga al compromiso inalienable con un modelo de nación y de estado. Lo que queremos decir es que -más allá de los múltiples sentidos que cada clase le atribuye al “ser nacional”- si se busca la emancipación de nuestro país y la autodeterminación de nuestro pueblo debemos abogar por un tipo específico de “ser nacional” que podría ser definido, en palabras de Hernández Arregui, como “una comunidad establecida en un ámbito geográfico y económico, jurídicamente organizada en nación, unida por una misma lengua, un pasado en común, instituciones históricas, creencias y tradiciones también comunes conservadas en la memoria del pueblo, y amuralladas, tales representaciones colectivas, en sus clases no ligadas al imperialismo, en una actitud de defensa ante embates internos y externos, que en tanto disposición revolucionaria de las masas oprimidas se manifiesta como conciencia antiimperialista, como voluntad nacional de destino”. (subrayados nuestros). Adherimos, por tanto, a un modelo de “ser nacional” que supone la cooperación entre las clases sociales encolumnadas detrás de la bandera por la lucha antiimperialista comprometidas, en relación a una fuerte conciencia nacional y regional, con la búsqueda de la emancipación y de la autodeterminación argentina y latinoamericana.

Ahora bien, dentro de esta multiplicidad de seres nacionales, ciertas clases sociales que podríamos definir como oligárquicas y alejadas, por su constitución misma, de los intereses del pueblo, han tomado un camino inverso al que nos propone Hernández Arregui para entender al “ser nacional”. De esta manera, la oligarquía argentina elige inclinarse por un tipo específico de “ser nacional” ligado a la identificación con el extranjero. En países colonizados culturalmente como el nuestro se genera una paradoja: el ser nacional se define, para estas clases acomodadas, no por contraposición al “otro” sino por identificación con este. Entonces, por ejemplo, ser argentino significa estar más cerca de ser extranjero que nativo. Se aspira a una nacionalidad y a una cultura foráneas en detrimento de las propias y se retoma como base el binomio “civilización y barbarie” para catalogar de civilizado lo ajeno y de bárbaro lo propio. En este caso, lo ajeno o lo extranjero que se pondera se relaciona con determinados tipos de sociedad y de cultura: los que imponen las metrópolis mundiales. Contrariamente a la adopción de un tipo de ser nacional ligado a la lucha contra el imperialismo la oligarquía se posiciona en favor del mismo, retrasando así la liberación nacional. Grandes países imperialistas como Inglaterra o Estados Unidos han sido potencias globales que impusieron sobre la Argentina su poderío militar y simbólico, respectivamente, pero lo hicieron con el aval y el apoyo de los sectores oligárquicos argentinos que se dedicaron históricamente a pisotear la libre determinación del pueblo en pos de sus propios intereses extranjerizantes.

Para clarificar este posicionamiento anti-patria de las oligarquías nacionales podemos tomar como ejemplo el tratamiento que en la actualidad hacen los multimedios (puntualmente el grupo Clarín) en relación a dos temas coyunturales como son; el reclamo soberano de la Argentina sobre las Islas Malvinas y la restricción a la compra de dólares. Estas dos temáticas pueden servirnos para entender la dificultad que tienen algunos órganos de prensa, representantes de las oligarquías argentinas, para pensar en clave nacional. Si tomamos el pedido por la soberanía de Malvinas nos encontramos con que el contenido de las notas gira en torno a la bandera de la autodeterminación de los isleños y a su defensa de continuar siendo ingleses y no en relación a un tratamiento exhaustivo de los argumentos y las pruebas que demuestran nuestra soberanía sobre las islas. Se privilegia más la opinión de los ingleses que habitan en dichas islas que el reclamo legítimo de nuestro país por la recuperación de esa parte del territorio nacional que el colonialismo nos arrebató, como así también se le da una mayor importancia al posicionamiento del primer ministro inglés que al del gobierno de la nación argentina. Lo mismo sucede cuando pasamos al tema de la restricción de la compra de dólares; se observa la defensa a raja tabla de una moneda que no es la nuestra. Si nosotros vivimos materialmente en pesos argentinos ¿por qué tenemos que pensarnos idealmente en dólares estadounidenses? Parece una cosa de sentido común que cualquier país del mundo se maneje internamente con su moneda local, sin embargo, las oligarquías nacionales privilegian una moneda que no es más que fiduciaria. Si la estabilidad del peso se asienta sobre el tesoro nacional, el dólar, por el contrario, lo hace literalmente sobre una cuestión de fe que tiene como base al gran capitalismo financiero transnacional. Pero paradójicamente las cacerolas estallan en Buenos Aires ante la decisión soberana de tomar medidas que otorguen más fuerza al peso argentino y aparece, otra vez, la dificultad de pensar en clave nacional.

Con estos ejemplos podemos ver el grado de colonización de ciertos sectores sociales que se vuelven defensores de los intereses foráneos antes que de los nacionales. En ambos casos la mirada está puesta afuera, el modelo a seguir siempre es el de las potencias mundiales, tanto inglesa como estadounidense. Lo dicho hasta aquí es representativo de la paradoja que sufre el “ser nacional”, de la cual hacíamos referencia más arriba, en los países colonizados culturalmente; el “ser nacional” se define, dentro de ciertos sectores sociales poderosos, por identificación con lo extranjero y no por contraposición a ello. Así el “ser nacional” se transforma en “ser internacional”, tomando como tipo ideal de sujeto, de sociedad, de cultura, de estado y demás, a las grandes metrópolis. Ya lo decía Hernández Arregui “el rasgo contradictorio principal del ser nacional, en los países uncidos a la órbita de las grandes potencias mundiales, es en determinadas clases, como proyección mental del imperialismo sobre las colonias, el sojuzgamiento acatado del ser nacional a la voluntad extranjera, y en otras clases, una disposición contraria de no entrega del destino nacional, de la patria, de la heredad cultural, a los poderes extraños”.

En relación con esta hipótesis, es importante tener en cuenta la necesidad de pensar en clave nacional y regional, es decir, de pensarnos como argentinos y como iberoamericanos, de sentirnos parte de una comunidad de hombres y mujeres que tienen como bandera la defensa de los intereses nacionales. Esto es imprescindible si buscamos cumplir con el doble objetivo de, por un lado, terminar con la colonización cultural que no sólo nos imponen las potencias mundiales sino también, como hemos visto y lo que es peor aún, aquellos sectores nacionales que pretender pasar por alto la cultura de su propio pueblo para satisfacer exigencias foráneas y, por otro lado, de construir entre todos la segunda y definitiva independencia porque “el ser nacional (...) no es otra cosa que el enfrentamiento de la América Latina con Inglaterra y Estados Unidos, la conciencia revolucionaria de las masas frente a la cuestión nacional e iberoamericana”.



































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