CENTRO DE ESTUDIOS JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI (C.E.H.A.)
“Escritor nacional es aquel
que se enfrenta con su propia circunstancia, pensando en el país y no en sí
mismo” - Juan José Hernández
Arregui
El C.E.H.A. es la expresión patriótica de un conjunto de
argentinos consustanciados por su amor al país en la lucha contra la agresión política,
económica y cultural neocolonial, que disuelve la identidad nacional y que
condena a nuestro pueblo a la condición de factoría económica y de cementerio espiritual
de las metrópolis imperialistas. El C.E.H.A. emerge como un ámbito de discusión
y producción cultural cuya función prioritaria es la de desenmascarar el
aparato de la colonización mental montado por los países centrales y sus
operadores internos con el objetivo de perpetuar la dependencia.
El C.E.H.A. y la lucha contra la dependencia
Somos una nación
inconclusa, a medio camino y nuestra incompletud histórica nos condena como
generación de argentinos y de argentinas, al subdesarrollo y a la perpetuación
de un estado de crisis e inestabilidad política y social permanente. La disputa
entre ser una factoría europea y/o norteamericana o una nación independiente,
se ejerce sobre el país y el continente iberoamericano, como una ley de hierro.
La alternativa histórica no ofrece demasiadas opciones sino que más bien, implica
optar entre ahondar la dependencia del país o ser una nación libre, justa y
soberana. La elección involucra la trascendente y estratégica decisión de conducir
a la Argentina hacia la consumación de la comunidad nacional o en dirección del
abismo social y cultural neocolonial. La dicotomía nos enfrenta a la realidad
actual en la cual, por intermedio de nuestro trabajo, engordamos los estómagos
de los pueblos de Europa y Norteamérica y continuamos con el raquitismo que
padecen los hijos de nuestro país. Se trata de recuperar nuestra soberanía política
y económica o de condenar a varias generaciones con el terrorismo económico de
mercado. La alternativa implica optar entre soberanía o hambre; entre
independencia económica o subdesarrollo y miseria.
La crisis económica
permanente, producto del programa neocolonial, siembra el desempleo y el hambre
entre los argentinos. Para reproducir este panorama que como el agua que trae
la marea, sube y baja, avanza y retrocede en el tiempo, pero que nunca
desaparece, se desarrolla el aparato de la colonización y malformación mental
destinado a perpetuar nuestra condición dependiente. El espíritu y la cultura
neocolonial producida y perpetuada por las instituciones en el país, es el
espejo de nuestra dependencia y a nuestro Estado económicamente subyugado a los
intereses foráneos, le corresponde una mentalidad colonial y un espíritu de
repetición, de sometimiento y de postración.
Las empresas
trasnacionales y el capital financiero se organizan políticamente a través de
los gobiernos de las potencias y las agencias y organismos internacionales. A
su expansión económica le corresponde una organización política y militar que
le otorga sostén. Desenvuelta su producción, los tentáculos de las potencias se
abren paso hacia la conquista del planeta por intermedio de las finanzas, la
política o la guerra, que son sólo medios para alcanzar sus fines. Las
potencias no tienen ética, no tienen leyes y la política, el terrorismo
económico o la guerra y el exterminio de pueblos o de líderes populares, son
decisiones circunstanciales de una misma ambición animal: la ganancia de sus
capitales y la grandeza de sus pueblos.
Los países cuando alcanzan
dimensiones de potencia económica y política, se proyectan en el plano cultural
haciendo de su visión del mundo, un modelo de esquema mental distorsionado que
exportan con la finalidad de que sea asimilado por la periferia. El pensamiento
de las potencias es apropiado de forma deformada por los intelectuales y
políticos de las periferias, que a través de este acto de sometimiento mental,
planifican y justifican las políticas antinacionales sobre su pueblo y cavan las
tumbas en donde enterrarse como miembros de un país subyugado. Es entonces, que
la cultura y el control de las mentalidades son espacios de batalla. La
justificación de los proyectos antinacionales que no pueden garantizar los
tanques y las cancillerías, los ejecutan las instituciones educativas y
periodísticas del aparato de la colonización mental planificado en las
metrópolis y ejecutado por sus operadores internos en las semicolonias.
Frente a este
panorama, las organizaciones libres del pueblo y sus intelectuales enfrentan
una batalla económica, política y cultural por la supervivencia de la comunidad
nacional, ámbito sin el cual serán meros espectadores de su propio entierro. No
existe la libertad intelectual en un Estado dependiente o como dice Hernández Arregui “en un país colonizado la labor del escritor
es militancia política”. No existe emancipación social sin autonomía
política y sin independencia económica.
En este cuadro, la acción
cultural se torna central: a un país caracterizado por su raquitismo económico
y su condición de factoría de servicios, le corresponde una mentalidad
neocolonial que perpetúa su situación de país subyugado e incompleto.
Viendo esta realidad,
el C.E.H.A. está convencido de que no es viable el país sin liberación
nacional: seremos argentinos o no seremos nada. El país será una nación o será polvo
que se llevará el viento de la historia.
Juan José Hernández
Arregui establece que “la conciencia
nacional es la lucha del pueblo por su liberación”: sin un proyecto
nacional articulado en una voluntad colectiva el país seguirá fragmentado y en
estado de crisis permanente fruto de su condición dependiente. El programa
nacional no se lee, se práctica: expresa la síntesis y las soluciones de la
comunidad nacional para superar el subdesarrollo. La experiencia histórica Argentina
demuestra que sin desarrollo industrial no hay nación: en su lugar hay un
Estado agrícola y pastoril de servicios al cual le sobran más de diez millones
de pobres o como afirma Juan José Hernández Arregui “sin industrialización no hay independencia económica base de la
soberanía nacional. Y sin soberanía nacional no hay autonomía cultural. Tal
tarea sólo puede cumplirla el Estado nacional”. El programa nacional
entonces, contempla el planeamiento y el desenvolvimiento de un proyecto de desarrollo
industrial. No hay nación sin industrialización y sin garantizar la
independencia económica. El C.E.H.A. sostiene categóricamente que no hay
antiimperialismo real sin industrializar el país. En las semicolonias no hay
desarrollo industrial posible sin la acción de las empresas estatales y sin un
programa de protección y fomento de la producción autóctona.
El proyecto nacional
no es un plan de iluminados de café o de universidad que se lea y se estudie
como a ratones de laboratorio: es la respuesta del pueblo y sus organizaciones
en su acción incesante, síntesis de historia, de presente y de utopía. Un
pueblo sin historia no será nunca una nación y repetirá los errores de sus
antecesores desconociendo el enfrentamiento y las soluciones dadas por su pueblo
al yugo colonial. Una comunidad sin historia es un pueblo sin identidad, que
pierde el sustrato que conforma los cimientos del edificio de la nacionalidad. Un
proyecto político con consignas claras, pero sin inserción de masas y sin
articulación con la acción política, es una anécdota de la historia para fichar
en una biblioteca universitaria o como afirma Juan José Hernández Arregui “toda teoría nacionalista que prescinda de la
potencia numérica y la conciencia histórica de las masas es una abstracción
inservible mutilada de la lucha nacional del pueblo”. Un pueblo sin utopía,
sin convicciones y sin sentimiento patriótico, no puede encarar ningún programa
y está condenado al fracaso rotundo. Cuando las masas se apropian de las luchas
del pasado, emerge la conciencia histórica de un pueblo y de su mano, se
consuma la conciencia nacional en la antesala de la expresión y el desenvolvimiento
del hombre argentino libre. No hay nación sin organización política que la
sustente. Las organizaciones libres del pueblo vertebran sus programas y ponen
de pie al país o desaparecen bajo la acción militar y política de los centros
de poder mundial y sus aliados internos. La voluntad política y el país,
triunfan si motorizan un programa nacional: en su defecto son una sumatoria de
pequeñas acciones desconectadas, anécdotas de la lucha por la liberación que no
llegarán a destino y que serán ocultadas por el aparato cultural de los
reproductores de miseria.
El C.E.H.A y la historia nacional
La historia del sur
de nuestro continente está caracterizada por la lucha constante de las
organizaciones libres del pueblo por conformar a la Argentina y a Iberoamérica como
espacios independientes de ataduras e imposiciones externas. La historia del
país es la conjunción de sucesos, de avances y de retrocesos en el tránsito
hacia la liberación nacional: nuestra historia es hija de la lucha por la
emancipación, no de la paz o de cualquier tipo de contrato pacífico. Las
naciones metropolitanas exportan la violencia y la guerra total como estados
permanentes en los que transcurre el sistema
internacional.
Contra el programa de
los centros mundiales, nace como acto reflejo y como instinto de supervivencia
la voluntad de los pueblos del sur por subsistir al embate colonial. Las
organizaciones libres del pueblo se desarrollan y encuentran sus canales de
expresión en hombres de carne y hueso que son identificados como líderes naturales
y como síntesis de la emancipación social y de la manifestación de la
conciencia nacional en ascenso.
En el origen, el
pueblo mestizo e indígena que amalgamó la cultura, dio cuerpo al florecer
americano que resistió las invasiones inglesas, amanecer del sentimiento
libertario y de la consolidación nacional; de la mano de José de San Martín y de
los caudillos federales, la patria se conformó como brazo armado y como nación
en armas para un continente que se soñó libre e independiente; Gervasio Artigas
expresó el camino del federalismo y de la emancipación del humilde en las
postrimerías de la Revolución de Mayo; fue a partir de la acción de Juan Manuel
de Rosas, síntesis y expresión más alta de la dignidad americana ante la
prepotencia colonial, donde se consolidaron las bases para la unidad del Estado
y la formación de la conciencia nacional. La derrota política del país fue
ejecutada en etapas: la batalla de Caseros, de Pavón y la guerra del Paraguay,
son eslabones de la atadura del país a la dependencia. El cauce por donde manó
la cultura nacional fue detenido y desviado por décadas, pese a la resistencia
de algunos caudillos federales. La corriente nacional de la política del país retomó
su cauce con Hipólito Yrigoyen y de su mano, se produjo el renacer del
sentimiento patriótico en un Estado que consolidó una política exterior
autónoma y dio lugar a las corrientes industrialistas de nuestras Fuerzas
Armadas de la mano de Enrique Mosconi y de la fundación de Yacimiento
Petrolíferos Fiscales. Fue con la aparición del General Juan Domingo Perón,
cuando se produjo el mayor avance de la historia del país y del continente, por
alcanzar la emancipación nacional y la liberación de los pueblos del sur de la
tierra. La revolución social, económica, cultural y política institucionalizada
en la Constitución del año 1949, fue detenida con el golpe del año 1955 que fue
continuado en etapas: el golpe del año 1966 y de 1976 son momentos de una misma
entrega nacional. Las décadas de 1960 y 1970 marcaron el punto de encuentro
masivo entre las organizaciones de trabajadores y los núcleos intelectuales y
universitarios dando lugar al proceso de nacionalización de las clases medias
que potenció la producción cultural y la política nacional. La dictadura del
año 1976 fue la etapa superior del golpe militar del año 1955 y escribió con
sangre el guión del teatro neocolonial, cuya obra de terror padeció el país
durante la tercera década infame menemista. Las organizaciones libres del
pueblo resintieron el embate neocolonial dando nacimiento a las distintas
expresiones sociales, políticas y gremiales que condujeron al año 2001, bisagra
que abrió la puerta para la potencial reconstrucción del país y que
actualmente, con avances y continuidades, permanece a medio camino.
El C.E.H.A e Iberoamérica
El continente
iberoamericano forma parte activa de la lucha por la unidad territorial,
política y cultural de nuestros pueblos y gobiernos, que fuera coartada luego
de las guerras de la independencia por las deficiencias de nuestras dirigencia
y en especial, como un efecto pernicioso fogueado por la acción de las
metrópolis europeas. Las organizaciones libres del pueblo a lo ancho del suelo
americano desenvuelven su práctica anticolonial constante, que como el cauce de
los ríos, conduce hacia el mismo mar: la unidad del sur de la tierra como una
confederación de Estados libres es el faro hacia donde navega nuestro
continente. Iberoamérica padece su mutilación territorial que crea barreras
artificiales sobre una misma gran nación: la unidad del continente tiene raíces
lingüísticas, culturales e históricas y como afirma Juan José Hernández Arregui
“la lucha por la patria hispanoamericana
no es un sueño de poetas. Tiene bases históricas y geográficas reales”.
Frente a este
panorama el C.E.H.A. declara la lucha por la unidad iberoamericana como causa
patriótica e histórica impostergable.
Asimismo, el C.E.H.A
reconoce que no puede existir liberación continental sin cortar previamente, los
lazos coloniales que impiden a nuestro país ser una nación.
El C.E.H.A y los legados culturales
Los miembros del
C.E.H.A. estamos reunidos en torno de la recuperación de la cultura nacional,
sustrato identitario de nuestro pueblo y marco doctrinario que oficia como matriz
ideológica para actuar en la defensa del suelo, de los valores y del patrimonio
espiritual y económico de la Argentina. Sostenemos que el rol del intelectual
en un país periférico es el de acompañar la formulación de la evolución de la conciencia
histórica de las organizaciones libres del pueblo en su desenvolvimiento. Con
el nombre del Centro rendimos homenaje a uno de los intelectuales más lúcidos y
fructíferos del pensamiento argentino y latinoamericano: Juan José Hernández
Arregui. Su obra y su compromiso político lo postulan como un ejemplo y como un
medio para reflexionar sobre el problema nacional.
Nos consideramos continuadores y
difusores del legado cultural de Pedro de Angelis, de Jorge Ricardo Masetti, de
José Hernández, de Rodolfo Walsh y de Rogelio García Lupo en el periodismo
nacional; de Nimio de Anquín, de Carlos Astrada, de Rodolfo Kush, de Amelia
Podetti, de Oscar Varsavsky, de Fermín Chávez, de Guillermo Gutiérrez y de Juan
José Hernández Arregui en el pensamiento filosófico; de Arturo Jauretche, de
Raúl Scalabrini Ortiz, de Roberto Carri, de Frantz Fanon, de Eva Perón, del
Padre Carlos Mugica, de Enrique Angelleli, de Ernesto Laclau y de Alcira
Argumedo en el pensamiento social; de Ramón Carrillo y de Floreal Ferrara en
medicina; de José María Rosa, de Ernesto Palacio, de Manuel Ugarte, de Rodolfo
Puiggrós, de Jorge Abelardo Ramos, de Eduardo Galeano, de Silvio Frondizi, de
Carlos Piñeiro Iñiguez y de Norberto Galasso en el plano histórico; de Fernando
Solanas, de Octavio Getino y de Leonardo Favio en el cine; de Arturo Sampay, de
Raúl Eugenio Zaffaroni y de Rodolfo Ortega Peña en el Derecho; de José de San
Martín, de Simón Bolívar, de Gervasio Artigas, de Juan Manuel de Rosas, de
Hipólito Yrigoyen, de Juan Domingo Perón, de John William Cooke, de Fidel
Castro, de Hugo Chávez y de Evo Morales en el pensamiento político; de Enrique
Mosconi, de Manuel Savio, del Mayor Alberte y de Enrique Guglialmelli en el
plano militar; de Homero Manzi, de Leopoldo Marechal, de Germán Rozenmacher, de
Roberto Arlt, de Juan Gelman, de Mario Benedetti, de Bernardo Kordon, de Dardo
S. Dorronzoro, de Eduardo Romano, de Alicia Eguren, de Roberto Santoro, de Leonardo
Castellani, de Héctor Oesterheld, de Arturo Peña Lillo y de Francisco Urondo en
el pensamiento literario y cultural; de Miguel Miranda, de José Gelbard, del
grupo MORENO y de Eduardo Basualdo en el pensamiento económico; de Saúl Taborda
y de Paulo Freire en pedagogía, de Atahualpa Yupanqui, de José Larralde, de
Víctor Jara, de Alfredo Zitarroza, de Hugo del Carril, de Quirapayún, de los
Olimareños, de Silvio Rodríguez, de Enrique Santos Discépolo, de León Gieco y
de Víctor Heredia en el plano artístico y musical; de Ricardo Carpani, de
Daniel Santoro y de Benito Quinquela Martín en las artes plásticas; de Ricardo
Guardo, de las Cátedras Nacionales y de la Universidad Obrera como proyecto
universitario; reconocemos la trascendencia histórica del legado de las figuras
políticas de Facundo Quiroga, de Felipe Varela, de José Martí, de Francisco
Solano López, de Salvador Allende, de Juan Velasco Alvarado y de Ernesto
Guevara.
En función de lo antedicho el C.E.H.A. se propone:
Desenmascarar y combatir toda forma de cultura
neocolonial;
Aportar a la formulación y al desenvolvimiento de la
cultura nacional;
Reflexionar sobre el problema del nacionalismo en el
Tercer Mundo y su relación con la política, la economía y la sociedad;
Acciones y destinatarios:
Difundir la obra de
Juan José Hernández Arregui;
Difundir a los
intelectuales, escritores y pensadores de la cultura nacional y latinoamericana;
Promover el folclore
y todas las expresiones de música y arte nacional y latinoamericano;
Discutir los marcos
teóricos de la Universidad y del sistema educativo del país;
Promover la cultura nacional
y popular vertebrando las acciones de las organizaciones libres del pueblo y los
ámbitos políticos, económicos, sociales, culturales y sindicales;
Discutir y proponer alternativas
a los programas y políticas del Estado y a los funcionarios de gobierno desde
una perspectiva de desarrollo nacional independiente;