“Igual que un poncho
a uno lo envuelve la tierra.
Desde el llano hasta la sierra
se va una sombra extendiendo,
y el alma va comprendiendo
las cosas que le mundo encierra” Atahualpa Yupanqui
“Se
trata de la absorción de las pulcras cosas de Occidente por las cosas de
América, como a modo de equilibrio y reintegración de lo humano en estas
tierras.”
Rodolfo Kusch
En
los países semi-coloniales como la
Argentina, parte de una nación
(latinoamericana) inconclusa,
consideramos que la revalorización de la
cultura nacional adquiere una relevancia especial. La veintena de “Patrias
Chicas” que nacieron luego de transcurrido el primer cuarto del siglo XIX, una
vez finalizados nuestros procesos emancipatorios, surgieron como economías
dependientes, de cara a Europa, en nuestro caso específico, a Inglaterra. Así,
estas naciones fragmentadas se
enfrentan con el problema del escaso desarrollo nacional, y la imposibilidad de
impulsarlo sin transformar profundamente la estructura semi-colonial, lo que
implica menos nivel de independencia económica, soberanía política, justicia
social, y por ende de una cultura nacional. Norberto Galasso afirma que: “En los países soberanos, cuya cuestión
nacional está resuelta, naturalmente se piensa “en nacional”, sin necesidad de
propuesta o polémica previa (…) pero en los países semi-coloniales –aquellos
que conservan los atributos formales de la soberanía: bandera, himno,
presidente, etc.- la formulación de ideas y proyectos nacionales solo se logra
tras el previo quebrantamiento de la influencia del aparato colonizador”
(Galasso, 2008: 293-294). Sin este quebrantamiento se piensa con los esquemas
del colonizador. Paulo Freire refiere, en este sentido, a la figura de la introyección de la sombra del opresor
por parte del oprimido. (Freire, 1970)
Las
economías dependientes importan mercancías como ideas de las metrópolis, la
penetración económica viene de la mano de la penetración cultural, las cuales
se apuntalan mutuamente. Resultado de este proceso es el impedimento de la
formación de una conciencia nacional,
lo que quita fortaleza a las fuerzas defensivas de lo nacional. Ese proceso que
la conceptualización de colonización pedagógica
define precisamente, la cual: “se revela
esencial, pues (en las semi-colonias)
no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista
(…). De este hecho nace la tremenda importancia de un estudio circunstanciado
del conjunto de la cultura argentina o seudo-argentina, forjada por un siglo de
dictadura espiritual oligárquica.” (Ramos, 1961: 12) La perseverancia del
orden en nuestros países se relaciona estrechamente con el desconocimiento de
la opresión imperialista de la nación. En la historia nacional encontramos
que: “el gobernar es poblar de Alberdi
corrió en paralelo al educar al soberano de Sarmiento. Ambas síntesis
complementáronse admirablemente: poblar fue despoblar de criollos y repoblar de
europeos: educar, ascender a virtudes las modalidades foráneas y bajar a vicios
las autóctonas.” (Rosa, 1967: 160) Este despoblar de criollos significó la
persecución y aniquilamiento de gran parte de la población gaucha, el avance
del gobierno de Mitre sobre el Noroeste Argentino dejando miles de criollos
muertos es una muestra cabal del lugar al que estuvo dispuesta a llegar la
oligarquía (aliada al imperialismo), para imponer la “civilización” europea en
Nuestra América.
“Civilización y barbarie” es la
bandera que obtura el desarrollo pleno de la cultura nacional, donde la primera
consiste en lo foráneo, mientras que la segunda refiere a lo local, lo propio. Así
civilizar consistió en desnacionalizar, Arturo Jauretche hace entonces un
llamado a la descolonización pedagógica,
y argumenta que es necesario pensar en
nacional, llevar adelante una política
nacional, es decir “una línea política que obliga a pensar y dirigir el
destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas
populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden
internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a
intereses imperiales dominantes.” (Jauretche, 1976: 21) Lo nacional “no significa,
en modo alguno negar lo extranjero, ni sustentar un nacionalismo xenófobo. (…)
Lo nacional es lo universal visto por nosotros.”(Citado en Galasso-Ibáñez,
2004: 13) El crecimiento y fortalecimiento de
nuestra conciencia cultural “nos
conducirá a sentirnos no extraños a Europa, pero en lo esencial, no europeos.” (Hernández
Arregui, 1973a: 286-287) Se
trata de romper con este orden semi-colonial que importa ideas, usos y
costumbres de los países dominantes, no repetir cual loro las ideas
desarrolladas en otros contextos y/u otros tiempos, de ahí que Simón Rodríguez
afirmara: “¡Traer Ideas Coloniales a las
Colonias! (…) ¿Estamos tratando de quemar las que tenemos? (…) ¿Vienen a proponernos cargamentos de rubios… en lugar de los negros que nos traían antes? - ¿para alborotarnos la
conciencia, i hacernos pelear por dimes y diretes, sacados de la Biblia?? … que
COMERCIO! Válganos Dios.” (citado en Wainsztok) A principios de siglo Ricardo Rojas llamaba la atención acerca de nuestro
sistema educativo, el cual considera que falló “a causa del vacío enciclopedismo y la simiesca manía de imitación, que
nos llevara a estériles estudios universales, en detrimento de una fecunda
educación nacional.”(Rojas, 1971: 137) Se trata entonces de recuperar
nuestras voces, lo cual no pretende invalidar todo pensamiento surgido en otras
latitudes, no es que las ideas sean nacionales por ubicación geográfica, pues “lo que hace que una ideología sea foránea,
extraña, exótica, antinacional no es su origen sino su correspondencia con la
realidad nacional y sus necesidades.” (Cooke, 2011: 155)
No
por casualidad el imperialismo actúa como disolvente de la cultura nacional. Es
que ésta es por un lado, una forma de oponerse a la penetración extranjera, la
reivindicación de las propias creaciones; y por el otro, es la que marca donde
apuntalar el camino hacia la construcción de un Proyecto Nacional. La cultura nacional es la cultura popular, “toda cultura se inspira en el pueblo y en su ámbito geográfico y
espiritual. Invertir el proceso genético, como lo ha hecho (…) la
intelectualidad más visible de Buenos Aires, es adulterar el país.” (Hernández
Arregui, 2004: 44) En términos de
Rodolfo Kusch, “la base de nuestra razón
de ser está en el subsuelo social (…) el pensamiento popular, y no culto, es en
gran medida fundante, por cuanto posiblemente contiene las líneas generales del
pensar humano en su totalidad.” (Kusch, 2007a: 569-570) Mientras para la cultura popular el
imperialismo genera defensa y rechazo, la oligarquía antepone los intereses de
clase a los nacionales. Avanza Arregui en el planteo y afirma que “el colonizado deviene extranjero en sus
maneras de sentir y pensar, y de este modo, aunque vive en el país, permanece
extraño a su realidad profunda (y en nuestros países) “toda lucha por la liberación contiene en su seno la emancipación
cultural (…) la existencia de una
cultura nacional de liberación, sólo puede concebirse como militancia política (así)
la cultura de la liberación apunta a la
construcción de la Patria Grande.” (Hernández Arregui, 1973: 25-27)
De esta forma, a partir de las
consideraciones que realizamos en estas líneas, sostenemos la importancia de la
revalorización de la cultura nacional,
que es la cultura popular, en los movimientos de liberación nacional de los
países de Nuestra América que procuran integrar una Nación Común. La valorizamos
como gesto de oposición al imperialismo, como forma de rescatar y encontrar
nuestras voces silenciadas por el aparato de la cultura oficial (la de la
oligarquía aliada a los centros imperiales), y por último, porque la cultura
nacional-latinoamericana es el puntal en que se asienta la lucha por nuestra
emancipación.
Bibliografía
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