Alberto Buela (*)
Hasta el siglo XIII la vida eterna era una
total certeza, pero a partir de allí esa certeza comienza a resquebrajarse.[1]
Así a partir del siglo XIV, sin discutir para
nada lo religioso, comienza a imponerse la investigación sobre la dignidad del
hombre, la filosofía empieza a independizarse de la teología y la razón
experimental comienza un camino que llega hasta hoy día. El Renacimiento en
Italia es la expresión más acabada.
A este estado espiritual convergen causas de
todo tipo y de distinto peso, que son múltiples y variadas: a) la crisis
climática con la disminución de la temperatura, por ejemplo, en Inglaterra se
dejó de cultivar uva para el vino. b) la peste negra (1346-1356) que redujo la
población de Europa en un tercio. c) la gran hambruna de 1313 a 1317. d) el
crecimiento del peso político de las ciudades. e) el paso de las monarquías
feudales a las monarquías autoritarias. f) el paso del feudalismo al
capitalismo. g) la guerra de los cien años como primera guerra comercial. h) el cuestionamiento filosófico a la
teología tradicional en Ocham con su nominalismo y en Scoto con el solo
conocimiento de las realidades individuales (haeccietas).
La convergencia de estas causas, y otras que
seguro se nos escapan, dio como resultado la perdida de la total certeza de la
vida eterna.
Hoy, en la primera parte del siglo XXI el hombre
dejó de pensar en la eternidad como una realidad que lleva a su plenitud la
vida humana. Y si la piensa lo hace bajo sucedáneos bastardos como lo son el
cúmulo de religiones a la carta que se multiplican día a día o la búsqueda de
una espiritualidad oriental en donde la persona: única, singular, e
irrepetible, moral y libre se disuelve en un miasma cósmico de todos en una
sola alma cósmica. O cosas por el estilo.
La pérdida de la inmortalidad personal es uno
de los rasgos de nuestra época signada, paradójicamente, por la exaltación de
individuo y sus gustos en una sociedad de consumo en donde Dios fue reemplazado
por el mercado.
Una sociedad individualista guiada el goce
egocéntrico busca su anclaje espiritual en fuentes oscuras que la llevan a un
destino de homogeneización en un alma cósmica universal.
La pregunta es entonces ¿se puede rescatar lo
eterno en el hombre?
En primer lugar se necesitan gobiernos que
alienten el rescate y realización de valores espirituales y religiosos. Luego
la constitución de comunidades que intenten vivir de acuerdo a estos valores,
para, finalmente, proyectarlos a los ámbitos más ampliados de las naciones y
los pueblos.
En el dominio de los Estados se deben llevar a
la práctica, como políticas de Estado, los principios de subsidiariedad y bien
común; en el de las comunidades el de solidaridad y proximidad y en el ámbito
familiar el de projimidad.
Pero sobre todo y fundamentalmente hay que
tener en claro la idea que nos hacemos de Dios. Él es nuestro principal hacedor
y bienhechor, y en función de Él está dirigido nuestro obrar, y ante Él vamos a
tener que responder personalmente y no en conjunto.
Estas verdades de plomo, que se caen de suyo y
que fueron evidentes hasta el siglo XIII, han desaparecido de la conciencia del
hombre occidental y no llegaron a ser implantadas en el hombre oriental.
Hoy solo existe la esperanza mundana que se
agota en un bienestar material en un océano de falsa espiritualidad. A ello se
suma una cantidad enorme de falsos derechos humanos que hacen que la vida sobre
la tierra se transforme en una parodia. Así en estos días tuvo que salir el
Consejo de Europa con sus 47 jueces de otros tantos países a decir: “no existe el derecho al matrimonio
homosexual…y no se debe imponer a los gobiernos la obligación de abrir el
matrimonio a las personas del mismo sexo” Y, sin embargo, los gobiernos de los grandes
países hacen lo contrario. En el mismo sentido el Papa Francisco afirma que: el aborto es el mal absoluto, pero aquellos
gobernantes que se sacan fotos a diario con él, aprueban el aborto, bajo el
sofisma de defensa de la libertad de vientres.
Estamos viviendo en un mundo desquiciado en
donde los que aparecen como mandantes (los gobernantes) son en realidad
mandados por los diferentes lobbies que elaboran sus decisiones y discursos.
Arkegueta, eterno comenzante o aprendiz
constante
[1] Como
novedad podemos contar que la tesis doctoral de Ortega y Gasset en 1904 que es
un breve ensayo de 58 páginas y que no fue publicado en la edición de sus obras
completas por voluntad del autor se titula: Los
terrores del año mil: crítica de una leyenda. En donde va a sostener que
los temores acerca del fin del mundo producto del milenarismo fueron una fábula
creada por los cronistas franceses e italianos del siglo XVI, pero que la
certeza de la vida eterna era la realidad del año mil.