Juan Grabois, diciembre 2016
Confieso que dudé en escribir esta nota y lo hago sólo
ante lo desesperante de la situación. Joaquín Morales Sola, Carlos Pagni y
Ricardo Roa me dieron el impulso final con sus columnas del domingo, lunes y
martes respectivamente. Los tres usaron la imagen del martirio para describir
la situación de Milagro Sala. Morales
Sola, uno de los primeros en marcar las irregularidades de este proceso
kafkiano, enuncia en toda su crudeza un objetivo que sin perjuicio de la diversidad
de nuestras motivaciones, muchos compartimos. Frente a las maquinaciones de los
que quieren ver sangre, intentamos abrir los ojos ciegos del Ing. Mauricio
Macri, único que puede y debe “evitar que se convierta en mártir”.
El martirio –aunque no se diga explícitamente en las
notas mencionadas– implica por definición la muerte. Es precisamente la muerte
de Milagro Sala, ya no tengo la menor duda, lo que están buscando algunos
sectores del poder, muy particularmente aunque no exclusivamente, en Jujuy. No
es una metáfora ni una sugerencia: me refiero a su muerte física. Y si es un
suicidio o una trifulca carcelaria, tanto mejor para ellos. En su odio
ideológico, clasista, xenófobo y misógino que han demostrado con creces, la ven
como un trofeo de guerra y quieren clavar su cabeza en una estaca. También
tienen móviles menos pasionales. Se han metido en un lodazal jurídico cuyas
repercusiones internacionales ya no pueden taparse: les sobran papeles en la
prensa pero les faltan en el expediente. Por otro, si se sostiene la teoría del
delito que impulsa la fiscalía, esto compromete necesariamente a unos cuantos
personajes del establishment político y judicial jujeño, muchos vinculados a
Gerardo Morales. Nada mejor que extinguir la acción mortis causa. “Se suicidó
la india patasucia”, “se mataron entre negras”. Su microclima autorreferencial,
infecto de odio, les hace creer que tienen la impunidad garantizada.
Sin ir más lejos, el actual intendente de San Salvador de
Jujuy, Raúl “Chuli” Jorge, correligionario de Gerardo Morales, a la sazón dos
veces presidente del Colegio de Arquitectos de Jujuy, durante 8 años aprobó las
certificaciones de las viviendas por las que se imputa a Sala.
El ex auditor general de la nación, el radical Leandro
Despouy, nunca denunció penalmente a Sala. Si existieron los delitos que le
endilgan a Milagro, Despouy sería imputable de incumplimiento de los deberes de
funcionario y encumbramiento. Lo mismo podría decirse del ex gobernador Fellner
y sus funcionarios, sobre cuyo rol se mantiene un cauto silencio. Todos ellos,
que ejercieron el poder institucional durante los años del supuesto estado
paralelo y siguen en cargos públicos, gozan tranquilos de su libertad. Todos
ellos saben que en las causas contra Sala hay mucho ruido y pocas nueces. Es
hora de que lo digan abiertamente.
La respuesta local a la creciente presión internacional
para que cese la arbitraria detención de Sala ha sido un incremento del
hostigamiento hacia la víctima que apunta a desestabilizarla psicológicamente
induciendo sentimientos de indefensión, desamparo, ansiedad, angustia, aislamiento, abandono,
culpa y frustración.
Ya en julio, el fiscal Diego Cusel removió a la Lic.
Laura Aguirre, psicóloga asignada oficialmente con quien Sala había establecido
un excelente vínculo terapéutico, con el patético argumento de que, conforme al
jefe del servicio penitenciario Victor Morales, la licenciada “fortalecía” a la
interna. Aguirre fue sumariada, amenazada y remplazada por facultativos del
poder judicial que parecieran actuar en el sentido contrario e intentar debilitarla
deliberadamente. Lo mismo ocurrió con todo el personal que estableciera algún
vínculo de empatía o neutralidad con Sala: fue removido y sustituido por
personas hostiles a Milagro. Se llegó al extremo de remplazar a la directora la
Unidad Carcelaria Nº 3 de Mujeres por el Subalcaide Omar Arce, un hombre de
manifiesta enemistad con Sala, para que coordinase el “verdugueo” constante que
sufre la interna. Existe, asimismo, un hostigamiento evidente contra los
defensores de Milagro Sala. Los doctores Paz, Ruarte y Alvarez han recibido
denuncias, amenazas y atentados en el ejercicio de su profesión. Incluso la
Dra. Elizabeth Gomez Alcorta, una académica de respetada trayectoria en el
campo de los derechos humanos (con quien co-patrocino a Sala en la querella por
privación ilegítima de libertad que va haciendo lentamente su camino a la Corte
Suprema), ha sido denunciada por “usurpación de títulos y honores” por el muy
neutral tribunal oral federal de Jujuy, acusación irrisoria cuyo único objeto
era amedrentarla.
Se ha inducido también a los familiares de los
integrantes de la Tupac Amaru imputados a reprocharle a Milagro en público y
privado la situación de sus seres queridos. Tanto más graves son las “presiones
físicas y psicológicas” que sufrieron algunos de los denunciantes, testigos e
imputados y no precisamente de Milagro Sala como repite el fiscal
anticorrupción Joaquín Millón Quintana, otro correligionario de Morales. El
caso de Mabel Balconte es tal vez el más grave. Horas antes de la ampliatoria
de su declaración, la subieron a un auto, la amenazaron con detener a un hijo
por una causa de abuso sexual que estaba cajoneada, le exigieron cambiar los
abogados y desde luego su declaración para que incriminara a Milagro Sala,
Andrés Larroque y Máximo Kirchner. El 15 de enero de una extraña noche, en
plena feria judicial, un grupo de cooperativistas presenta una denuncia pero la
fiscal subrogante Montiel consideró que sus dichos no alcanzaban para detener a
Sala. Dejó ese expediente para después y avanzó con el árbol envenenado: la
famosa causa de sedición que finalmente llevó a Sala tras las rejas. Cinco días
después, como por arte de magia y frente a la endeblez de los fundamentos de la
detención, los denunciantes nocturnos cambiaron radicalmente su declaración y,
poco después, Montiel fue ascendida a fiscal de cámara. Hermoso. La
investigación sobre el caso Balconte tramita lentamente en el juzgado de
Servini de Cubria. Los falsos testimonios, también denunciados, duerme el sueño
de los justos en los tribunales jujeños mientras se fijó, en el marco de esta
estrategia de desestabilización psicológica, el primer juicio express para el
15 de diciembre que –insinúan con brutal insistencia- será un escenario de
humillación y escarnio en el que harán desfilar para el show mediático a la
coya maldita que “TV Führer” ya condenó.
Un empujoncito más hacia el abismo.
Ayer, para despejar cualquier duda de que el lobby de un
grupete de abogaditos exóticos de las ONU, un puñado de ONGs, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, un rosario bendecido, un primer ministro y
un par de premios Nobel de la Paz no va a doblegar la férrea conducción del
Gran Hermano Morales, el juez radical Pullen Llermanos -hombre violento,
prejuicioso y adepto a las armas de fuego- dictó una sobreabundante prisión
preventiva de Sala en una imputación digna de un tratado de derecho penal
mágico: la instigación de una tentativa de homicidio en la que la incrimina el
instigado, Paes, co-autor prófugo de dicha tentativa quien fue… ¡sobreseído del
hecho por el mismo juez! No se privaron del despliegue de fuerzas especiales y
encapuchados con armas largas para trasladar a una mujer esposada. Otro
oportuno empujón.
A este cuadro terrorífico se suma lo que tal vez sea el
mayor elemento desestabilizante: la desesperanza que se refuerza con cada
declaración que baja desde la Casa Rosada avalando lo que sucede en Jujuy. No
puedo imaginar la angustia de Sala al ver desde la caja, ñata contra el vidrio,
a los organismos de derechos humanos caminando hacia ella con la libertad en la
mano y, acto seguido, que aparezca el Presidente de la Nación para taclearlos
de atrás. La semana pasada, frente a las resoluciones de instituciones del
sistema internacional de protección de los derechos humanos del que Argentina forma
parte nuestro jefe de estado realizó declaraciones cuya gravedad pasó
llamativamente desapercibida para los defensores del orden republicano y la
institucionalidad. Justificó la detención arbitraria de Milagros Sala de la
peor manera posible: con las encuestas. “Las últimas declaraciones del
Presidente avalan lo que está ocurriendo en Jujuy” afirmó al día siguiente el
ministro de justicia de dicha provincia. Luego, las segundas líneas comenzaron
con los ya gastados argumentos conspirativos y patrioteros, casi un eco del
“somos derechos y humanos”, para descalificar la respuesta unánime de la
comunidad internacional en todo su espectro ideológico.
Desde el punto de vista de la mercadotecnia política de
corto plazo, es probable que el presidente tenga razón. Aun cuando la
conciencia del carácter arbitrario de su detención comienza a crecer en la
sociedad argentina, la percepción general sobre Milagro sigue siendo mala y es
posible que tanto Morales como Macri hayan facturado políticamente su
arbitraria detención, incluso que algún consultor de imagen se haya
congratulado por semejante éxito publicitario. Populismo puro y duro que lejos
de justificar la situación, la agrava. Otros actores de la política que
confunden la verdad con las encuestas como Sergio Massa se unen al corro del
prejuicio. Lo que tal vez Macri no quiera ver es que como jefe de un Estado
conminado por el orden público internacional, suya es la responsabilidad y el
resto juega gratis: en sus manos está la vida y la libertad de Sala. La lógica
de realpolitik que, como confesó Ernesto Sanz, llevó a Sala tras las rejas,
puede llevarla a la tumba. Tal vez entre la élite de una provincia feudalizada
y un país embrutecido resulte simpático alardear de un pragmatismo viciado de
ilegalidad, abusos y autoritarismo. No será así frente a la historia ni la
comunidad internacional.
Llega fin de año: son momentos de balances y decisiones
tanto para los que gozan el poder como para los desamparados. Se acerca navidad
y a menudo olvidamos que bajo la estrella de belén no sólo caminaban los Reyes
Magos sino los asesinos enviados por Herodes. Los que queremos a Milagro no la
queremos mártir. Queremos una noche de paz, no de muerte. La queremos libre.